Este trastorno del estado de ánimo está apareciendo en gran parte de la población, sobre todo en personas con menos recursos psicosociales y en los más expuestos a situaciones estresantes derivadas de esta crisis.
La crisis sanitaria y social derivada de la pandemia está poniendo de manifiesto un aumento en trastornos del estado de ánimo como la depresión en la población, especialmente entre el personal sanitario y entre personas con menos recursos psicosociales.
La depresión es un trastorno del estado anímico prolongado en el tiempo que llega a interferir en la vida cotidiana de la persona que la padece poniendo en riesgo su trabajo, sus relaciones sociales, e incluso su propia salud. Según la Organización Mundial de la Salud esta enfermedad, que afecta a más de 300 millones de personas en el mundo, está considerada como una de las principales causas de absentismo laboral, calculándose que en 2030 ocupe el primer puesto. “La depresión es un trastorno muy grave e incapacitante y aunque los síntomas a los que la asociamos son síntomas emocionales y suelen ser los que se tratan, afecta a otras áreas y conlleva síntomas motivacionales, físicos, interpersonales y cognitivos”, explica el psicólogo experto en neuropsicología del Hospital San Rafael, Samuel López Álamo.
Situaciones como la que estamos viviendo y que está generando un estrés prolongado, las pérdidas personales, traumas psicológicos, y otras situaciones vitales complicadas de asimilar pueden provocar el desarrollo de un cuadro depresivo. “Dadas las enormes limitaciones que implica la depresión, debemos poner el foco en todas aquellas personas que están en primera línea de lucha contra la COVID”, asegura López Álamo. “Es fundamental que nuestros profesionales cuenten con este apoyo para poder hacer frente al gran desafío al que se enfrentan y los efectos secundarios que conlleva el luchar contra el virus y las pérdidas que produce”.
Según el experto en neuropsicología del centro, en las personas con depresión se suele encontrar, entre otras alteraciones, algunas de las funciones cognitivas básicas como la atención, velocidad de procesamiento, memoria y funciones ejecutivas. También suelen encontrarse alteraciones en la capacidad de razonamiento y del pensamiento como las distorsiones cognitivas. “Este tipo de alteraciones afecta a la forma en que las personas con depresión interaccionan con su entorno, con ellos mismos y con su trastorno. Afecta a cómo toman decisiones y cómo afrontan su tratamiento. Es por esto que suele ser una de las principales causas de baja laboral”.
Esta situación no solo está afectando a los profesionales de la salud debido a la sobrecarga de trabajo y estrés que están viviendo, también afecta a las personas enfermas a cuya situación se añade la incertidumbre y el miedo provocado por la COVID-19: “Los síntomas cognitivos son altamente incapacitantes tanto por las limitaciones que conllevan en la vida de los pacientes, como la interferencia que producen en su tratamiento y en su recuperación”, comenta López Álamo. “Es también fundamental dar apoyo psicosocial a todos aquellos que han sufrido la pérdida de personas cercanas y que no han podido realizar un duelo adecuado, por las medidas que debemos adoptar en estas circunstancias”.
Según el especialista del Hospital San Rafael, aunque el reconocimiento de la depresión entraña dificultades al no tener los síntomas habitualmente una manifestación física, existen ciertas claves que pueden ayudarnos: “Un estado anímico bajo o irritable, dificultad de concentración, agotamiento o la sensación de abandono, tristeza o melancolía pueden darnos pistas de que estamos ante un trastorno de este tipo”, asegura. “Esta enfermedad también puede desencadenar un aumento o pérdida drástica de apetito, apatía para realizar actividades habituales o dificultades para conciliar el sueño”.
El origen o la causa de la depresión es un aspecto poco claro y que implica enormes prejuicios sociales. Se ha aceptado que la depresión se puede producir por causas externas ambientales o por causas internas u orgánicas, pudiéndose desarrollar un trastorno depresivo por un problema ambiental o situación ambiental estresante, o por alguna alteración orgánica, pero “en definitiva tenemos que entender que es un trastorno del cerebro. La verdad es que no es un trastorno que dependa de nuestra fortaleza o debilidad personal, a pesar de que es una creencia popular muy extendida que implica un enorme prejuicio sobre las personas que lo padecen”, aclara el psicólogo.
Prevención de la depresión
El prejuicio social es una de las principales limitaciones del posible tratamiento de la depresión, ya que la mayoría de personas prefiere padecerla en silencio y no buscan ayuda profesional.
La mejor forma de luchar contra la depresión es la prevención. Por ello, en caso de detectar síntomas psicológicos que estén alterando nuestra vida diaria se recomienda acudir a profesionales que establezcan un diagnóstico y proporcionen la ayuda necesaria al paciente.