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“Todos estamos llamados a ser anunciadores de Cristo”

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Homilía de Mons. José María Gil Tamayo, arzobispo de Granada, en las ordenaciones diaconal y sacerdotal del 18 de octubre de 2025, en la S. A. I. Catedral de Granada.

Queridos Óscar y Lenon,

Queridas familias,

Queridos hermanos y hermanas también,

Que antes se me ha olvidado saludaros a los que habéis venido de los pueblos. No se me olvida. Yo también soy obispo de toda la diócesis y de los pueblos de la Alpujarra, con mucho cariño, además. De Válor, de Mecina, Alfalá, de Nechite, de Mairena, de Laroles, de Jubar. Y también de la Herradura, de Jete, de Otívar y de Lentegí.

Bienvenidos seais todos. Estáis en vuestra casa. Aunque cueste mucho llegar. Sois unos pueblos de altura. Muchas gracias por vuestra presencia. Queridos hermanos y hermanas. Queridos sacerdotes concelebrantes, queridos diáconos, queridos seminaristas. Es, como os decía, un motivo de alegría la ordenación que estamos celebrando. Lo es para la Iglesia de Granada, lo es para la Iglesia Universal.

El pasado miércoles, al Papa León, a quien saludé por primera vez en manifiesto de la comunión y el cariño de la Iglesia de Granada con él, sucesor de Pedro. Desde ese espíritu vivimos esta celebración. Acabamos de escuchar las palabras de Dios que es lámpara para nuestros pasos, luz en nuestro sendero. En esa Palabra de Dios hemos escuchado en el texto del libro de Isaías, en que nos habla de que el Espíritu del Señor está sobre el Mesías. Y este texto se lo apropia el propio Jesús en la sinagoga de Nazaret. Cuando se levanta hacia la lectura, es proclamado este texto y dice: Hoy se cumplen estas palabras que acabáis de oír.

Él es realmente aquel sobre el que se ha posado el Espíritu. Él es el que ha sido enviado a evangelizar a los pobres, a darnos la libertad verdadera, a salvarnos. A darle al mundo la alegría del Evangelio, la esperanza. Y esto es a lo que estamos llamados todos en la Iglesia. San Pablo VI decía que la Iglesia existe para evangelizar. Y esa evangelización se lleva a cabo con orden, mediante la disposición con la que Dios ha querido ordenar su pueblo.

Todos estamos llamados a ser anunciadores de Cristo. Todos participamos del sacerdocio real de Cristo por nuestro bautismo, que es la condición fundamental, la de hijos e hijas de Dios. Pero Dios ha elegido entre los hombres de su pueblo aquellos que participen de una manera especial de su capitalidad, que es Cristo, cabeza y pastor de su pueblo. Ese pastor que, como hemos entonado, cantado en el salmo, no nos abandona, continúa. Continúa mediante el ministerio apostólico, continúa a través de los pastores del pueblo de Dios, anunciando el Evangelio con el nombre y la autoridad de Cristo.

Y eso es cometido. Ahora, Oscar, dentro de un momento, te entregaré los santos Evangelios. Te diré que recibas el Evangelio de Cristo del que has sido constituido mensajero. Convierte en fe viva lo que te voy a decir. Y lo que has hecho fe viva anúncialo, difúndelo. Y lo que has anunciado, testimónialo con tu ejemplo. Allí está resumido… Que también vale para todos los otros sacerdotes.

Lo hizo también Lenon en el día de su ordenación de diácono. Vale para todos nosotros. Vais a ser anunciadores, privilegiados y cualificados de la Palabra de Dios. Ya no simplemente sois unos expertos en la Sagrada Escritura, sino que también sois maestros del pueblo de Dios. Pero es el testimonio lo que convence. Es ciertamente Dios el que hace crecer la semilla de su Palabra en nosotros.

Pero lógicamente, nos tenemos que hacer creíbles por nuestro testimonio, por nuestra palabra. Querido Oscar, llevas mucho tiempo dedicado al anuncio mediante la enseñanza religiosa, su seguimiento. Te has preparado durante muchos años y esperado con paciencia. Gracias a Dios, la Iglesia instituyó pues de nuevo el ministerio de diácono permanente. Que vivieron los primeros cristianos, como nos relata el libro de los Hechos de los Apóstoles y la primitiva comunidad cristiana. Y que el Concilio Vaticano II puso de nuevo en la Iglesia como un ministerio, no solo destinado en el camino al sacerdocio ministerial mediante el presbiterado, sino también como ministerio propio. Como vocación completa.

Pues, querido Oscar, ha llegado ese momento. Dios tiene su tiempo. Nunca llega tarde, aunque nosotros nos parezca. Él tiene el momento que no coincide con nuestros relojes, con nuestros calendarios. El Señor te bendiga. Te has preparado. Ahora, anuncia Jesucristo y doy gracias a tu familia por acoger este don y esta vocación. También tu familia ha sido seminario, semillero, donde esa semilla de la vocación que Dios puso en ti hace ya mucho tiempo, la han cuidado, la han completado.

Has vivido ese testimonio con el que el Señor bendice a su Iglesia, también mediante el sacramento del matrimonio que continúa. Que continúa en esta nueva vocación al servicio del pueblo de Dios. Ahora, ya como ministro cualificado, como alguien que anuncia el Evangelio en el nombre y con la autoridad de Cristo, como servidor de la mesa de la Palabra, pero también de la mesa eucarística.

Pero hay algo que nos ha mostrado hoy la Palabra de Dios y que vale para todos nosotros, los cristianos, pero de manera especial para el ministerio ordenado. El ministerio es servicio. Nuestro Señor nos ha dicho que el Hijo del Hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos. De alguna manera, hoy sois expropiados de una manera especial.

Sois expropiados de vuestro ego, de vuestro yo, aunque que siempre la tentación del hombre viejo reclama sus fueros perdidos. Pero estamos hechos para Dios y para los demás. La consagración nos lleva, precisamente, a ese sentido de una proexistencia en favor de Dios y de los otros. Y el Evangelio, hoy vemos que Jesús se pone por los suelos. San Juan no nos relata la institución de la Eucaristía en Jueves Santo, porque ya nos ha hablado del discurso del pan de vida, del capítulo seis de su Evangelio.

Nos ha explicado el sentido teológico de la Eucaristía como nadie. De Cristo, como pan de vida eterna, que nos anticipa la Resurrección y al mismo tiempo el misterio de su entrega, sacrificada por nosotros. Tenéis que ser hombres de Eucaristía, hombres de Cenáculo. Pero una cosa, el Cenáculo también es lavatorio de los pies.

El Cenáculo también es servicio. Un autor francés escribía no hace mucho en el diario La Croix: ordenados por los pies. Y habla y recuerda de que Cristo es Mesías por abajo. Y puede sorprendernos, ¿qué quiere decir ordenados por los pies? Cuando la ordenación, cuando la haré dentro de un momento, es por la cabeza. Cuando somos consagrados, precisamente, al ser ungidos. Y al mismo tiempo por la imposición de manos en nuestras cabezas.

Y este autor francés, con una gran creatividad, dice que Cristo en la Última Cena, cuando instituyó el sacerdocio, les muestra a sus discípulos que hay que ser también ordenados por los pies. ¿Habéis visto lo que yo he hecho con vosotros? Vosotros también debéis hacer lo mismo. Debéis lavaros los pies unos a otros.

Es el ejemplo y el testimonio del Papa Francisco pocos días antes de morir, visitando la cárcel el Jueves Santo y rememorando el lavatorio de los pies. Cristo fue ungido también en sus pies por una mujer, por una pecadora. A María también. Fue ungido con perfume, fueron lavados sus pies con lágrimas. Cristo nos enseña que tenemos que estar a los pies.

Y esto no se puede… No entráis a formar parte de una casta, sino de un ministerio. No podéis servir a Dios y al poder. No podemos servir a Dios y al dinero. Este es el estilo, lo que has leído, lo que has hecho fe viva, difúndelo, predícalo. Lo que has predicado, vívelo con tu ejemplo. Este es nuestra vida. Y esto exige un permanente e inseparable relación con el misterio eucarístico de Dios que se anonada.

Pero ese Dios es Jesús de Nazaret. Ese Dios es el Señor. Ese Dios es sobre quien está el Espíritu, porque me ha ungido. Me ha enviado. Luego está la misión, también. Lenon, vas a recibir ahora el ministerio de la santificación de una manera especial. Te vas a comprometer a vivir de manera especial, único Jesucristo. Los dos. Impersonando a Cristo, cada uno en el orden que recibís. Personando a Cristo, Lenon, en el sacrificio eucarístico. Celebrando la Eucaristía como el centro y culmen de tu vida, como lo es de todo sacerdote y de todo fiel cristiano. Haciendo el centro, haciendo el amor de tus amores. Viviendo ese sentido al mismo tiempo de misterio, de oración ante el Dios que se ha hecho nuestro. Y que está presente en nuestros Sagrarios, desde la Alpujarra a la costa. Desde poniente hasta la parte opuesta, hasta el Levante.

Está entre nosotros. Ese Dios es el que se pone por los suelos, pero que es Eucaristía, que es el Señor. Que es el Mesías que nos anuncia el Evangelio de la alegría, como como hemos oído. Vas a ser dispensador del perdón de Dios.

Y yo te pediría que aprendas también del pueblo de Dios, que acuda a pedir el perdón. Porque hay mucho santo. Hay mucho santo en el pueblo de Dios. Santos anónimos, santos de la puerta de al lado, decía Francisco. Ejercita el ministerio del perdón y vive el perdón para con los demás. Y no dejes de recibirlo. Ejercita también la cercanía a los enfermos. Con la unción, como nos dice Santiago en su carta: Si alguno está enfermo, llame a los presbíteros de la Iglesia, que oren por él y lo unja.

Vas a ejercitar el ministerio de acompañamiento de los esposos. Vas a ejercitar, en definitiva, la presencia de Cristo en medio de su pueblo. Y ambos, unidos al ministerio del obispo. De este pobre obispo, en vuestro caso. Y todos bajo Pedro y con Pedro, en su sucesor, el Papa.

Tenéis un regalo que nos ha hecho el Papa. Al mismo tiempo, con el recuerdo y con la presencia en sus letras y en su espíritu del Papa Francisco, en la exhortación apostólica “Dilexi te”. Donde nos habla de que los pobres no son una opción, es una obligación. Los pobres concretos, los pobres con rostros, no podemos nunca olvidarnos.

Queridos hermanos, os vais a comprometer también en la oración, en identificación con Jesucristo. Tenéis que ser hombres de oración, hombres de espíritu en un mundo paganizado y en un mundo materializado.

Hombres serenos que den paz a quien está agobiado, a quien está polarizado, a quien está enfrentado. Tenéis que ser, en definitiva, entre comillas, superhombres. Sabiendo que sois débiles y de que nuestra fortaleza es prestada, es de Dios. Y que nosotros también seremos como Pedro, capaces de andar sobre las aguas. Pero el momento en que dudemos, nos vendremos abajo como él. Y el Señor nos dirá: ¿Por qué has temido, hombre de poca fe?

Queridos hermanos, os pongo bajo la protección de la Virgen Santísima. Madre del ministerio ordenado, madre nuestra, la que es la servidora por antonomasia, porque es la esclava del Señor. Y por eso en ella hizo la más grande. En vosotros y en mí también la hará, en la medida en que demos permiso a Dios para que nos expropie y sea Él. Y podamos decir como el apóstol: Ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí.

Así sea.

“Misioneros de esperanza”

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Número 1580 del Semanario Fiesta Digital.

El nuevo número del Semanario Fiesta está dedicado al DOMUND, que se celebra el domingo 19 de octubre. Este año con el lema “Misioneros de esperanza entre los pueblos”, en el marco del Año jubilar. Es el día en el que, de un modo especial, la Iglesia universal reza por los misioneros y colabora con las misiones.

Entre otros contenidos, ofrecemos las noticias de las ordenaciones de presbítero y diácono permanente este sábado en Granada y la petición del Santo Padre de renovar el compromiso de defender la libertar religiosa en todo el mundo.

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Jubileo de la educación

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Este 17 viernes tuvo lugar el Jubileo de la Educación, en el que participó el profesorado de religión de la Escuela Pública y otros profesores/as de la Escuela Concertada y Católica, así como todos los docentes cristianos que quisieron unirse.

La jornada comenzó en la parroquia lagunera de la Concepción donde se realizó la acogida y se tuvo  una charla de Francisco I. Hernández sobre el significado de este Jubileo de la Esperanza convocado por el papa Francisco para, a continuación, dirigirse los participantes en procesión desde la iglesia de los Dolores hasta la catedral.

El obispo, Eloy Santiago, presidió a la Eucaristía en la que invitó a los educadores a difundir el buen olor de Cristo. Un olor que es el amor que se comparte, les recordó.  El prelado agradeció al colectivo su servicio educativo y evangelizador e, igualmente, realizó el envío del profesorado a su misión.

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COPE ESPEJO ALMERÍA: Jose de Jesús y Edwin, Misioneros de esperanza en el DOMUND 2025

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La diócesis de Almería es una sede episcopal sufragánea de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Almería y el Palacio Episcopal. San Indalecio, Varón apostólico y mártir según la tradición, es el Obispo fundador de la Iglesia de Almería, que comenzó siendo la Iglesia hispanorromana de Urci.

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Carta Pastoral de Mons. Orozco para el Domund, la Jornada Mundial de las Misiones

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Carta Pastoral de Mons. Orozco para el Domund, la Jornada Mundial de las Misiones

«Misioneros de esperanza entre los pueblos»

 Jornada Mundial de las Misiones–DOMUND 2025

 

 Queridos hermanos y hermanas:

Celebramos en este domingo XXIX del tiempo ordinario, la Jornada Mundial de las Misiones, el Domund. En el corazón del Año jubilar de la Esperanza, el lema que nos convoca e interpela, “Misioneros de esperanza entre los pueblos”, es una llamada profunda a redescubrir nuestra identidad misionera como bautizados, como discípulos enviados que caminan en la historia siendo mensajeros y constructores de la esperanza, siguiendo las huellas de Cristo.

La esperanza, como nos recuerda la bula Spes non confundit, no defrauda; no es una ilusión pasajera ni una emoción superficial. Es una certeza que brota del encuentro con Cristo resucitado, que nos ha regenerado «para una esperanza viva» (1 Pe 1,3-4). Esta esperanza es el motor de la misión, el fuego que nos impulsa a salir de nosotros mismos, a cruzar fronteras, a tender puentes, a anunciar que Dios no ha abandonado al mundo ni al hombre en sus heridas, que su amor sigue actuando en medio de las sombras.

En un mundo marcado por la incertidumbre, la guerra, la pobreza, la soledad y la indiferencia, ser misioneros de esperanza es más urgente que nunca. No se trata solo de ir a tierras lejanas, sino de ser misioneros, presencia viva del Evangelio, allí donde estamos: en nuestras familias, en nuestros trabajos, en nuestras comunidades, en nuestros ambientes cotidianos. Cada cristiano está llamado a sembrar esperanza, a ser luz en la oscuridad, consuelo en el sufrimiento, palabra de vida en medio de tanta muerte y agresividad.

La esperanza, que está en el origen y el final de la misión, sostiene la vida cristiana y mueve nuestro corazón, nos saca de sí mismos y nos pone en camino siempre para mirar a los hermanos; nos invita a mirar el mundo con los ojos del buen samaritano, a no pasar de largo ante el dolor ajeno, a comprometernos con la fraternidad universal. La misión hoy exige cercanía, compasión, escucha, diálogo. No es proselitismo, sino testimonio. No es imposición, sino propuesta. No es conquista, sino servicio.

Como nos ha dicho el papa León XIV en su primera exhortación apostólica, Dilexi te, “el amor cristiano supera cualquier barrera, acerca a los lejanos, reúne a los extraños, familiariza a los enemigos, atraviesa abismos humanamente insuperables, penetra en los rincones más ocultos de la sociedad. Por su naturaleza, el amor cristiano es profético, hace milagros, no tiene límites: es para lo imposible. El amor es ante todo un modo de concebir la vida, un modo de vivirla. Pues bien, una Iglesia que no pone límites al amor, que no conoce enemigos a los que combatir, sino sólo hombres y mujeres a los que amar, es la Iglesia que el mundo necesita hoy”. (DT 120)

Queridos hermanos, dejémonos guiar por el Espíritu Santo, que es el alma de la misión, el Amor en nuestra alma. Que arda en nosotros el santo celo de los apóstoles, de los mártires, de tantos misioneros y misioneras que han entregado su vida por el Evangelio. Que la Iglesia, aquí en nuestra Diócesis de Guadix y en cada rincón del mundo, se renueve en su ardor evangelizador, en su pasión por anunciar a Cristo.

Que esta Jornada del Domund sea un tiempo de gracia, de conversión, de compromiso. Oremos, ofrezcamos sacrificios, colaboremos económicamente con nuestros misioneros, para que puedan seguir sembrando esperanza, en nuestro nombre, en los 1,132 territorios de misión – más de una tercera parte de la Iglesia-. Apoyemos su labor y, sobre todo, asumamos nuestra responsabilidad bautismal en esta gran tarea. Todos, sin excepción, estamos llamados a ser misioneros.

Que María, la primera misionera de la Esperanza, nos acompañe en este camino de compromiso personal.

Con mi afecto y bendición.

+Francisco Jesús Orozco Mengíbar

Obispo de Guadix

Domund 2025 cartel

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En octubre, Huéscar reza el rosario en las calles

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En octubre, Huéscar reza el rosario en las calles

Se reza cada domingo, de madrugada, en torno a las imágenes marianas de las hermandades

Reza un canto popular que “El rosario es una escalera para subir al Cielo”. Y esto es lo que se está haciendo durante los domingos del mes de octubre en la parroquia de Huéscar: llevar a cabo esta antigua práctica de piedad popular en la que, cuando empieza el día, se recorren las calles de nuestro municipio, con una imagen de la Virgen de las distintas hermandades que hay en la parroquia, rezando el rosario. Esta tradición, es manifestación de devoción hacia la Santísima Virgen, que culmina cada domingo con la celebración de la santa Misa.

Ya se han rezado dos rosarios. El primero fue el domingo 5 de octubre, con la Virgen de la Soledad Coronada, que salió desde su ermita. El segundo fue el domingo día 12, con la Hermandad de San Juan y su titular mariana, la Santísima Virgen de la Aurora.

Cada día, un gran número de hermanos de las distintas hermandades y de fieles acuden a rezar esta oración.

José Antonio Martínez

Parroquia de Santa María

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250 aniversario de la bendición de la imagen de María Santísima del Mayor Dolor y 75 aniversario fundacional de la Archicofradía del Mayor Dolor (Parroquia San Sebastián-Antequera)

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Homilía del obispo emérito de Málaga, Mons. Jesús Catalá, durante la Eucaristía con motivo del 250 aniversario de la bendición de la imagen de María Santísima del Mayor Dolor y 75 aniversario fundacional de la Archicofradía del Mayor Dolor.

250 ANIVERSARIO DE LA BENDICIÓN DE LA IMAGEN DE MARÍA SANTÍSIMA DEL MAYOR DOLOR Y 75 ANIVERSARIO FUNDACIONAL DE LA ARCHICOFRADÍA DEL MAYOR DOLOR

(Parroquia San Sebastián – Antequera, 18 octubre 2025).

Lecturas: Ex 17, 8-13; Sal 120, 1-8; 2 Tm 3, 14-4, 2; Lc 18, 1-8.

(Domingo Ordinario XXIX-C)

1.- Los inicios de la Archicofradía antequerana del Mayor Dolor

Un saludo de nuestro Obispo, D. José-Antonio, quien me ha solicitado que presida esta celebración, que con gozo y alegría comparto con vosotros.

Celebramos hoy el 250 Aniversario de la Bendición de la imagen de María Santísima del Mayor Dolor y el 75 Aniversario fundacional de la Archicofradía del Santísimo Cristo del Mayor Dolor y María Santísima del Mayor Dolor, a cuyos sagrados titulares el pueblo antequerano profesa una devoción secular.

Para recordar las raíces de la Archicofradía vamos a remontarnos a 1771, año en que el imaginero almeriense, afincado en Antequera, Andrés de Carvajal y Campos donó al cabildo de la iglesia Colegial de San Sebastián la imagen del Santísimo Cristo del Mayor Dolor, que representa a Jesús en el momento de recoger sus vestiduras tras ser azotado, como podemos contemplar; es una imagen inédita, que no es normal ver a Jesús en esa posición. La advocación primitiva se centraba en otra imagen titulada “Cristo, Nuestro Bien”.

En aquel entonces y para propagar la devoción se hicieron estampas y grabados, bendecidos con indulgencias por el entonces obispo de Málaga, Mons. José Molina Lario; el papa Pío VI concedió en 1782 la indulgencia plenaria; y se construyó el altar del Mayor Dolor como privilegiado de la parroquia.

La Hermandad celebró esta efeméride en 2021, dando gracias a Dios y preparando la fiesta con las actividades eclesiales propias del pueblo cristiano: la formación; la espiritualidad con la celebración litúrgica y la caridad.

2.- 250 Aniversario de la imagen de María Santísima del Mayor Dolor

Hoy celebramos el 250 Aniversario de la bendición de la imagen de la Virgen del Mayor Dolor, gran referente devocional mariano. Y damos gracias a Dios, que nos ha permitido celebrar estos acontecimientos y mantener la fe católica, a pesar de los avatares de la historia. ¡Gracias, queridos cofrades y devotos por vuestro testimonio!

Como vemos en la imagen, la Virgen tiene su mano derecha sobre su corazón, que nos recuerda la profecía de Simeón, cuando los padres de Jesús lo presentaron en el Tempo: «Y a ti misma una espada te traspasará el alma» (Lc 2, 35). No fue una espada en un momento concreto de su vida, sino una espada continua durante toda su vida; desde el nacimiento de su Hijo en Belén donde no encontraban posada (cf. Lc 2, 7) hasta el momento en que la Virgen presenció la muerte de Jesús en la cruz (cf. Jn 19, 25).

Queridos cofrades, lleváis en vuestras manos el testigo para transmitir la fe a las nuevas generaciones; es una tarea difícil y árdua, pero necesaria y noble. Como hemos escuchado en el evangelio de hoy, el Señor se pregunta si cuando venga al final de los tiempos «¿encontrará esta fe en la tierra?» (Lc 18, 8).

Podéis comenzar a contar otros doscientos cincuenta años y preguntaros si, dentro de quinientos años, permanecerá la fe en Antequera y la devoción a la Virgen del Mayor Dolor. ¡Esperamos que, gracias a vuestro testimonio, se mantenga viva nuestra fe en Antequera!

Un signo de renovación de vuestra Archicofradía es la admisión de unos jóvenes en la “Junta Joven”, que serán el eslabón siguiente en la cadena de la historia.

2.- 75 Aniversario de la Archicofradía del Mayor Dolor

La archicofradía del Santísimo Cristo del Mayor Dolor y María Santísima del Mayor Dolor celebra ahora su 75 Aniversario fundacional en 1950, conocida popularmente como Cofradía del Mayor Dolor, que ofrece su testimonio de fe como todo cofrade debe dar.

La devoción a los Sagrados Titulares no queda anclada en la historia pasada, sino que constituye una realidad de fe, que la Hermandad ha mantenido hasta hoy. ¡Enhorabuena, queridos cofrades y devotos!

Cada Miércoles Santo es una fiesta piadosa desde la mañana hasta la noche, iniciando con el “besa-pie” del Señor, continuando con la celebración de la eucaristía, procesionando por la feligresía la imagen del Señor; y la penitencia devocional con el acompañamiento de promesas de luz al Santísimo Cristo del Mayor Dolor y a su Santísima Madre.

La devoción se mantiene diariamente con la “peregrinación” de los devotos a esta iglesia Colegial de San Sebastián, para rezar ante las imágenes sagradas, que hoy contemplamos.

La Cofradía sigue colaborando en la actividad caritativa con los más necesitados a través de la Cáritas parroquial, siendo presencia de Cristo.

Seguid viviendo diariamente, queridos cofrades, vuestra fe y llevando a cabo la caridad de Cristo a los hermanos más necesitados. Seguid profesando la fe y celebrándola en la liturgia; y seguid danto testimonio público de esa misma fe.

3.- La oración constante

Según el evangelio de hoy Jesús explicaba a sus oyentes la parábola de la viuda y del juez inicuo «para enseñarles que es necesario orar siempre, sin desfallecer» (Lc 18, 1).

La viuda insistía al juez que debía hacerle justicia, pero éste no le hacía caso (cf. Lc 18, 2-4). Sin embargo, para evitar que siguiera importunándolo, decidió hacer justicia (cf. Lc 18, 5).

El evangelista Lucas presenta la importancia y el valor de la oración. Jesús nos descubre que orar, al igual que amar, es la tarea más noble del hombre, porque es fruto del ejercicio gozoso del amor y de la confianza; quien ama, reza; y quien reza, ama. Rezar no significa recitar simplemente oraciones aprendidas, sino una relación personal y un diálogo personal con Dios; y no solo para “verborrear” lo que uno quiere, sino para escuchar al Señor.

El Maestro explica a sus discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse. Jesús es el mejor maestro de oración de la historia, porque la ha experimentado en relación a su Padre del cielo. Puede enseñar con autoridad sobre la oración, tanto en la forma de realizarla como en el contenido de la misma. Por eso nos enseñó el “Padrenuestro”, llamada “oración dominical”, que es la oración preferida por el Señor y que lo encierra todo.

Queridos fieles cristianos y cofrades, la oración es necesaria en nuestra vida para alabar y bendecir el nombre de Dios, para llevar a cabo la voluntad del Señor, para mantenernos fieles a la misión encomendada y para dar testimonio de nuestra fe en esta sociedad paganizada.

La devoción a vuestros Sagrados Titulares os mantiene en la fe y en el amor al prójimo y hace que perseveréis en la oración, personal y comunitaria.

4.- Domingo Mundial de las Misiones o Evangelización de los pueblos (DOMUND)

Como hemos escuchado en la monición de entrada, con el lema “Misioneros de esperanza entre los pueblos” (cf. Mt 22,9), celebra hoy toda la Iglesia la Jornada Mundial de las Misiones, que recuerda a cada cristiano y a cada cofrade su vocación fundamental a ser mensajeros y constructores de esperanza, siguiendo las huellas de Cristo, nuestra Esperanza. El lema está inmerso en el itinerario del Jubileo 2025 que estamos celebrando.

Siguiendo a Cristo, los cristianos estamos llamados a transmitir el Evangelio, la Buena Noticia de salvación, a las personas que conviven con nosotros y comparten nuestra época, teniendo en cuenta sus condiciones de vida concretas, siendo así portadores y constructores de esperanza (cf. Francisco, Mensaje para el Domund 2025, 2).

Los misioneros de esperanza son personas de oración, porque la persona que espera en la otra vida es una persona que reza (cf. F.X. Nguyen Van Thuan, Il cammino della speranza, Roma 2001, n. 963).

La evangelización es siempre un proceso comunitario (cf. Benedicto XVI, Spe salvi, 14), que no termina con el primer anuncio y el bautismo, sino que debe construir comunidades cristianas que vivan y anuncien el Evangelio.

Ésta es vuestra misión, queridos cofrades; somos misioneros de esperanza. El Santísimo Cristo del Mayor Dolor es nuestra Esperanza; y María Santísima del Mayor Dolor es la Madre de Jesús, que nos acoge y ampara con su maternal intercesión, conduciéndonos hacia la esperanza eterna.

A Ella le pedimos que nos acompañe en la oración y en nuestro caminar hacia la patria celestial, nuestro verdadero y definitivo destino. Amén.

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Decreto de creación de la Oficina de Cumplimiento Normativo de la Diócesis de Asidonia-Jerez

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Decreto de creación de la Oficina de Cumplimiento Normativo de la Diócesis de Asidonia-Jerez

Nº. Prot. 03/126/25

Para crecer en el cumplimiento normativo y ético, y dotar a esta Diócesis de medidas idóneas de prevención, vigilancia y control para el buen gobierno y la prevención de delitos, conforme a la legislación vigente, por la presente, vengo a decretar y

DECRETO

La creación de la Oficina de Cumplimiento Normativo de la Diócesis de Asidonia-Jerez a fin de que elabore un modelo de cumplimiento normativo (Compliance) que permita identificar riesgos legales y posibles delitos en los que podría incurrir la institución diocesana en cualquiera de sus áreas por la mala praxis de sus trabajadores, para generar mecanismos de prevención y reacción frente a los mismos.

La puesta en marcha de la Oficina se encomienda inicialmente al Gabinete Jurídico de la Diócesis, con la dirección del Ilmo. Sr. D. Miguel Ángel Montero Jordi, Vicario Episcopal de Asuntos Jurídicos y Relaciones Institucionales, y la colaboración del Ilmo. Sr. D. Roberto Romero Barello, Vicario General, el Sr. D. Alberto Castillo Merino, Ecónomo Diocesano y el Sr. D. Antonio Montero Suárez, Director de la Oficina de Recursos Humanos. Corresponde a ellos elaborar el Manual de Compliance de la Diócesis de Asidonia-Jerez y generar la estructura externalizada de prevención, vigilancia y control de las instituciones diocesanas.

Para que así conste, lo firmo y sello con el refrendo del Secretario-General Canciller de este Obispado, en Jerez de la Frontera a 17 de octubre de 2025, Fiesta litúrgica de San Ignacio de Antioquía.

+José Rico Pavés

Obispo de Asidonia-Jerez

Luis Salado de la Riva, pbro.

Secretario-General Canciller

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Lecturas del Domingo XXIX del Tiempo Ordinario (Ciclo C)

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Primera lectura

Éxodo 17, 8-13.

Mientras Moisés tenía en alto las manos, vencía Israel.

En aquellos días, Amalec vino y atacó a Israel en Refidín.

Moises dijo a Josué: «Escoge unos cuantos hombres, haz una salida y ataca a Amalec. Mañana yo estaré en pie en la cima del monte, con el bastón de Dios en la mano».

Hizo Josué lo que le decía Moisés, y atacó a Amalec; entretanto, Moisés, Aarón y Jur subían a la cima del monte.

Mientras Moisés tenía en alto las manos, vencía Israel; mientras las tenía bajadas, vencía Amalec. Y, como le pesaban los brazos, sus compañeros tomaron una piedra y se la pusieron debajo, para que se sentase; mientras, Aarón y Jur le sostenían los brazos, uno a cada lado.

Así resistieron en alto sus brazos hasta la puesta del sol.

Josué derrotó a Amalec y a su pueblo, a filo de espada.

Salmo

Salmo 120.

  1. Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra.

– Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.

– No permitirá que resbale tu pie, tu guardián no duerme; no duerme ni reposa el guardián de Israel.

– El Señor te guarda a su sombra, está a tu derecha; de día el sol no te hará daño,

ni la luna de noche.

– El Señor te guarda de todo mal, él guarda tu alma; el Señor guarda tus entradas y salidas, ahora y por siempre.

2 Timoteo 3, 14 — 4, 2.

El hombre de Dios sea perfecto y esté preparado para toda obra buena.

Querido hermano:

Permanece en lo que aprendiste y creíste, consciente de quiénes lo aprendiste, y que desde niño conoces las Sagradas Escrituras: ellas pueden darte la sabiduría que conduce a la salvación por medio de la fe en Cristo Jesús.

Toda Escritura es inspirada por Dios y además útil para enseñar, para argüir, para corregir, para educar en la justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto y esté preparado para toda obra buena.

Te conjuro delante de Dios y de Cristo Jesús, que ha de juzgar a vivos y a muertos, por su manifestación y por su reino: proclama la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, arguye, reprocha, exhorta con toda magnanimidad y doctrina.

Evangelio

Lucas 18, 1-8.

Dios hará justicia a sus elegidos que claman ante él

En aquel tiempo, Jesús decía a sus discípulos una parábola para enseñarles que es necesario orar siempre, sin desfallecer.

«Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres.

En aquella ciudad había una viuda que solía ir a decirle: “Hazme justicia frente a mi adversario”.

Por algún tiempo se estuvo negando, pero después se dijo a sí mismo: “Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está molestando, le voy a hacer justicia, no sea que siga viniendo a cada momento a importunarme”».

Y el Señor añadió: «Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que claman ante él día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?».

Comentario bíblico de Miguel Ángel Garzón

 

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19 de octubre de 2025: Jornada del DOMUND

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19 de octubre de 2025

Jornada del DOMUND

Celebramos la Jornada Mundial de las Misiones. El lema de este año —’Misioneros de esperanza entre los pueblos’— nos llega como un regalo y una tarea. El papa Francisco, en su mensaje lo presentó así: es una invitación a toda la Iglesia a ser “mensajeros y constructores de la esperanza, siguiendo las huellas de Cristo”. Y añadió: “Les deseo a todos que vivan un tiempo de gracia con el Dios fiel que nos ha regenerado en Cristo resucitado ‘para una esperanza viva’ (1 Pe 1,3-4)”.

La misión toma carne en hombres y mujeres concretos —sacerdotes, consagrados y laicos— llamados a entregar su vida al anuncio del Evangelio; sin ellos no es posible desplegar la dimensión constitutiva de la Iglesia. En nombre de toda la Archidiócesis, y con palabras del propio Francisco, decimos a nuestros misioneros: “¡Gracias de corazón!”. Nuestra época padece una difusa tristeza: tantas promesas humanas se agotan en el corto plazo y dejan un poso de desilusión. La esperanza cristiana no es autoayuda ni optimismo ingenuo: tiene una fuente y un nombre, Jesucristo, muerto y resucitado. Por eso el Papa nos recuerda que somos “gente de primavera”, porque la Pascua de Cristo “marca la eterna primavera de la historia”; y que “Cristo resucitado y glorioso es la fuente profunda de nuestra esperanza, y no nos faltará su ayuda para cumplir la misión que nos encomienda”.

La esperanza que recibimos “de lo alto” se derrama horizontalmente como comunión entre los pueblos. En este sentido, el Santo Padre León XIV —al inicio de su ministerio— nos habló del corazón de la misión: Dios “nos quiere a todos unidos en una única familia”; y nos exhortó a “una Iglesia unida, signo de unidad y comunión… una Iglesia misionera, que abre los brazos al mundo, que anuncia la Palabra… y que se convierte en fermento de concordia para la humanidad”. ¡Qué programa tan hermoso para nuestra Iglesia diocesana!

Celebramos esta jornada en pleno año jubilar. La bula Spes non confundit —“la esperanza no defrauda” (Rm 5,5)— nos ha convocado como “peregrinos de la esperanza”. Pidamos la gracia de vivir este DOMUND con mirada jubilar: dejándonos reconciliar por Cristo, atravesando las puertas santas (en Roma o ganando el Jubileo en nuestra Archidiócesis) y traduciendo la indulgencia recibida en obras de misericordia, oración misionera y generosidad concreta. El mismo Francisco desea “que la luz de la esperanza cristiana pueda llegar a todas las personas… y que la Iglesia sea testigo fiel de este anuncio en todas partes del mundo”.

El mensaje del papa Francisco propone tres caminos para “renovar la misión de la esperanza”: renovar en nosotros la espiritualidad pascual —celebrando con mayor hondura el triduo y cada Eucaristía—; volver a la oración con la Palabra de Dios, especialmente los salmos, que educan la esperanza; y emprender procesos comunitarios de evangelización, con paciencia y sinodalidad, porque la esperanza cristiana es siempre personal y, al mismo tiempo, comunitaria. Esta trilogía —Pascua, oración, comunidad— marca el pulso de nuestra vida diocesana. La Eucaristía es el “corazón” de la misión: allí se alimenta el ardor apostólico y allí aprendemos el estilo de Dios —cercanía, compasión, ternura— tan necesario en un mundo con heridas de soledad, desorientación y descarte. La oración litúrgica y personal mantiene viva la llama; y las comunidades, cuando viven el Evangelio, se convierten en signos de una humanidad nueva, capaz de hospitalidad y de servicio.

La misión la realiza la Iglesia entera, Cuerpo de Cristo, en comunión. El papa León XIV ha recordado —en su discurso a las Obras Misionales Pontificias— dos rasgos que debemos custodiar: comunión y universalidad. Con acento agustiniano, resumió su lema episcopal y ahora pontificio: In Illo uno unum: “En Cristo… somos uno, la familia de Dios, más allá de la rica variedad de nuestras lenguas, culturas y experiencias”. Y concluyó animando a seguir siendo “misioneros de esperanza entre todos los pueblos”. Que esta conciencia oriente también nuestros planes pastorales y la vida de nuestras parroquias y comunidades. Asimismo, el mismo León XIV nos ha dejado un criterio muy práctico en su homilía de inicio: la autoridad apostólica se ejerce como caridad; la Iglesia de Roma “preside en la caridad”; no se trata de poder ni de propaganda, sino de amar “como lo hizo Jesús”. Esta clave —unidad en la caridad— es luminosa para nuestras tareas diocesanas, para nuestras hermandades y cofradías, para las familias, los jóvenes y los mayores.

Colaborar con el DOMUND es practicar el “estilo de Dios”: cercanía, compasión, ternura. Cercanía que visita; compasión que se duele y actúa; ternura que respeta y eleva. No exportamos ideologías, ni imponemos moldes culturales: ofrecemos a Jesucristo, esperanza viva, y aprendemos a la vez de los pueblos a los que servimos. Recordaba Francisco — citando Gaudium et spes— que “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias” de los hombres son también las de los discípulos de Cristo. Esa empatía encarnada da credibilidad al anuncio. No olvidemos, además, que la oración sostiene toda obra: “rezar es la primera acción misionera” y “la primera fuerza de la esperanza”. Por eso la vela del cartel —que arde en la mano de cada bautizado— es una escuela de vida: mantener la llama encendida, con humildad y constancia, es en sí mismo un servicio a la misión de la Iglesia.

Sevilla tiene un alma misionera. De aquí partieron y parten hombres y mujeres que han gastado su vida por el Evangelio; y aquí seguimos rezando, aprendiendo y colaborando para que la Iglesia sea sacramento de unidad entre las naciones. Os invito a contemplar la geografía de la misión como ese “mapa de pequeños focos” del cartel: cada luz es una persona y una comunidad que ora, ofrece, se compromete; es la red de la esperanza, extendida por los cinco continentes, unida en la misma fe. Agradezco a los misioneros sevillanos —y a sus familias— su generoso testimonio. A cada uno quiero repetir, con la voz del Papa: “¡Gracias de corazón!”. Y a las Obras Misionales Pontificias, principal medio para avivar la responsabilidad misionera de todos y sostener a las Iglesias jóvenes, mi cercanía y reconocimiento.

Pidamos a la Virgen Santa María —Estrella de la Evangelización, Madre de la Esperanza— que nos forme como discípulos y nos envíe como misioneros. Que Ella nos alcance del Señor un renovado ardor pascual, una vida de oración perseverante y la gracia de construir comunidades fraternas que sean hogar para los pobres, los enfermos, los ancianos, los niños y los alejados. Que, en este Año Santo, la luz de la esperanza cristiana llegue a todos como mensaje del amor de Dios; y que nuestra Archidiócesis sea testigo fiel de este anuncio en todas partes.

+José Ángel Saiz Meneses

Arzobispo Metropolitano de Sevilla

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