“El próximo 24 de diciembre de 2024, con la apertura de la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro del Vaticano comienza el Jubileo, extendiéndose hasta el 6 de enero de 2026.
Bajo el lema Peregrinos de esperanza, el Jubileo anunciado por el Papa Francisco, tiene como objetivo reavivar y testimoniar nuestra esperanza cristiana. La esperanza cristiana tiene una clave cristocéntrica: el Señor Jesús es la “esperanza nuestra” (1Tim 1,1).
La esperanza cristiana no se identifica con el optimismo, que es un asunto distinto. El optimismo da por hecho que, antes o después, todo irá mejor automáticamente. Los cristianos no nos hacemos tantas ilusiones. Vivimos en una cultura que mantiene una obstinada negativa a ver algo más allá del horizonte de esta vida terrenal. No son pocos los que ni se preocupan ni invierten en el mundo que les rodea, y tampoco esperan gran cosa de él. Con sus luces y sus sombras, en este tiempo los cristianos tenemos que dar testimonio de nuestra esperanza.
La Palabra de Dios nos ayuda a encontrar las razones para la esperanza. “La esperanza no quedará defraudada, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado» (Rm 5,1-2.5). Sin una fe bien fundada, no viviremos la esperanza, porque no tendremos motivos sólidos para confiar en el futuro. Y sin esperanza, nos encerramos cada vez más en nosotros mismos, perdiendo la capacidad de amar.
En este sentido, se resalta la apertura a Dios como fuente de la verdadera esperanza por Benedicto XVI en su encícica Spe salvi: La verdadera, la gran esperanza del hombre que resiste a pesar de todas las desilusiones, sólo puede ser Dios, el Dios que nos ha amado y que nos sigue amando «hasta el extremo», «hasta el total cumplimiento» (cf. Jn 13,1; 19,30) (n. 27)
Como cristianos estamos aquí para hacer del mundo un lugar mejor, trabajando para hacer presente el Reino de Dios, sin olvidar “que aquí no tenemos ciudad permanente, sino que andamos en busca de la futura” (Heb 13, 14). Afirmar ese futuro más allá de esta vida temporal también forma parte del testimonio de la esperanza cristiana.
El Jubileo del 2025 nos ofrece una oportunidad singular para alimentar y robustecer la verdadera esperanza cristiana.
El Jubileo se asocia a un camino de peregrinación y celebración por el que se obtiene la indulgencia plenaria y remisión de los pecados, tal y como se indica en la bula de convocatoria del Jubileo de 2025 Spes non confundit, firmada por el Papa Francisco el 9 de mayo de 2024.
La peregrinación expresa un elemento fundamental del acontecimiento jubilar. Ponerse en camino, personalmente o en grupo, hacia las iglesias jubilares es un gesto típico de quienes buscan el sentido de la vida caminando al encuentro del Señor.
Señalo a continuación cuáles serán las Iglesias jubilares en la Diócesis: La Santa Iglesia Catedral de la Merced y el Santuario Diocesano de Nuestra Señora de la Cinta en la vicaría de la Ciudad, el Santuario Nacional de Nuestra Señora del Rocío en la vicaría del Condado, el Santuario de la Virgen de la Peña en la vicaría de la Costa y Andévalo, y el Santuario Diocesano de Nuestra Señora de Los Ángeles en la vicaría de la Sierra y Minas.
También, el Jubileo es tiempo propicio para acercarse al sacramento de la Reconciliación, punto de partida insustituible para un verdadero camino de conversión. Junto con la Eucaristía, los cristianos tenemos que identificarnos entre nosotros mismos y ante el mundo como aquellos que se sienten perdonados por Dios, que se perdonan entre sí y están dispuestos a perdonar a sus enemigos.
Durante el Año Jubilar 2025 en todas las parroquias y comunidades se deberían dedicar algunos días de catequesis sobre el sacramento de la Penitencia, a fin de que en el Jubileo redescubramos el sacramento de la Reconciliación.
Uno de los signos peculiares de los Años jubilares es la indulgencia. El sacramento de la Penitencia nos asegura que Dios perdona nuestros pecados. Sin embargo, el pecado deja huella, lleva consigo unas consecuencias; no sólo exteriores, las consecuencias para los demás del mal cometido, sino también interiores, porque todo pecado entraña un apego desordenado que es necesario purificar (Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1472). Estos residuos del pecado son remitidos por el don de la indulgencia, ligado a los méritos de valor infinito de Cristo, a los de la Virgen Santísima y a la comunión de los santos. La Iglesia, para ayudar a liberarse de los residuos del pecado ofrece la indulgencia, indicando algunas buenas obras para obtenerla. El pasado 13 de mayo la Penitenciaría Apostólica, en nombre del papa Francisco, estableció las normas para obtener la indulgencia plenaria en este Jubileo 2025.
Allí se dice, entre otras cosas, que los fieles podrán conseguir la indulgencia jubilar si, individualmente o en grupo, visitan cualquier templo jubilar y ahí, participan de la Misa, acuden al sacramento de la Penitencia, o durante un período de tiempo adecuado, realizan adoración eucarística y meditación, concluyendo con el Padre Nuestro, el Credo y alguna oración a la Santísima Virgen María, Madre de Dios.
Aquellos que no puedan participar en las peregrinaciones ni visitar los templos jubilares por graves motivos (especialmente las monjas y los monjes de clausura, los ancianos, los enfermos, los reclusos, como también aquellos que, en hospitales o en otros lugares de cuidados, prestan servicio continuo a los enfermos), conseguirán la indulgencia jubilar, recitando en la propia casa o donde el impedimento les permita (p. ej. en la capilla del monasterio, del hospital, de la casa de cuidados, de la cárcel…) el Padre Nuestro, la Profesión de Fe y otras oraciones, ofreciendo los sufrimientos o dificultades de su propia vida.
Particularmente, en el Año jubilar 2025 estamos llamados, también, a ser signos de esperanza para tantos hermanos y hermanas que sufren. Cuando no se mira el futuro con esperanza, se produce una de las más tristes consecuencias: la pérdida del deseo de transmitir la vida con la consecuente disminución de la natalidad. Por esta razón, el papa Francisco en la bula del Jubileo 2025 (ENC 9) urge a las comunidades cristianas y a la sociedad civil a que ofrezcan apoyo convencido a las madres que reciben a sus hijos, aún en medio de graves dificultades, sosteniendo obras especialmente en favor de la defensa y protección de la vida en todas sus etapas.
Acogiendo esta llamada del Papa, proponemos como obra de caridad diocesana para el Jubileo 2025: La Casa Familia Oasis y el Proyecto Acompañar. La Casa Oasis es una casa de acogida para jóvenes gestantes y madres con niños de hasta cuatro años de edad; las cuales, por un embarazo inesperado y no deseado, son rechazadas y excluidas en su entorno, incluso por sus propias familias. Es un recurso que ofrece la Iglesia de Huelva en defensa de la Mujer, la Maternidad y la Vida, gestionado por la Fraternidad de la Madre de Dios (Comunidad Anav), y sostenido económicamente a través de la Delegación Diocesana para la Familia y la Vida. El Proyecto Acompañar atiende, también, a mujeres embarazadas y madres con niños de 0 a tres años en las mismas condiciones que las dichas anteriormente, y está gestionado por Cáritas Diocesana. En los templos jubilares habrá un buzón para recoger los donativos de los fieles con este fin. También pedimos a las parroquias, hermandades y grupos que en sus peregrinaciones jubilares hagan una colecta para sostener esta obra.
El amor de los primeros cristianos por Jesús les empujaba a escoger el camino de la caridad, lo que les volvía distintos y, en ocasiones, perseguidos. Sin embargo, este modo de conducirse hacía que su vida atrajese a otros hacia el Evangelio. Hoy, también, nuestra esperanza en el futuro con Cristo nos debe llevar a vivir de una forma distinta. La añoranza del cielo no nos hace perder interés por traer el amor de Cristo a este mundo, viviendo la realidad del amor fraterno y del servicio a los hermanos”.