Como continuidad de la solemnidad de la Natividad del Señor, el domingo inmediatamente posterior al 25 de diciembre, la Iglesia celebra la Fiesta de la Sagrada Familia.
Es esta una fiesta que tiene como finalidad evocar las virtudes domésticas que reinaban en el hogar de Nazaret: fidelidad, trabajo, honradez, obediencia, respeto… y pedir que esas virtudes continúen teniendo vigencia también hoy en nuestras familias.
Con el lema: “Los ancianos, tesoro de la Iglesia y de la sociedad”, este año queremos expresar nuestro agradecimiento, nuestro homenaje, nuestro amor a los que son protagonistas en la familia, en la sociedad, en la Iglesia… Un día para una sincera acción de gracias por su sencillo y valioso testimonio.
El Papa Francisco, en sus alocuciones, recuerda a los abuelos como custodios de sabiduría, de valores y de bondad; por ello, «un pueblo que no respeta a los abuelos, no tiene futuro, porque no tiene memoria, ha perdido la memoria». Y dice más todavía: “Hoy, más que nunca, la Iglesia debe dar ejemplo a toda la sociedad del hecho de que los ancianos, a pesar de sus inevitables achaques, son siempre importantes, es más, son de hecho indispensables”.
Es penoso, pero muchas veces los abuelos se quedan en la periferia de nuestro corazón. En una sociedad que sobrevalora la eficacia y da culto a lo joven, a lo bello, a lo hermoso… la vejez es un contravalor porque, valga la redundancia, no se valora la experiencia, el conocimiento y la sabiduría que representan los años.
Se habla de estado de bienestar. Pues bien, lo que nos queda de ese estado de bienestar, si el estado de bienestar no ha saltado por los aires es gracias a los abuelos. Ellos, que ya lo dieron todo, ahora son quienes se dan y continúan entregando la vida.
También la comunidad cristiana puede recibir y recibe mucho de la serena presencia de quienes son de edad avanzada, de su experiencia, de su perseverancia, de su oración… La tarea de los abuelos, es una tarea impagable.
Dios, en su Hijo Jesucristo adopta la condición humana y como hombre tuvo Madre, la Virgen María; san José hizo las veces de padre y la tradición de la Iglesia nos habla también de los padres de María que fueron los abuelos de Jesús.
El protoevangelio de Santiago nos da sus nombres: Joaquín y Ana. La Iglesia los ha santificado y, así, san Joaquín y santa Ana, los padres de la virgen María y abuelos de Jesús, son considerados, como no puede ser de otra manera, los patronos, los protectores de los abuelos. También el Evangelio de este día nos presenta la imagen de dos ancianos, testigos de excepción, en la familia, en la Sagrada Familia de Jesús, María y José.
Cuando Jesús es llevado por primera vez al Templo, se encuentra con Simeón y Ana, que representan del algún modo al “resto de Israel” que acoge al enviado de Dios… Simeón y Ana desbordan de alegría. Estremecen las palabras del anciano Simeón: «Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador…” Y Ana: “Hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén”
Jornada de la Sagrada Familia dedicada a los abuelos. Este año, precisamente, tenía que ser así. Un año marcado por la pandemia que se ha cebado con las personas mayores y se ha llevado por delante a muchos abuelos.
Es horrible pensar en la soledad, en el aislamiento… que han sufrido durante la enfermedad y hasta en sus últimos momentos. No hay palabras para expresar tanto sufrimiento… Y, por si fuera poco, en medio de esta pandemia, sin diálogo alguno ni transparencia… se nos impone una Ley que ataca frontalmente el derecho a la dignidad del hombre y al don sagrado de la vida.
Digo esto porque ellos, nuestros mayores son los más vulnerables, los más frágiles, los más débiles y, sin duda, serán las primeras víctimas de esta legislación fruto de la cultura del descarte de la que tanto nos habla el papa Francisco y a la que también se refiere don Santiago en su Carta Pastoral.
Por eso el día de la Sagrada Familia, este año también una oportunidad y una exigencia que tenemos los cristianos de pedir al Señor que inspire leyes que respeten y promuevan el cuidado de la vida humana desde su inicio hasta su término natural.
José Antonio García Morales,
Delegado Diocesano para la Familia
Materiales: