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OTRO MUNDO ES POSIBLE,… DEPENDE DE TI

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Publicamos a continuación una carta escrita por D. Manuel Antonio Menchón, Vicario Episcopal para Asuntos Sociales de la Diócesis de Almería. Dicha misiva está escrita con motivo de la XLVII Campaña contra el hambre en el mundo, Manos Unidas.

 

 

Desde que el Foro Social Mundial,  reunido en de Portoalegre en el 2002, se propusiera como tarea, más que como slogan “Otro mundo es posible…”, han sido numerosos las campañas anuales que este Foro, que aglutina numerosas ONGs y otras entidades y asociaciones, que con variantes sobre el mismo lema  ha ido lanzando cada año a los cuatro vientos del planeta.

Pero a su vez son muchas las entidades solidarias de este movimiento, que siguen utilizando esa frase, fruto de una profunda convicción,  como base de sus propias iniciativas, algunas “arrimando el ascua a su sardina” para ofrecerse ellas como único ruta válida para lograr ese mundo nuevo. Baste dos un ejemplo: “Si otro mundo es posible, mejor que sea laico”. Ahí queda como signo de “tolerancia” esa expresión de los que desean un mundo mejor, creando un nuevo ghetto: los creyentes. Pero bien,  esto no deja de ser anecdótico ante el gran reto que tenemos creyentes y no creyentes de demostrarnos que los seres humanos somos capaces de hacer otro mundo, por supuesto mejor restaurado y estructurado, que éste del que disfrutamos tan sólo unos pocos.

Manos Unidas, esta ONG católica, que también participa en el Foro Social, ha asumido ese reto para esta XLVII Campaña: “Otro mundo es posible…”, pero añadiendo una segunda parte, que dice: «Depende de ti», invitándonos así a todos los cristianos y personas de buena voluntad, no sólo a colaborar económicamente para ese mundo posible, más digno y humano para los más desfavorecidos, sino también  a tomar parte en lo mejor de sus proyectos: ser creadores de  solidaridad entre todos.

Porque si bien es cierto que con nuestra aportación económica se están consiguiendo pequeñas conquistas de dignificación de la vida de los más desfavorecidos, no es menos importante, que esa generosidad brote de unas entrañas  misericordiosas de hermanos hacia hermanos, no como mero sentimiento de compasión, sino como compromiso de la caridad por la justicia, que prosiga en una tarea constante de romper los abismos  –infranqueables a los ojos humanos- que separan a los hermanos, cuyas mesas rebosan hasta la voracidad y el despilfarro, de  los hermanos que necesitan de lo estrictamente indispensable para vivir.

La Campaña va más dirigida al corazón que al bolsillo; invita  más la reconciliación desde la conversión a la verdadera fraternidad, que al donativo para acallar la conciencia y poder seguir manteniendo nuestra mesa de la abundancia sin tanto remordimiento. Es necesario e imprescindible recaudar fondos para los proyectos que cada año se proponen, sin esos recursos económicos la campaña sería una farsa de palabrería sobre el amor y la pobreza; sería como la limosna anunciada al son de trompeta.

Pero el éxito no se mide, o no debe medirse, por el incremento anual de las aportaciones de la parroquias o asociaciones cristianas, sino por esa otra vara de medir, que sólo Dios conoce, que es la conversión del que descubre que el verdadero tesoro, donde hay que poner el corazón, es el reino de Dios. “No basta manifestar buenos  propósitos, condenar las injusticias graves, proferir denuncias con cierta audacia profética, – decía el Papa Pablo VI- todo esto no tendrá peso real sino va acompañado en cada persona de una toma de conciencia más viva de su propia responsabilidad y de una acción efectiva”

Pero ese logro es complejo de cuantificar en las estadísticas y por eso difícil de retratar en las memorias escritas de cada campaña anual. Pese a esa dificultad, sería el mejor servicio que a la Iglesia y a la humanidad puede prestar cada año el aldabonazo que el lema de Manos Unidas nos da. en la conciencia y en el corazón. a todos los cristianos y todos los hombres de buena voluntad, para invitarnos a vivir de otra manera.

En nombre de toda la Diócesis y de su Pastor quiero agradeceros  a todos los voluntarios y colaboradores que, año tras año, dais rostro humano a Manos Unidas y hacéis posible que esta asociación católica goce del aprecio y simpatía de  tantos almerienses, a la vez que alentaros a continuar en esa hermosa tarea de ayudarnos a vivir más solidariamente, empujándonos a compartir nuestra vida y nuestros bienes con los que viven una vida continuamente amenazada.

 

Manuel Antonio Menchón

Vicario Episcopal para Asuntos Sociales

 

 

 

BENDICIÓN DE LA CAPILLA UNIVERSITARIA DEL CAMPUS DE RABANALES

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CÓRDOBA. – La capilla universitaria “San José”, situada en el campus de Rabanales, fue bendecida el pasado 25 de enero, fiesta de la Conversión de San Pablo, por el Obispo de Córdoba. Decenas de profesores y alumnos de la Universidad de Córdoba asistieron a la Eucaristía de inauguración de la capilla

 

Don Juan José Asenjo recordó en la homilía los pasos seguidos en el montaje de la capilla universitaria y agradeció al representante del rector de la Universidad de Córdoba y al coordinador del Campus Universitario de Rabanales, el apoyo prestado en esta tarea. Animó a los presentes a agradecer al Señor este nuevo impulso a la pastoral universitaria y les instó a no dejarse llevar por el desaliento en esta tarea a la que definió como “pastoral de futuro”. Recordando la fiesta de la Conversión de San Pablo, el Obispo puso al Apóstol de los gentiles como modelo de vida cristiana e incidió en la necesidad de la formación, la piedad y la acción evangelizadora para ello. Don Juan José Asenjo señaló que, desde ese momento, con la presencia de Jesús Sacramentado, la capilla era el lugar más importante del Campus por lo que habría de ser un punto de referencia para profesores y alumnos.

 

La Bendición comenzó con la aspersión de agua bendita en el interior de la capilla, tras la que comenzó la Santa Misa. Posteriormente, tras la Liturgia de la Palabra,  tuvo lugar la incensación del altar y su revestimiento. Tras la celebración de la Eucaristía, se concluyó con unos momentos de adoración y la Reserva del Santísimo Sacramento en el Sagrario de la capilla. 

 

La nueva capilla, en la que se celebrará diariamente la Santa Misa a partir de este momento,  está ubicada en las dependencias de la antigua Residencia de «San José», detrás del Paraninfo del Campus Universitario de Rabanales. Algunos elementos del nuevo oratorio, como el altar o la cruz proceden de la antigua capilla de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Agrónomos y de Montes.

 

VISITA DEL SUPERIOR GENERAL DE LOS HH DE LA SALLE

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Entre el 14 de este mes y el 23 de febrero el Superior General de los Hermanos de las Escuelas Cristianas – La Salle-, H. Álvaro Rodríguez Echeverría, está visitando las tierras españolas. Durante una semana visitará  Sevilla, Jerez, El Puerto, San Fernando, Antequera, Granada, Melilla y Córdoba.

 

Esta visita coincide con la celebración del 125 aniversario de la llegada de los primeros salesianos a España. El 16 de febrero de 1881 seis salesianos llegaron desde Italia para abrir una casa en Utrera (Sevilla). Desde ese momento, la obra salesiana (colegios, centros juveniles, parroquias) fue extendiéndose por todo el país con el fin de atender a los jóvenes para hacer de ellos “buenos cristianos y honrados ciudadanos”, como repetía San Juan Bosco.

 

El Hermano Álvaro nació en San José, Costa Rica y se graduó en el Colegio La Salle de Panamá en 1959. Ingresó en el La Salle, en el Distrito de Centroamérica en 1959, y consagró su vida a Dios como Hermano de las Escuelas Cristianas el 31 de enero de 1968.

 

Realizó su formación académica, primero en el colegio de La Salle de S. José, Costa Rica y en Honduras y después en Bordighera, ciudad al noroeste de Italia.

Entre 1961 y 1964 realiza estudios de Ciencias Religiosas en el Instituto S. Pío X de Salamanca, dirigido por los Hermanos de La Salle y de 1968 a 1972 pasa a estudiar filosofía en la Universidad La Salle de México, ULSA.

 

Su primera misión educativa la realizó en Guatemala, como profesor de grupos de formación para la vida de Hermano y como director del Instituto indígena de Santiago. Fue aquí donde vivió en primera persona el período de conflictos civiles de guerra no declarada entre los Escuadrones de la Muerte y los simples ciudadanos. Este momento culminó para La Salle con el asesinato del joven Hermano James Miller.

 

En 1979 amplia su formación en el Centro Internacional Lasaliano de Roma, para pasar a responsabilizarse posteriormente de la formación de Hermanos jóvenes en Guatemala.

 

Entre 1981 y 1985 ejerce como Visitador Auxiliar del Distrito de Centroamérica y desempeña también las funciones de Vicepresidente de la Región Lasaliana de América Latina, RELAL. Terminada esta misión pasa a ser Visitador del Distrito de Centroamérica, que engloba Guatemala, Honduras, Nicaragua y Panamá.

 

En 1993 fue elegido en Roma Vicario General y desde el 2 de Junio del 2000 es el XXVI sucesor de San Juan Bautista de la Salle, como SUPERIOR GENERAL.

 

Últimamente ha sido miembro del Sínodo de los Obispos y ocupa el cargo de Presidente de la Unión de Superiores Generales en Roma.

 

La responsabilidad del H. Álvaro abarca en la actualidad un campo de acción que alcanza aproximadamente a 6.000 Hermanos, 75.000 educadores y unos 900.000 alumnos en 1.037 Instituciones educativas, en 83 países.

 

La presencia de La Salle en Andalucía  cuenta con 21 son colegios y un Centro de Menores. La actividad educativa lasaliana es hoy una misión compartida por Hermanos y Seglares, algunos de los cuales ostentan en su Centro la responsabilidades de dirección y animación pastoral.

 

En Andalucía son 95 Hermanos y 617 maestros Seglares y 66 personas dedicadas a la administración y servicios. Ofrecen educación a 10.817 alumnos en el presente curso.

RETIRO JUVENIL EN MÁLAGA

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Tal y como estaba previsto en la programación de Pastoral Juvenil y P. Vocacional de la diócesis de Málaga, tenemos a lo largo del curso una serie de retiros para jóvenes. El próximo se celebrará el 4 de febrero, sábado, en el Colegio de la Inmaculada de Antequera.

Está abierto a todos los jóvenes -grupos parroquiales, movimientos juveniles, grupos de colegios religiosos,…-. Son momentos importantes y necesarios de encuentro con el Señor, que pueden ayudar a la madurez de la fe y a descubrir qué quiere el Señor de cada uno de ellos.

Lo dirigirá Mª Ángeles Perdomo, una hermana Hospitalaria que está trabajando en el Equipo de Pastoral Vocacional y en Monte Horeb.

La comida es compartida (que cada uno se lleve de su casa lo que quiera para ponerlo después en común).

Inscripciones en: vocacional@diocesismalaga.es

      juventud@diocesismalaga.es.

 

SALUDO DE D. RAMÓN ECHARREN YSTÚRIZ

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A continuación reproducimos las palabras pronunciadas por Mons. Echarren en la celebración de la Toma de Posesión de Mons. Cases el 27 de enero de 2006.


Emmos. Señores Cardenales / Excmo. Sr. Nuncio / Arzobispos y Obispos / Hnos. Sacerdotes / Dignísimas Autoridades / Religiosos y Religiosas / Hermanas y Hermanos todos / Muy Querido D. Francisco:

 

Me van a permitir que les ofrezca unas palabras, muy gastadas por su uso no pocas veces abusivo, pero que no puedo menos que repetir con toda sinceridad. ¡GRACIAS! ¡GRACIAS A TODOS DE TODO CORAZON!

 

Gracias, ante todo, a Dios: PADRE, HIJO Y ESPIRITU SANTO

Gracias, a la Virgen María, en sus advocaciones de Ntra. Sra. del Pino, de Ntra. Sra. de los Dolores y de Ntra. Sra. de la Peña.

Gracias a los papas que he conocido, desde Pío XII a Benedicto XVI, pasando por los inolvidables Juan XXIII y Pablo VI, cuyos magisterios tanto nos han ayudado a todos.

Gracias, Señor Nuncio, por su cercanía y amistad sincera

Gracias a nuestro querido Cardenal Arzobispo Metropolitano, D. Carlos Amigo, y también a sus colaboradores.

Gracias muy especiales a mi sucesor, D. Francisco Cases Andreu, al que recibimos con los brazos abiertos, deseándole lo mejor.

Gracias a los Obispos, sacerdotes y amigos de la Diócesis hermana de San Cristóbal de La Laguna.

Gracias, también a los Obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, y seglares de mi Archidiócesis de origen, de Madrid.

Gracias, por último, muy de verdad a todos los que tanto me han ayudado en la realización de mi ministerio episcopal, durante estos 27 años, en ésta nuestra Diócesis de Canarias, (tanto en Lanzarote como en La Graciosa, en Fuerteventura y Gran Canaria); en cargos de responsabilidad, en el Seminario y en Cáritas, en Parroquias, organismos pastorales, en mi atención personal, en Movimientos y Asociaciones… etc. etc.

 

GRACIAS ES LA PALABRA que desearía que quedara flotando en este acto litúrgico, como humilde aportación de este hasta ahora su Obispo, que les desea a todos lo mejor, que seguirá rezando por todos para que el Señor, por la intercesión de la Virgen María, les bendiga en todo. y que les pide perdón por sus muchas deficiencias, de acción y de omisión, que han acompañado su ministerio, particularmente en estos últimos años en los que por su edad limitaba inevitablemente su entrega.

 

Este, hasta ahora, su Obispo, que pide al Señor que bendiga a los matrimonios y familias, para que sus vidas respondan al plan de Dios sobre ellos. Y que bendiga especialmente a los pobres, a los inmigrantes, a cuantos sufren, así como a los responsables del bien común y de la justicia, para que cumplan la voluntad de Dios, Creador y Redentor, por encima de sus intereses particulares, ideológicos o de partido.

 

¡GRACIAS QUERIDAS HERMANAS Y QUERIDOS HERMANOS! ¡Y QUE LA PAZ DEL SEÑOR-JESÚS ESTÉ SIEMPRE CON TODOS VDS.!

 

 

+ Ramón Echarren Ystúriz

DEUS CARITAS EST, PRIMERA ENCÍCLICA DE BENEDICTO XVI

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CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 25 enero 2006 (ZENIT.org).- En el noveno mes de su pontificado, Benedicto XVI ha dado a luz su primera encíclica dedicada a mostrar cómo el cristianismo no reprime el amor, sino que lo eleva.

«Deus caritas est» («Dios es amor») responde a una de las objeciones más comunes presentadas a la Iglesia. «Con sus preceptos y prohibiciones –se pregunta el Papa–, ¿no convierte acaso en amargo lo más hermoso de la vida?».

La encíclica responde a la pregunta articulándose en dos partes: la primera reflexiona sobre el amor en sus diferentes manifestaciones y en su origen, Dios; la segunda, afronta la manera en que la Iglesia, como institución, debe vivir el mandamiento del amor.

La persona «objeto»
El Papa comienza aclarando una confusión generalizada, según la cual, la Iglesia condenaría el «eros» (el amor de atracción) para aceptar únicamente el «ágape» (amor de entrega desinteresada).

«Hoy se reprocha a veces al cristianismo del pasado haber sido adversario de la corporeidad y, de hecho, siempre se han dado tendencias de este tipo», reconoce en el número 5.

Ahora bien, esta confusión se da cuando se concibe «el «eros», degradado a puro «sexo»». En ese caso, «se convierte en mercancía, en simple «objeto» que se puede comprar y vender; más aún, el hombre mismo se transforma en mercancía».

Según el Papa, esta concepción del amor implica «una degradación del cuerpo humano, que ya no está integrado en el conjunto de la libertad de nuestra existencia, ni es expresión viva de la totalidad de nuestro ser, sino que es relegado a lo puramente biológico».

Cuerpo y alma
«La fe cristiana –ilustra–, por el contrario, ha considerado siempre al hombre como uno en cuerpo y alma, en el cual espíritu y materia se compenetran recíprocamente, adquiriendo ambos, precisamente así, una nueva nobleza».

Ciertamente, insiste la encíclica, «el «eros» quiere remontarnos «en éxtasis» hacia lo divino, llevarnos más allá de nosotros mismos, pero precisamente por eso necesita seguir un camino de ascesis, renuncia, purificación y recuperación».

El desarrollo del amor «hacia sus más altas cotas y su más íntima pureza», explica, conlleva el que «aspire a lo definitivo, y esto en un doble sentido: en cuanto implica exclusividad –sólo esta persona–, y en el sentido del «para siempre»».

De este modo, constata, «el «eros» orienta al hombre hacia el matrimonio, un vínculo marcado por su carácter único y definitivo; así, y sólo así, se realiza su destino íntimo».

El texto reconoce que «el amor es «éxtasis», pero no en el sentido de arrebato momentáneo, sino como camino permanente, como un salir del yo cerrado en sí mismo hacia su liberación en la entrega de sí y, precisamente de este modo, hacia el reencuentro consigo mismo, más aún, hacia el descubrimiento de Dios».

Cristo, modelo del amor «más radical»
El ejemplo «más radical» de este amor, según el sucesor de Pedro, es Cristo en la cruz, cuando Dios «se pone contra sí mismo, al entregarse para dar nueva vida al hombre y salvarlo».

«Es allí, en la cruz, donde puede contemplarse esta verdad –recalca–. Y a partir de allí se debe definir ahora qué es el amor. Y, desde esa mirada, el cristiano encuentra la orientación de su vivir y de su amar».

La sociedad tiene necesidad de amor
La segunda parte de la carta encíclica lleva por título «El ejercicio del amor por parte de la Iglesia como «comunidad de amor»».

El texto, reconoce que el amor «siempre será necesario, incluso en la sociedad más justa. No hay orden estatal, por justo que sea, que haga superfluo el servicio del amor».

«Siempre habrá sufrimiento que necesite consuelo y ayuda –constata–. Siempre habrá soledad. Siempre se darán también situaciones de necesidad material en las que es indispensable una ayuda que muestre un amor concreto al prójimo».

El Estado, advierte el Papa, «que quiere proveer a todo, que absorbe todo en sí mismo, se convierte en definitiva en una instancia burocrática que no puede asegurar lo más esencial que el hombre afligido –cualquier ser humano– necesita: una entrañable atención personal».

El sueño del marxismo, que «había presentado la revolución mundial y su preparación como la panacea para los problemas sociales: mediante la revolución y la consiguiente colectivización de los medios de producción» «se ha desvanecido».

«Lo que hace falta no es un Estado que regule y domine todo, sino que generosamente reconozca y apoye, de acuerdo con el principio de subsidiaridad, las iniciativas que surgen de las diversas fuerzas sociales y que unen la espontaneidad con la cercanía a los hombres necesitados de auxilio».

La Iglesia es «una de estas fuerzas vivas», constata. Con su amor «no brinda a los hombres sólo ayuda material, sino también sosiego y cuidado del alma, un ayuda con frecuencia más necesaria que el sustento material».

La actividad caritativa eclesial
En este contexto, el Papa ofrece en tres pinceladas el «el perfil específico de la actividad caritativa de la Iglesia».

En primer lugar, señala, la actividad caritativa cristiana, además de competencia profesional, exige la experiencia de un encuentro personal con Cristo, cuyo amor ha tocado el corazón del creyente, suscitando en él el amor por el prójimo.

En segundo lugar, «la actividad caritativa cristiana ha de ser independiente de partidos e ideologías. No es un medio para transformar el mundo de manera ideológica y no está al servicio de estrategias mundanas».

El programa del cristiano –«el programa de Jesús»– «es un «corazón que ve» –indica–. Este corazón ve dónde se necesita amor y actúa en consecuencia. Obviamente, cuando la actividad caritativa es asumida por la Iglesia como iniciativa comunitaria, a la espontaneidad del individuo debe añadirse también la programación, la previsión, la colaboración con otras instituciones similares».

En tercer y último lugar, «la caridad no ha de ser un medio en función de lo que hoy se considera proselitismo. El amor es gratuito; no se practica para obtener otros objetivos». « El cristiano sabe cuándo es tiempo de hablar de Dios y cuándo es oportuno callar sobre Él, dejando que hable sólo el amor».

Como hacía también Juan Pablo II, Benedicto XVI pone en su conclusión los ejemplos de caridad dejados por los santos –en tres ocasiones cita a la beata Teresa de Calcuta– y concluye con un diálogo con la Virgen María, quien «nos enseña qué es el amor y dónde tiene su origen, su fuerza siempre nueva».
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JORNADAS DIOCESANAS DE LITURGIA EN SEVILLA

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Del 13 al 16 de febrero tendrán lugar en el Seminario de Sevilla las Jornadas Diocesanas de Liturgia. Este año girarán en torno a La nueva edición de la Ordenación del Misal Romano, planteando una relectura del Misal para mejorar la celebración de la Eucaristía.

La jornada inaugural será el lunes 13 de febrero. La presentación, a las 18:15 h., correrá a cargo de D. Ángel Gómez, Delegado Diocesano de Liturgia. Las primeras conferencias, a continuación, tendrán como ponentes al Rector del Centro de Estudios Teológicos, D. Luis Fernando Álvarez, y al miembro de la citada Delegación Diocesana, D. Jesús Pérez Saturnino.

 

Al día siguiente, a partir de las 18:00 h., D. Ángel Gómez y D. Ignacio Tomás Cánovas, Delegado de Liturgia de la Diócesis de Tarazona y Consultor de la Comisión Episcopal de Liturgia, disertarán sobre los elementos y partes de la estructura de la Misa, y la comunidad, ministerios y funciones en la celebración eucarística, respectivamente.

 

El miércoles, D. Luis Rueda, maestro de Ceremonias de la Catedral, disertará sobre el desarrollo ritual de las diversas partes de la Misa. A continuación, tendrá lugar una mesa redonda sobre el canto y la música en estas celebraciones. En la mesa redonda participarán D. Herminio González, D. Manuel González Martín, D. José Márquez y D. Carlos Navascués.

 

El curso se clausurará el jueves con la ponencia El Misterio Eucarístico, don y mandato de Cristo a la Iglesi«, que impartirá Mons. Julián López Martín, Obispo de León y presidente de la Comisión Episcopal de Liturgia. Finalmente, el Cardenal Arzobispo de Sevilla, Mons. Carlos Amigo Vallejo, presidirá la celebración de las Vísperas y Eucaristía en la capilla del Seminario.

 

Las inscripciones pueden formalizarse en la Delegación Diocesana de Liturgia, en el Arzobispado, en horario matinal (11.30 a 13.30 horas), o bien mediante los teléfonos 954505505, 954231313 y 954625255 (los dos últimos, miércoles y jueves por la tarde).

 

D. ANTONIO DORADO. UN CANTO A LA ESPERANZA

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Reflexiones del Obispo de Málaga, D. Antonio Dorado Soto, ante la primera Encíclica de Benedicto XVI

 

 

El Papa Benedicto XVI acaba de hacer pública su primera Encíclica.

 

Conviene recordar que una Encíclica es el documento doctrinal más importante al que recurre un Papa, después de una definición dogmática.

 

Y teniendo presente que la mayoría de los Papas no suelen realizar nuevas definiciones, se puede afirmar que una Encíclica es la forma habitual de ejercer su magisterio e impartir su enseñanza.

 

La práctica de escribir Encíclicas la inició Gregorio XVI, en 1832, y los Papas la ejercen con mucha sobriedad, aunque también en este punto Juan Pablo II constituye la excepción, pues ha escrito varias, en lo que indudablemente ha influido la duración de su pontificado. 

 

El título de estos documentos pontificios lo constituyen las dos o tres primeras palabras de los mismos, en su versión latina. En este caso, DEUS CARITAS EST, Dios es Amor, expresión que está tomada de la primera Carta de San Juan (1Jn 4, 16).

                La enorme importancia del que se hizo público ayer radica en que es la primera del actual Pontífice y marca las líneas de lo que considera más urgente para el cristiano del siglo XXI. Como intelectual de gran talla y buen conocedor del pensamiento y de la cultura de este tiempo, es consciente de que el mayor tesoro que tenemos los creyentes y nuestra mejor aportación al hombre actual es precisamente Dios: la existencia de Dios y la imagen de Dios que debemos transmitir a quien nos pida razón de nuestra esperanza. El empieza afirmando que Dios es Amor, porque “en un mundo en el cual a veces se relaciona el nombre de Dios con la venganza o incluso con la obligación del odio o la violencia, éste es un mensaje de gran actualidad y con un significado muy concreto. Por eso, continúa, en mi primera Encíclica deseo hablar del amor, del cual Dios nos colma, y que nosotros debemos comunicar a los demás”. 

La Encíclica consta de dos partes íntimamente relacionadas. En la primera nos ofrece una reflexión profunda y matizada sobre Dios y sobre el amor; y en la segunda, nos plantea las consecuencias que se derivan del amor que Dios nos tiene y del que nos hace partícipes a través del bautismo y de la Eucaristía.

 

Los análisis sobre el amor que desarrolla el Papa pretenden ayudarnos a entender que “no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con (…) con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva”. Y dado que el amor es una palabra clave, comienza analizando el amor entre el hombre y la mujer, el “eros” del pensamiento griego, para profundizar a continuación en el amor evangélico, un amor predominantemente oblativo, que busca el bien del otro. Benedicto XVI nos ayuda a comprender que, lejos de existir contradicción entre estas dos formas de amor, ciertamente diferentes, hay una unidad profunda cuando se vive de manera equilibrada la realidad corporal y espiritual del hombre. Es decir, que en lugar de destruir el amor entre el hombre y la mujer, convirtiendo en fruto amargo lo más hermoso de la vida, como decía Nietzsche, el cristianismo impulsa el amor humano hasta sus metas más altas. Lo vemos en la persona de Jesucristo, que se dejó crucificar para ensalzar al hombre y hacerle partícipe de la vida divina, de tal forma que queden definitivamente unidos entre sí el amor a Dios y el amor al hombre, como las dos caras de una misma moneda.  

 

La segunda parte de la Encíclica tiene un enfoque más práctico, pero no se puede comprender sin la primera. El Papa nos recuerda que “el Espíritu es también la fuerza que transforma el corazón de la Comunidad eclesial para que sea, en el mundo, testigo del amor del Padre, que quiere hacer de la humanidad, en su Hijo, una sola familia”. Y que “toda la actividad de la Iglesia es la expresión de un amor que busca el bien integral del ser humano”. Para promover este bien, la Iglesia desarrolla tres actividades básicas: la proclamación del Evangelio, la celebración de los sacramentos y el servicio de la caridad. Son tres dimensiones que se complementan y se exigen entre sí. Y centrando su atención en el amor, nos recuerda que no basta con que lo vivamos cada uno de modo personal, sino que hay que vivirlo de manera organizada y comunitaria. 

               

Frente a las críticas de algunos pensadores del s. XIX, que veían en la práctica de la caridad una huida o subterfugio de la Iglesia para no abordar la justicia social, el Papa explica que la caridad es inseparable de la justicia y es su mejor complemento. Por eso, la Iglesia, sigue diciendo Benedicto XVI, además de elaborar la doctrina social que anime y oriente a los católicos en su compromiso por la justicia, promueve instituciones caritativas para humanizar la vida y llegar allí donde la justicia no está presente todavía. Es lo que ha intentado hacer a lo largo de toda su historia. 

Finalmente, después de reconocer y alabar el esfuerzo social de los gobiernos, afirma que “no hay orden estatal, por justo que sea, que haga superfluo el servicio del amor”, pues “quien intenta desentenderse del amor, se dispone a desentenderse del hombre en cuanto hombre”. Porque, añade, “siempre habrá sufrimiento que necesite consuelo y ayuda. Siempre habrá soledad. Siempre se darán también situaciones de necesidad material en las que es indispensable una ayuda que muestra un amor concreto al prójimo”. Pero el amor cristiano, matiza el Papa, además de distinguirse por la competencia profesional, necesita tres características: apoyarse en el encuentro personal con Jesucristo, estar por encima de ideologías y partidos y no convertirse nunca en un arma de proselitismo. 

               

Con esta presentación os invito a los cristianos y a cuantos buscáis la verdad de Dios y del hombre a que os adentréis cada uno en la densidad de este escrito pontificio. Benedicto XVI nos ofrece en él las líneas maestras de vida y de acción que desea que impregnen su pontificado. Cuando se lee y se medita con sosiego, este documento es un canto a la esperanza; esa esperanza que brota de la fe en Jesucristo, el Hijo Unigénito de Dios.

 

+ Antonio Dorado Soto

Obispo de Málaga y Melilla    

      

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

D. CARLOS AMIGO. DIOS ES AMOR

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      Dios es amor

 

ABC / Carlos Amigo Vallejo. Cardenal Arzobispo de Sevilla

 

… El amor humano y el ágape cristiano pueden formar una maravillosa síntesis expresada en el matrimonio. La relación entre el amor y la justicia ocupa la segunda parte de la encíclica. Sin amor no es posible la justicia y sin la justicia es imposible la paz…


POCOS han sido los días y muy bien recibido el magisterio. Aunque Benedicto XVI no se haya distinguido por una proliferación de mensajes, sí los suficientes para conocer su pensamiento y trazar lo que pueden ser las líneas maestras de su pontificado. Llega ahora la primera y muy esperada carta encíclica del Papa: Deus caritas est. Dios es amor. Esperábamos el título y el contenido, pues, desde el inicio de su ministerio pontificio, el Papa no cesaba de repetir que Cristo es la fuente de la vida cristiana, que nada había de anteponerse al amor de Cristo, pues donde Él está siempre florece la caridad, el amor cristiano.

Nadie puede extrañarse del tema elegido y del contenido de esta encíclica, pues toda la doctrina de la Iglesia conduce al amor, a meterse, según expresión de Benedicto XVI, en esos «desiertos» de la pobreza, del abandono, de la soledad, del vivir sin dignidad… Y tratar de liberar, no con la fuerza del poder, sino con el agua de ese manantial inagotable de un amor verdaderamente fraterno y bien sostenido por la justicia. Son, pues, muy pocas las claves que se necesitan para comprender esta primera carta encíclica de Benedicto XVI. Pueda servir, de acomodada explicación, la conocida frase de Bossuet: «El amor es una palabra que por mucho que se diga no se repite nunca». Pero, como ha dicho el Papa, «la palabra amor está hoy tan deslucida, tan ajada, y es tan abusada, que casi da miedo pronunciarla con los propios labios». Sin embargo, habrá que retomarla, purificarla y volverle a dar su mejor y más espléndido significado.


Ha sido el mismo Benedicto XVI quien, al anunciar la fecha de la publicación, avanzaba que con esta encíclica no pretendía sino «iluminar y ayudar a nuestra vida cristiana». Por eso, ni se requiere hacer un análisis profundo sobre el tema elegido ni mucho menos pretender encontrar gestos implícitos y prejuzgadas intenciones. Benedicto XVI sigue fiel a lo que fueron sus primeras intervenciones como Pontífice. A largo de estos meses, se ha podido ver cómo el Papa subrayaba con frecuencia unos principios fundamentales: «Lo que redime no es el poder, sino el amor». «Si el mundo se salva será por quienes se entregan generosamente al servicio de los demás». «El amor es el que impulsa a la persona al servicio de la verdad, a la justicia y al bien». Son ideas que aparecen en sus primeros mensajes y que se hacen ahora estribillo que se va a ir repitiendo en cada uno de los capítulos de esta carta pontificia: el amor todo lo puede, sin el amor nada es posible, en el amor está el camino de la justicia y de la bondad.

En el discurso anual al cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede, el Papa, de alguna manera, hizo una anticipada síntesis de esta encíclica, al unir la deseada paz con un amor que es compromiso por la verdad y alma de la justicia, fundamento y vigor del derecho a la libertad, amor que abre el camino al perdón y a la reconciliación y es motivo de nuevas esperanzas, pues el amor no puede quedarse en algo meramente individual, sino que se convierte en una acción comunitaria de la Iglesia.


Dios es amor y quien ama está en Dios y Dios está en él. No podía ser más claro ni dejar mejor asentado, desde el principio, el propósito de esta encíclica: el amor une a Dios y al hombre. En el estilo más propio del Papa Benedicto XVI, las cosas de Dios aparecen siempre como un regalo, un don gratuito y generoso del Señor. Después vienen las consecuencias, el deber y las responsabilidades morales que esa aceptación de la fe suponen. Contenido y lenguaje se van ajustando a esa intención de unir la teología del amor de Dios con la urgencia moral de la caridad.


Después de una pequeña introducción, en la que el Papa subraya cuáles sean los propósitos contenidos en esta encíclica, se abre la carta en dos capítulos, que son como un esmerado desplegable que va señalando la peregrinación por la que discurre el amor cristiano. La primera parte se detiene en la figura de Cristo y en las diferencias entre un amor egoísta y el verdadero amor, que es entrega generosa y reciprocidad. El amor humano y el ágape cristiano pueden formar una maravillosa síntesis expresada en el matrimonio. La relación entre el amor y la justicia ocupa la segunda parte de la encíclica. Sin amor no es posible la justicia y sin la justicia es imposible la paz.


De alguna manera, podríamos decir que esta carta es como el manual que ha de llevarse en esa singular y obligada peregrinación a realizar entre el santuario del amor de Dios y el encuentro con aquellos que se quedaron a la intemperie, sin otro cobijo que la marginación y la pobreza. La fe, ha recordado Benedicto XVI, no es una teoría que uno puede asumir o arrinconar, sino el criterio que marca la propia vida.


Decía el Papa que «una primera lectura de la encíclica podría suscitar quizás la impresión de que está quebrada en dos partes, que no tienen mucha relación entre sí: una primera parte, teórica, que habla de la esencia del amor, y una segunda parte que trata de la caridad eclesial, de las organizaciones caritativas. Sin embargo, lo que a mí me interesaba era precisamente la unidad de los dos temas, que sólo pueden comprenderse adecuadamente si se ven como una sola cosa».


Una reflexión teológica y pastoral, con el acostumbrado estilo de Benedicto XVI: profunda en la reflexión y expuesta con claridad para comprender el eros y el ágape, el amor humano y caridad cristiana como reflejo de esa unidad entre Dios y los hombres, el matrimonio y la familia, el hombre y la sociedad, la fe y los sacramentos. Amor grande por lo inagotable -«la medida del amor es un amor sin medida»- y universal, porque a todos ha de llegar y ninguno puede quedar excluido en esta mesa del amor de Dios manifestado en Jesucristo y presente en la Iglesia.


Por demás importante y actual es el epígrafe dedicado a la justicia y a la caridad. «Una norma fundamental del Estado -dice el Papa- debe ser perseguir la justicia y que el objetivo de un orden social justo es garantizar a cada uno, respetando el principio de subsidiaridad, su parte de los bienes comunes» (n. 26), subrayando, después, dos situaciones de hecho: que el orden justo de la sociedad y del Estado es una tarea principal de la política; que el amor siempre será necesario incluso en la sociedad más justa, pues desentenderse del amor es desentenderse del hombre. «Lo que hace falta no es un Estado que regule y domine todo, sino que generosamente reconozca y apoye, de acuerdo con el principio de subsidiaridad, las iniciativas que surgen de las diversas fuerzas sociales y que unen la espontaneidad con la cercanía a los hombres necesitados de auxilio. La Iglesia es una de estas fuerzas vivas» (n. 28).


Un tema, en fin, fundamental, éste del amor cristiano, e imprescindible en la vida y acción de cuantos quieren seguir fielmente a Cristo. En unos momentos de no pocos desconciertos ideológicos, de convulsiones sociales y de ambigüedades religiosas, es particularmente importante que una voz autorizada, como es la del Papa, proclame a todos los vientos que lo más importante es un amor que se hace historia en la entrega de uno mismo al servicio de los demás. Pero, explica y aclara el Papa, la caridad cristiana no tiene afanes proselitistas. «El amor es gratuito; no se practica para obtener otros objetivos. Pero esto no significa que la acción caritativa deba, por decirlo así, dejar de lado a Dios y a Cristo. Siempre está en juego todo el hombre. Con frecuencia, la raíz más profunda del sufrimiento es precisamente la ausencia de Dios. Quien ejerce la caridad en nombre de la Iglesia nunca tratará de imponer a los demás la fe de la Iglesia. Es consciente de que el amor, en su pureza y gratuidad, es el mejor testimonio del Dios en el que creemos y que nos impulsa a amar» (n. 31).

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