Los sacerdotes más jóvenes de Córdoba están al lado siempre de los jóvenes cordobeses. Es así como esta importante pastoral se desarrolla en nuestra Diócesis, donde las grandes citas y peregrinaciones no son más que las manifestaciones más numerosas de un día a día que vincula a los jóvenes a la oración, a la formación cristiana y a un acompañamiento por parte de los dos nuevos Delegados de Juventud, Pablo Fernández de la Puebla y Álvaro Fernández-Martos, han tomado el valioso testigo de Jesús Linares y Rafael Romero Ochando
Tiempo de cambio, estáis recién nombrados, pero ya con una actividad muy intensa en la Delegación, lejos de una imagen de una juventud descreída y apática. Muchos jóvenes en Córdoba demuestran verdadero compromiso. ¿Cómo es la juventud que conocéis? ¿Cuáles son sus inquietudes?
Pablo: Precisamente la apatía la encuentran en las cosas del mundo. Nosotros vemos que cuando llegan a la Delegación de Juventud muchas veces están cansados de la vida que el mundo les ofrece. Han probado muchas cosas, han estado en muchas realidades, muchas amistades, muchas salidas, pero están cansados de eso, esperan algo más, su corazón quiere algo más. Encuentran un vacío en su corazón y en la fe buscan a Dios y llenar ese vacío.
Los nuevos Delegados son sumamente jóvenes ¿Qué veis en estos jóvenes que acuden a la Delegación cada día?
Álvaro: En mi poca experiencia veo que tienen sed de algo verdaderamente auténtico. Los jóvenes no se conforman con algo que no sea auténtico y, efectivamente, el mundo no se lo puede ofrecer. Cuando desde la Iglesia se habla su lenguaje y se le ofrece algo auténtico, que es la vida de gracia, la vida de Jesucristo y toda su humanidad, los jóvenes notan algo que es verdadero. Me parece que esa sed de parte de ellos, de parte de nosotros también, se concreta en la hora de querer vivir la vida de gracia.
Muchos alejados acaban conociendo a la Iglesia a través de otros jóvenes que viven su fe. ¿Qué valor tiene ese efecto contagio?
Pablo: El efecto contagio es el más importante. A un joven no le atrae vivir la exterioridad de la fe, lo que le atrae es ver a otro joven que vive feliz y que ha encontrado un sitio donde su vida ha cambiado. Ese es el efecto contagio. El otro día un joven me decía que había entrado en la Iglesia y en la Dele por envidia, porque veía a los jóvenes de la Dele y decía: qué bien se lo pasan, qué felices son, ¿qué habrá allí? Y así se acercaron a conocer.
¿Qué le pasa a un chico cuando conoce a Cristo?
Álvaro: Interiormente hay algo en él que dice: he conocido a Cristo y no puedo seguir la vida que llevaba antes. No por nada, sino porque por atracción, por conocer a Jesucristo tiene que cambiar su vida para llevar esa amistad que Jesús le ofrece y vivirla de manera auténtica.
¿Cuántas experiencias en ese sentido de personas que al encuentro de Cristo han transformado su vida?
Pablo: He conocido a una chica que ha tenido una conversión en Medjugorje. De un momento a otro en una peregrinación a Medjugorje de pocos días vuelve y es tal el vuelco que le da a la conversión que de ir en contra de la fe, incluso buscando razones contra la fe para querer destrozar todos los argumentos, vuelve a su casa se le ha puesto todo “patas arriba”, me confirmaba. Patas arriba hasta el punto de decir que vuelve y le cuesta entender de sus amistades, su modo de vivir las relaciones con los demás, de estar en casa, en el trabajo, porque la fe te cambia el modo de mirarlo todo.
Hay un lugar en Córdoba, “la casita”, donde se celebra el Adoremus, que es una de las citas semanales donde los jóvenes de Córdoba adoran al Señor. ¿Cuáles son los frutos de estos encuentros? Porque vosotros también sois testigos, ahora como sacerdotes y Delegados Diocesanos de Juventud, pero antes, como jóvenes, de todo lo que allí pasa. ¿Cómo son estos encuentros?
Álvaro: Una vez a la semana los jóvenes ya tienen ubicado que pueden ir a adorar al Santísimo, tener un rato de adoración, de oración en silencio, estar cara a cara al Señor que se expone allí y pueden pasar un rato rezando y también tienen la oportunidad de confesarse, cosa que es muy buena. Porque hay sacerdotes confesando. Todos los jóvenes ven además a muchos jóvenes como ellos que se confiesan, digamos que la figura del sacerdote ya no es un perro verde.
Esta es una pastoral muy cambiante. El mundo de hoy, del joven y no tan joven, es cambiante, que se deja influir y que crea muchas tendencias. Vosotros estáis muy atentos a esas tendencias de cómo se relacionan entre ellos, cómo viven las responsabilidades, cómo viven dentro de sus familias, ¿cómo sois vosotros capaces de detectar esas tendencias?
Pablo: Es difícil y a la vez muy sencillo, porque al final las tendencias las ves en el corazón. Cuando los jóvenes vienen a la adoración, cuando se paran y tienen silencio, rápidamente afloran de su corazón todas las cosas que viven. Ahí es donde uno, cuando se acerca al joven a confesar, ve su corazón, que está herido por cómo vive sus relaciones, por qué las situaciones en casa son desestructuradas o difíciles, cómo está desesperanzado porque le falta un sentido en la vida. Ahí es donde se ven las tendencias del mundo. El joven viene con lo que tiene en su corazón que es lo más real. Lo cierto es que después la propuesta de la fe es siempre la misma, las tendencias cambian, el joven cambia su modo de estar en el mundo, pero la propuesta de la fe siempre es la misma, que es Jesucristo, que es que vivan la oración, que vivan en gracia, que sepan confesarse y que vivan apasionados por el Señor.
La peregrinación de jóvenes a Guadalupe, es la más veterana de nuestra Diócesis y un lugar donde todos queremos ir, jóvenes y no tan jóvenes, ¿cómo han sido los días previos a vuestra primera peregrinación a Guadalupe como Delegados?
Álvaro: Expectantes con lo que ha ido ocurriendo con todo el proceso de inscripción, ubicándonos un poco. Pero lo que más pesa en el corazón es la ilusión, porque, sabemos por experiencia, que muchos jóvenes se encuentran en Guadalupe con la esperanza, con Jesucristo. Que uno de ellos se encuentre con Jesucristo y le cambie su vida, carga el corazón de ilusión mucho más allá de los problemas que puedan ser toda una organización a nivel tan grande. Estamos muy ilusionados.
¿Cuál es vuestro proyecto para los próximos meses como Delegados de Juventud?
Pablo: No tenemos un gran proyecto. Estamos abiertos a lo que el Señor vaya inspirando, porque en este tiempo nos hemos dado cuenta que hay muchas cosas que vienen solas. La Delegación ha funcionado muy bien, gracias a Dios, durante estos últimos años, con mucha iniciativa. Estamos con el deseo de dar continuidad a eso, aportando la novedad de que los delegados hemos cambiado y abiertos a lo que Dios quiera. Es verdad que rápidamente se nos proponen muchos encuentros. Hay un congreso vocacional en febrero, hay un deseo en nosotros de hacer una peregrinación a Fátima, a ver si es posible que salga adelante. Hay un encuentro ahora a finales de octubre en Murcia. Nosotros pensamos y soñamos mucho pero después hay muchas cosas que van viniendo solas y nos toca acoger y lucharlas.
¿Cómo imagináis dentro de cuatro años a la juventud que ahora encontráis, que tiene entre 16 y 17 años, que está empezando a caminar en la fe, que tiene un proyecto vital orientado a ser Iglesia, a ser persona comprometida en la Iglesia?
Álvaro: soy malo a la hora de imaginar, pero sueño con jóvenes que hayan tenido verdadera experiencia de amistad con Jesús, es decir, que un joven diga verdaderamente en su corazón: yo soy amigo de Jesús. A partir de conocer a Jesús surgen un montón de cosas, surgen iniciativas, proyectos, deseos y se comienza a transformar el mundo. Cristo lo puede transformar a través de los jóvenes amigos de Jesús. Hay que trabajar porque haya unidad en la Diócesis, tenemos en el corazón la unidad en la Diócesis de todos los grupos, de lo que el Espíritu Santo nos vaya pidiendo a todos. Que desde la Delegación de Juventud se impulse lo que el Espíritu Santo quiere, que todos sean uno, todos los grupos seamos uno, como Cristo quiere. Me parece que es un deseo del Espíritu Santo y que nosotros, estando dóciles a lo que Él quiere, debemos secundar.
Pablo: Tenemos un sueño, que no seamos grupo independiente y cada uno en su grupo, en su parroquia o en su movimiento, sino que verdaderamente vivamos en comunión, porque en los momentos de comunión, como es, por ejemplo, la peregrinación a Guadalupe, es donde todos disfrutamos y contemplamos la belleza de la Iglesia en toda su forma.
La entrada “Cristo transforma el mundo a través de los jóvenes” apareció primero en Diócesis de Córdoba. Ver este artículo en la web de la diócesis