El periodista y sacerdote Antonio Gil «alza el telón del nuevo curso» en su sección semanal para Iglesia en Córdoba
La hermosa tarea de la educación
ANTONIO GIL
Sacerdote
Se alzó el telón del nuevo curso, con tantas incógnitas como preocupaciones. Poco a poco, las aulas cobran vida y se pone en marcha la gran tarea de la educación y de la enseñanza. Todo será un poco distinto, pero será apasionante en medio de las grandes dificultades que vivimos. He aquí, en síntesis, un puñado de destellos hermosos sobre la educación.
Educar es convertir a alguien en persona libre, independiente y con criterio. Sus dos principales etimologías latinas nos ponen frente a este concepto: «educare», acompañar, conducir; y «educere», extraer, sacar fuera.
Educar es promover el desarrollo integral de una persona, trabajando cada una de sus dimensiones: física, psicológica, social, cultural y espiritual.
En palabras de Enrique Rojas, psiquiatra, «educar es seducir con los valores que no pasan de moda, que tienen siempre vigencia». La educación comporta numerosas enseñanzas, pero el telón de fondo es «preparar a una persona» para vivir la historia personal de la mejor manera posible.
La verdadera educación debe ser integral, abierta a las principales tareas de la existencia humana. Pero de todas las definiciones que podemos encontrar y ofrecer, hay una que me gusta especialmente: «Educar es introducir en la realidad con amor y conocimiento, descubrir sus significados e irse uno encontrando a sí mismo». Será el amor y el ejemplo, las palabras entrañables y el testimonio, el mejor manual para llegar a las mentes y a los corazones. Al fin, el secreto del mundo está en la frase de san Juan: «Dios es Amor».