SOLEMNIDAD DE
Homilía del Cardenal Arzobispo de Sevilla, D. Carlos Amigo Vallejo
Catedral de Sevilla, 8 de diciembre de 2005
¿Quién podrá haceros mal, si os entregáis con empeño a hacer el bien? (1Pe 3, 13). Pueden ser muchas las situaciones de dificultad y los motivos para la preocupación y el sufrimiento, pero San Pablo recuerda el más grande de todos los motivos para la esperanza y el consuelo: «al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley,» (Gál 4, 4).
Esa mujer, la Madre de Dios, será pura y santa desde el primer momento de su concepción. Esta es la gran señal de la bondad de Dios. Nos lamentamos de los males que nos aquejan y aspiramos a encontrarnos con aquello que en verdad puede alcanzarnos la felicidad, es decir, el bien. Pero, sin mirar hacia lo alto, se olvidan los horizontes y no se encuentran los verdaderos y propios caminos para el hombre. Por tanto:
Tened en el corazón los mismos sentimientos que Cristo. «El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz» (Flp. 2, 5-8).
María Inmaculada fue la mujer humilde se hizo la sierva de Dios para que ha humanidad pudiera recibir el más grande de todos los bienes: Cristo, el Redentor del hombre.
Tomar en cuenta todo lo que sea bueno y justo. «Por lo demás, hermanos, todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable, todo cuanto sea virtud y cosa digna de elogio, todo eso tenedlo en cuenta.» (Flp. 4, 8)
María Inmaculada aceptó ser la Madre de Dios. No era simplemente algo
bueno lo que se le ofrecía, sino el Bien más grande y perfecto.
Hacer de la esperanza criterio de vida. «Siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza. Pero hacedlo con dulzura y respeto. Mantened una buena conciencia, para que aquello mismo que os echen en cara, sirva de confusión a quienes critiquen vuestra buena conducta en Cristo. Pues más vale padecer por obrar el bien, si esa es la voluntad de Dios, que por obrar el mal» (1Pe 3, 15-17).
María Inmaculada ofrece la razón de su esperanza mostrándose siempre dispuesta a cumplir la voluntad de Dios: ¡hágase en mi según tu palabra!
Dejarse atraer por
María Inmaculada es espejo de todas las virtudes y el modelo más acabado de una amor perfecto y del seguimiento a jesucristo, pues en ella el mal del pecado fue vencido con la gracia de Dios y la fuerza del bien.
Queremos recordar aquella primera comunidad cristiana de Jerusalén: atendían a la enseñanza de los apóstoles, celebraban la eucaristía, atendían a los pobres… Todo con alegría y sencillez. Este es nuestro deseo y nuestra súplica, en esta fiesta de
Aquí está la esclava del señor, dijo María. Ella puso su propia libertad al servicio de Dios. Es que, para ser discípulo de Cristo
Memoria y actualidad permanente de las grandes acciones de Dios es
+ Carlos Amigo Vallejo
Cardenal Arzobispo de Sevilla