OCASO Y ELOGIO DE
El miércoles de ceniza se abre la puerta cuaresmal y se espetan unas palabras al supuesto penitente que lo dejan frío, pero deseoso de conversión: eres polvo y esta ceniza te lo recuerda. Aunque ahora, en la liturgia renovada, el saludo es menos agresivo y de lo que se trata es de llevar a la feligresía a que retorne al buen camino olvidado. Pero lo cierto es que de la ceniza y del día final se ha de hablar: muera usted un poco ahora, si de verdad quiere vivir en adelante como Dios manda.
En ese intento de ridiculización de cuanto pueda saber a religioso, creencia y práctica de piedad, el rito de la imposición de la ceniza puede prestarse a ese ejercicio del descrédito acusando a
Entre lo más opuesto al esperar cristiano puede estar la hibernación del espíritu, que es detener la vida poniéndola bajo mínimos. Es el frío de una muerte sin morir, de una apariencia sin realidad, de una vida sin pensamiento y sin amor. Sueño exagerado en el que la espera se reduce a un dejar que vayan cayendo las hojas del calendario y lleguen días mejores en los que aquellos problemas que llevaron a la muerte puedan tener solución. Después, otra vez a pensar en cenizas venideras, porque, en definitiva, sin la conversión interior del hombre poco valen reformas y aguantes.
De angustias, fatigas y pesares la lista se hace inacabable. Estúpido sería, ante tanto desacierto, dejarse morir de pena y tristeza. Es mejor acudir a la medicina de la esperanza, pues, si como algunos piensan, corren malos tiempos para los asuntos de la religión, mejor defensa ha de ser la de la fidelidad que la de
Como si de algo irremediable se tratara, la debilidad de la fe arrastra en tal manera al sentido de esperanza que trastoca por completo las motivaciones y los objetivos finales de la existencia, dejando al hombre sin razones para vivir, y en una total indefensión ante la respuesta necesaria a cuestiones tan fundamentales como puedan ser las del origen y destino final de
Pero, para que surja la esperanza, se necesita el sonido de la verdad, la resonancia de una voz que garantice que la luz siempre puede hacer que aparezca ese resplandor de los misterios grandes, no tanto por ocultos sino por fascinantes e inabarcables. Con la esperanza viene todo lo demás, que es tanto como insistir en la urgencia de un comportamiento religioso y moral consecuente con el sentido trascendente de la vida
Mas no hay que conformarse simplemente con existir y hacer lo posible para que le dejen vivir a uno con sus íntimas convicciones religiosas, pues las cosas de Dios no pueden ser asunto meramente privado, sino que tienen eco y proyección social. Hay que decir y hacer de tal modo que quien vea y oiga quede, al menos, sorprendido por una conducta que puede ser admirable, no en el sentido de deslumbrante, sino por la credibilidad que comporta y que puede ser aceptada como referencia y deseo. Tiene su explicación, esto de meterse la conducta de uno en la vida del otro, en la fuerza de la autenticidad que rompe cualquier barrera de indiferencia. El esplendor de la verdad con-mueve, le saca a uno de las oscuras casillas de un vivir y hacer anodino y sin sentido.
La conducta recta no atrae tanto por criterios muy razonados sino por el gusto de estar en la horma propia de la persona, que fue creada por Aquel que es la perfecta verdad y armonía de todo. El hombre busca la vida y tener días felices, como dice el Libro de
La esperanza no se aguarda, sino que se vive en actitudes y comportamientos consecuentes. Esperar sin hacer es burla y pereza. El hacer sin esperanza es desaliento asegurado. Este es el gran valor de la esperanza: saber unir lo que se tiene y lo que vendrá, el trabajo presente y el gozo cierto en el fruto que ha de llegar. Habrá que buscar la fuente de tanta bendición como procura la esperanza, pero será advertencia sabia el decir que no se ha de seguir buscando aquello que ya se ha encontrado. Todavía mejor: dejarse ver y abrazar por Aquel que te ha llamado. Pues cuando algo se ha hecho para ser habitación de Dios, el vacío solamente puede colmarse con esa misma presencia de Dios.
La ceniza es señal de una esperanza que puede hacer a la persona luminosa por la sinceridad y portadora de buenas noticias -¡convierte tu corazón y cree en el evangelio!- gracias a un fuego que perdura. Acuérdate de que eres polvo. Convierte tu corazón y acepta sinceramente el evangelio. El ocaso no es el final, sino el pregón de que va a llegar un nuevo día.
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