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JUEVES SANTO: «Si amas, te comprometes», por José Juan Moreno Martínez

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El Jueves Santo es un día grande para la Iglesia en el que comienza el triduo pascual y celebramos la última cena de Jesucristo que muestra su amor desbordante. En la Eucaristía de este día vivimos tres acontecimientos: la institución de la Eucaristía, la institución del Orden Sacerdotal y el mandamiento del Señor sobre la caridad fraterna. Tres acontecimientos colmados de amor.

La lectura del Evangelio de San Juan de este año comienza presentándonos la esencia del ministerio de Jesucristo, “habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo”, y termina encargándonos lo que debemos hacer, “os he dado ejemplo para lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis”. Todos y cada uno de nosotros somos amados por Dios, y estamos destinados al amor hacia los demás, especialmente a los hermanos que más sufren.

Conviene tomarnos el tiempo necesario para prestar atención sobre lo que nos quiere decir Jesús hoy, en medio de los múltiples y variados sentimientos y circunstancias que rodean nuestra vida. ¿Qué me pide el Señor?

Algunos testimonios nos ofrecen pistas para responder a esta pregunta; Santa Teresa de Calcuta nos dice que “el amor empieza hoy. Hoy alguien sufre. Hoy alguien duerme en la calle. Hoy alguien pasa hambre. Hoy es cuando tenemos hacer algo”. Y San Ignacio de Loyola decía “en todo amar y servir”. Y es que amar y servir son palabras inseparables. El servicio sin amor no es nada, y el amor sin servicio es menos todavía. Y el Papa Francisco nos dice que “debemos tomar dolorosa conciencia, atrevernos a convertir el sufrimiento personal lo que le pasa al mundo, y así reconocer cuál es la contribución que cada uno puede aportar”.

No hablamos, por tanto, de un amor abstracto. Seguir el ejemplo de Jesús significa comprometernos como Él, en la construcción de un mundo más justo y humano, mediante la puesta en práctica de acciones concretas que muestren la confianza en el amor de Dios y la solidaridad con las necesidades de nuestros hermanos, en especial, los descartados y olvidados de nuestras sociedades.

Es una alegría ver a tantas personas y organizaciones que, teniendo el Amor como referencia, viven cada día comprometidas con la mejora de las condiciones de vida de miles de seres humanos que no pueden llevar una vida digna, atrapados por la pobreza y el hambre de todo tipo. Las pastorales de migraciones, penitenciaria, salud, trabajo, ecología, acción social y caritativa son buenos ejemplos en los que podemos encontrar un lugar donde realizar nuestro compromiso.

Que el Jueves Santo, Día del Amor Fraterno, nos sirva de estímulo para aumentar el amor al mundo, así tendremos más posibilidades de comprometernos y de transformarlo.

José Juan Moreno Martínez, Delegado diocesano de Manos Unidas

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LECTURAS DEL JUEVES SANTO EN LA CENA DEL SEÑOR (CICLO C)

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LECTURAS DEL JUEVES SANTO EN LA CENA DEL SEÑOR (CICLO C)

Primera lectura

Lectura del libro del Éxodo 12, 1-8. 11-14

En aquellos días, dijo el Señor a Moisés y a Aarón en tierra de Egipto:
«Este mes será para vosotros el principal de los meses; será para vosotros el primer mes del año. Decid a toda la asamblea de los hijos de Israel: “El diez de este mes cada uno procurará un animal para su familia, uno por casa. Si la familia es demasiado pequeña para comérselo, que se junte con el vecino más próximo a su casa, hasta completar el número de personas; y cada uno comerá su parte hasta terminarlo.

Será un animal sin defecto, macho, de un año; lo escogeréis entre los corderos o los cabritos.

Lo guardaréis hasta el día catorce del mes y toda la asamblea de los hijos de Israel lo matará al atardecer”. Tomaréis la sangre y rociaréis las dos jambas y el dintel de la casa donde lo comáis. Esa noche comeréis la carne, asada a fuego, y comeréis panes sin fermentar y hierbas amargas.

Y lo comeréis así: la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano; y os lo comeréis a toda prisa, porque es la Pascua, el Paso del Señor.

Yo pasaré esta noche por la tierra de Egipto y heriré a todos los primogénitos de la tierra de Egipto, desde los hombres hasta los ganados, y me tomaré justicia de todos los dioses de Egipto. Yo, el Señor.

La sangre será vuestra señal en las casas donde habitáis. Cuando yo vea la sangre, pasaré de largo ante vosotros, y no habrá entre vosotros plaga exterminadora, cuando yo hiera a la tierra de Egipto.

Este será un día memorable para vosotros; en él celebraréis fiesta en honor del Señor. De generación en generación, como ley perpetua lo festejaréis».

Salmo

Salmo 115, 12-13. 15-16. 17-18

R/. El cáliz de la bendición es comunión de la sangre de Cristo

  • ¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Alzaré la copa de la salvación, invocando el nombre del Señor.
  • Mucho le cuesta al Señor la muerte de sus fieles. Señor, yo soy tu siervo, hijo de tu esclava: rompiste mis cadenas.
  • Te ofreceré un sacrificio de alabanza, invocando el nombre del Señor. Cumpliré al Señor mis votos en presencia de todo el pueblo.

Segunda lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 11, 23-26

Hermanos:

Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido: que el Señor Jesús, en la noche en que iba a ser entregado, tomó pan y, pronunciando la Acción de Gracias, lo partió y dijo:
«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía».

Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo:
«Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía».

Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva.

Lectura del santo evangelio según san Juan 13, 1-15

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.

Estaban cenando; ya el diablo había suscitado en el corazón de Judas, hijo de Simón Iscariote, la intención de entregarlo; y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido.

Llegó a Simón Pedro, y este le dice:
«Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?».

Jesús le replicó:
«Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde».

Pedro le dice:
«No me lavarás los pies jamás».

Jesús le contestó:
«Si no te lavo, no tienes parte conmigo».

Simón Pedro le dice:
«Señor, no solo los pies, sino también las manos y la cabeza».

Jesús le dice:
«Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos».

Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos estáis limpios».

Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo:
«¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros: os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis».

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Dispensa del ayuno y la abstinencia del Viernes Santo, si no se pueden guardar

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Dispensa del ayuno y la abstinencia del Viernes Santo, si no se pueden guardar

El obispo de Guadix ha publicado un decreto por el que se dispensa del ayuno y la abstinencia del Viernes Santo si no se pueden observar, pero recomienda otras prácticas de penitencia como la limosna, visita a enfermos y otros gestos de solidaridad, …

Se acerca uno de los días más grandes de la Semana Santa y de todo el año litúrgico: el Viernes Santo. Es un día que nos habla de entrega, de sacrificio, de salvación, y que apunta, gracias a Dios, hacia el Domingo de Resurrección. Es el Misterio Pascual, en el que celebramos que Cristo murió en la cruz por nosotros, para nuestra redención, para salvarnos, para resucitarnos con Él.

Para vivir con más intensidad todo lo que celebramos el Viernes Santo, la Iglesia ha llamado siempre a vivirlo con ayuno y abstinencia. Son dos prácticas que nos ayudan a recordar y celebrar la Pasión y Muerte de nuestro Señor Jesucristo; y, además, sirven como penitencia por nuestros pecados, que nos dispone mejor para una auténtica conversión.

Pero no siempre es posible vivir ese ayuno y abstinencia en estos días que son de fiesta o de procesiones para muchos. Así, para quienes no puedan cumplir con esta norma, el obispo ha publicado un decreto por el que se “dispensa del ayuno y abstinencia del Viernes Santo a todos los fieles a los que no sea posible observar esta ley sin grave incomodo”.

Sin embargo, se recomienda que, si no se puede guardar el ayuno y abstinencia, se sustituya esta penitencia por otras prácticas, como la “lectura de la Sagrada Escritura, limosna (en la cuantía que cada uno estime en conciencia), otras obras de caridad (visita de enfermos o atribulados), obras de piedad (participación en la Misa, rezo del Rosario, etc.) y mortificaciones corporales”, recuerda el obispo en el decreto publicado y que se puede consultar aquí.

Antonio Gómez

Delegado diocesano

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Decreto del dispensa del ayuno y la abstinencia en el Viernes Santo, si no se pueden practicar

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Decreto del dispensa del ayuno y la abstinencia en el Viernes Santo, si no se pueden practicar

 

Mons. FRANCISCO JESÚS OROZCO MENGÍBAR,

Por la gracia de Dios y de la Sede Apostólica Obispo de Guadix

DECRETO

A lo largo de los siglos, al Santa Madre Iglesia ha conservado el precepto del ayuno y la abstinencia el Viernes Santo en recuerdo de la Pasión y Muerte de nuestro Señor Jesucristo y como penitencia por nuestros pecados, que nos dispone mejor para una auténtica conversión del corazón.

Sin embargo, las particulares características de la celebración de la Semana Santa en nuestra Diócesis, especialmente por la participación o asistencia a las múltiples procesiones que organizan nuestras Hermandades y Cofradías, hacen difícil a muchos fieles la observancia del ayuno y la abstinencia

Por ello, teniendo en cuenta estas circunstancias, por el presente, y a tenor del canon 87 del Código de Derecho Canónico, D i S P E N S O del cumplimiento de dicha ley a todos los fieles a los que no les sea posible observarla sin grave incómodo.

No obstante, teniendo en cuenta la importancia de estas prácticas penitenciales, especialmente en ese día, exhorto a todos los fieles que no puedan abstenerse de la carne y ayunar, a sustituirlas por alguna de las otras prácticas recomendadas por la Conferencia Episcopal Española: «lectura de la Sagrada Escritura, limosna (en la cuantía que cada uno estime en conciencia), otras obras de caridad (visita de enfermos o atribulados), obras de piedad (participación en la Misa, rezo del Rosario, etc.) y mortificaciones corporales» (CEE, DA 13, 2).

Dado en Guadix, a diez de abril de dos mil veinticinco

+ Francisco Jesús Orozco

Obispo de Guadix

 

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El Viacrucis de la Federación de Hermandades recorrió las calles de Huéscar

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El Viacrucis de la Federación de Hermandades recorrió las calles de Huéscar

En la noche del lunes 14 de abril, tuvo lugar el Viacrucis que cada año, en la parroquia de Santa María de Huéscar, organiza la Federación de Cofradías de dicha localidad. Una vez más, ha sido el Santísimo Cristo del Perdón la imagen con la cual se ha rezado este piadoso acto.

Las catorce estaciones que componen el Viacrucis están señaladas en las calles de Huéscar, desde el año 2011, cuando, con motivo de la JMJ que ese año tuvo lugar en Madrid, pasaron por dicho municipio la Cruz y el Icono de la JMJ.
En el Viacrucis han participado todas y cada una de las hermandades que hay en la parroquia de Huéscar, junto con Caritas parroquial y los coros. Los hermanos han sido los encargados de portar la cruz y de rezar las estaciones.
José Antonio Martínez
Párroco de Huéscar

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Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor

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Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor

El evangelio de este domingo de Pascua de la Resurrección, nos invita a reflexionar profundamente sobre la fe, la esperanza y la comprensión progresiva del misterio de Cristo.

María Magdalena, quien fue la primera en llegar al sepulcro, nos muestra un amor y una devoción profundos hacia Jesús. Al encontrar la losa del sepulcro quitada y al ver que el cuerpo de Jesús ya no estaba allí, su primer pensamiento es que alguien ha robado el cuerpo. Ella corre a contarle a Pedro y al discípulo amado, mostrando su preocupación, pero también su falta de comprensión total en ese momento.

El relato de los dos discípulos que corren hacia el sepulcro es tan significativo. Aunque Pedro es el líder entre los discípulos, es el «discípulo amado» quien llega primero, lo que nos muestra cómo, en algunos momentos, aquellos que están más cercanos a Jesús, de una manera más íntima, pueden captar las cosas antes que otros. Sin embargo, Pedro, al ser el líder, entra primero en el sepulcro, y es a través de él, quien observa los lienzos y el sudario, que se hace más claro que algo extraordinario ha sucedido.

El hecho de que el «discípulo amado» vea y crea, nos habla de cómo la fe no siempre es inmediata, pero que a través de la contemplación y la apertura del corazón, la verdad de la Resurrección se revela a nosotros. La Escritura nos enseña que, antes de ese momento, ni ellos ni nadie comprendían completamente las profecías sobre la Resurrección, pero al ver el sepulcro vacío, la realidad de lo que había ocurrido comienza a tomar forma en sus corazones.

Este texto nos invita a reflexionar sobre nuestra propia fe. Muchas veces, como los discípulos, nos encontramos confundidos o desorientados ante lo que Dios está haciendo en nuestras vidas. Pero a través de la perseverancia, la reflexión y la oración, podemos llegar a comprender mejor los planes de Dios. La resurrección de Cristo es la esperanza que ilumina todas las tinieblas de nuestra vida y nos asegura que, incluso cuando no comprendemos por completo, podemos creer.

Así, este pasaje nos anima a seguir buscando, a correr hacia Cristo con la fe de que, al final, Él nos revelará la verdad, tal como lo hizo con los discípulos en ese amanecer glorioso.

Secretariado de Pastoral de Juventud y Adolescencia

La entrada Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor se publicó primero en Diócesis de Huelva.

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17 ABRIL: Tíjola conmemora 450 años de la proclamación de la Virgen del Socorro como Patrona

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Este 17 de abril se cumplen 450 años desde que la localidad almeriense de Tíjola nombró como Patrona a la Virgen del Socorro, en respuesta a una grave plaga de langosta que amenazaba con arrasar las cosechas del municipio en 1575.

Según recoge el acta original conservada en el archivo municipal, los alcaldes de la época, Damián de Revelles y Baltasar de Reina, junto a un grupo de vecinos, se encomendaron a la Virgen, implorando su protección. Para ello, utilizaron la imagen que había sido traída por los Tercios desde Nápoles en tiempos de Juan de Austria.

El documento histórico, inscrito en el Libro de Apeos y Repartimiento de Suertes, da testimonio del juramento que hicieron los vecinos de edificar una ermita y celebrar cada año una fiesta en su honor el 15 de septiembre. En él se afirma literalmente que tomaban por “abogada y socorro a Ntra. Sra. del Socorro” para que intercediera en favor del pueblo y lo librara de la calamidad.

Desde entonces, la devoción a la Virgen del Socorro ha formado parte esencial de la identidad tijoleña. Su presencia en la vida cotidiana se manifiesta en gestos como el de los niños que se santiguan al pasar ante su ermita, o en las oraciones de padres y mayores que, generación tras generación, han depositado su fe en ella.

La efeméride coincide con el Jueves Santo, día en que la Iglesia celebra el amor fraterno y la institución de la Eucaristía, lo que ha dado un sentido especial al recuerdo de este compromiso histórico. Tíjola reafirma así que, cuatro siglos y medio después, la Virgen del Socorro sigue siendo un símbolo de amparo, fe y esperanza para sus habitantes.

El lema que aún hoy se escucha en labios de los tijoleños resume la devoción persistente de todo un pueblo:
“Madre, socórrenos”.

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Ha fallecido Julio de Domingo Juan-Martín

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Publicado: 17/04/2025: 38

Ha fallecido en Antequera Julio de Domingo Juan-Martín a los 95 años de edad. El duelo se encuentra en la sala 4 del Tanatorio de Albia (junto al Cementerio de la ciudad de El Torcal).

El responso de despedida será mañana viernes, 18 de abril ,a las 11.00 horas en la parroquia de San Pedro de Antequera. 

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Cádiz y Ceuta celebran la Misa Crismal en el inicio del Triduo Pascual

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La Catedral de Cádiz ha sido escenario esta mañana de la solemne celebración de la Misa Crismal, presidida por el obispo diocesano, Monseñor Rafael Zornoza. La ceremonia ha contado con la participación de una amplia representación del presbiterio de Cádiz, así como de seminaristas del Seminario Conciliar de San Bartolomé, del Seminario Redemptoris Mater y de numerosos fieles que han querido acompañar al clero en este día tan significativo.

Durante la homilía, Mons. Zornoza ha destacado la importancia de la unidad y la renovación del compromiso sacerdotal. Posteriormente, los presbíteros presentes han renovado públicamente sus promesas sacerdotales.

Uno de los momentos centrales de la celebración ha sido la bendición de los santos óleos: el Santo Crisma, el óleo de los catecúmenos y el óleo de los enfermos. Estos serán utilizados a lo largo del año en los sacramentos del bautismo, la confirmación, la unción de los enfermos y la ordenación sacerdotal.

En Ceuta, el pasado Lunes Santo el obispo también presidía la Misa Crismal en el Santuario de Santa María de África. Allí la comunidad eclesial ceutí; sacerdotes, diáconos, religiosos, laicos, matrimonios y familias se reunieron para expresar la riqueza de vocaciones y carismas que configuran la Iglesia diocesana.

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Sacerdotes, “elegidos, consagrados y enviados a una misión”: homilía en la Misa Crismal

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Homilía de Mons. José María Gil Tamayo, arzobispo de Granada, en la Misa Crismal celebrada el Miercoles Santo, el 16 de abril de 2025, con el arzobispo emérito y el clero diocesano, que ha renovado sus promesas sacerdotales.

querido D. Javier, arzobispo emérito de Granada;
queridos hermanos sacerdotes del presbiterio de Granada;
queridos miembros de la vida consagrada;
queridos seminaristas, hermanos y hermanas de la vida consagrada;
queridos hermanos todos:

que os habéis dado cita en esta celebración tan peculiar y tan bella de la Misa Crismal, en que bendeciremos, como os decía al comienzo, los óleos: el óleo de los catecúmenos, el óleo de los enfermos y el más excelso de los óleos, el crisma, aceite perfumado que nos consagra a Cristo, el alfa y omega, el que es, el que era y el que viene, el Señor de la historia, aquél que ha vencido, y todos nosotros miramos también al que traspasaron, y todos nosotros hacemos realidad el vaticinio de San Pablo en la Carta a los Filipenses –“Al nombre de Jesús toda rodilla se doble, en el cielo, en la tierra, y toda lengua proclame ‘Jesucristo Señor, para la Gloria de Dios Padre’”.

Es la centralidad de Cristo, queridos hermanos. Y precisamente, esta misa, esta celebración, en que también los sacerdotes renovamos nuestras promesas, porque hemos sido ungidos
-ungidos todo el pueblo de Dios-. Somos una nación santa, como proclama el apóstol Pedro, en su catequesis bautismal; somos una nación consagrada, somos un pueblo de sacerdotes, una nación regia. Él nos llamó de las tinieblas a Su luz admirable. Todos hemos sido cristificados -acristianados, decía en el lenguaje viejo castellano-, hemos sido hechos otros cristos, el mismo Cristo.

Y esta es nuestra dignidad. Esta es nuestra realeza. Este es el sacerdocio común de Cristo, para ofrecer sacrificios espirituales con nuestra vida. Nuestra vida está cristificada, está imbuida de la gracia, está penetrada, como el aceite penetra hasta lo más profundo, el Espíritu Santo, que es el que nos conforma a Cristo. Y entre los hombres de ese pueblo, Dios nos ha elegido a algunos, no por méritos propios, sino por su bondad infinita, para que, participando de Cristo, cabeza y pastor de Su pueblo, le representemos sacramentalmente, le impersonemos, como dice la Carta a los hebreos, “tomado de entre los hombres para servir a los hombres las cosas que a Dios se refiere”. Para hacer de nosotros esa “presencia por la caridad pastoral”, que diría san Agustín: que el amor es oficio, para hacer presente a Cristo en medio de los demás.

Nosotros, queridos hermanos, fieles del pueblo de Dios, somos los primeros que tenemos que decir que no somos dignos, porque nosotros estamos llenos de miserias, palpables, por las que pedimos perdón y por las que pedimos ayuda. Pero, queridos hermanos, nosotros no podemos renunciar a esa dignidad que es prestada, que no es nuestra; que no es de poder, sino que es de servicio: “Yo estoy en la mesa como el que sirve”, nos dice nuestro Maestro. Precisamente, el día que instituye el sacerdocio ministerial. “Habéis visto lo que he hecho Yo con vosotros, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros”.

Y esta impronta de servicio, de ministerialidad, es la que tiene que conformar nuestra vida. Pero no lo olvidemos, como nos ha recordado el profeta, el texto de la profecía de Isaías: “El Espíritu del Señor está sobre nosotros”, porque está sobre Jesús, de cuyo sacerdocio participamos. Como él deja claro en la sinagoga de Nazaret, que hemos escuchado en la proclamación del Evangelio: “Estas palabras se cumplen hoy entre nosotros”. Y se cumple también en cada uno de nosotros, a pesar de los pesares.

Nosotros, queridos hermanos, somos también, desde ese cristocentrismo, desde esa centralidad de Cristo, que es el protagonista, nosotros no somos nada sin Él, lo somos todo en Él.: “Mi vivir es Cristo dirá”. Y ese traspaso de lo que somos, de nuestra ontología personal; ese traspaso a lo existencial es nuestra vida.

Queridos amigos, sacerdotes, quiero daros públicamente, una vez más, las gracias por vuestro ministerio, por vuestra ayuda, por vuestra fidelidad, por ser como sois cada uno. Os voy conociendo más en la medida en que llevo más tiempo. Me siento ayudado y querido, y os quiero con todo el corazón. Como quiero y le pido al Señor por quienes echo de menos. Como pido y me duele en el corazón cuando nos falta un sacerdote, cuando muere un sacerdote. Y le pido especialmente que Él nos ayude a vivir la fidelidad que Él ha vivido, y nos ayude a que haya un relevo vocacional en nuestro seminario, en nuestro presbiterio, con nuestros sacerdotes. Hoy pedimos especialmente por don Francisco Peinado, como también recordamos a los que han muerto este año, en nuestro presbiterio.

Queridos hermanos sacerdotes, queridos fieles, hemos sido llamados, queridos hermanos, por una vocación. Una vocación a la vida cristiana. Una vocación a ser santos e irreprochables ante Él por el amor, como nos dice San Pablo en el himno introductorio de la Carta a los Efesios. En Él nos eligió antes de la constitución del mundo, para que seamos santos e irreprochables ante Él por el amor. Pero el Señor también nos ha elegido con una vocación específica. Y, en este día, aunque sea con un flash, con un pensamiento fugaz, tomemos en consideración de quiénes se sirvió el Señor, para llamarnos al sacerdocio: de nuestros padres, de los sacerdotes, de nuestros pueblos, de quienes se sirvió el Señor.

Gracias Señor por haberme llamado. Y queremos mantener ese espíritu, que el Señor reclama para Sí, para el ejercicio supremo de su sacerdocio y que nos relata la Carta a los hebreos cuando nos habla del sacerdote cristiano. Aquí estoy para hacer tu Voluntad. La ablación de nosotros mismos que progresivamente la hemos ido haciendo y que actualizamos cada día y que tuvo un momento culminante el día de nuestra ordenación sacerdotal.

Hemos sido llamados, pero hemos sido consagrados en ese día. Se ungió nuestras manos con el crisma. Ya habíamos sido ungidos en el Sacramento del Espíritu Santo, en la Confirmación, para ser testigos de Cristo. Y habíamos sido ungidos en el momento del bautismo con el crisma, para entrar a formarte de su pueblo y ser para siempre, como dice el ritual, “miembros de Cristo, sacerdote, profeta y rey”. Pero, cuando se nos ungió las manos, es para servir. Las manos es la extensión de nosotros mismos, para darnos, para crucificarnos con Cristo, para perdonar, en esa renovación que haremos dentro de un momento; en esa consagración por la cual ya estamos desposeídos, estamos alienados en el sentido más literal de la palabra, vaciados de nosotros mismos. Esa exigencia que pone Jesús a sus discípulos antes que tomar la cruz, niéguese a sí mismo, ya no nos poseemos, ya no podemos conjugar en primera persona, queridos hermanos. Estamos expropiados como sacerdotes, no nos poseemos. Luego, mis cosas, mis preferencias, mis objetivos, “todo lo considero basura -dice Pablo- con tal de ganar a Cristo”. Nosotros también hemos hecho esa opción, queridos hermanos, para que penetre en nosotros esa consagración. Somos de Dios. Y eso nos tiene que llevar a poner una primacía de Dios en nuestra vida. “Hombre, este es un hombre de Dios”. Pues, que realmente lo sea por un sentido de adoración de nuestra vida, de sacrificio, de entrega, de sacralidad, que no hace que los demás nos tengan que venerar o encumbrarnos, sino en el sacerdocio cristiano somos los servidores de los otros.

La consagración cristiana es una consagración de servicio, porque somos elegidos para las cosas aptas, para ofrecer el sacrificio en nombre del pueblo a Dios, para perdonar en el nombre del Señor, para santificar en el nombre del Señor, para ungir con el óleo a los enfermos, y aliviarlos y darles el consuelo del Espíritu en el Nombre del Señor; para hacer presente, como testigo cualificado, el amor humano entre un hombre y una mujer, como hizo Cristo con su presencia en las bodas de Cana y expresar así el misterio de amor de Cristo a su Iglesia.

Queridos hermanos, hoy es un día de fraternidad también, de pedir por los otros, de recordar a quienes nos han dejado y pido especialmente por los sacerdotes que nos han dejado y con los que he hablado este año, para entregarles la dispensa del Papa.

Todos, queridos hermanos, hemos sido elegidos, hemos sido consagrados y hemos sido enviados a una misión. La oración colecta de este día de la Misa Crismal, hemos pedido al Señor que quienes hemos sido consagrados por Cristo, seamos testigos de la Redención de Cristo. “Id y enseñad, id y bautizad, id”. El mandato imperativo y misional de Cristo se extiende para nosotros de una manera especial como anunciadores del Reino de Dios.

Luego, queridos amigos, ay de nosotros si no evangelizáramos como dice san Pablo. Y esta realidad es la que lleváis a cabo, aunque a veces viene el cansancio, aunque en esta sociedad descreída y pagana, nos formamos insignificantes. Pero no olvidéis, la lógica de Dios es distinta. La lógica de Dios es la de la cruz, como reclama Pablo en el inicio de la Primera de Corintios. La lógica de Dios es la de la cruz, que es esa segunda parte: “Niéguese a sí mismo, tome su cruz”. La lógica del crucificado, del que traspasaron, del que no reconocieron como el hijo del hombre del profeta Daniel. Pero nosotros sí, como en el Apocalipsis, lo proclamamos. La lógica del despojado, la lógica del sentenciado. Y esa es nuestra lógica.

En este mundo nuestro, frío, indiferente, incluso a veces en los propios ambientes en los que nos movemos, donde llega esa fría paz del secularismo, no estamos solos. El Señor va con nosotros. El Señor está a nuestro lado: “No temas, yo estoy contigo. Aunque camine por calladas oscuras, Tú vas conmigo. Tu vara y tu callado me sosiegan”. Luego, no os desaniméis. Y buscar en el hermano. El Señor quiso enviarlos de dos en dos. Esa fraternidad que es esencial al ejercicio del ministerio, porque lo somos con la iglesia. Esas cercanías de las que habla el Papa y que las sabéis. A Dios, al obispo, a los hermanos sacerdotes, al santo pueblo de Dios. Y esa misión en nuestro mundo hace que tengamos opciones y preferencias. Los pobres, los niños, los enfermos, los necesitados.

Queridos hermanos, estamos llamados, estamos consagrados, estamos enviados. “Perseveraban en la oración con María, la Madre de Jesús”, nos dicen los Hechos de los apóstoles. Con ella también nosotros vivimos la misión de unos consagrados, que un día fuimos llamados.

Que el Señor nos dé el don de la perseverancia, el don de la caridad, el don de una fe sin fisuras, el don de anunciar a Jesucristo, de ser testigos de su redención, como lo hemos pedido hoy. Así sea.

+ José María Gil Tamayo
Arzobispo de Granada

16 de abril de 2025
S.A.I Catedral de Granada

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