Antonio Mosso es un joven portugués de origen caboverdiano. Su vocación es lo que se ha llamado tradicionalmente “tardía”. Después de seis años trabajando como ingeniero eléctrico, el Jefe lo llamó para otros planes, ser misionero Espiritano. Durante estos días, visita nuestra diócesis para visitar colegios, parroquias, institutos… y contar de primera mano la importancia de la dimensión misionera de la Iglesia y animar la campaña del DOMUND 2024
Entrevistador: Bienvenido, Antonio. Lo primero que nos gustaría es que nos cuentes un poco sobre tu labor como misionero Espiritano y cómo ha sido tu experiencia en las misiones.
Antonio: Gracias. Pues actualmente soy provincial de la provincia de España de la congregación de los Misioneros del Espíritu Santo. Sin embargo, cuando llegué aquí, lo hice como diácono, principalmente para aprender el idioma y familiarizarme un poco más con la cultura española. Aunque soy de Portugal, y compartimos muchas similitudes, cada país tiene sus propias características.
Entrevistador: ¿Cómo surgió tu vocación misionera?
Antonio: Mi vocación se considera «tardía». Antes de ingresar en la congregación y ser ordenado sacerdote, fui ingeniero eléctrico durante unos seis años. Decidí dejar todo para entrar en la formación religiosa. Lo curioso es que mi vida como católico también fue tardía. Nunca fui a catequesis de pequeño, mientras que mi hermano sí. Yo me uní a un grupo de jóvenes a los 16 años, hice mi Primera Comunión a los 20, y mi Confirmación a los 25, por lo que todo se dio más tarde en mi vida.
Entrevistador: El lema del Domund de este año es «Id e invitad a todos al banquete». ¿Qué significado tiene para ti este mensaje en el contexto misionero?
Antonio: Para mí es muy claro. Es lo que el Papa Francisco describe como «una Iglesia en salida», es decir, llevar la Buena Noticia a todos, sin excepción. A veces pensamos que solo ciertas personas están llamadas a formar parte de la Iglesia, pero la misión es invitar a todos, tal y como son. Aunque no estemos de acuerdo con sus estilos de vida, el primer paso es acogerlos, ir a su encuentro y mostrarles el camino hacia Dios.
Entrevistador: ¿Y cuál crees que es el papel que la Iglesia de Europa debe jugar en las misiones hoy?
Antonio: La Iglesia de Europa ha sido, históricamente, una referencia para otras iglesias, ya que muchos misioneros que fundaron comunidades en todo el mundo salieron de aquí. Sin embargo, las iglesias más jóvenes del mundo tienen una alegría y un dinamismo que a veces nos falta en Europa. Ellas pueden revitalizarnos y ayudarnos a reavivar nuestra fe.
Entrevistador: ¿Cómo pueden los laicos y las parroquias de nuestra diócesis de Almería hacer realidad esta llamada a «invitar a todos»?
Antonio: Primero, es fundamental organizarnos. Cada persona, por sí sola, puede no lograr mucho, pero juntos podemos hacer una diferencia. Invitar a los demás requiere tanto de una acción organizada como de un esfuerzo personal. Es importante preguntarnos qué es lo que realmente nos identifica como cristianos y cómo, a través de nuestra vida cotidiana, podemos transmitir esa identidad a los demás.
Entrevistador: Hablando de tu congregación, ¿cómo podemos, desde nuestra vida cotidiana, vivir la espiritualidad misionera y ser también misioneros?
Antonio: La clave está en nuestra conexión con el Espíritu Santo. Es Él quien nos guía y nos transforma, permitiéndonos ser partícipes en la misión de Dios. A medida que nuestra vida se conecta con Dios, también nuestras relaciones con los demás se transforman, y así nos convertimos en una Iglesia en salida.
Entrevistador: En muchas ocasiones, los misioneros se enfrentan a situaciones difíciles como la pobreza, el hambre o incluso la persecución. ¿De dónde sacas la esperanza y fortaleza para continuar?
Antonio: Muchas veces, la fortaleza proviene de las personas a las que servimos. Recuerdo cuando estuve en Brasil, trabajando en la Pastoral de la Salud. A veces uno ve a alguien en una situación difícil y piensa «pobrecito», pero esas personas tienen una fuerza interior impresionante. Nos enseñan que, incluso en las peores situaciones, siempre hay esperanza.
Entrevistador: Para terminar, ¿qué mensaje te gustaría dar a los fieles de la diócesis de Almería en esta campaña del Domund?
Antonio: Mi mensaje es que vivan de verdad la Buena Noticia en sus vidas. La misión no se trata de ir lejos o hacer grandes cosas, sino de compartir lo que llevamos dentro. Si podemos transmitir a los demás lo que Dios ha hecho en nosotros, seremos una Iglesia que invita a todos a unirse en un mismo espíritu y bautismo.
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