Granada. 26/05/2005. Desde primera hora de la mañana se encontraban las calles llenas de gente que esperaba en el recorrido que pasara la procesión del Corpus.
A las 10:00 h. comenzó la Santa Misa en la Catedral, presidida por el Arzobispo, D. Francisco Javier Martínez, y concelebrada por gran parte del clero de Granada. Los primeros bancos los ocuparon las autoridades, y muchos niños que este año habían hecho la Primera Comunión, se sentaron en la escalinata, a los pies del altar.
En su homilía, el Arzobispo señaló cómo el Corpus es una fiesta revolucionaria. “La fiesta del Corpus -comenzó afirmando- es la fiesta de la Presencia permanente, de la Compañía”. “El carácter chocante, provocador, del sacramento de la Eucaristía, la fiesta de la fidelidad del Amor de Dios que hace posible esa compañía, que hace posible que nadie se sienta solo (…) Es la fiesta del Dios que es don. Que se hace don hasta el extremo de hacerse alimento para nuestra vida, comida para nosotros. Es la locura del don, la locura del amor. Pero es una locura que revela al mismo tiempo el secreto último de la vida humana, porque también la vida humana es don para quien ha encontrado ese don. También la vida humana es amor y solamente amor. Esto pone de manifiesto la radical diferencia entre el alma de la experiencia cristiana y el alma de una cultura que se ahoga a sí misma en su deseo de alcanzar una humanidad que es incapaz de construir con sus propias manos. Y nosotros hemos conocido a un Dios que nos acompaña fielmente, permanentemente, sin límites”.
Al terminar la Eucaristía comenzó la procesión, que iba encabezada por la Cruz y los ciriales de la Catedral, seguidos de los representantes de las asociaciones piadosas, el Apostolado de la Oración, la Real Federación de Hermandades y Cofradías, las Hermandades de Gloria por su precedencia, las Hermandades de Penitencia por su precedencia, las asociaciones laicales y órdenes terceras, y finalmente los sacerdotes que acompañaban al Santísimo.
A las 12:15 comenzaron las salvas que anunciaban que el Señor estaba saliendo a la calle. Miles de granadinos y personas de muchos otros lugares esperaban para ver al Señor pasearse por sus calles y plazas. Muchos de ellos lanzaban pétalos de rosa a su paso.