Los chavales del Seminario Menor han comenzado la Semana Santa con una convivencia en la parroquia de Almogía. Desde el Viernes de Dolos al Domingo de Ramos por la tarde, estos chavales han profundizado en los misterios de vamos a vivir en esta Semana Santa y han participado en los actos de la parroquia.
Los seminaristas menores, junto a sus monitores (seminaristas mayores) se han implicado en las celebraciones de la parroquia de esos días, de forma especial en la celebración del Domingo de Ramos, con procesión con burro incluido.
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El Sábado de Pasión dedicaron el día a profundizar en la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor, desde la oración, la reflexión y las catequesis preparadas por el equipo de monitores y el responsable del Menor, el sacerdote Fernando Luque, quien afirma que han sido «unos días de convivencia muy bonitos e intensos, en los que hemos disfrutado de las celebraciones y de la naturaleza. Ilusionados, regresan a sus hogares para vivir la Semana Santa y compartir el tiempo pascual en la próxima convivencia, que tendrá lugar en mayo».
Con un Decreto aprobado este 13 de abril, el Dicasterio para el Clero ha actualizado la normativa sobre las intenciones de la Misa y las ofrendas correspondientes, introduciendo normas más claras para garantizar la transparencia, la equidad y el respeto de la voluntad de los fieles.
El Dicasterio para el Clero actualiza la disciplina relativa a las intenciones de la Misa y las ofrendas relacionadas, introduciendo reglas más claras para garantizar la transparencia, la rectitud y el respeto de la voluntad de los fieles. El Decreto aprobado por el Papa Francisco de forma específica el 13 de abril, entrará en vigor el próximo 20 de abril, Domingo de Pascua.
Una costumbre que hay que proteger
La cuestión se refiere a una de las formas más concretas de participación de los fieles en la vida de la Iglesia: pedir que se celebre una misa por los vivos o por los difuntos. Se trata de una costumbre muy antigua, fundada en profundas motivaciones pastorales y espirituales, y hasta ahora regida por condiciones que, por una parte, mantenían la palabra dada a los oferentes y, por otra, prevenían del peligro de «comercio» con las cosas sagradas. En virtud de esta práctica, los fieles mediante la ofrenda, reza el texto, «desean unirse más estrechamente al Sacrificio eucarístico, añadiéndole un sacrificio propio y colaborando en las necesidades de la Iglesia y, en particular, contribuyendo al mantenimiento de sus ministros sagrados». De este modo, los fieles «se unen más íntimamente a Cristo que se ofrece y, en cierto sentido, se insertan aún más profundamente en la comunión con Él», según una costumbre que «no sólo es aprobada por la Iglesia, sino que también es promovida por ella».
El documento -que integra y precisa las normas ya contenidas en el decreto Mos iugiter de 1991- nace para afrontar algunas cuestiones críticas que han surgido en la práctica y especialmente en relación con las misas con intenciones «colectivas», es decir, celebraciones con varias intenciones en el mismo rito.
El consentimiento de los oferentes debe ser explícito
En particular, el Dicasterio presidido por el cardenal Lazarus You Heung-sik establece que, si lo ordena el consejo provincial o la reunión de los obispos de la provincia, «los sacerdotes pueden aceptar varias ofrendas de distintos oferentes, acumulándolas con otras y satisfaciéndolas con una sola Misa, celebrada según una única intención “colectiva”, si -y sólo si- todos los oferentes han sido informados y han consentido libremente». A este respecto, se explicita que, en ausencia de «consentimiento explícito», la voluntad de los oferentes «nunca puede presumirse», es más, «en su ausencia, siempre se presume que no se ha dado».
Si en primer lugar se recomienda que «cada comunidad cristiana se preocupe de ofrecer la posibilidad de celebrar misas diarias con una sola intención», el Decreto afirma que el sacerdote «puede celebrar misas diferentes también según intenciones “colectivas”, entendiéndose que le es lícito retener, diariamente, una sola ofrenda por una sola intención entre las aceptadas».
Garantizar los sacramentos a los más pobres y apoyar las misiones
De nuevo, el decreto renueva las disposiciones ya vigentes, según las cuales «el ministro, además de las ofrendas determinadas por la autoridad competente, para la administración de los sacramentos no pedirá nada, evitando siempre que los más necesitados se vean privados de la ayuda de los sacramentos a causa de la pobreza». Además, se aclara que cada obispo diocesano puede, en consideración a las circunstancias específicas de la Iglesia particular y de su clero, disponer el destino de las ofrendas «a las parroquias necesitadas de la propia diócesis o de otras, especialmente en los países de misión».
Vigilancia y prevención de delitos
Se pide a los obispos y a los párrocos que vigilen, asegurándose de que cada intención y ofrenda se inscriba en registros especiales, y que velen para que quede clara para todos «la distinción entre la solicitud de una intención específica de la Misa, (aunque sea “colectiva”) y el simple recuerdo durante una celebración de la Palabra o en determinados momentos de la celebración eucarística». A este respecto, se precisa que «solicitar» o incluso simplemente «aceptar ofrendas» en relación con los dos últimos casos es «gravemente ilícito» y prevé el recurso a «medidas disciplinarias y/o penales».
Una auditoría dentro de diez años
Por último, el Dicasterio para el Clero anuncia que, diez años después de la entrada en vigor de estas normas, promoverá un estudio de la práctica, así como de la legislación vigente en la materia, con vistas a una «verificación» de su aplicación y a una posible «actualización».
Es el monumento más importante de la localidad. Construido en la primera mitad del siglo dieciséis, el templo experimentó importantes modificaciones hacia la mitad del siglo dieciocho.
Horarios de visita:
De martes a sábado, de 10.00 a 13.00 horas
Domingos de 10.00 a 12.00 horas
Horarios de Misa:
Martes y jueves, a las 19.00 horas
Jueves, Hora Santa, a las 18.00 horas
Domingo, a las 19.00 horas
Despacho parroquial, martes y jueves, de 17.00 a 18.00 horas
El interior del templo está formado por tres amplias naves separadas con pilares y arcos de medio punto, con un camarín en la de la nave izquierda donde está la Virgen del Carmen y que merece la pena ser visitado por su magnífica decoración barroca.
En la nave de la derecha está otro espacio similar para la imagen de Jesús Nazareno. En el exterior, divisándose desde cualquier punto del pueblo, está la gran torre cuadrangular de cinco cuerpos y cubierta de tejas árabes.
El próximo martes, 22 de abril, la capilla de las Escuelas Ave María acogerá la Santa Misa en el 73 aniversario del fallecimiento del insigne ginecólogo y alcalde de Málaga José Gálvez Ginachero, actualmente en proceso de beatificación.
La Eucaristía por este siervo de Dios comenzará a las 17.00 horas en la sede del centro educativo en la Avenida Sor Teresa Prat, 51.
Organizada por la Asociación Gálvez Ginachero, será presidida por el postulador en la causa de beatificación, el sacerdote toledano de origen malagueño Salvador Aguilera.
Obra del siglo XVI, es el monumento más sobresaliente de su historia. Su construcción, data del 25 de mayo de 1505, y se levanta sobre el solar que había ocupado la mezquita árabe, originando un edificio mudéjar de tres naves, que se distribuyen en torno a siete arcos apuntados.
Horario de visita:
Domingos de 16.30 a 18.30 horas
La techumbre es lo más destacado del edificio, con armadura tipo artesa, con ricas grecas geométricas y motivo de lazo central con mocárabes.
Cuenta con cinco tirantas pareadas, encontrándose las extremas metidas en obra, resultando un bello conjunto de artesones entrelazados de gran belleza y calidad histórico-artística.
Cuenta también con una torre campanario y una torre-camarín, de forma octogonal de estilo rococó, obra de finales del siglo XVIII. Un gran arco apuntado cobija la puerta principal entre pilastras, y se cubre en el exterior con cubierta a dos aguas de teja árabe.
¿Qué es lo que necesita de nosotros Jesucristo en estos días en que se ofrece entero por amor a la humanidad? Esta fue la cuestión central sobre la que el administrador diocesano, Antonio Pérez, reflexionó en la Misa del Domingo de Ramos.
Las circunstancias meteorológicas hicieron que tanto la bendición de las palmas y los olivos, como la procesión con la imagen de la Entrada de Jesús en Jerusalén realizaran en el interior de la Catedral.
Fue una mañana de lluvia intermitente la que se vivió este Domingo de Ramos en La Laguna. Esta circunstancia obligó a cambiar las previsiones sobre el desarrollo del que es el Pórtico de la Semana Santa. Sobre las diez y media el administrador diocesano, bendecía las palmas y olivos que portaban los fieles situados, en el fondo del templo catedralicio. La procesión festiva, en este inicio de la jornada, se realizó por las naves de la iglesia madre de la diócesis.
A continuación se celebró la solemne eucaristía de la jornada. La lectura de la Pasión según S. Lucas fue un momento especialmente relevante de la misma.
En su homilía, el administrador diocesano, señaló que Jesús ahora como entonces “nos pregunta si queremos preparar un burro y acompañarlo humildemente, y si queremos recogernos en algún momento de intimidad con él para que haga comprender a nuestro corazón lo que pasa en ese momento de eternidad, que es su entrega en la cruz hecha pan y vino de resurrección”.
Además, siguiendo al papa Francisco, contrapuso las dos mentalidades que aparecen en el calvario, la del sálvate a ti mismo y la de entregarse uno mismo. Jesús, dijo, optó por la segunda y nos invita a hacerlo también nosotros. “Cristo se ofrece entero por amor a nosotros y a la humanidad entera. Asombroso, la verdad”- subrayó.
Finalmente, Pérez invitó a caminar con esperanza hacia la Pascua, sabiendo que “con Jesús nunca es el fin, nunca es demasiado tarde. Con Dios siempre se puede volver a vivir”.
La Semana Santa comienza hoy con la celebración del Domingo de Ramos. Como es habitual, la Catedral hispalense acogerá las principales celebraciones litúrgicas durante esta semana, presididas por el arzobispo de Sevilla, monseñor José Ángel Saiz Meneses.
Esta mañana el rezo de Laudes dirigido por los miembros del Cabildo de la Catedral ha comenzado a las nueve y media. Posteriormente, monseñor Saiz ha bendecido los ramos de los cientos de participantes en esta celebración litúrgica, que ha servido como antesala a la procesión de Palmas que han iniciado los niños carráncanos desde la Puerta de San Miguel hasta la de Palos. El cortejo continuaba con los miembros de la Hermandad Sacramental, capitulares y sacerdotes concelebrantes, el arzobispo y sus ministros, y, finalmente todo el pueblo fiel que ha querido sumarse con sus ramos de olivo y sus palmas.
La procesión se ha desarrollado con el repique de campanas de la Giralda y ha sido acompañada musicalmente por el coro catedralicio. Nuevamente en la Catedral, ha comenzado la Eucaristía del Domingo de Ramos, presidida por monseñor Saiz.
“El seguimiento de Jesús consiste en un cambio interior”
Durante su homilía, don José Ángel ha explicado que “el Domingo de Ramos actualizamos la entrada de Jesús en Jerusalén” y en la procesión “nos unimos a la multitud de los discípulos que acompañan al Señor en su entrada en Jerusalén y ofrecemos un testimonio de nuestro seguimiento de Cristo, que nos ha hecho visible el rostro de Dios y gracias al cual el corazón de Dios se ha abierto a todos”.
La procesión, ha insistido, es “expresión de alegría, de nuestro caminar siguiendo a Jesús, porque él nos ha concedido la gracia de ser sus amigos y porque nos ha dado la clave de la vida, su sentido más profundo”. Al igual que los primeros discípulos, ha apuntado, “también para nosotros el seguimiento de Jesús consiste en un cambio interior, en una nueva orientación de la existencia. Nos exige que ya no estemos encerrados en nosotros mismos, que superemos todo egocentrismo y narcisismo. Exige una entrega libre al Señor, a la verdad, al amor, a Dios”.
Más adelante, ha meditado sobre el sufrimiento del Mesías, descrito en las lecturas de la celebración de hoy. Al respecto, ha señalado que “la Iglesia, al leer el relato de la Pasión, no se limita a considerar únicamente los sufrimientos de Jesús; se acerca con emoción y confianza a este misterio, sabiendo que su Señor ha resucitado. La luz de la Pascua hace descubrir la gran enseñanza que encierra la Pasión: la vida se afirma con la entrega sincera de sí mismo hasta afrontar la muerte por los demás, por Dios”.
En esta línea, monseñor Saiz Meneses ha añadido que “Con la cruz, Jesús nos ha abierto de par en par la puerta de la casa de Dios, ha recompuesto la relación entre Dios y los hombres. Pero también el Señor nos llama con su cruz: llama a las puertas del mundo, y a las puertas de nuestro corazón, que a veces están cerradas para Dios. Y nos llama a un encuentro con Él”.
Dar testimonio en las procesiones
Tras los ritos propios de la liturgia eucarística, antes de despedir la celebración, el arzobispo ha invitado a todos los presentes a participar el próximo Martes Santo en la Misa Crismal que tendrá lugar en la Seo hispalense a las once y media de la mañana, en la que se bendecirán los Santos Oleos y los presbíteros renovarán sus promesas sacerdotales. Asimismo, ha exhortado a vivir “una semana santa de verdad”, participando en los Santos Oficios, releyendo los relatos de la Pasión del Señor y viviendo las procesiones «con tal intensidad y devoción que seamos testimonio para los que se acercan y para personas que no son creyentes».
Con la mirada puesta en el cielo, y una amenaza de lluvia que no se ha cumplido, han sido muchos los fieles que han acudido este domingo de Ramos a la seo jiennenses para participar de la primera celebración de esta Semana Santa: la bendición de las palmas y la posterior celebración eucarística.
En torno a las 10:45 de la mañana, el Sagrario se iba llenando de personas que querían recorrer, en procesión, el tramo que separa a esta Iglesia de la Catedral, portando sus palmas y ramas de olivo y rememorar, así, la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, que a pocos días de la Pasión fue recibido como un verdadero rey por el pueblo judío.
Dentro de la construcción neoclásica firmada por Ventura Rodríguez, el Sagrario, el Evangelio de este domingo de Ramos lo ha proclamado por el diácono transitorio, Fernando Ruano. A continuación, el Prelado jiennense, Monseñor Chico Martínez, bendecía las palmas y ramos de olivo, que han portado, fieles, sacerdotes y seminaristas hasta el templo catedralicio seguidos de numerosos fieles.
La Santa Misa, presidida por Don Sebastián ha estado concelebrada varios miembros del Cabildo Catedral, así como por el Rector del Seminario, D. Juan Francisco Ortiz y el resto de los formadores. Además, la celebración ha contado con la participación de los seminaristas quienes han acolitado y han leído la pasión a varias voces. En concreto, Jesús Marchal y Víctor Vitutía han hecho de cronista y asamblea, respectivamente y el diácono Fernando Ruano ha hecho las veces de Jesús. Al órgano, D. Alfonso Medina que ha contado con las voces de su coro.
Homilía
Don Sebastián comenzaba su predicación poniendo en contexto este día que inicia la Semana Santa. “Este gesto, que hemos realizado con gozo, – afirmada el Obispo- es un signo que inaugura una semana única, donde contemplamos el centro de nuestra fe: la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo. Aquel día, Jesús fue recibido en Jerusalén con palmas, con gritos de júbilo, con entusiasmo popular. Pero sabemos que esa alegría fue fugaz. A los pocos días, el mismo pueblo lo vería condenado a muerte, rechazado y ajusticiado en la Cruz”.
El Prelado jiennense ha continuado ahondando en el significado de estos días, de pasión, de cruz y, también, de resurrección: “Lo reconocemos como el Rey humilde y pacífico, el que viene a ofrecernos una salvación más profunda: la victoria sobre el pecado y la muerte. Él es el Salvador universal y algún día será proclamado y reconocido con júbilo por todos los hombres y mujeres de buena voluntad en la plaza del mundo y en la larga avenida de la historia universal”. Para abundar, “Hoy nosotros lo reconocemos públicamente. Pero, el reconocimiento más verdadero debe hacerse en lo secreto del corazón, con fe, con amor, con la confianza y la obediencia sincera de nuestra vida”.
Del mismo modo, en su homilía, Don Sebastián ha querido animar a vivir estos días con profundo significado, y no como unos días festivos más en el calendario: “Este es el mensaje del Domingo de Ramos, y de toda la Semana Santa: ¡Dios nos ha salvado! Hemos sido liberados del pecado y de la muerte. Y esa salvación no es una idea, sino una vida nueva. Una vida que se alimenta de la gracia, que se configura con la cruz y que se ilumina con la resurrección”.
Para lo que ha animado a vivir este tiempo con recogimiento espiritual y hacerlo en perspectiva de fe con prácticas que lleven a un encuentro personal con Cristo muerto y resucitado, “como la lectura personal de los evangelios de la Pasión; la oración del Vía Crucis vivido con profundidad; la oración silenciosa ante el Santísimo el Jueves por la noche; el sacramento de la reconciliación, como signo concreto de conversión”.
Para concluir sus palabras ha enmarcado esta Semana Santa de 2025 en el año santo de la esperanza: “Hermanos, en este Año Jubilar de la Esperanza, la Semana Santa se convierte en una oportunidad privilegiada para revivir el misterio pascual y renovar nuestra vida cristiana, siendo luz de esperanza para todos. La Cruz de Cristo no es signo de derrota, sino de amor fiel y victorioso. Su resurrección no es solo un final feliz, sino el comienzo de una nueva humanidad a la que estamos llamados”.
Con esta celebración se inauguraba la Semana Santa de este año 2025 en la capital jiennense, la cuarta de Don Sebastián como Obispo de la Diócesis y para todos los cristianos del Santo Reino, el momento central de su fe.
Con el Domingo de Ramos entramos en la Semana de Pasión. Acompañamos con nuestras palmas a Jesús que entra en Jerusalén aclamado –lo que prefigura ya su victoria— pero para ser enseguida entregado y padecer y morir por nosotros. Accedemos así de lleno a la “semana grande” de la Iglesia, en lo profundo de la celebración de la Muerte y Resurrección del Señor, algo de lo que nos hemos apropiado desde el Bautismo, recibiendo de este modo el ser hijos de Dios para poder caminar como discípulos de Cristo.
Dice el evangelista San Juan que «de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en Él, no se pierda, sino que tenga vida eterna» (3,16). Esta poderosa verdad nos recuerda que cada uno de nosotros es valioso y amado. Si abrazamos este amor, permitiremos que transforme nuestras acciones y pensamientos liberándonos de la tiranía del pecado y asumiendo la victoria de Dios en nuestra propia carne.
La Semana Santa es para sumergirnos en la profundidad de los misterios que celebramos. Es un tiempo sagrado, un momento para reflexionar sobre el sacrificio de Cristo y la inmensa gracia que nos ofrece. Recordemos que, como cristianos, estamos llamados a vivir con amor, compasión y esperanza, reflejando la luz de Cristo en nuestras vidas. Cuando contemplamos a Dios, el Infinito, el Todopoderoso, sucumbiendo a la flaqueza y temblando en Getsemaní, comprendemos que en vez de haber tomado, al encarnarse, un cuerpo glorioso, tomó un cuerpo mortal como el nuestro para hacer divina en Él a nuestra flaqueza.
Todos los buenos cristianos, y especialmente los santos, han crecido, han progresado y se han hecho mejores, contemplando la Pasión del Señor. Santa Catalina de Emerick, conocida por sus visiones místicas y profundas reflexiones sobre la Pasión de Cristo, se conmovía al meditarla hasta estremecerse con ella, al comprender, sobre todo, el amor inmenso que Él mostró al sacrificarse por la humanidad. Al contemplar su sacrificio, encontraba en él una fuente de fortaleza y esperanza, recordando cómo cada dolor y cada momento de sufrimiento de Cristo estaban llenos de amor y redención. También a nosotros esta contemplación nos lleva siempre a la profundidad del amor divino y la importancia de la compasión en nuestras propias vidas, a una mayor entrega personal, a un deseo de entrega dando la vida por los demás.
Os animo a participar en las celebraciones litúrgicas, especialmente en los oficios del Jueves, Viernes, y Sábado Santo, y Domingo de Resurrección, a meditar la Pasión de Cristo, contemplar al Señor en los pasos de nuestras procesiones. Cuánto mejor si compartimos estos momentos significativos en familia, con nuestros seres queridos o nuestros amigos. Que cada oración, cada acto de bondad y cada reflexión os acerque más a la esencia de nuestra fe. Vivamos esta Semana Santa con el corazón abierto, dispuestos a recibir y a dar amor, tal como Cristo nos enseñó. Acompañar al Señor que da la vida por nosotros nos hará sintonizar mejor con sus sentimientos de servicio, de misericordia y perdón para con el prójimo, de obediencia al Padre haciendo la voluntad de Dios.
San Antonio de Padua decía: «Debemos meditar a menudo la Pasión del Señor. De ello debemos servirnos como de un sudario, para secar el sudor de nuestras fatigas y la sangre de nuestros sufrimientos. En toda prueba debemos recordar los ejemplos de paciencia que nos dio Jesús.«
¡Os deseo una Semana Santa llena del consuelo de Cristo, de su paz y renovación espiritual, y llegar, finalmente a resucitar con Él, y gozar de su victoria! Recordad que la Pasión de Cristo desemboca siempre en la alegría de la Resurrección. No olvidéis apoyar a los cristianos de Tierra Santa, que sufren el abandono, la guerra y persecución, y resisten con tantas dificultades, con la colecta del Viernes Santo a favor de los Santos Lugares.