El sacerdote Javier Sánchez detalla los elementos en la sección semanal Vivir la Liturgia.
El siglo II comenzó a ver el florecimiento del culto a los mártires; los datos son aún más explícitos y frecuentes a partir de la mitad del siglo III, durante el cual se extiende, se consolida y se fijan sus formas litúrgicas.
Es común encontrar los siguientes elementos:
-se distingue perfectamente del culto dirigido a Cristo, a quien se adora. El culto a los mártires es un homenaje de afecto a los discípulos que amaron a Cristo más que a su propia vida;
-recoger el cuerpo del mártir y darle honrosa sepultura; en ocasiones con auténtico júbilo litúrgico: antorchas, cirios y cantos;
-en el aniversario del “dies natalis”, los fieles se reunían en el sepulcro, por ser el día de su nacimiento al cielo;
-en muchos casos, se celebraba allí mismo la Eucaristía; se trata probablemente de la primera motivación adoptada para celebrarla en un día distinto del domingo;
-la memoria del mártir era recordada por toda la comunidad local con su obispo al frente cada año, no como la de cualquier otro difunto, que es recordado de forma más privada, sólo por su familia y cercanos, para encomendarlo a Dios;
-las “memorias” de los mártires incluían el lugar y el aniversario del martirio, así como también su tumba, edificando una capilla.
-Especialmente en África, la “memoria” incluía las reliquias de los santos, que en ocasiones se llevaban a los enfermos (cf. S. Agustín, De Civ. Dei, XXII, 8).
-Las memorias son conservadas con honor: se encienden lámparas y se busca ser enterrados cerca de las tumbas de los mártires.
-A partir del siglo IV, se lee el relato de su pasión, en el marco del Oficio divino o de la Misa en rito hispano, y se incorpora su nombre a la plegaria litúrgica.
La memoria del mártir alentaba a los cristianos y los preparaba por si ellos, a su vez, debían afrontar una nueva persecución y el martirio. En este contexto nacen obras patrísticas como las “Exhortaciones al martirio” (Orígenes, S. Cipriano), “A los mártires” (Tertuliano), así como sus alabanzas: “Panegírico a los mártires” (S. Basilio), Cartas y Sermones como los de S. Cipriano o S. Agustín; sin olvidar las obras de nuestro S. Eulogio de Córdoba.
El culto al mártir impulsa el testimonio de vida y santidad de los cristianos en el mundo.
¿Sabías qué?
¿Sabías que al final de la Misa sólo besa el altar el sacerdote que ha presidido?
Al final de la Misa, antes de retirarse, los sacerdotes que han concelebrado hacen una profunda inclinación al altar. El sacerdote que ha presidido, acompañado por el diácono si hubiese, lo venera besándolo (Cf. OGMR 251).