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Explicación del retablo mayor de la parroquia de San Miguel, de Guadix

El retablo se concibe como el gran marco de un cuadro donde el fiel contempla varias escenas de una misma y única historia, la Redención.

El concepto de fondo es el concepto tradicional de retablo, una gran pantalla dividida en varios espacios donde se expone la fe de manera narrativa: la doctrina cristiana o la vida de los santos. Pero huye, de forma consciente, de formas clásicas, en cuanto reglas y órdenes artísticos, y de estereotipos iconográficos en la representación de los personajes, para presentar la obra redentora con lenguaje actual y la meta de la santidad como algo posible y contemporáneo, de ahí que se haya optado por el verdadero retrato de personas actuales, de todas las edades, excepto para Jesucristo, cuyo rostro, aun partiendo de un modelo real, está totalmente idealizado.

El Centro del retablo es el calvario, la pintura mide 30 m², la cruz ocupa todo el espacio, desde el suelo hasta el cielo (el INRI está fuera del espacio pictórico), porque la cruz une el cielo con la tierra, Cristo es el Redentor, su carne es la carne nueva, liberada del poder del pecado, por eso no es un cuerpo macerado por el tormento de la pasión, sino un cuerpo vivo, una carne viva, y de su cabeza, muy levemente reclinada, sale el resplandor de la divinidad que anticipa la gloria de la resurrección. Conserva, no obstante, la llaga abierta del costado, de la que mana abundante sangre, sangre en la que nuestros pecados han sido lavados, y con más discreción, las señal sangrienta de los clavos. Estigmas de la crucifixión con las que Cristo vencería la incredulidad de Tomás y quiere vencer también la nuestra.

La derecha del Crucificado está ocupada por la imagen solitaria de María, representada como la Inmaculada, vestida de azul y coronada de doce estrellas, su Concepción inmaculada fue el primer fruto redentor de Cristo. La capa pluvial, llamada de piñas, nos recuerda que al pie de la Cruz fue hecha por Jesús Madre de la Iglesia, «ahí tienes a tu hijo». Tanto la capa pluvial como la piña o la granada, en la iconografía cristiana han servido para representar simbólicamente a la iglesia. La Virgen, aún apenada, no llora, su fe es más fuerte que su dolor, no mira a Cristo, mira al pueblo al que cristo le ha encomendado como madre; el pueblo es Guadix, el símbolo de éste, la Catedral. Guadix aquí también representa la ciudad de Jerusalén que le dio la espalda a cristo.

En la parte izquierda, san Juan y la Magdalena. La misma vestidura, con los mismos colores, aunque en sentido inverso. El rojo y el verde, esperanza y amor. Juan, el joven discípulo que amó tanto al Señor que lo acompañó hasta el Calvario. Juan, el discípulo del amor primero; del amor más puro, limpio, que ama sin calcular los riesgos, sin miedo a correr la misma suerte del ser amado.

María Magdalena, la mujer purificada en el amor divino de Jesús, que le devuelve la dignidad que otros muchos cuerpos, en los que había buscado saciar su sé de amor, le habían robado.

María Magdalena abraza la cruz con un paño blanco, queriendo recoger la sangre de Cristo, sangre que corre por el madero de la Cruz hasta llegar a la calavera de Adán, que simboliza la muerte fruto del pecado. La sangre, al regar la tierra donde está Adán sepultado, devuelve la vida de la gracia al género humano desgraciado. Juan, sin comprender, con gesto apesadumbrado, que contrasta con el rostro sereno de la Virgen María, observa el llanto amargo de la Magdalena.

Cada gesto, cada postura de los personajes que acompañan a Cristo en la cruz, expresan también nuestros sentimientos ante el dolor y la muerte.

Sobre el brazo derecho de la cruz, está posada una golondrina, símbolo siempre de buen augurio porque anuncia el final del invierno. Indica, por tanto, el fin del imperio del pecado y el comienzo de la primavera de la gracia. La humanidad ha pasado de ser una humanidad caída, a una humanidad redimida por el poder de la cruz.

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En la parte superior del retablo, en lo que serían las calles laterales, están representados san Pedro y san Pablo. Pedro la piedra sobre la que Cristo edificó su iglesia, Pablo el misionero incansable que con su celo extendió la Iglesia por el mundo entero.

En la parte inferior, san Torcuato, fundador y primer obispo de la Iglesia de Guadix, y san Fandila, hijo de esta parroquia de san Miguel, que murió asesinado en Córdoba por las autoridades musulmanas.

Estos cuatro lienzos hay que leerlos de izquierda a derecha y de arriba abajo.San Miguel retablo 2

San Pedro

Pedro fue la piedra sobre la que el Señor edificó Su Iglesia, y al que dio las llaves del reino de los cielos. Es un hombre joven de unos cuarenta años, moreno, recordando la tez del pueblo judío, de gesto serio, en razón de las negaciones que hizo del Señor, simbolizadas por el gallo que está a sus pies. Está vestido con capa pluvial dorada que simboliza, como se ha dicho, a la Iglesia, de quien es cabeza, y el color áureo, la dignidad de su ministerio. En las manos las llaves y el libro abierto de la Palabra de Dios, porque recibió de Jesús el encargo de predicar el evangelio y además escribió dos libros del Nuevo Testamento, la primera y segunda carta de Pedro.

San Pablo

El Apóstol que universalizó la fe cristiana. Jesús lo llamó a la Iglesia cuando iba camino de Damasco persiguiendo a los cristianos. Se convirtió, por este encuentro con Jesús, de fariseo en cristiano, de perseguidor en perseguido.

Tiene en la mano izquierda la espada, símbolo de su martirio por ser seguidor de Jesús. Fue degollado porque su ciudadanía romana impedía darle muerte de otra manera.

En la mano derecha un libro abierto, alude a las cartas que escribió a las distintas comunidades cristianas fundadas por él, y que la Iglesia reconoce como Palabra de Dios, porque era el Espíritu Santo quien le inspiraba. Los pies desnudos, nos recuerdan su labor evangelizadora, sin más seguridad que la fuerza de Cristo, de quien recibió la misión de extender el evangelio, como los demás apóstoles, hasta los confines del mundo. Recorrió las principales ciudades del Imperio Romano, hasta morir en Roma donde había llegado preso.

La túnica que cubre su cuerpo es morada, aludiendo a las pruebas y sufrimientos que tuvo que sufrir por la predicación de la fe. El manto marrón alude al barro, porque según sus mismas palabras, el tesoro de la gracia que es Cristo, lo llevamos en frágiles vasijas de barro, que somos nosotros mismos.

Ambos apóstoles representan a la Iglesia universal.

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San Torcuato

Fundador de la Iglesia de Guadix y su primer obispo. Según sólida y antiquísima tradición san Torcuato y sus seis compañeros, los llamados Varones Apostólicos, por haber sido discípulos del Apóstol Santiago, fueron ordenados obispos en Roma por San Pedro y enviados a Hispania a predicar el evangelio. Estos arribaron a las costas almeriense, y de ahí a Guadix, entonces la importante ciudad romana de Acci. Aquí predica, da inicio a la primera comunidad cristiana de España y alcanza el martirio. Siendo sepultado en el lugar de Face Retama, donde reposaron y recibieron culto sus reliquias hasta el siglo VIII, que los cristianos que huyeron al norte de España escapando a la invasión musulmana, llevaron su cuerpo a Santa Comba en Galicia. Actualmente sus reliquias se veneran en el monasterio de san Rosendo en Celanova.

La imagen es la de un joven Torcuato, arrodillado mirando al cielo, ofreciendo su corazón a Dios por quien dio la vida. En la mano derecha sostiene la mitra, símbolo de la Diócesis por el fundada, la de Guadix, la primera de España. Está vestido con ornamentos episcopales, la capa pluvial roja es testimonio de la entrega de su vida, del derramamiento de su sangre como supremo testimonio de su fe en Cristo.

Pedro, Pablo y Torcuato, llevan los pies desnudos, símbolo de que fueron misioneros. Cristo mandó a los discípulos a predicar sin alforja ni sandalias, imagen de que tenían que poner su confianza y seguridad sólo en Él.

San Fandila

Sacerdote, monje en la ciudad de Córdoba en el S. VIII.

Nació en el barrio de san Miguel, en el hoy llamado cerro de san Fandila, al que se llega, desde la antigua iglesia de san Miguel, por la calle de los Mensafies. Es el mártir de lo que hoy podríamos denominar el derecho a la libertad religiosa; acudió al Emir de Córdoba reclamando para los cristianos el derecho de profesar públicamente la fe cristiana y poder predicar el evangelio entre los musulmanes.

Fue mandado decapitar, su cuerpo fue echado al río Guadalquivir y su cabeza colgada en una de las puertas de la ciudad para que sirviera de escarmiento.

Aquí está representado como un hombre en edad madura, vestido con los ornamentos sacerdotales como dispuesto para celebrar la misa, de rodillas, adorando la imagen de Cristo crucificado, por quien, con inusual valentía, en tiempos tan difíciles para los cristianos, estuvo dispuesto a morir.

Con la imagen de san Fandila se cierra el ciclo pictórico de este retablo.

Estas dos imágenes representan a la Iglesia particular de Guadix, san Torcuato su primer obispo, san Fandila su primer mártir reconocido.

Las imágenes nos invitan a vivir la fe hoy, en nuestro tiempo, con la misma entrega, generosidad y radicalidad como lo hicieron estos testigos de antaño. Los mártires de hoy tenemos que ser nosotros. Los santos de hoy han de llevar nuestros rostros. Nosotros tenemos que imitar la fe de nuestros santos, seguir su ejemplo y perseverar en sus enseñanzas.

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