En la festividad de San Juan de Ávila, el sacerdote de la diócesis cordobesa David Ruiz Rosa fue el organista de la celebración religiosa a los pies del sepulcro del Santo Maestro.
¿Qué lugar ocupa el órgano y su melodía en una celebración litúrgica?
Bastaría señalar que el Concilio Vaticano II hace mención explícita en la Constitución sobre la sagrada liturgia “Sacrosanctum Concilium” número 120, que quisiera reproducir aquí: “Téngase en gran estima en la Iglesia latina el órgano de tubos como un instrumento musical tradicional, cuyo sonido puede añadir un esplendor admirable a las ceremonias de la Iglesia, levantando poderosamente las almas hacia Dios y hacia las realidades celestiales”. Sin duda, el legado musical y el patrimonio instrumental organístico es inmenso, constituyendo un testimonio de primer orden de su importancia e influencia en la Iglesia.
¿Considera un privilegio poder tocar el órgano ante los restos del Santo Maestro Ávila?
Así es. Además, me siento muy unido a ese templo de la Compañía de Jesús desde mi etapa de seminarista menor y durante los años de seminario mayor; incluso en verano aprovechaba para intervenir en Misa tocando y cantando con algún compañero… Aún sigo haciéndolo en ciertos días del año como, por ejemplo, el día de Epifanía, cumpleaños de San Juan de Ávila. Me viene siempre a la memoria, por lo bien que nos recibían y nuestras largas charlas, un recuerdo agradecido y lleno de afecto hacia D. Cristóbal Gómez Garrido, sacerdote montillano que trabajó muchísimo por el mantenimiento y exorno de la casa del Santo Maestro y también de la iglesia de los jesuítas, junto al Padre Valdés, entonces superior de aquella comunidad; también los padres Maldonado, Diego Muñoz, Orta… Son muchas vivencias en ese lugar tan querido para los sacerdotes.
¿Qué aporta la música a los fieles?
La música y el canto constituyen una expresión importantísima del corazón humano en todas las culturas; en el caso de la liturgia, “una parte necesaria o integral” (SC 112) y, en lo referente al órgano de tubos, depende de las características del instrumento: época, estado de conservación… y por supuesto del intérprete. Éste necesita, junto con la formación musical, conocimientos de liturgia y sensibilidad religiosa para saber transmitir los sentimientos propios de cada momento en una celebración. No solo se trata de ejecutar piezas musicales; en mi opinión, tiene en sus manos un medio muy eficaz para influir en la conciencia de los presentes y que toda una asamblea se sienta más unida y, al cantar, ore “dos veces”.
¿Qué destaca del himno en honor a San Juan de Ávila?
Francisco Carrillo, autor de la letra en 1942, supo trazar un perfil completo del Maestro Ávila en un estribillo y dos estrofas, aunque la segunda casi nunca se canta y deberíamos hacerlo mientras haya un intervalo largo de tiempo al venerar sus reliquias, por ejemplo. Verdaderamente es un texto que ofrece no sólo un retrato del santo, sino que motiva profundamente al clero que lo tiene como patrono y modelo de referencia. El resultado es, con la melodía que compuso M. R. Castro, un himno lleno de fuerza y solemnidad.
