
Homilía de Mons. Jesús Catalá en la Eucaristía con motivo de la llegada de las reliquias del mártir Miguel Romero Rojas.
LLEGADA DE LAS RELIQUIAS DEL MÁRTIR MIGUEL ROMERO ROJAS
(Catedral-Málaga, 2 agosto 2025)
Lecturas: Lev 25, 1.8-17; Sal 66, 2-3.5-8; Mt 14, 1-12.
(Tiempo Ordinario XVII – Sábado)
1.- Acogida de las reliquias del mártir D. Miguel Romero Rojas
Dando gracias a Dios, acogemos hoy las reliquias del mártir D. Miguel Romero Rojas, que nació en 1911 en Coín (Málaga). Comenzó sus estudios en el Seminario de Málaga y pasó al Seminario de Granada en 1929 para terminarlos; allí fue ordenado sacerdote en junio de 1936 con 24 años.
Marchó a Coín para celebrar su primera misa, a la que siguieron otras 25 celebraciones. No hubo ocasión para que recibiera nombramiento pastoral; el Señor quiso que fuera sacerdote para la celebración de esas eucaristías.
D. Miguel se dedicó a la labor pastoral, atendiendo a la comunidad cristiana de Coín. Sus actividades diarias incluían la celebración de la misa, la catequesis y la atención a los necesitados, demostrando un compromiso con la fe y el servicio a los demás.
Su vida sacerdotal se desarrolló durante la agitación social y política que precedió y acompañó a la Guerra Civil Española. La persecución religiosa contra los católicos empezó en 1931 con la Segunda República.
2.- Martirio y beatificación de D. Miguel Romero Rojas
D. Miguel Romero fue detenido a primeros de agosto de 1936, llevando a la cárcel sólo su rosario y su crucifijo; allí hizo una gran labor sacerdotal, animando y confesando a los compañeros para llevarlos a Dios. Al pensar en su madre sentía lo sola y desamparada que quedaba; pero confiaba en el Señor que la protegería.
El 11 de agosto, de madrugada, fue llamado para ser asesinado en la carretera de Coín a Cártama, en el lugar llamado “Fuente del Sol”. Tenía 25 años cuando sufrió martirio por ser sacerdote.
El papa Francisco reconoció en noviembre de 2019, el «martirio por odio de la fe» de dieciséis granadinos, que fueron asesinados en 1936. El grupo lo encabezaba el sacerdote de Granada Rvdo.D. Cayetano Giménez Martín, párroco de la Encarnación y arcipreste de Loja.
La ceremonia de beatificación, inicialmente prevista para el 23 de marzo de 2020, fue pospuesta con motivo de la pandemia del Covid-19. Finalmente tuvo lugar en Granada, el día 26 de febrero de 2022, en cuya catedral tuvo lugar la celebración, a la que asistimos muchos de los que estamos hoy aquí.
La vida de D. Miguel fue un testimonio cristiano y su sacrificio se reconoce como un acto heroico de fidelidad y de amor a Cristo.
3.- La vocación al amor
Queridos fieles, las lecturas bíblicas nos hablan hoy precisamente del amor y nos animan a profundizar en la realidad más importante que vive el ser humano; aunque la palabra amor esté tan manipulada en nuestra sociedad y exprese una realidad muy distinta a su verdad.
La fundamentación del amor está en Dios, quien nos ha amado primero (cf. 1 Jn 4, 19), porque es “Amor” por definición. Como dice san Juan: «Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él» (1 Jn 4, 16). Dios nos ha dado primero, antes de nosotros hacer nada; por eso, la primera actitud que se desprende de este amor es la acción de gracias.
El ser humano está llamado a vivir el amor; ésa es su vocación fundamental que le caracteriza y lo distingue de los demás seres. El amor consiste en una relación personal; sea con Dios, sea con una persona humana. El amor es comunión entre personas; y para ello es necesario aceptar la vida en comunión con otra persona; de ese modo la comunión se convierte en el fin intrínseco de los actos humanos.
4.- El misterio del amor
La fuente del amor se encuentra en Dios, que se revela como creador del universo. El amor se encuentra en el centro de la Revelación. Dios es amor y nos lo ha revelado de modo pleno en Jesucristo: «Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo unigénito” (Jn 3, 16).
Si el amor proviene de Dios, que es “Misterio”, necesariamente hemos de asumir que el amor es el misterio más profundo que vivimos; porque el misterio se “vive” y estamos “inmersos” en él. El amor no es puro sentimiento o afecto, como muchos piensan en nuestra sociedad; por eso, cuando se acaba el sentimiento, el afecto, el gusto o el goce, se acaba lo que ellos llaman amor. Pero eso no era amor.
El amor es una experiencia originaria propia del ser humano, dándose a sí mismo al otro. Vivimos para ser amados y para amar; y ésta fue la vida de nuestro querido mártir, D. Miguel, quien vivió amando a Dios y a los hermanos.
Quiero felicitaros, queridos fieles de Coín. Tenéis un beato nacido en vuestro pueblo; un modelo a quien imitar, no por ser cura, sino por haber sabido amar.
«Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él» (1 Jn 4, 16). Para el evangelista Juan “conocer” y “amar” son acciones humanas, que se necesitan mutuamente y se complementan.
5.- Año Jubilar 2025
En este Año Jubilar 2025, al que nos convocó el papa Francisco, se nos invita a ser testigos del “Amor de Dios”, viviéndolo como tiempo de penitencia y de perdón; tiempo de conversión al Señor; tiempo de alegría por la salvación obtenida por Cristo; tiempo de realizar gestos de amor al prójimo; tiempo de reconciliarse con quienes hemos litigado o nos hemos enemistado.
La primera lectura (cf. Lev 25, 1.8-17) nos ha hablado sobre el Jubileo, cuya finalidad más importante es la remisión de los pecados, la reconciliación con Dios a través del sacramento de la penitencia y con las personas.
Resulta una coincidencia providencial que la venida de las reliquias de D. Miguel Romero sea en este Año Jubilar. Sus restos mortales, a partir de la Beatificación, se han convertido en “reliquias”. Cuando morimos quedan nuestros restos mortales; pero cuando alguien es beatificado o canonizado, sus restos son “reliquias”. Queridos fieles de Coín, os lleváis sus “reliquias”. ¡Veneradlas! ¡Y pedid la intercesión del mártir D. Miguel! Y ojalá surjan vocaciones al sacerdocio en las comunidades cristianas de San Juan y San Andrés y en San Sebastián.
Recordemos que el tiempo jubilar es tiempo de gracia del Señor, que debemos aprovechar para crecer en amor y en santidad.
Y pedimos a la Santísima Virgen María su protección maternal, para saber corresponder al amor de Dios, imitando a los mártires en su testimonio de amor; y acudiendo a las necesidades de nuestros hermanos. Amén.