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Educar en la fe a través de la belleza. El mayor best-seller de la historia

Hoy es fácil acceder a los listados de libros más vendidos; en internet se encuentran diversos registros y cifras que coinciden en apuntar grandes libros como los más leídos del mundo. Obras literarias tan bellas como El Quijote, Historia de dos ciudades, El Señor de los Anillos, El Principito y El Hobbit ocupan los primeros puestos con más de 100.000 ejemplares.

Pero la Biblia supera con creces cualquier ranking. Ha sido impresa en miles de millones de ocasiones, en todo tipo de formatos; ni siquiera es posible calcular las veces que ha sido leída o escuchada en cualquier lugar del mundo. No existe Escritura más influyente; sin olvidar los estrechos vínculos con la Torá Judía, nuestro Pentateuco, y la inspiración que ejerce sobre el Corán.

La Biblia católica no es un libro convencional; está formada por 73 libros, 46 del Antiguo Testamento y 27 del Nuevo Testamento. Entre ellos hay libros históricos, proféticos, poéticos y sapienciales; sus páginas están llenas de historias maravillosas, de héroes y villanos, poesía exquisita, oraciones y cantos conmovedores, hazañas asombrosas, misterios insondables, y sobre todo, la Buena Noticia del Evangelio, la mayor oferta de belleza que ha conocido la humanidad.

La Sagrada Escritura es Palabra viva que interpela a quien se pone en contacto con ella. Muestra la historia de la salvación de un modo que revela la verdad del hombre. Con la escucha o lectura de la Palabra, el ser humano encuentra un sendero que lo invita a mirar al cielo. A su luz, el sufrimiento adquiere significado redentor y las miserias de la propia vida transparentan la Gloria de Dios. Ella es fuente de una sabiduría que no procede de este mundo, nos alimenta, proporciona respuestas a nuestras inquietudes, suscita alegría y esperanza. No es posible conocer a Cristo, ni gozar de la comunión de la Iglesia, sin apelar a Ella.

La Biblia es el libro más bello, justo y verdadero que jamás se haya escrito. Sus páginas se trascienden a sí mismas, son liberadoras; remiten al Dios Trinitario que ha querido revelarse a través de la Palabra, por Amor.

Mª José Muñoz López

Directora del Museo Diocesano

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