MENSAJE DE NAVIDAD
(Diciembre de 2004)
Queridas amigas y queridos amigos:
Todos sabemos, incluso por experiencia personal, seamos o no cristianos practicantes, que hay dos formas antagónicas de vivir la Navidad:
Una, convirtiendo esos días en ocasión de ruido, de un consumo desenfrenado y sin sentido, de comidas y de bebidas, de mil objetos que ni necesitamos ni añaden un ápice de felicidad a nuestras vidas o a nuesro bienestar. Se trata de unas navidades paganas, enloquecidamente consumistas, cargadas de una nostalgia casi enfermiza, pero carentes de un verdaero amor y de toda solidaridad con los más pobres y excluidos. Son unas navidades en las que Dios y el Señor-Jesús, la Virgen María y San José, se convierten en meros fetiches, en simples disculpas, para gastar en ornamentaciones inútiles, para dar rienda suelta a nuestros egoismos, a nuestras pasiones más bajas, incluso a nuestras enemistades y divisiones. Son unas navidades tan sin Dios, que nos convierten en verdaderos esclavos del consumo y de la vanidad. Al final, sólo queda el vacío…
Otra Navidad es la que convierte estos días en una preciosa ocasión de paz interior, de un alegre silencio que nos permite actualizar la maravilla de un Dios que se hace niño, que acampa en medio de nosotros, ante las miradas llenas de amor, de la Virgen María, de José el carpintero, de unos pobres pastores, de los Magos de Oriente… Y el corazón se nos llena de alegría y de amor, de solidaridad con los más pobres, de una fe que nos lleva a rezar y a participar en la Eucaistía y en los Sacramentos, del deseo de que no haya más guerras e injusticias, de una real superación de nuestras tristezas y frustraciones, de nuestros fracasos y depresiones, de nuestros odios y egoismos… Y el corazón se nos llena de optimismo y de agradecimiento: ¡ha venido el Señor-Jesús, el que permite que se nos perdonen los pecados, el que nos hace hermanos de todos, incluso de los enemigos, el que permite acoger con cariño y respeto a los inmigrantes y ayudarles, el que nos revela que Dios es nuestro Padre Bueno del Cielo…!
Todos somos libres para elegir una u otra forma de vivir las Navidades. Pero en todo caso, particularmente para los que creemos en Dios y también para los que no creen en nada, las Navidades son el tiempo privilegiado para superar todo temor y tristeza, para no angustiarse porque vivamos unos tiempos en los que de mil maneras, se intenta desprestigiar a la Iglesia del Señor, con multitud de acusaciones (verdaderas o falsas), con calumnias, difamaciones y mentiras; tiempos en los que detentan los diferentes poderes de este mundo, parecen odiar a la Iglesia y a su Mensaje, el Mensaje moral de Jesús, el Señor. Pero… ¡no tengamos miedo! ¡no temamos! ¡no nos asustemos! Es la gran ocasión para evangelizar, para amar y perdonar las ofensas, para esperar contra toda esperanza, para devolver bien por mal, para poner la otra mejilla, para dialogar antes que devolver insultos por insultos, para ofrecer la mano tendida en lugar de vengarnos, para confiar en la ayuda del Espíritu Santo y en la intercesión de la Virgen María, para rezar con cariño por los que nos persiguen y denigran, para pedirle al Señor que les ayude a humanizar la sociedad, a ayudar a los más pobres, a respetar los Derechos Fundamentales de la Persona Humana de la ONU, para pedir perdón por nuestros pecados e infidelidades, como ha hecho nuestro Papa Juan Pablo II….
¡No tengamos miedo! ¡No es el discípulo mayor que el Maestro! Si al el que pasó la vida haciendo el bien, lo clavaron en la cruz y murió perdonando a los que le crucificaban, lo mismo debemos hacer nosotros…
¡Todo ello es la Navidad, vivida en cristiano!
¡Felices Navidades a todos, creyentes o no! ¡Feliz Año Nuevo 2005!
¡Que el Señor-Jesús, que se hizo hombre, siendo Dios, para salvarnos a todos, «cambie nuestros corazones de piedra, en corazones de carne», capaces de amar a todos, capaces de ayudar generosamente a los más pobres y a los que sufren, capaces de construir un mundo mejor y más justo, y una Iglesia más en consonancia con lo que Jesús, el Señor, quiere que sea!
+ Ramón Echarren YstúrizObispo de Canarias