La Catedral de La Laguna acogió el 27 de junio, una Misa funeral por las 117 víctimas de la Covid-19 en la diócesis. El obispo Bernardo Álvarez presidió la celebración a la que asistieron algunos miembros de las familias de los difuntos. “Ni siquiera la muerte nos separa del amor de Dios” subrayó el prelado manifestando la cercanía y solidaridad de toda la diócesis con los familiares de los fallecidos.
Asimismo, en la Eucaristía estaban presentes el presidente del Parlamento, el delegado del gobierno en Canarias, el consejero de Presidencia del gobierno de Canarias, y los presidentes de los Cabildos insulares de Tenerife y La Palma. Junto a ellos, numerosos alcaldes de los municipios donde hubo fallecidos, así como representantes de los servicios de emergencia, ejército, fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado.
La celebración pudo seguirse, en directo, a través de Mírame TV de Canarias y de los medios digitales de la diócesis.
En la liturgia eucarística participaron, en distintos momentos, un familiar de los difuntos, una persona que superó satisfactoriamente la Covid-19, un médico, religiosas presentes en asilos de ancianos y programas de atención a colectivos vulnerables, voluntarios de la pastoral de la salud y una profesional de Cáritas Diocesana.
La parte musical correspondió al coro Epifanía que, debido a las medidas sanitarias, solo pudo contar con una representación del total del conjunto.
Un gesto significativo y muy emotivo de esta celebración fue la presencia de 118 velas encendidas; 117 por cada una de las personas difuntas contabilizadas en esta provincia y una más, como se apuntó en la monición, simbolizando esos desconocidos que quizás no pudieron ser diagnosticados a tiempo.
Estas velas formaron una cruz luminosa en el ante presbiterio junto al Cirio Pascual, signo de Cristo Resucitado.
En la parte final de la eucaristía, introducida por un familiar, se oró por el eterno descanso de los difuntos a través de un texto del jesuita José María Olaizola y una interpretación musical de una solista al violín. Al finalizar la misma el obispo depositó incienso junto a la cruz señalada anteriormente e hizo un responso.
El prelado, en su homilía, quiso resaltar la promesa de Dios de darnos la vida eterna. Álvarez comenzó haciendo referencia a la obra de misericordia «Enterrar a los muertos» apuntando que este hecho es una de las más profundas expresiones de la dignidad humana y de la conciencia de que hay vida más allá de este mundo. «En cierto modo, forma parte del ADN del ser humano. Si hoy podemos rastrear los orígenes de la humanidad en África y sus posteriores desplazamientos por todo el planeta, es gracias a que no se abandonaba a los muertos, sino que se hacían ceremonias de despedida y se le enterraba cuidadosamente en lugares preparados para ello. Incluso, se les ponía alimentos y otras pertenencias para el viaje a la otra vida. De esto es especialmente significativa la cultura egipcia».
El prelado quiso partir de esta introducción para explicar el sufrimiento que han vivido muchos familiares durante estos meses, al no poder despedir a sus seres queridos. “Hablamos de un sufrimiento que ha sido triple”, apuntó Álvarez. “Primero, por la muerte de un ser querido. Segundo, por no poder estar con él en la hora de la muerte. Y, tercero, por no poder hacerle un entierro como estamos acostumbrados”.
A la luz del evangelio proclamado, el obispo continuó destacando que, en medio del dolor, surge la esperanza cristiana. «Esta esperanza no es una ilusión. No es una especie de consuelo para soportar el dolor del momento. Esta esperanza, como toda esperanza cristiana, se apoya en la fe, en la confianza que tenemos en la palabra del Señor y en que Él cumple su promesa».
Al hilo de esta idea, Monseñor Álvarez recordó las palabras de San Pablo para apuntar que por la fe sabemos que quien resucitó al Señor también con Jesús nos resucitará. «Por eso, no nos desanimamos. Tenemos un sólido edificio construido por Dios, una casa que no ha sido levantada por mano del hombre y que tiene una duración eterna en los cielos”.
El prelado concluyó su homilía señalando que independientemente de la situación que nos toque vivir, sabemos que el Señor es nuestro pastor y con él a nuestro lado nada debemos temer. «Que encontremos en Dios el alivio que necesitamos en estos momentos».
La Misa concluyó con el canto del Ave María y con la bendición del obispo.