Entrevista al sacerdote Miguel Ángel Martín, nacido en Málaga en 1982 y ordenado en 2010.
¿Qué es lo más inteligente que se puede hacer en esta vida?
Tratar de vivirla con sencillez, en paz con los demás y con uno mismo… desgraciadamente, a menudo nos empeñamos en no ser inteligentes.
¿A vivir se aprende?
La vida es un continuo aprendizaje, en cada etapa de la vida vamos aprendiendo cosas diferentes, y en cada una tenemos retos distintos, la clave es saber vivir el momento.
¿Y a ser sacerdote?
A ser sacerdote también, cada vez soy más consciente de la responsabilidad y el don que es vivir esta vocación preciosa que el Señor me ha regalado. Gracias a Dios, en la diócesis tengo muy buenos hermanos sacerdotes de los que aprendo cada día.
¿Crees que sabes vivir?
Diría que progreso adecuadamente, pero aún me queda mucho que aprender, como persona y sacerdote…
¿Has sufrido alguna crisis vital? ¿En qué o en quién te apoyaste cuando la sufriste?
Las crisis son parte del aprendizaje en la vida, nos ayudan a crecer, a romper con las visiones ideales de la vida y a madurar como personas y creyentes. Por supuesto que las he vivido, la clave es dejarse acompañar y aprender de ellas para salir reforzado.
Una de las más duras ha sido enfrentarme al perder a personas muy cercanas en edades tempranas, el contacto con la muerte, con la enfermedad, lanza muchos porqués al corazón y al alma.
Creo que mis dos grandes apoyos para todo en la vida han sido Dios y mi familia, tanto de sangre como de fe: mis padres, mis hermanos y mi comunidad MIES han sido y son los mejores regalos que Dios me ha dado para conducirme por esta vida.
¿Cuál crees que es tu gran aportación a la Diócesis de Málaga?
En esto soy un gran devoto de Teresa de Lisieux, cuando miro a las grandes personas me veo muy poca cosa, pero recuerdo que nuestro Dios es el artista de la sencillez, lo importante no es el número o la grandeza, sino el amor que ponemos en las cosas. Creo que lo más importante que podemos aportar a nuestra diócesis cada uno de nosotros, es vivir la vida y la fe dándonos de corazón en todo lo que hagamos, sea grande o pequeño.
¿Cuál es el mayor desafío al que se enfrenta nuestra iglesia local hoy?
Seguir siendo testigos del amor y el perdón en un mundo cada vez más dividido por el odio; especialmente con el lastre de nuestras propias limitaciones y pecados, tanto personales como eclesiales. Es un reto que nuestros últimos pontífices nos llevan marcando con mucha claridad.
¿El peor pecado con el que has tenido que lidiar?
(Suspira) La lista es larga… (ríe). Bueno, en realidad creo que en mi caso hay un empate, mis “dos aguijones en la carne” serían la pereza y la soberbia, lucho con ellos día a día, pero de momento, voy ganando la batalla.
¿Qué cosas te importan de verdad y qué cosas no te importan nada?
Lo que me importa de verdad son las personas que Dios pone en mi camino, su vida, su alegría, su dolor… Suena típico, pero es verdad. Es difícil definir qué no me importa, porque creo q todo tiene su importancia, en mayor o menor medida.
¿Quién es Jesucristo para ti?
Un verdadero maestro y modelo, al que trato humildemente de imitar y mostrar a los demás con los pocos dones que el Señor me ha dado.
¿Quién dice la gente que eres tú?
Alguien disponible al que recurrir siempre.
¿Te gusta complicarte la vida?
No es que me guste, es que es necesario. La vida cristiana, si se vive de verdad, consiste en negar el yo, darse y entregarse, eso inevitablemente te complica la vida.
¿Cómo te gustaría morir?
Con la sensación de haber vivido una vida plena, con sentido y en paz. Por ahora voy por buen camino.
¿Qué le dirías a quien se esté planteando si Dios lo llama para ser cura?
Que no tenga miedo a buscar la voluntad de Dios. Cuando entré al seminario, era un mar de dudas, pero Dios se encargó de despejarlas por el camino. A veces vivimos demasiado preocupados en buscar seguridades, en la vida hay momentos en los que hay que lanzarse y el que no arriesga no gana.
¿Podemos decir que hemos venido y estamos aquí para ser felices?
Por supuesto, ese es el deseo de Dios. Pero lo primero que tenemos que aclarar es qué es la felicidad, muchas veces no somos felices porque perseguimos cosas equivocadas.
¿Qué te preguntas?
Ahora mismo me preocupa mucho pensar en el futuro de la generación que viene. Creo que tenemos que repensar muchas cosas como sociedad, o no llegaremos a buen puerto.
¿Cómo te ves con el paso del tiempo? ¿Has mejorado como los buenos vinos?
Si no vamos mejorando con los años es que algo estamos haciendo mal. Pero el crecimiento no es siempre lineal ni simétrico, en algunas cosas mejoro, en otras retrocedo, pero siempre intento mirar hacia adelante y ser una mejor versión de mí mismo.
¿Qué es lo más complicado que vives como sacerdote?
Lidiar con mis propias debilidades y limitaciones. A veces la gente tiene la imagen de que el sacerdote, por su propio estado, está en mayor gracia de Dios o tiene las cosas más fáciles, pero la realidad es que somos tan humanos y débiles como cualquiera, con la salvedad de que somos referencia para mucha gente, lo cual exige de nosotros un mayor esfuerzo.
¿Qué preguntarías a un joven que se plantea su vocación sacerdotal?
Si es consciente del don y la responsabilidad que Dios le está ofreciendo.
¿Dónde encuentras la felicidad?
En las pequeñas cosas, como una sonrisa que sea capaz de sacarle a alguien, el poder ayudar a otra persona, el compartir un abrazo, ya sea de alegría o de consuelo, cosas así…
¿Rezas para tener éxito?
Rezo porque lo necesito, es necesario alimentar el corazón, llenarse de Dios para poder darlo a los demás.
¿Te preocupa cómo vive la gente? ¿Por qué?
Si no me preocupasen los demás, sería un triste sacerdote. La vocación del cura, como la definía un buen profesor, consiste en hablar a Dios de los hombres, y a éstos de Dios, por tanto, gran parte de mi vida como pastor es que me duela la gente a la que Dios me envía, ponerla en sus manos y tratar de acompañarla cada día.
¿Eres un sacerdote dócil?
En mí se da una tensión curiosa. Como sacerdote trato de ser disponible para la diócesis y la gente, aunque personalmente soy bastante cabezota y a veces tiendo a ver las cosas a mi manera.
¿Qué es para ti el tiempo?
Filosóficamente, la medida del cambio. Personalmente, un regalo de Dios escaso y que a veces no aprovecho lo suficiente
¿De qué te arrepientes o tienes remordimientos?
De casi nada, tal vez de no saber medir a veces cuando callar y cuando hablar. La lengua, como dice el libro de los proverbios es un arma de doble filo: puede ser árbol de vida o romper el corazón.
¿Cuál consideras la virtud más sobrevalorada?
El orden, por mucho que nos esforcemos, nunca lo conseguimos del todo, al menos yo… (ríe)
¿Cuál es tu viaje favorito?
Creo que mi experiencia de vivir la Navidad en Tierra Santa. Un momento maravilloso vivido con grandes compañeros y que nos ayudó a vivir el misterio de la encarnación de una forma única y maravillosa. También mi primera peregrinación a Roma, en el jubileo del 2000, fue un punto de inflexión en mi vida.
¿Pequeños placeres?
Una buena película, un buen cómic o un buen libro, en zapatillas y con un refresco.
Hay quien sugiere que la soledad del cura puede llegar a ser insoportable, ¿has vivido la soledad como un calvario alguna vez? Si es así ¿qué hiciste para abrazarlo?
La verdad es que tengo la inmensa suerte, al menos hasta el día de hoy, de disfrutar enormemente tanto del tiempo compartido con los demás como de la soledad. A veces incluso se agradece poder tener tiempo, aunque sea poco, para dedicarse a uno mismo.
¿Un olor que recuerdes?
El del mar, lo asocio con casa.
¿Un perfume que se cautive?
La dama de noche.
¿Tu flor favorita?
La margarita, porque nos enseña la sutil diferencia entre ser simple y ser sencillo, que sólo algunos saben apreciar.
¿La palabra más hermosa del diccionario?
Reconciliación.
¿El regalo más bello que te ha hecho ser presbítero?
La oportunidad de conocer gente maravillosa que te abre su vida y su corazón sólo por el hecho de ser lo que eres, es un don maravilloso que sólo se entiende desde la fe.
A estas alturas del partido ¿volverías a ser sacerdote?
Sin dudarlo, es una fantástica aventura y, como me recuerda a veces una camiseta de la época del Seminario, una vida apasionante.
Chaplin, como casi todos, empezó diciendo que la vida era maravillosa y acabó diciendo que no tenía ninguna gracia. ¿Qué le responderías?
Que pese a ser tan brillante e inteligente, no cogió el chiste. La vida ciertamente tiene momentos dulces y amargos, en los que a veces se puede perder el rumbo pero, si la vives con fe y esperanza, es algo maravilloso y un regalo que no valoramos lo suficiente.
Rafael J. Pérez Pallarés