Mi hijo Álvaro es el séptimo de diez hermanos y tiene una discapacidad intelectual severa provocada por una mutación genética.
Estoy totalmente convencido de que Dios lo ha puesto en nuestra vida y en nuestro matrimonio para ayudarnos él a nosotros, no nosotros a él.
Mi mujer y yo pertenecemos al Camino Neocatecumenal donde Álvaro vive su fe junto a nosotros. Desde muy muy pequeño, descubrimos su interés primordial por todo lo relacionado con la Iglesia: el Señor, la Virgen María, la Eucaristía…
En el mes de julio él y yo, junto a nuestro amigo Paco, hemos realizado una peregrinación a Santiago de Compostela (111 km a pie) con la intención de ofrecerla por los jóvenes de nuestra parroquia, que no habían podido peregrinar este año como tenían previsto debido al Covid-19, y por las víctimas de la pandemia. Se nos ocurrió compartirlo a través de la red social Twitter y nos hemos visto desbordados. Miles de personas desde todas partes del mundo nos pedían oraciones y le mostraban su cariño a Álvaro a quien hemos visto reír, saltar, recitar la Misa mientras camina por el camino, rezar el rosario “a su manera”, saludar a las vacas, a los perros, a los árboles… En una semana, los vídeos y fotos de Álvaro se han visto un millón y medio de veces.
Esta experiencia me ha servido, en primer lugar, para darme cuenta de la importancia de rezar unos por otros. Yo rezaba por obligación y ahora, gracias a Twitter, me he dado cuenta de la gran necesidad de oración que hay en el mundo, de oración de intercesión. Y en segundo lugar, este camino ha sido un redescubrimiento de mi hijo Álvaro. He podido de nuevo darle gracias a Dios por él, y ver que es un regalo que el Señor nos ha concedido a mi esposa y a mí para que podamos disfrutarlo. Estoy totalmente convencido de que Dios lo ha puesto en nuestra vida y en nuestro matrimonio para ayudarnos él a nosotros, no nosotros a él.
