Pachi Velasco Fano es el director del Colegio María de la O, en Asperones, en el que hay 110 alumnos. Todos los centros educativos, equipos directivos, profesores, alumnos, familias… han tenido que adaptarse a las nuevas tecnologías, en este tiempo de pandemia, para seguir adelante con el curso, en el caso del colegio que dirige Fano, los deberes de los niños han llegado a casa vía manual, en la bolsa de la comida.
«Ha sido un tiempo duro y muy difícil», afirma con rotundidad Pachi, «nos sobrevino una circunstancia para la que no estábamos preparados. En nuestro barrio de Asperones, además, en una zona de exclusión, a los dos días de comenzar el confinamiento, era patente ya el hambre y la necesidad, pues se vive al límite. Hemos visto situaciones muy dramáticas. El Colegio, al ser también un centro de recursos sociales, unimos esfuerzos con los Misioneros de la Esperanza (MIES) y algunas otras instituciones y pusimos en marcha toda una aventura de reparto de alimentos: comenzamos atendiendo a 60 familias y hemos acabado con casi 300».
Y los deberes de los niños iban unidos a esas bolsas de comida que se repartían, «yo creo que hemos fotocopiado más que nunca», asegura Pachi, «pues era complicado seguir las clases on line. También hemos hecho concursos de fotografía por WhatsApp, un bingo de familias… hemos inventado todo lo que hemos podido y confiado en que los niños han trabajado en casa».
Han sido muchos los ángeles de la guarda que Pachi ha visto en estos días: «mucha coordinación y colaboración de personas voluntarias, cofradías, el Colegio de los Maristas… no quiero dejarme a nadie atrás»
También han pasado miedo: «murió una mujer del barrio y fue muy duro».
Y, como en todas las experiencias vividas por Pachi, el Señor ha estado presente: «cada día me he puesto en las manos de Dios, pues cuando uno tiene miedo se pone en manos del Padre, y yo he sentido miedo, y he rezado mucho».
Un día, mientras repartían las bolsas de comida, Pachi se dio cuenta de algo que le emocionó: «los voluntarios que estábamos repartiendo la comida éramos los mismos que preparamos a los niños para recibir la comunión».
«Los lunes recibíamos un gran regalo, la visita del sacerdote Salvador Gil, con quien celebrábamos la Misa en el comedor del Colegio», añade Pachi.
La vida interior de Pachi se ha fortalecido en esta pandemia: «tengo paz, porque hemos hecho lo que teníamos que hacer, pero también me siento muy pecador, porque he visto muchas más necesidades de las que he podido atender. Cada día, antes del reparto, dábamos gracias a Dios y a todos los que habían colaborado, con un megáfono. Y, una vez más, se corrobora que las personas sencillas han entendido mejor la solidaridad, han sido imprescindibles».
Encarni Llamas