Llegando el último domingo del año litúrgico, en la Solemnidad de Cristo Rey, coincidiendo con el 23 de noviembre, la Iglesia despidió a D. Enrique, secundando su expresado deseo, en la Parroquia de la Virgen del Rosario de Roquetas de Mar, en la que ejerció por más tiempo su ministerio pastoral y donde, con una numerosa participación de los fieles que fueron sus feligreses durante más de treinta años, se celebraron las exequias, siendo presididas por el Obispo, D. Adolfo González Montes, concelebrando el párroco actual y anteriores, con un numeroso grupo de sacerdotes del clero diocesano y religiosos.
Nació en Almería el 3 de noviembre de 1925; único hijo. Viuda su madre cuando él tenía cinco años, el niño, que, como él mismo llegó a expresar, apenas recordaría el momento e inmediato efecto de su orfandad, fue interiorizando y haciendo expreso el reconocimiento de cómo la Providencia venía a suplir esta carencia no sólo con el profundo amor materno que ha recordado hasta el final de sus días, sino con la filial relación con su tío, D. Antonio Ramírez, un insigne médico, muy estimado en la ciudad por su sabiduría y rectitud, de cuya humana y cristiana cercanía a la cabecera del enfermo, recuerdan aún las generaciones mayores de hoy, cómo se extendía a la familia de los que sufren.
De la mano de su madre y de este hermano de ella, para el que D. Enrique mantuvo una devota memoria de por vida, recibió D. Enrique educativa ejemplaridad y apoyo a su vocación sacerdotal temprana, descubierta —confesaba él— a través de la figura de D. Rafael Ortega Barrios.
En el despertar de esta vocación le sorprendió la guerra civil y ésta le obligó a esperar al fin de la contienda para iniciar los estudios eclesiásticos en el Seminario de Almería, después de haber cursado el primer año del Bachillerato en el único Instituto de Enseñanza Media de la ciudad.
En el mismo templo en el que había recibido su Primera comunión el 29 de mayo de 1934, a los ocho años, fue ungido sacerdote el 17 de junio de 1951. Celebró su primera misa en la Parroquia de San Agustín de la ciudad.
Tras ser ordenado Presbítero por el Obispo D. Alfonso Ródenas García, recibió de éste su primer nombramiento y encomienda pastoral, el 20 de julio de 1951 como coadjutor de Tíjola y encargado de Bayárcal y Bacares.
Siguió el nombramiento, un año más tarde, de Cura ecónomo de Tahal; después, en septiembre de 1953, fue nombrado Ecónomo de Albanchez y encargado de Cóbdar y Líjar. En 1954 el Obispo diocesano le encomienda las Parroquias de la Cañada de San Urbano y del Alquián, de Almería y a continuación pasó a ser el Párroco de la Parroquia de Roquetas, puesta bajo la advocación de la Virgen del Rosario, de la que hizo devoción profunda de su alma. A su amor y seguimiento de Cristo quiso acercar a todos.
No hay hijo de este pueblo y de los alrededores que no conozca, respete y estime a D. Enrique o que no haya gozado de su acogida y amistad: Promociones de ancianos adultos y niños; de maestros, gobernantes y gente de todo oficio y profesión, que no supieran de su sencilla cordialidad.
En Roquetas estuvo más de cuarenta años hasta que jubilado ya, sirvió sucesivamente las Parroquias de Viator, como Administrador parroquial y encargado de Huércal de Almería. Desde 2001 su cooperación y servicio pastoral la ejerció como sacerdote adscrito a la Parroquia de San Antonio de Padua, de Almería.
D. Enrique adquirió la especialidad de archivística en la Escuela del Archivo vaticano, en 1992, después de haber obtenido su licenciatura en Historia medieval por la Universidad de Granada en 1984.
Ha sido archivero del archivo diocesano y responsable de los archivos parroquiales por nombramiento episcopal de 10 de septiembre de 1992; vocal de la Junta diocesana del Patrimonio cultural de la Iglesia de Almería, por nombramiento de 22 de septiembre de 1992; director del Secretariado diocesano del Apostolado de la carretera, a partir de su nombramiento de 14 de octubre de 1996, reiterado a 1 de septiembre de 1999, tras el Sínodo diocesano.
Fue también profesor de Latín, Filosofía y Religión Católica en enseñanza media y encargado de la dirección de la Biblioteca del Seminario diocesano, hasta que fue relevado en 2003, tras una vida activa muy prolongada, cercanos sus ochenta años.
Luego, la disminución física, y las limitaciones de la ancianidad le han ido retirando y le han ido haciendo ceder con naturalidad a su vivo empeño por ser útil al servicio de la Iglesia, aun cuando no le respondían ya su salud ni sus fuerzas.
Miembro de una de las más numerosas promociones del clero diocesano, —con él fueron ordenados otros ocho presbíteros— el tiempo de su existencia concedido por la Providencia, le ha dado lugar a despedir hasta la visión de Dios a la mitad de ellos.