Héctor Domínguez, SJ. nació en Las Palmas de Gran Canaria. Isleño, por tanto, por nacimiento, su vida no estuvo atada a la tierra en que nació, sino que transcurrió en muy variados lugares.
Siendo estudiante de Derecho en Deusto sintió la llamada a
Estuvo doce años encargado de la formación de los jóvenes jesuitas, en el tiempo del Vaticano II. Diversas circunstancias lo hacen desembocar en Suecia, donde vivió la “etapa más rica aunque dura de ministerio y aprendizaje – en un medio tan distinto, en el que «estar» y «acompañar» de un modo casi anónimo era primordial”.
Volvió a la provincia Bética debido a problemas de corazón.
En Granada retomó sus clases en
Hasta el final, Héctor mantuvo una inteligencia aguda que le llevaba a valorar críticamente tanto lo que ocurría fuera como dentro de
Es esta también la etapa del despojo paulatino y total. Su capacidad de irse, como él gustaba decir, se mostró en detalles pequeños (quizá no tan pequeños), como renunciar al despacho de la facultad cuando dejó de dar clase en ella, y en detalles grandes, como la manera en que conscientemente se fue acercando a su final. Cuando en el pasado verano sintió que, por fin, su salud se resquebrajaba mantuvo su porte, tanto exterior como interior, hasta el final; comenzó, eso sí, a retirarse de las tareas que aún realizaba, como la celebración de
La vivencia de los últimos años de su vida están reflejados por él mismo, en las notas que dejó:
“Doy gracias a Dios por el momento que vivo hoy en