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Chocolatada Navideña en Santa Inés

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Los jóvenes de la comunidad parroquial de Santa Inés organizan este Adviento una tarde de convivencia festiva previa a la Navidad, con bendición del Belén parroquial, actuación del Belén viviente y chocolatada. La cita es el 13 de diciembre de 17.00 a 19.00 horas en la parroquia.

La comunidad parroquial de Santa Inés, encabezada por el grupo joven, se ha volcado en la preparación de este encuentro, en el que habrá chocolate caliente, bizcochos, varios sorteos con premios de cestas de Navidad, una actuación de Belén viviente y muchas más sorpresas. 

Se invita a todos a colabora aportando un bizcocho y participando para contribuir así a financiar las actividades de verano de los grupos de infancia y juventud de la parroquia. 

Esta iniciativa viene a completar la ya impulsada por la Cáritas de la parroquía, que celebró una merienda fraterna el día 8, a las 17.00 de la tarde, junto a las familias que acompañan en sus distintas circunstancias.

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Se inaugura el año jubilar de San Juan de la Cruz

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El 14 de diciembre celebramos la fiesta de san Juan de la Cruz, cofundador de la Orden de los Carmelitas Descalzos junto a santa Teresa de Jesús. Patrono de los poetas y escritores españoles, su obra se considera el culmen de nuestra mística.

La reforma del Carmelo le supuso duras pruebas y dificultades para ver a Dios en medio de las tribulaciones, experiencia que dejó reflejada en oraciones bellísimas como la que acompaña este texto, su famosa “Llama de amor viva”.

Este año, en la víspera de su fiesta, se inaugurará en la iglesia segoviana donde reposan sus restos el Año Jubilar Sanjuanista convocado con motivo del tercer centenario de su canonización y los 100 años de su proclamación como doctor de la Iglesia. Al día siguiente se abrirá la puerta santa en Fontiveros, localidad natal del santo, coincidiendo con la fecha de su nacimiento. La clausura oficial será en Úbeda, ciudad donde murió, el 26 de diciembre de 2026.

En Málaga, la apertura solemne del año jubilar tendrá lugar en la parroquia de Stella Maris, en la Alameda Principal, en la que sirve una comunidad de carmelitas descalzos, en la Eucaristía de las 19.30 horas. En nuestra diócesis contamos, además, con una parroquia dedicada a él, en la barriada malagueña de El Palo.

Cartel del Jubileo de San Juan de la Cruz
Cartel del Jubileo de San Juan de la Cruz

LLAMA DE AMOR VIVA

¡Oh llama de amor viva,

que tiernamente hieres

de mi alma en el más profundo centro!

Pues ya no eres esquiva,

acaba ya, si quieres;

¡rompe la tela de este dulce encuentro!

¡Oh regalada llaga!

¡Oh mano blanda! ¡Oh toque delicado,

que a vida eterna sabe,

y toda deuda paga!

Matando, muerte en vida la has trocado.

¡Oh lámparas de fuego,

en cuyos resplandores

las profundas cavernas del sentido,

que estaba oscuro y ciego,

con extraños primores

calor y luz dan junto a su Querido!

¡Cuán manso y amoroso

recuerdas en mi seno,

donde secretamente solo moras

y en tu aspirar sabroso,

de bien y gloria lleno,

cuán delicadamente me enamoras!

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Un cielo de madera

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Una de las mejores joyas que guarda el pequeño museo catedralicio no se encuentra precisamente contenida en alguno de los expositores de la sala. Para descubrirla, solo basta alzar la mirada y observarla con detenimiento.

Se trata del precioso artesonado mudéjar que ennoblece por entero el techo de la estancia, obra ejecutada con toda maestría y primor a comienzos del siglo XVI. 

Esta muestra de la labor conocida como carpintería de lo blanco es la mejor muestra del trasvase cultural que se dio por aquella época inmediata a la conquista castellana, cuando los repobladores cristianos se valieron del conocimiento y la pericia técnica de la población musulmana. Esta artística cubierta, toda ella de madera ensamblada, es el resultado de un sofisticado trabajo artesano donde casetones, patrones geométricos y lacería no solo cumplen una función meramente arquitectónica, sino que crean un conjunto de alto valor estético.

La estancia que alberga el artesonado fue, desde la posguerra hasta la segunda mitad de la década de los noventa del pasado siglo, la sala capitular donde los canónigos se reunían para tomar los acuerdos inherentes al gobierno de la Catedral. La misma comprendía una pequeña capilla delimitada por una celosía de madera con un altar pintado presidido por la imagen de la Inmaculada. En la actualidad, el ara se encuentra depositada en la capilla de la Inmaculada y la imagen en la del Pilar. Los demás elementos desaparecieron.

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Cristo es la fuente

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Una de las pinturas del museo de la Catedral que más llama la atención a quienes la contemplan es la titulada como La Fuente de la Vida. Se trata de una composición alegórica que centra la imagen de Cristo clavado a un madero en forma de tau.

Esta iconografía fue difundida por san Francisco que asoció la última letra del alfabeto hebreo a la cruz como recuerdo del día postrero y signo de salvación ya presagiado por el profeta Ezequiel (9,4): «El Señor le dijo: Pasa a la ciudad de Jerusalén y ponles una señal en la frente a los hombres que gimen a causa de las abominaciones» .

El Crucificado tiene como base una pila que embalsa la sangre que brota de sus heridas. En su borde, tras la cruz, unos ángeles sostienen un tarjetón que expresa en latín: «Estos son los que vienen de la gran tribulación y han lavado sus vestiduras y la han blanqueado en la sangre del Cordero» (Apocalipsis, 7,14).

Al pie de la fontana se encuentra yacente el poverello de Asís rodeado de frailes. Todos ellos quedan identificados con unas bandas que indican su pertenencia al ejército de los mártires. Del pecho de Francisco brotan unas azucenas de cuyas flores surgen diminutos bustos de bienaventurados como Clara, Buenaventura, Bernardino, Antonio… En definitiva, la pintura quiere plasmar cómo la orden franciscana, tiene como basamento a su fundador que a su vez se ha nutrido de la fuente salvífica que es Cristo y que ha purificado y librado de la muerte eterna a cuantos han dado testimonio suyo con su martirio o su vida ejemplar. La obra, de origen anónimo, debió ser realizada a fines del siglo XVI.

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La parroquia de la Paz y Cáritas arciprestal de San Patricio atraviesan la puerta santa de Cotolengo

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La parroquia de Nuestra Señora de la Paz, en Málaga, y el grupo arciprestal de Cáritas de San Patricio peregrinaron hasta la Casa del Sagrado Corazón, Cotolengo, el 9 de diciembre, para ganar el Jubileo.

Es una de las ultimas peregrinaciones jubilares antes de la clausura del 28 de diciembre. «Una tarde llena de buena compañía, buenos sentimientos y deseos de ser «peregrinos de Esperanza»», afirma Damián Ramírez, párroco de Nuestra Señora de la Paz. 

Los peregrinos encaminaron sus pasos desde la Paz e hicieron dos paradas en el camino, para orar con los salmos 25 y 26. 

Al llegar a Cotolengo celebraron la Eucaristía, que concluyeron con la oración del Jubileo:

«Padre que estás en el cielo, la fe que nos has donado en tu Hijo Jesucristo, nuestro hermano, y la llama de caridad infundida en nuestros corazones por el Espíritu Santo, despierten en nosotros la bienaventurada esperanza en la venida de tu reino.

Tu gracia nos transforme en dedicados cultivadores de las semillas del Evangelio que fermenten la humanidad y el cosmos, en espera confiada de los cielos nuevos y de la tierra nueva, cuando vencidas las fuerzas del mal, se manifestará para siempre tu gloria.

La gracia del Jubileo reavive en nosotros, peregrinos de esperanza, el anhelo de los bienes celestiales y derrame en el mundo entero la alegría y la paz de nuestro Redentor

A ti, Dios bendito eternamente, sea la alabanza y la gloria por los siglos. Amén».

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El Obispo bendice el nuevo Centro parroquial de Arjonilla

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En el II domingo de Adviento, tiempo de espera y esperanza, la comunidad de Arjonilla vivió un acontecimiento que quedará guardado en la historia de esta villa. Nuestro Obispo, Don Sebastián, presidió la Eucaristía en la parroquia de la Encarnación, que se hizo cercano a todos con su palabra y su presencia de padre y pastor; y concelebrada por el párroco, D. Ángel, y su secretario, D. Francisco Javier. También, se contó con la presencia del alcalde de la localidad, D. Luis Miguel Carmona. Esta celebración está especialmente dirigida a los niños y jóvenes de catequesis. Asistieron numerosos padres, madres y fieles en general, que llenaron por completo el templo.

En su homilía, Monseñor Chico Martínez bajó del presbiterio y se acercó a la grey infantil y juvenil, formulándoles preguntas sobre las lecturas de este «II domingo de Adviento». Analizó con ellos las palabras clave de los textos proclamados hasta llegar a la idea principal: la conversión. “Así, el Adviento es una llamada constante a mantenernos despiertos y a preparar el corazón para un Dios que viene y que no se cansa de buscarnos”, afirmó Don Sebastián.

El Prelado comenzó sus palabras explicando el motivo que lo había llevado hasta allí: “Mi presencia entre vosotros, en este día, tiene un motivo muy especial: al concluir la Eucaristía bendeciremos el nuevo Centro Parroquial, un espacio que nace para servir a la evangelización, a la comunión, a la formación y a la vida pastoral de este pueblo que tanto quiere a su Iglesia. Aprovecho este momento para saludar al equipo de arquitectos y constructor que habéis llevado a cabo esta hermosa obra…”

En su homilía y sobre la Palabra de Dios, reflexionó: “Vivir el Adviento significa escuchar esta llamada personal a la conversión. Preguntémonos sinceramente: ¿Qué tengo que dejar? ¿Qué me aparta de vivir en gracia de Dios? ¿En qué debo crecer para parecerme más a Jesús: ¿en la piedad, en el amor a los pobres, en su pasión por anunciar el Evangelio? ¿Qué debo mejorar en mi vida familiar, en el trato con los hijos, en la relación con los enfermos, en mi trabajo, en mi parroquia, en mis amistades?

Al finalizar la Santa Misa, el obispo, acompañado por el párroco don Ángel Sigüenza Fuentes y varios seglares, se dirigió al nuevo Centro Parroquial «San Roque» para proceder a su solemne bendición y al descubrimiento de una inscripción que deja constancia del acontecimiento, con la fecha y los nombres del prelado y del párroco.

Este centro parroquial ha sido realizado con el aporte de todo el pueblo, especialmente gracias a importantes donativos y a la venta de un inmueble perteneciente a la parroquia. Se trata de un edificio diáfano y moderno. Don Sebastián expresó su alegría, elogiando tanto la construcción como la finalidad pastoral del nuevo espacio.

Al concluir la celebración, el Obispo se dirigió al nuevo Centro de Pastoral Parroquial “San Roque”, donde tuvo lugar el acto de inauguración y bendición. En sus palabras, el Obispo expresó: «Hoy celebramos que el Señor sigue escribiendo su historia en Arjonilla. Lo hace a través de este espacio acogedor y digno, en el que se forjarán corazones, se acompañarán procesos y se formará en la misión evangelizadora. Que este centro sea taller de fe, escuela de fraternidad y hogar de caridad».

No faltó un agradecimiento sincero a “Segado Arquitectos”, cuya labor ha unido la belleza con la funcionalidad, así como a los numerosos benefactores y voluntarios que, con su tiempo, esfuerzo y generosidad, han hecho posible este sueño anhelado.

Al bendecir este centro parroquial al servicio del Evangelio, se renueva también el compromiso de una comunidad que desea seguir siendo sal y luz en medio de su pueblo. Arjonilla abrió un nuevo capítulo en su vida parroquial, iluminado por la certeza de que toda obra nacida de Dios y destinada al bien común es una bendición para el presente y una promesa de esperanza para el futuro.

Aurelio Ortega
Parroquia de la Encarnación de Arjonilla

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Conferencia sobre la conservación y restauración de la imagen de Santa María de la O de Sanlúcar de Barrameda

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Conferencia sobre la conservación y restauración de la imagen de Santa María de la O de Sanlúcar de Barrameda

La Parroquia Mayor de Santa María de la O organiza una interesante conferencia sobre la conservación y restauración de la imagen titular de este templo histórico de Sanlúcar de Barrameda, Santa María de la O, que tras la restauración por parte de Salvador Guzmán Moral, ha permitido recuperar el esplendor original de esta valiosa imagen del siglo XVIII.

El acto tendrá lugar el viernes 12 de diciembre a las 20:00 horas en el Museo de la Parroquia Mayor de Santa María de la O, al que se entra por el Patio de los Naranjos. El conferenciante de esta cita es Salvador Guzmán Moral, Doctor en Bellas Artes y conservador-restaurador, el cual bajo el título «Conservación y Restauración de la imagen de Santa María de la O», acercará a todos los asistentes al proceso de conservación y restauración de esta imagen mariana de gran valor artístico y devocional.

Desde este templo histórico de Sanlúcar de Barrameda se invita a asistir a esta actividad que permitirá conocer un poco más sobre la imagen de Santa María de la O. Asimismo, cabe destacar que este evento será de entrada libre hasta completar el aforo.

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Homilía de la Misa de Profesión Perpetua de las Hermanas de la Cruz (09-12-2025)

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Homilía de la Misa de Profesión Perpetua de las Hermanas de la Cruz (09-12-2025)

Queridos sacerdotes concelebrantes, diáconos; Madre General, Consejo, y Hermanas de la Compañía de la Cruz; familiares y amigos presentes; especialmente las Hermanas que en esta celebración hacéis la Profesión Perpetua, entregando vuestra vida definitivamente al Señor.

Nos reunimos en esta Casa Madre, en la que la gracia de Dios ha obrado con fuerza desde los días de Santa Ángela de la Cruz, y donde tantas generaciones de hermanas han ofrecido su vida “por amor de Dios y de los pobres”. Hoy es un día de alegría grande para la Iglesia, para vuestra familia religiosa y para toda la Archidiócesis de Sevilla, porque seis hermanas harán su Profesión Perpetua. No se trata de un rito más, sino de un misterio de consagración profunda, un acto de fe, de amor y entrega total. La Iglesia reconoce y bendice esta ofrenda, y hoy nos alegra acompañaros con la oración, la solemnidad y el afecto.

La primera lectura nos ha introducido en el corazón del misterio: la consagración religiosa es una historia de amor entre Dios y la persona consagrada. “Grábame como sello en tu corazón, grábame como sello en tu brazo” (Cant 8,6). Es un amor exclusivo, estable, definitivo. Un amor que imprime un sello interior, que da identidad. No se trata de un sentimiento pasajero, sino de un amor más fuerte que la muerte. Vuestra Profesión Perpetua es la respuesta a ese amor que os llamó, es la respuesta a la voz suave, insistente, misericordiosa del Señor Jesús, que un día os dijo: “Ven y sígueme”. El Cantar de los cantares es un canto nupcial: hoy la Iglesia contempla cómo Cristo graba su nombre en vuestro corazón, como sello definitivo. Y vosotras grabáis también vuestro nombre en el suyo, para siempre.

El Salmo 39 nos ofrece la expresión más pura de la consagración: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”. En vuestra vida religiosa, esta voluntad de Dios se concreta en el servicio humilde, en la obediencia confiada, en la disponibilidad total, en la pobreza radical, en la entrega silenciosa. La espiritualidad de la Compañía es profundamente evangélica: Dios en el centro, los pobres en el corazón, la Cruz como escuela, la humildad como camino. El salmista dice también: “No has querido sacrificios ni ofrendas… entonces yo dije: Aquí estoy”. A Dios no le interesan los sacrificios vacíos, sino el corazón. Y vosotras habéis puesto vuestra vida a disposición del Señor. No basta con decirlo, hay que llevarlo a cabo. Y vosotras os comprometéis hoy a hacerlo para siempre.

San Pablo nos ha recordado que la lógica de Dios no es la del mundo. “Dios ha escogido lo débil del mundo para confundir a lo fuerte… lo despreciado, lo que no cuenta”. La consagración religiosa según el espíritu de Santa Ángela es una encarnación viva de esta palabra. Sor Ángela buscó siempre “lo pequeño”, lo escondido, lo que el mundo no suele valorar. Ese espíritu es el que hoy abrazáis definitivamente: ser pequeñas, ser servidoras, ser pobres entre los pobres, para mitigar la miseria, no sólo la pobreza material, sino la soledad, el abandono, la tristeza, la falta de esperanza. Vosotras hacéis profesión en una época en que se valora la eficiencia, el éxito, la imagen, el reconocimiento. Por eso vuestro “sí para siempre” es un signo profético, decidiendo caminar por el sendero del Evangelio puro, sin maquillaje, sin adornos, sin protagonismos; siguiendo a Cristo pobre y humilde.

El Evangelio nos regala una de las palabras más consoladoras de Jesús: “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados… Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón”. Aquí está la clave de vuestra vida: humildad y mansedumbre. Jesús no es un Maestro que impone, sino que acompaña; no exige sin antes sostener; no llama sin antes capacitar. Vuestro carisma es un reflejo perfecto de esta página evangélica. Santa Ángela aprendió de Cristo la mansedumbre que cura, la humildad que sostiene, la caridad que dignifica. Por eso fundó una Compañía que vive en el corazón del pueblo, compartiendo sus dolores y esperanzas, buscando en los pobres el rostro sufriente de Cristo. En vuestras manos se sostienen ancianos, enfermos, niños, familias agotadas; en vuestros pasos se camina hacia los patios, las casas, los barrios donde la vida duele; en vuestro silencio se levanta la súplica de la Iglesia. Y en vuestra pobreza se revela el Evangelio que libera.

La Oración de Bendición del Ritual de Profesión Religiosa dice en uno de sus pasajes: “Padre santo, creador del mundo… mira a estas hijas tuyas, que desean consagrarte toda su vida. Dales un corazón indiviso, para que te pertenezcan para siempre”. La Iglesia pide para vosotras un corazón indiviso, un corazón que no se disperse entre mil centros de interés, sino que se entregue en totalidad al único Señor. Esa es la verdadera libertad: pertenecer del todo a Dios. Y la misma oración ruega: “Que perseveren fielmente en tu amor y sirvan con generosidad a sus hermanos”. La vida consagrada no es intimismo espiritual, sino servicio generoso y concreto. Por eso santa Ángela y el P. Torres recalcan que en los pobres se encuentra a Dios, y que la mejor teología es la caridad, porque donde hay amor verdadero, allí está Dios. Hoy la Iglesia pide que perseveréis en ese amor, que no os canséis nunca de servir, que Él sea vuestra fuerza y vuestra alegría.

La Compañía de la Cruz nació para vivir el Evangelio con radicalidad, y vosotras, queridas hermanas, hacéis los votos en una familia que vive la pobreza no como teoría, sino como estilo de vida, que entiende la obediencia como un acto continuo de fe, que abraza la castidad como amor indiviso a Cristo, que hace del servicio humilde su camino cotidiano. El mundo de hoy necesita este testimonio. La pobreza evangélica es luz, el servicio es sanación, la humildad es verdad. Por eso vuestra Profesión Perpetua es un signo de esperanza en una sociedad marcada por la autosuficiencia, el individualismo y la comodidad.

La Archidiócesis de Sevilla contempla esta Profesión Perpetua con inmenso agradecimiento. Las Hermanas de la Cruz sois una presencia imprescindible en nuestra Iglesia: sois cercanía, sois consuelo, sois fe convertida en obras. Vuestra vida callada sostiene a muchos más de los que imagináis. La profesión de seis hermanas es una gracia que enriquece a todo el pueblo de Dios. Es una respuesta a tantos que buscan el sentido de la vida, un anuncio de que Dios sigue llamando, una semilla de evangelización, una caricia del cielo en la tierra. En este Año Jubilar que estamos concluyendo, vuestro “sí” se convierte en testimonio de esperanza. La Iglesia necesita hombres y mujeres consagrados que digan con la vida que Dios basta, que Dios es fiel, que la caridad es más fuerte que el egoísmo, que el amor es más fuerte que la muerte.

Queridas hermanas: hoy Cristo os toma de la mano para siempre. No tengáis miedo. La Compañía os abraza como madre, la Iglesia os acompaña, el Señor camina con vosotras. Que Santa Ángela os inspire siempre. Que su espíritu de humildad, sacrificio y alegría sea vuestra guía. Que el beato José Torres Padilla os enseñe a vivir en la presencia de Dios, en la paz interior, en la caridad ardiente. Y que María santísima os proteja cada día y os mantenga fieles hasta la eternidad. Pedimos al Señor que bendiga vuestra vida, vuestra entrega, vuestra consagración. Que vuestro “sí” sea fecundo, alegre y perseverante. Y que, viviendo pobres y para los pobres, transparentéis siempre el rostro luminoso de Jesucristo, manso y humilde de corazón. Así sea.

Mons. José Ángel Saiz Meneses, arzobispo de Sevilla

 

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“Vamos a acudir a Ella”

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Queridos sacerdotes concelebrantes;
querido diácono;
queridos niños;
queridas familias;
queridos amigos;
queridos miembros también de la hermandad más joven de Granada, la de Nuestra Señora de la Granada, la Santísima Virgen de la Granada, que nos preside en esta celebración, tan bellamente, con todo lujo del cariño de sus hijos;
queridos hermanos todos:

Estamos celebrando una fiesta grande, en medio de este tiempo de Adviento, que nos va preparando para la Navidad del Señor, recobrando ese sentido de esperanza que tenemos que tener en un mundo tan triste muchas veces, aunque sí, muy divertido, tan triste muchas veces, pero con mucho espectáculo, pero falto de esa alegría profunda que nace de los valores y de las realidades en definitiva de Dios.

El tiempo de Adviento nos prepara para ese encuentro con el Señor en la Navidad en nuestro corazón, recordando Su primera venida, pero, al mismo tiempo, nos recuerda que todos estamos de camino, y como nos decía el Papa Francisco “somos peregrinos de esperanza”, en este año jubilar.

Luego, vamos caminando hacia el final de nuestra propia vida, o hacia el final de la historia, en que el Señor se manifestará gloriosamente vencedor del pecado y de la muerte como Rey y Señor del Universo, Señor de la Historia. El mal no tiene, por tanto, la última palabra. Y aunque lo pasemos mal, aunque veamos dificultades, sabemos que Dios ha vencido, que Dios no nos va a dejar, que el Señor está a nuestro lado. Y esa cercanía de Dios es la que celebramos en la Navidad, y para ello preparamos nuestro corazón.

Pero tenemos un modelo, tenemos a quien padecernos. Y ese modelo es la Virgen. ¿Cómo esperaría Ella a Jesús, queridos niños? Con qué cariño esperaría Ella, no haciendo un Belén, como lo hacéis vosotros, sino en su corazón. ¿Con qué cariño Ella prepararía que llevaba a Cristo en sus purísimas entrañas el nacimiento de Su Hijo? Ella sí que pondría todo de su parte, para ir preparándose como nadie, recordando todas las promesas del Antiguo Testamento, de cómo Dios no abandona a su pueblo, aunque eso fuese y estuviese a la vez acompañado de motivos que podrían llevarle a la tristeza, como era la falta de medios, como era la pobreza, incluso puntos de contradicción: cómo Dios nace en la pequeñez y en un pesebre.

Pero ahí la fe de la Virgen se nos muestra como ejemplo, para nosotros. Pero esa fe de la Virgen, que está limpia de todo pecado y de toda mancha, que es la creyente primera, el modelo de toda creyente, Ella pasa también por las dificultades. Por eso, nos entiende, queridos amigos. Por eso sabe lo que nos pasa. Y sabe que a veces nosotros también tenemos que vivir ese claro oscuro en medio de las dificultades. Mirar a la Virgen. No podemos sólo destacar que es limpia de pecado, pero tenemos que ir a lo positivo, que es la llena de todas las gracias, de todas las virtudes, de toda santidad. En Ella sí se cumple realmente lo que San Pablo en la Carta a los Efesios nos describe en ese bello himno cristológico de su comienzo. Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que es la persona de Cristo, el nuevo Adán. Nos ha bendecido con toda clase de bienes espirituales y celestiales. Hice cosas preciosas en Él, nos eligió antes de la constitución del mundo, para que seamos santos y reprochables ante Él por el amor.

Luego, eso que en nosotros se ha de producir, se produce ya por la salvación, por la Redención de Cristo en la cruz, a María se le aplicó de manera anticipada, en previsión de los méritos de Cristo en Su pasión, muerte y Resurrección. Y Ella ya sí es la llena de gracia. En Ella no hay mancha alguna. Ella está llena de toda santidad. Ella es como quería Dios que fuésemos, hubiésemos sido todos los seres humanos desde el comienzo.

Pero, hemos escuchado esa historia, con ese bello lenguaje del libro del Génesis, pero cargado de contenido y de realidad, al mostrarnos la realidad del pecado, el abandono de Dios, la suplantación de Dios. Pero, al mismo tiempo, la historia humana no se cierra con la desesperanza, sino que Dios promete un Salvador. Es Jesús, el Hijo de Dios. Y al mismo tiempo, una mujer nueva. Esa mujer nueva es María, la que no está tocada por el pecado, la que no está tocada por la serpiente. María es nuestro modelo, pero podéis decir, ‘pero qué modelo más altísimo, nos será imposible’.

Queridos amigos, ciertamente, no podemos imitarla en todas sus virtudes y privilegios. Pero sí podemos parecernos y pedir al Señor que nos dé la fe de la Virgen, la fe que sepa sobreponerse en medio de las dificultades y las contrariedades.

Sí, podemos pedirle al Señor que nos ayude a hacer lo que Ella hizo mejor que nadie, hacer lo que Dios le pedía, vivir como Dios manda, cumplir Su voluntad, en nuestras circunstancias, en nuestra vida de familia, en nuestras relaciones sociales y, sobre todo, podemos pedirle que nos ayude a vivir y parecernos a Jesús, haciendo realidad en nosotros su mandato, el mandato de la Virgen, de las pocas veces que escuchamos las palabras de la Virgen en la Sagrada Escritura, que, cuando dice a aquellos criados en las bodas de Cana, “hacer lo que él os diga”, pues, hagamos nosotros también, en nuestra vida, lo que Jesús nos dice. Seamos mejores cada día. Vivamos en nosotros esas consecuencias de la salvación de Jesús, esa santidad a la que estamos llamados para vivir nuestra vida ordinaria, y así nos iremos pareciendo a la Virgen –“quien a los suyos parece, honra, merece”, dice el dicho castellano-.

Pues, vamos a parecernos a Ella. Y vamos a acudir a Su intercesión de madre. Ella no se olvida de nosotros. Y por eso le rezamos, por eso la queremos, por eso es tan fácil vivir esa realidad y acogerla en nuestro corazón y ponerla en el centro, junto a Jesús, porque María es esa palabra del Misterio cristiano.

Vamos a acudir a Ella. No pase ningún día sin que nos dirijamos a Ella con las mismas palabras que nos ha recordado el Evangelio y que pronuncia el Ángel. Vamos a acudir a Ella, pidiéndole que nosotros también aceptemos la Voluntad de Dios. Seamos coherentes en nuestra vida con nuestra condición de cristiano y perseveramos en el bien obrado, que María, la Madre de Jesús, la Inmaculada Concepción, a la quien quiere tanto Granada, pues que Ella nos ayude.

Así sea.

+ José María Gil Tamayo
Arzobispado de Granada

S.A.I Catedral de Granada
8 de diciembre de 2025

Conversión, como preparación en Adviento

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Homilía de D. José María Gil Tamayo, arzobispo de Granada, en la Eucaristía del II Domingo de Adviento, celebrada en la Catedral el 7 de diciembre de 2025.

Queridos hermanos sacerdotes concelebrantes;
queridos seminaristas, especialmente los que venís de Camerún;
querido diácono;
queridos hermanos y hermanas;
queridos fieles de las parroquias de Cónchar y Cozvíjar, que habéis venido con vuestro barco, con don Felipe;
queridos amigos, hermanos todos:

Sed bienvenidos, como os decía, en este segundo domingo de Adviento.

Los primeros cristianos se preparaban al Adviento como si fuese una cuaresma. Por eso, resonaba muy fuerte la Palabra de Dios de la conversión, para recordar la primera venida del Mesías, para preparar un corazón bien dispuesto. Vivían con penitencia esos días, para que después estallaran en alegría, en gozo, en compartir los días de la Navidad del Señor. Es más, los Padres en sus homilías, especialmente San León Magno, habla de este espíritu de conversión, de este espíritu penitencial, de esos días de penitencia dentro del Adviento.

Nosotros, queridos hermanos, hemos olvidado esto. Nos ha comido el terreno los grandes almacenes, incluso la política. Nos ha comido el terreno esa llamada al consumismo, esa llamada a tener y celebrar los días de Navidad como si fuesen unas fiestas de invierno. Todo lo más, sí, un sentido fraterno, claro que lo tiene, ¿cómo no lo va a tener? De preocuparnos de los demás. Lo malo es que tiene fecha de caducidad y del día siguiente al Día de Reyes ya la solidaridad se acabó hasta el año que viene. Esos días nos ponemos como más tiernos, volvemos a ser como niños, pero no tanto. Esos días también, claro que sí, son días de familia, de juntarnos, de echar de menos a quienes están lejos. (Nosotros en mi casa esperábamos a mi padre que estaba en Alemania). Son días en que se encuentran las familias. Son días también en que se echa de menos, especialmente viene una nostalgia y un recuerdo de quienes nos han dejado y otros años han compartido esas fiestas con nosotros.

Pero hemos ido perdiendo los grados de consideración de la Navidad. Por eso, es muy bueno cómo San Pablo hoy nos advierte en la Segunda Lectura de que la Palabra de Dios ilumina nuestras vidas, nuestras circunstancias. En esa Palabra de Dios, San Pablo invitaba a la paciencia. Invitaba – y ha repetido también en la Carta a los Filipenses- a tener los sentimientos de Cristo. De eso se trata, queridos amigos.

Todo el año cristiano es una configuración con Cristo. Es vivir la presencialidad de Cristo, la actualidad de Cristo, la contemporaneidad de Cristo en nuestras vidas en lo que es, por esencia, la obra de Dios, que es la liturgia. Y entonces, hacemos presente al Señor. Se hacen realidad esas palabras con las que nos alude el sacerdote: “El Señor esté con vosotros”. Claro que está con nosotros. Está en su Palabra que hemos escuchado, está en su cuerpo y en su sangre que compartimos y es ofrecido. Y están los hermanos que se hacen presente.

Vamos a prepararnos a las fiestas de Navidad y vamos a recuperar ese sentido. No digo de esas penitencias que vivían nuestros hermanos los primeros cristianos, pero sí de conversión como nos habla el profeta Isaías en la Primera Lectura. Nos hace una llamada a la conversión, pero sobre todo esa llamada a la conversión para prepararnos a esos tiempos mesiánicos que describe el profeta de paz, de concordia. Esos tiempos que hemos de hacer aquí, anticipar aquí, haciendo realidad esa petición del Padrenuestro, “venga a nosotros tu Reino, así en la tierra como en el cielo”; que se haga Tu Voluntad: “Venga a nosotros tu Reino”.

Se cumplirá ciertamente en la llegada final del Señor al final de los tiempos. Pero Cristo ya ha vencido. Y ese recuerdo de su primera venida tiene que ayudarnos a recordar y a movernos, a espabilarnos para instaurar aquí en nuestro mundo un reino de paz y de concordia. Máxime cuando vemos tanta división, tanta zozobra, tanta inquietud, tanta falta de cariño, tantas guerras abiertas, tanta violencia, tantas diferencias sociales. Y al mismo tiempo, tanta opulencia, tanto consumismo, tanto lujo, tanto desenfreno. Y la voz del profeta tiene que resonar en nosotros, pero, sobre todo, la voz de Juan el Bautista, que es la gran figura de este segundo domingo de Adviento.

Y nos invita precisamente a la conversión. Pero para no andarnos con teoría o por las nubes tenemos que preguntarnos ‘¿en qué tengo yo que cambiar para preparar una verdadera Navidad?’. Sí, ciertamente, se está preparando, se compran productos, y a ser posible anticipándose en los precios. Si es verdad se compran regalos; si es verdad nos preparamos con mejor ropa.

Pero, ¿nuestro corazón se prepara para vivir la Navidad? ¿Para levantar tanto esa hondura de nuestros egoísmos? ¿Esa hondura de pensar sólo en nosotros mismos? ¿Esa hondura de nuestras divisiones y esas brechas que nos separan de Dios y de los demás? ¿Estamos dispuestos a allanar ese terreno como nos pide el profeta, como nos pide Juan el Bautista? ¿Estamos dispuestos a bajar nuestra soberbia? ¿A ser humildes, a reconocer que nos equivocamos y que necesitamos ser mejores? ¿Estamos dispuestos a rebajar muchas veces nuestros lujos? ¿Estamos dispuestos a rebajar muchas veces nuestras ansias de poder? ¿Estamos dispuestos realmente a cambiar?

Nada mejor para vivir la Navidad que se acerque a ese espíritu de conversión que una buena confesión; que una buena reconciliación con el Señor, para vivir al menos con un sentido cristiano elemental nuestro acercamiento a Dios y preparar -haciéndonos eco de las palabras de Juan el Bautista- un corazón bien dispuesto al Señor. Para que la Navidad nos haga ser mejores, pero no en lo exterior, no en una sensiblería que caduca, no en un sentimiento de fraternidad pasajero, sino, fijo, firme, de compromiso cristiano, por hacer un mundo mejor, por acercarnos a los pobres y a los necesitados, por reconocer a Cristo en quien está lejos de nosotros y puede pasar hasta en nuestras propias familias.

Queridos hermanos y hermanas, el Adviento es un tiempo para espabilarnos. Para ponernos en la actitud de vigilancia. Para ponernos, sobre todo, en la actitud de conversión y de vuelta a Dios. Esto es lo que nos pide y esto no está reñido con la alegría, con la esperanza de este tiempo. Esto no está reñido con la verdadera alegría que es encontrarnos con el Señor. Esto no está reñido con la verdadera alegría que es la paz y el gozo. No sólo tener cosas, sino tener razones y sentido por el que vivir.

Vamos a pedirle ayuda a la Virgen Santísima. Estamos esperando esta tarde la Vigilia, por eso no está aquí la Virgen que iba a incensarla. Y no está para dar espacio a la Virgen de la Granada, que viene esta tarde a la Catedral, para la Vigilia de la Inmaculada. Ella es la limpia de todo pecado, pero Ella es la llena de santidad. Nadie como Ella preparó la Virgen del Señor.

Vamos a pedirle a Ella, a la Virgen Santísima, a la Virgen de la Esperanza, a la Virgen de la Espera, que nos ayude a esperar a Jesús y a recibirlo como Dios quiere, así sea.

+ José María Gil Tamayo
Arzobispado de Granada
S.A.I Catedral de Granada

7 de diciembre de 2025

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