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La Iglesia honra a sus mártires

Con motivo de la próxima Beatificación de nuestros mártires, veamos cómo la Liturgia los honra, con esta serie de artículos: “Liturgia y mártires”.

El año litúrgico conmemora los misterios de Cristo y su redención en los distintos ciclos (Navidad y Pascua) con tiempos litúrgicos de preparación intensiva (Adviento y Cuaresma respectivamente), teniendo como fiesta primordial el domingo.

Pero muy pronto, siglos II-III, la Iglesia rindió culto a los mártires, incorporando el aniversario de su martirio a su calendario, para que anualmente se celebrase. Fue un enriquecimiento y ampliación del año litúrgico, con el complemento de un ciclo santoral que se inició con los mártires y que, posteriormente, incluirá tanto el culto mariano (solemnidades de la Virgen, advocaciones, etc.) como el culto a los confesores (grandes Padres de la Iglesia y obispos, vírgenes, santas mujeres, misioneros, educadores, santos dedicados a la caridad, etc.).

Los mártires fueron asociados al sacrificio de Jesucristo, “el Testigo (mártir) fiel” (Ap 1,5). Las primeras generaciones cristianas recogían sus restos con veneración y los depositaban en un lugar decoroso. Cada año los fieles, presididos por su obispo, se reunían junto a los sepulcros de los mártires en el día del aniversario de su martirio, llamado “dies natalis” (día del nacimiento a la vida celestial), y celebraban la Eucaristía en su memoria. El culto a los mártires, invocando su intercesión, robustecía la entereza y la fidelidad de los fieles que se veían sometidos a periódicas persecuciones. La abundancia de las “Actas de los Mártires” y de las “Pasiones” en los tres primeros siglos manifiesta no sólo el número elevado de martirios, sino también el arraigo progresivo del culto a estos testigos de la fe. En estos documentos se narra la vida del mártir y se relata –con tonos incluso de plegaria eucarística– su martirio glorioso.

Al anotar el “dies natalis” y el lugar de su “depositio” o sepultura, se da origen a los calendarios cristianos, en un primer momento en ámbito local, por diócesis o regiones.

A partir de la paz constantiniana el culto a los mártires cobra mayor auge y popularidad: los sepulcros, pequeñas capillas o ermitas llamadas “cella memoriae”, se transforman en basílicas, y el altar para la Eucaristía se coloca sobre el sepulcro del mártir o sobre el lugar de su “confesión” o martirio, plasmando arquitectónica y litúrgicamente la visión del Apocalipsis: “Vi al pie del altar las almas de los que habían sido degollados por causa de la Palabra de Dios” (Ap 6,9).


¿Sabías que es muy recomendable que se hagan homilías?

Como dice el Misal en su número 65, la homilía no es un añadido a la liturgia y, además, no debería faltar: “La homilía es parte de la Liturgia, y muy recomendada, pues es necesaria para alimentar la vida cristiana”. Breve, bien preparada y cuidando también la oratoria (la forma de decir).

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