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«Ayudar a la Iglesia es ayudar al pueblo en Venezuela»

Marco Mencaglia (Roma, 1978) es miembro de la comunidad Shalom y responsable de proyectos de Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN) en América Latina, donde esta fundación está dedicando grandes esfuerzos a apoyar la supervivencia del pueblo venezolano.

Venezuela está viviendo una situación inédita.

ACN trabaja al servicio de más de 140 países del mundo, pero nunca Venezuela había sido prioritario para nosotros, al contrario, era un lugar donante de ayuda para otros. En Europa se aborda la situación con grandes discursos sobre el futuro y los culpables, pero nuestra tarea no es esa: es el presente. El futuro se construye ayudando al pueblo ahora.

¿Y cómo es ese ahora?

Es dramático. En mis dos últimas visitas, he podido comprobar que la situación actual no tiene comparación en la historia de ningún país del mundo. Hablamos de un país que podría definirse de primer mundo, el más desarrollado del continente, que con un lento decaimiento, ha quedado sumida en una situación de gran dificultad. Antes, como España, vivía de servicios, y de un día para otro, se encuentra en absoluta carencia de los bienes básicos. Es una crisis sin precedentes.

¿Cómo afecta a la vida cotidiana?

He visitado todas las diócesis y en contacto con obispos, sacerdotes y comunidades he conocido como el pueblo sufre falta de luz varias horas al día, vive sin agua corriente, sin gas para cocinar, sin gasolina para poder conducir un vehículo. El salario medio es de 5 o 6 dólares al mes, pero el coste de los bienes, cuando están disponibles, es elevadísimo. Un pollo, por ejemplo, puede costar tres dólares. No es posible siquiera medir los niveles de inflación y las subidas de precios son incontrolables. Se cifra entre cinco y ocho millones el número de personas que ha tenido que dejar el país: la mayoría profesionales, maestros, médicos… Es muy doloroso porque quienes se marchan suponen la base del tejido social que permitiría al país salir adelante. No se trata solo de una emergencia humanitaria, sino de una crisis moral, económica y social que afecta a un país en el que viven ahora alrededor de 30 millones de personas.

¿Cómo ayuda la Iglesia?

La Iglesia de Venezuela es una Iglesia joven y compuesta, en su inmensa mayoría, por obispos, sacerdotes, religiosos y laicos naturales de Venezuela. No se trata solo de ayuda espiritual, litúrgica, sacramental, sino también de una ayuda que afecta a todos los ámbitos de la vida de las personas. La Iglesia está compuesta por gente joven y de origen local. Es una Iglesia renovada y que está liderando la renovación del propio país. Se está viviendo una conversión a lo social, ya que no existía una red caritativa desarrollada, solo en casos particulares. Desde 2016 se ha hecho un esfuerzo para construir esa red, con el objetivo de llegar a la presencia de Cáritas en 1.000 parroquias en 2020, aún insuficiente. Además, la Iglesia está viviendo una conversión espiritual: estar simplemente con la gente, distribuir comida o ayudar en las necesidades médicas es algo nuevo para muchos agentes de pastoral y les estamos apoyando en ese proceso de formación y ayuda concreta. Se está creando una red de voluntarios laicos, la mayoría jóvenes, que quieren dar su tiempo y sus capacidades para quienes lo necesitan. Muchos no tenían relación con la Iglesia antes, y ahora forman parte de los grupos de parroquia y están completamente entregados. Es una ayuda global, y que se ve en el hecho de que ACN ha apoyado unos cien proyectos al año en 35 de las 41 jurisdicciones eclesiales de Venezuela, con una contribución aproximada de un millón de euros al año, que queremos aumentar con campañas como esta. Venezuela es ahora una prioridad.

¿Y ACN?

Apoyamos la supervivencia de la Iglesia local: sacerdotes y religiosas. Son ayudas que no solo revierten en estas personas, que aunque podrían marcharse, se quedan para ayudar a la población, sino que ayuda a toda una comunidad. Muchos sacerdotes sostienen en su parroquias jornadas médicas para controlar el estado de salud de los ciudadanos y comedores para niños (que sufren desnutrición en un 40%), ancianos y adultos, que de otro modo no podrían comprar. El Papa habla mucho de «Iglesia en salida», aquí estamos viendo una «Iglesia en entrada», que acoge a la población para atenderla en sus necesidades más básicas. Es un auténtico «hospital de campaña». También seguimos apoyando programas pastorales, formación de seminaristas, de religiosos y de laicos. Porque sabemos que ayudar a la Iglesia es ayudar a reconstruir un país como Venezuela.

 

Ana María Medina

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