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«Cuando no puedo ir a la parroquia, siento que me falta algo»

Francisca García Vereda es feligresa de la parroquia de San Agustín, en El Burgo, donde todos la conocen como Paqui. El pasado 1 de noviembre, en la Misa de reapertura del templo tras la restauración del retablo, recibió la Medalla Pro Ecclesia Malacitana, concedida por el Obispo de Málaga por su gran generosidad y su entrega dedicada a la parroquia.

Francisca, ¿qué sintió cuando le entregaron la Medalla?

Fue toda una sorpresa. Yo noté que el párroco, José Manuel Bacallado, estaba muy interesado en que mi marido no faltase ese día a Misa, pero nunca me imaginé cuál era el motivo. Lo tenían todo organizado y yo no noté absolutamente nada, a pesar de ser la sacristana (ríe). Fue una celebración preciosa, presidida por el vicario general Antonio Coronado, que es un hombre de mucha entrega y espiritualidad. Y al terminar la Misa, cuando el párroco dijo mi nombre, me quedé sin habla, que eso ya es difícil. D. Antonio Coronado me dijo después que se me notó una cara de ilusión tremenda. Y yo no me explico cómo me pusieron en lo alto cuando yo no merezco estar ni en el suelo.

Me cuentan que fue usted novicia de las Hijas de Jesús, ¿cuál fue su historia?

Efectivamente, estuve en el noviciado de las Hijas de Jesús, las del Colegio de Gamarra. Entré con 21 años y tuve que salir por enfermedad y por diversas circunstancias familiares muy dolorosas, pocos días antes de profesar. Me costó mucho dejar los hábitos y a mis monjas las sigo queriendo con locura. Siete años después me presentaron a quien hoy sigue siendo mi marido. Y tengo que reconocer que no me gustó nada al principio, pero 43 años después sigo siendo muy feliz. Tenemos dos hijas: Sonia y Lourdes, y cuatro nietos preciosos.

¿Y cómo llegó a vivir a El Burgo?

Mi marido era el barbero del pueblo. Aquí vivía y aquí formamos nuestra familia. Nos casamos en la iglesia del Colegio de Gamarra, ante el sacerdote D. Manuel González.

Seguro que han sido muchos los párrocos que han pasado por el pueblo.

Así es, varios: Antonio Hoyos, Paco el Nono, Rafa Vivancos, Jesús Hurtado… y ahora José Manuel Bacallado, con el que también estamos muy contentos. Cuando me vine al pueblo tenía 30 años y ahora tengo 73.

Y su historia con la parroquia, ¿cuándo comenzó?

Nada más llegar, sobre todo con Paco, el Nono, que Dios lo tenga en su gloria, con quien trabajamos mucho en la parroquia, en las reuniones de adultos, en Cáritas, en las catequesis de los niños… Siempre he sido parte de la parroquia. Soy ministra extraordinaria de la comunión, visito a los enfermos, trabajo en Cáritas, he sido sacristana… y siempre disponible para todo lo que ha hecho falta. Pero sé que no he hecho nada que merezca ninguna medalla.

¿Qué es para usted la parroquia?

Para mí, la parroquia no es solo el templo, sino todo el pueblo. Todos somos parroquia. Es, sobre todo acogida. Yo ya no podría vivir sin mi parroquia, me buscaría otra (ríe). Cuando, por enfermedad, no puedo ir a Misa, parece que me falta algo. Y, cuando llego al templo siento paz, porque tengo al Señor tan cerquita que puedo hablar con Él. Que la parroquia no es solo tener reuniones, sino estar con el Señor.

¿Por qué le da usted gracias a Dios?

En primer lugar, por la vida, por la familia, por las amistades que me quieren tanto, y, sobre todo, por tenerlo a Él. La palabra Jesús es la que me llena. Le doy gracias por todo.

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