Monseñor Demetrio Fernández repasa en esta entrevista su vocación, sus años de seminario y la incansable labor pastoral en una tierra que le ofreció cercanía y acogida. El próximo 18 de febrero se cumple una década desde su designación como obispo de Córdoba. Diez años al frente de una diócesis donde «la fe está muy arraigada».
El 18 de febrero de 2010, monseñor Demetrio Fernández era nombrado obispo de Córdoba por el Papa Benedicto XVI. El 20 de marzo iniciaba su ministerio pastoral en una diócesis que encontró “muy bien puesta”. Desde entonces cada encuentro con “miles y miles de laicos que viven en torno a las parroquias” le ha demostrado que en Córdoba “la fe está muy arraigada y tiene un influjo enorme”.
En esta entrevista repasa su vocación temprana y su energía incuestionable como modo de servicio incansable a la Iglesia. La decisión de anunciar a Cristo “con libertad y responsabilidad” a veces conduce a la soledad, pero ha podido sentir siempre la cercanía del pueblo. A punto de cumplirse el décimo aniversario de su nombramiento como obispo de Córdoba, manifiesta su interés “porque se me entienda”. En esta entrevista repasa su paso por los seminarios de Toledo y Palencia, la impronta en su memoria de su ordenación diaconal y el efecto desbordante de la primera confesión que ofreció recién ordenado sacerdote.
De su ministerio episcopal, destaca de Córdoba la fuerza de la piedad popular “como expresión externa que me sigue impresionando enormemente” y el dolor que le produce la pobreza no solo material que esta tierra le ha mostrado. A pocos días de su nombramiento como obispo de Córdoba, que lo llevó a dejar su primer destino episcopal en Tarazona, asegura que hay que “fomentar la participación de los laicos en la tarea de la Iglesia, porque sin los laicos no tenemos presencia pública”.