El sacerdote Antonio Gil explica esta semana el valor de la palabra en todos los caminos.
Antonio Gil
Sacerdote
Recordaremos siempre el poema de Blas de Otero, titulado “En el principio”, en el que ensalza la fuerza y el valor de la palabra: “Si he perdido la vida, el tiempo, todo / lo que tiré, como un anillo al agua, / si he perdido la voz en la maleza, / me queda la palabra”. El papa Francisco, con gran acierto, instituyó “el domingo de la Palabra de Dios”, -III domingo del Tiempo Ordinario-, como “una oportunidad pastoral para revitalizar la proclamación cristiana en esta difícil coyuntura histórica”. El propio Francisco resaltó el sentido de esta celebración, “porque la gran mayoría de nuestros cristianos no conocen la Sagrada Escritura. La Biblia es el libro más difundido pero también es, quizás, el más polvoriento porque no está en nuestras manos”.
Hoy, con el protagonismo de los Medios de Comunicación Social, es inmensa la caravana de las palabras, a lo largo y a lo ancho de todos los caminos de la tierra.
-La Palabra de Dios, revelada en el Antiguo y en el Nuevo Testamento, proclamada solemnemente en nuestras celebraciones litúrgicas, explicada con ilusión por tantos comentaristas, en los templos, en las aulas, en los libros publicados, siguiendo el guión del Año litúrgico.
-La Palabra de los santos, todos ellos testigos de la Buena Noticia de la salvación de Dios, con su palabra, con sus obras, con su testimonio.
-La palabra de la Iglesia, a través de su magisterio, desde el Papa, cuya voz tiene un eco universal, hasta la homilía del cura de la última aldea o los miles y miles de publicaciones religiosas que invaden todos los continentes.
-La palabra de los pastores, obispos, párrocos, sacerdotes-, cercana siempre, puesta al alcalce del pueblo más sencillo.
-La palabra de los monjes y monjas contemplativas, -«el silencio es su clamor»-, desde sus claustros, oasis de paz, cada vez más presentes y al alcance de los “buscadores de Dios”.
-La palabra de los misioneros y misioneras, allende los mares, cada vez más difícil y comprometida.
-La palabra de los cristianos de a pie, de los “santos de la puerta de al lado”, de la “buena gente”, que vive anónimamente los “valores del Reino de Dios: Verdad, amor, justicia y libertad”.
Celebremos la Palabra y las palabras que engendra la Palabra, como semilla de eternidad y felicidad.