«En esta Navidad, invito a imitar a María, abriéndonos a la escucha personal de la Buena Noticia y a dejar que la Palabra se haga carne en nuestra vida», es el consejo que Ana Salto Sánchez del Corral, licenciada en Ciencias Religiosas y en Filología Árabe y doctora en Filosofía y Letras, comparte en este número especial de Navidad, tras su conferencia sobre las mujeres místicas pronunciada recientemente en el Aula Arrupe. ¿Fue María una mujer mística?
Pocos datos tenemos de la vida de la Virgen María. Un escrito apócrifo del siglo II, conocido con el nombre de Protoevangelio de Santiago, nos ha transmitido los nombres de sus padres —Joaquín y Ana—, y diversas tradiciones sitúan el lugar del nacimiento de María en Galilea.
Dimensión mística de María
«No conozco trabajos contemporáneos que aborden la dimensión mística de María, aunque en los tratados sobre mística se suele aludir a ella», explica Ana Salto, y añade que «son interesantes los comentarios de Hans Urs Von Balthasar en su obra “La oración contemplativa”. María es presentada como prototipo de la contemplación de la Trinidad (Lc 1, 26-38), y como prototipo de la Iglesia en tanto que mujer en la que se realiza la vida trinitaria. María, esclava del Señor, pura recepción, da su sí incondicional y se deja llevar: hija del Padre, madre del Hijo y receptáculo del Espíritu Santo».
Ana Salto define la mística como la «experiencia de lo divino que no suele reducirse a momentos o encuentros cumbre. En el monoteísmo, la mística se concibe como experiencia de Dios, Amante y Misericordioso. La mística es experiencia de su Amor, de andar en su Presencia, de estar en Él y de que Él está en cada persona. Mística es la vivencia de una relación amorosa que va creciendo en unión. La experiencia mística cristiana es la vivencia gozosa del amor transformante de Dios, del amor incondicional a Dios y del amor al mundo, siguiendo los pasos de Cristo».
La experiencia mística no es la misma en todas las religiones. En palabras de Ana Salto, «en las religiones más orientales (hinduismo y budismo) se concibe generalmente en términos de unificación con el Absoluto» y «en las religiones proféticas, la experiencia mística se concibe siempre en términos de unión amorosa con un ser personal, sin disolución del yo», por eso, «en la práctica de la meditación trascendental y de la oración contemplativa cristiana puede haber algunos puntos de encuentro, pero jamás una persona cristiana podría utilizar el nombre de Jesús en vano, como un mantra carente de sentido, como un medio en vez de como un fin: la adoración y la entrega silenciosa y amorosa».
Haced lo que Él os diga
Y así, como nos dice el evangelista Lucas (Lc 2, 19), María tiene una dimensión contemplativa clara: «conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón» y de esa meditación brotan las palabras que nos relata el evangelista Juan (Juan 2, 5): «Haced lo que Él os diga».
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Encarni Llamas Fortes