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Navidad 2024 (Catedral-Málaga)

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Homilía de Mons. Jesús Catalá en la Eucaristía del día de Navidad celebrada en la Catedral de Málaga el 25 de diciembre de 2024.

NAVIDAD

(Catedral-Málaga, 25 diciembre 2024)

Lecturas: Is 52, 7-10; Sal 97, 1-6; Hb 1, 1-6; Jn 1, 1-18.

Anunciar el misterio de Dios con nuevo lenguaje

1.- Estamos celebrando la Navidad, hermosa fiesta de esperanza para toda la humanidad. Nos planteamos hoy cómo vivir mejor esta fiesta y cómo anunciarla a nuestros contemporáneos en un lenguaje actual.

La fiesta de Navidad es vivida por muchos sin el sentido propio de la misma. Los cristianos hemos de recuperar el verdadero significado y transmitirlo adecuadamente.

Los cambios culturales, tan rápidos en nuestro tiempo, requieren que prestemos constante atención para expresar las verdades de siempre con un lenguaje actual, entendible para nuestros contemporáneos; la verdad es la misma de siempre, pero la formulación puede ser diversa y actualizada.

El lenguaje que usamos puede ser correcto, pero lo que expresa puede ser tal vez mal entendido y no responder al verdadero sentido del Evangelio. Intentando comunicar la verdad sobre Dios y sobre el ser humano, puede que ofrezcamos una imagen falsa, que no responde a la verdad cristiana.

Siendo fieles a una formulación de siempre, puede que no entreguemos el verdadero sentido; porque,  como dice Juan Pablo II: “la expresión de la verdad puede ser multiforme, y la renovación de las formas de expresión se hace necesaria para transmitir al hombre de hoy el mensaje evangélico en su inmutable significado” (Ut unum sint [1995], 19).

2.- Queridos hermanos, ¿cómo podemos anunciar hoy la Buena Nueva a nuestra sociedad, que vive de espaldas a Dios? El ángel anunció a los pastores de Belén la buena noticia del Nacimiento del Salvador del mundo, el Hijo de Dios. Ellos eran personas sencillas, sin gran formación intelectual; pero acogieron el anuncio en su corazón y experimentaron la alegría de encontrarse con el Niño-Dios recién nacido.

La carta a los Hebreos nos ha recordado que «en muchas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a los padres por los profetas» (Hb 1, 1). Dios habla adaptándose en cada época al lenguaje de sus interlocutores a través de sus enviados.

Y «en esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo» (Hb 1, 2). Como hemos escuchado en el Prólogo del evangelista Juan, «el Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre» (Jn 1, 9). Todo ser humano puede recibir la Luz de Dios, revelada en su Hijo Jesucristo; pero no todos la reciben, como remarca Juan: «Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron» (Jn 1, 11).

Los cristianos debemos ser aquellos que escuchan la Palabra verdadera y eterna, que es Jesucristo; que la acogen en su corazón y que la proclaman para que otros la puedan escuchar y acoger.

3.- Si estamos convencidos, por experiencia propia, de que el Evangelio es una inmensa riqueza y que posee una gran belleza, su anuncio será mejor acogido por todos; pero si no estamos convencidos de ello, no transmitiremos la verdad del Evangelio.

Como dice el papa Francisco: “Nunca podremos convertir las enseñanzas de la Iglesia en algo fácilmente comprendido y felizmente valorado por todos. La fe siempre conserva un aspecto de cruz, alguna oscuridad que no le quita la firmeza de su adhesión. Hay cosas que sólo se comprenden y valoran desde esa adhesión que es hermana del amor, más allá de la claridad con que puedan percibirse las razones y argumentos” (Evangelii gaudium, 42).

4.- La fiesta de la Navidad, queridos hermanos, nos invita a alegrarnos por el nacimiento del Salvador y a compartir esta verdad eterna. No debemos poner el acento de la fiesta en formas externas de tradiciones, ni en devociones particulares, ni en vivencias sentimentales de la fe. “Tampoco podemos ignorar que en las últimas décadas se ha producido una ruptura en la transmisión generacional de la fe cristiana en el pueblo católico” (Ibid., 70). No se transmite la fe en muchas familias, ni se transmite en las instituciones sociales y mucho menos en los medios de comunicación y en la calle.

Existe una falta de identificación general con la religión católica, por la que muchos padres ya no bautizan a sus hijos y no les enseñan a rezar, a causa de la influencia de los medios de comunicación, el subjetivismo relativista, el consumismo de mercado, la ausencia de una acogida cordial de nuestras instituciones, y la dificultad de recrear la adhesión a la fe (cf. Francisco, Ibid.).

5.- Nuestro mundo vive mucho de “relatos”. Una cosa es la historia, tal como sucede, y otra, muy distinta, es la forma de narrarla, inventando lo que no ha sucedido. Escuchamos muchos “relatos” manipulados, que se inventan y se propagan para conseguir objetivos de ganancia, de ideología, de intereses políticos, de falsificación de la historia.

El cristiano tiene que llegar donde se gestan los nuevos relatos y paradigmas y alcanzar los núcleos más profundos de la sociedad con la Palabra de Dios. Tenemos la hermosa misión de poner un poco de luz en nuestra sociedad; la Luz de Cristo.

Y haciendo referencia a “relatos” y uso de “términos” os animo a utilizar las palabras que expresen la verdad de nuestra fe. Muchas veces me he referido a este tema en las Visitas pastorales.  Escuchamos a menudo la expresión “Felices Fiestas”; pero, ¿a qué fiestas se refiere? Los cristianos celebramos la Navidad; nuestro saludo debe ser, pues, ¡Feliz Navidad! También debemos decir lo mismo referido al Domingo: ¡Buen Domingo!, en vez de “Buen “finde”. Los “relatos” no deben robarnos la verdad. Estas fiestas son La Navidad y no debemos confundirlas con cualquier fiesta.

6.- Hoy conviven variadas formas culturales, que ejercen a veces prácticas de segregación o rechazo. Al tiempo que ofrecen a los ciudadanos infinitas posibilidades, aparecen también numerosas dificultades para el pleno desarrollo de las personas (cf. Francisco, Evangelii gaudium, 70).

La Iglesia está llamada a ser servidora en un difícil diálogo entre culturas, entre religiones, entre ideologías, entre estilos de vida distinta y entre luchas de poder.

El profeta Isaías nos recuerda la belleza de los mensajeros, que anuncian la buena noticia, que proclaman la paz y pregonan la justicia (cf. Is 52, 7). Ésta es nuestra hermosa misión, queridos fieles, en esta sociedad paganizada, para que todas las naciones vean la salvación de nuestro Dios (cf. Is 52, 10); para que todos acojan con amor al Niño-Dios que nace en Belén.

7.- Anoche el Papa abrió en la Basílica Vaticana la Puerta Santa para iniciar el Año Jubilar 2025; y en estos próximos días abrirá otras puertas santas en las basílicas mayores; y también lo hará en un centro penitenciario. Nosotros, siguiendo la Bula del Santo Padre, iniciaremos el Año Jubilar en la Catedral el próximo domingo, día 29 de diciembre. ¡Que sea un año de esperanza, de profundización en la fe y de buen testimonio cristiano en nuestra sociedad!

Pedimos a la Virgen María, Madre del Hijo de Dios y madre nuestra, que nos muestre a su Hijo-Dios y nos acompañe en nuestro testimonio de la verdad eterna. ¡Feliz Navidad! Amén.

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Lecturas de la Natividad del Señor (Ciclo C)

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Lecturas de la Natividad del Señor (Ciclo C)

Primera Lectura

Is 52, 7-10

Verán los confines de la tierra la salvación de nuestro Dios.

Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que proclama la paz, que anuncia la buena noticia, que pregona la justicia, que dice a Sión: «¡Tu Dios reina!». Escucha: tus vigías gritan, cantan a coro, porque ven cara a cara al Señor, que vuelve a Sión. Romped a cantar a coro, ruinas de Jerusalén, porque el Señor ha consolado a su pueblo, ha rescatado a Jerusalén. Ha descubierto el Señor su santo brazo a los ojos de todas las naciones, y verán los confines de la tierra la salvación de nuestro Dios.

Salmo Responsorial

Sal 97

R. Los confines de la tierra han contemplado la salvación de nuestro Dios

– Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas. Su diestra le ha dado la victoria, su santo brazo. R.

– El Señor da a conocer su salvación, revela a las naciones su justicia. Se acordó de su misericordia y su fidelidad en favor de la casa de Israel. R.

– Los confines de la tierra han contemplado la salvación de nuestro Dios. Aclama al Señor, tierra entera; gritad, vitoread, tocad. R.

– Tañed la cítara para el Señor, suenen los instrumentos: con clarines y al son de trompetas, aclamad al Rey y Señor. R.

Segunda Lectura

Heb 1, 1-6

Dios nos ha hablado por el Hijo

En muchas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a los padres por los profetas. En esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo, al que ha nombrado heredero de todo, y por medio del cual ha realizado los siglos. Él es reflejo de su gloria, impronta de su ser. Él sostiene el universo con su palabra poderosa. Y, habiendo realizado la purificación de los pecados, está sentado a la derecha de la Majestad en las alturas; tanto más encumbrado sobre los ángeles, cuanto más sublime es el nombre que ha heredado. Pues, ¿a qué ángel dijo jamás: «Hijo mío eres tú, yo te he engendrado hoy»; y en otro lugar: “Yo seré para él un padre, y el será para mí un hijo”? Asimismo, cuando introduce en el mundo al primogénito, dice: “Adórenlo todos los ángeles de Dios”.

Evangelio

Evangelio según san Juan 1, 1-18

El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros

En el principio existía el Verbo y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el principio junto a Dios. Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió. Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz. El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo. En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre. Éstos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios. Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y grita diciendo: «Este es de quien dije: el que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo». Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia. Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.

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Felicitación de Navidad de Mons. Rico Pavés

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En estas fechas tan especiales, donde el corazón de todos los cristianos espera la venida del Salvador. Nuestro Obispo de Asidonia-Jerez, Monseñor José Rico Pavés felicita la Navidad a todos los fieles de la Diócesis de Asidonia-Jerez.

Carta Pastoral “En el Año Jubilar de la Esperanza: «Solo esperan quienes en su corazón albergan Esperanza»”

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En el Año Jubilar de la Esperanza: «Solo esperan quienes en su corazón albergan Esperanza»

 

Queridos diocesanos,

A punto de entrar por la Puerta del Perdón del Templo madre de todas las iglesias de nuestra Diócesis, que nos conducirá a “la Esperanza”, me dirijo a todos vosotros en este tiempo especial, en el que la Iglesia celebra un Año Jubilar. Para que, juntos, como Iglesia que peregrina entre olivares, tomemos conciencia del momento que la Iglesia Universal va a vivir, reconociendo en la Encarnación de nuestro Señor Jesucristo el hecho histórico en el que, de nuevo, el cielo volvió a unirse con la tierra.

Aniversario de la Encarnación de nuestro Señor Jesucristo

Es en ese mismo instante, en el que Dios se encarna en el seno virginal de María, entra en nuestra historia como hombre, se hace uno de nosotros en humanidad, excepto en el pecado: en Él, la esperanza se hace carne, y nos trae la salvación y la paz que tanto necesitamos. Como nos dice San Pablo en la carta a los Romanos: «Spes non confundit» (La esperanza no defrauda, Rm 5,5).

Este Jubileo nos invita a una profunda reflexión sobre los orígenes de nuestra fe. Al igual que nuestra Catedral, que se alza como un signo de los comienzos y bajo la cual reposan capas de historia, nuestra fe tiene raíces en una gran tradición. Esta tradición de la Iglesia se complementa con las pequeñas, pero significativas, tradiciones de nuestras familias, pueblos y ciudades.

Es un tiempo propicio para volver a las fuentes: a la Sagrada Escritura, a las tradiciones que nos ha transmitido la fe, al testimonio de los santos, y, sobre todo, a nuestra relación viva con Cristo, que está presente y actuante en nuestra vida.

Cuando el Santo Padre Francisco elige como lema de este Jubileo “Peregrinos de Esperanza”, lo hace sabiendo que nuestro mundo está necesitado de esperanza. No es difícil que el alma se desesperance al mirar a nuestro alrededor. Las guerras y su rosario incesante de víctimas; las desigualdades que siguen acarreando hambre, falta de sanidad, de recursos… en tantos lugares del mundo; la soledad, esa epidemia de nuestros días que lleva a vivir, y a morir solos a tantos ancianos; el feroz consumismo que nos lleva a llenarnos “de cosas” para vaciarnos de Dios; aquellos que pierden la vida en el mar en busca de una oportunidad que dignifique su vida; los niños que no llegan a ver la luz de este mundo en nombre de un derecho no bien entendido; los bosques que arden y que consumen ese regalo que es la naturaleza… Frente a esa realidad desesperanzada, dolorosa, mortal… sabemos que existe una Esperanza con mayúsculas que nos muestra un camino coloreado de verde, y que prende en el corazón de aquellos que esperan. Somos hombres y mujeres en busca de sentido.

La oportunidad del Jubileo

El Jubileo no es solo un evento conmemorativo, sino una auténtica oportunidad de gracia para fortalecer nuestra fe, purificarnos de nuestros pecados y renovar nuestra esperanza. Es un tiempo privilegiado en el que se nos invita a caminar como peregrinos hacia el encuentro con Dios, dejando que la misericordia y el amor transformen nuestra vida.

  1. Fortalecer la fe

La conmemoración del aniversario de la Encarnación nos recuerda la verdad histórica que fundamenta nuestra fe. Nos da la oportunidad de responder con mayor firmeza a esta verdad, especialmente en un contexto en el que muchos cristianos viven su fe de manera débil o fragmentada: no rezan, no frecuentan los sacramentos, ni orientan su vida según el Evangelio.

Aunque esta realidad nos duele, también nos desafía a ser auténticos testigos agradecidos del amor de Dios que nos ha hecho hijos suyos, creados para vivir y convivir eternamente en comunión con Él; y nos desafía, también, a redescubrir la operatividad de la fe, haciéndola presente en nuestras decisiones diarias.

  1. Purificarnos de nuestros pecados

El Jubileo también es un tiempo de arrepentimiento y perdón. En el Antiguo Testamento, el Jubileo buscaba restablecer la situación original de la Alianza. Hoy, nosotros somos llamados a renovar nuestra alianza bautismal y a recuperar la vida de gracia a través de la fidelidad y la generosidad.

El sacramento de la penitencia se presenta como el camino privilegiado para este propósito. Es necesario que lo vivamos con seriedad: haciendo un examen profundo de conciencia, una confesión sincera, un verdadero arrepentimiento y un compromiso serio de cambio. La indulgencia plenaria ofrecida durante el Jubileo nos ayuda a purificarnos completamente, devolviéndonos la alegría de la salvación.

  1. Momento de renovación y esperanza

Este Jubileo, también, es una llamada a la renovación personal y comunitaria. Aunque nos duelan el secularismo que podemos estar viviendo y el empobrecimiento de la fe, no debemos caer en el desaliento.

Escuchemos la voz de Dios que nos llama a ser auténticos, a acoger y responder a su voluntad y a estar unidos como una misma familia, en la que todos somos hermanos, hijos de nuestro Padre Dios. Este es un tiempo para renovar nuestra esperanza, convencidos de que el Señor sigue caminando con nosotros.

La Esperanza en la Sinodalidad

El camino de la esperanza no es un camino individual, sino comunitario, y se expresa de manera singular en el proceso sinodal que juntos emprendimos en 2021 y que nos hizo replantearnos nuestra manera de ser Iglesia y de vivir en la Iglesia. Este hermoso camino nos ha mostrado la importancia de la sinodalidad, es decir, del caminar juntos, en unidad y respeto mutuo, en la escucha y el discernimiento del Espíritu Santo. Las conclusiones del Sínodo nos han llamado a ser una Iglesia que se siente llamada a acompañar en la esperanza, a ser testigos de la verdad en un mundo que ansía respuestas. En nuestra sinodalidad, el discernimiento nos invita a acoger a todos, sin dejar de anunciar la salvación de Cristo.

El Discipulado como camino de Esperanza

En este tiempo de reflexión sinodal, también hemos recibido una invitación personal y comunitaria a la conversión y a ser más fieles al mandato del Señor de salir al encuentro de aquellos que aún no lo conocen. El discipulado, eje sobre el que este año se vertebra nuestro Plan Pastoral, se presenta, igualmente, como el camino de la esperanza para los que buscan sentido en sus vidas. Un sentido que nosotros ya hemos descubierto, que llena nuestro corazón de gozo, y que debemos transmitir a aquellos que aún no han experimentado el amor y la misericordia de Jesús, a través del testimonio comprometido y fértil de nuestra vida cristiana.

El discipulado nos lleva a sembrar semillas de esperanza en aquellos que aún no conocen a Jesús: nuestra vida de discípulos debe ser una luz que los guíe a Él. La esperanza que vivimos y compartimos en nuestras comunidades se convierte en el testimonio vivo de que el Señor está cerca, de que su amor no falla, de que su Palabra es fuente de vida. Así, el discipulado se presenta como camino esperanzado para aquellos que buscan la verdad, el sentido y la salvación en medio de tantas incertidumbres cotidianas.

La sangre de los mártires: signo de Esperanza

A lo largo de la historia de la Iglesia, también en la de Jaén, la sangre de los mártires ha sido el testimonio más grande de esperanza. Aquellos que han dado su vida por Cristo, en defensa de su fe, nos han dejado un legado de fidelidad y fortaleza. La vida de los mártires, hombres y mujeres con sus particulares historias vitales, nos recuerda que la esperanza no se apaga ni siquiera en las situaciones más difíciles. Su sacrificio es un testimonio de la esperanza que no se quiebra, una esperanza que es más fuerte que la muerte. Como dice San Pablo en la carta a los Romanos: «Más aún, nos gloriamos incluso en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia, la paciencia, virtud probada, la virtud probada, esperanza» (Rm 5,3-4). En su ejemplo, encontramos la verdadera medida de la esperanza que no defrauda.

Ojalá que uno de los frutos de este Año Jubilar sea que los más de cien Siervos de Dios, cuyos procesos de martirio se estudian en Roma, alcancen, por sus vidas entregadas, la palma del martirio que los convertirá en Beatos de nuestra Iglesia particular.

Paciencia y esperanza unidas

La esperanza no se puede separar de la paciencia. Vivir en esperanza significa saber esperar con confianza y serenidad en Dios, aun en medio de las pruebas y tribulaciones. La paciencia nos enseña a confiar en el tiempo de Dios, a entender que no todo se resuelve de inmediato, pero que Él siempre está trabajando en nuestra vida. La paciencia es la virtud que acompaña a la esperanza, que la purifica y la fortalece. Y en esa esperanza, que se nutre de la paciencia, encontramos la paz que proviene del Señor.

La Esperanza: ancla y llama del Espíritu Santo

La esperanza es a la vez un ancla y una llama. Como un ancla, nos sostiene firmes en medio de las tormentas de la vida, y a la vez nos da seguridad en las promesas de Dios. La esperanza es la certeza de que no estamos solos, de que, en medio de todo sufrimiento, el Señor está con nosotros, guiándonos y protegiéndonos. Y como una llama, la esperanza ilumina nuestro camino, nos anima y nos impulsa a seguir adelante, a ser portadores de esa luz a los demás. Esta llama de esperanza es obra del Espíritu Santo, que nos inspira y fortalece en nuestra vida de fe.

En este Año Jubilar, os invito a mirar al futuro con confianza, a renovar nuestra fe y a vivir en comunión. Que esa Esperanza que nos trae Cristo con su nacimiento en esta Navidad nos impulse a ser discípulos fervientes, a vivir con paciencia y fortaleza, y a ser testigos de la esperanza que nunca defrauda.

La Caridad como hilo conductor

Con la oración, en este segundo año preparatorio del Jubileo, hemos pedido al Señor que ilumine nuestro corazón para procurar que todas las realidades de la Diócesis participen y estén presentes; y que la caridad sea el hilo conductor de todas las acciones que vamos a llevar a cabo y que tendrán reflejo en un gran proyecto dirigido a personas migrantes y víctimas de la trata. Que niños, jóvenes, familias, mayores… sean protagonistas. A todos os pido implicación, colaboración y sobre todo que viváis este año como un regalo que la Iglesia nos hace como hijos amados de Dios.

La Catedral como centro Jubilar

Nuestra Catedral, como signo de los orígenes y lugar central de nuestra Iglesia Diocesana, será el epicentro de las celebraciones jubilares. Es aquí donde se nos recuerda la unidad y el vínculo que tenemos como pueblo de Dios, Iglesia local en camino. Atravesar la Puerta del Perdón de este singular templo, relicario del Santo Rostro, es un gesto que simboliza nuestra peregrinación hacia Cristo. Queremos llagar hasta Él, adentrarnos en su misterio de amor y lucrar las gracias jubilares por Él derramadas.

Los cimientos de la Catedral guardan la memoria de quienes nos precedieron en la fe. Con ellos celebramos nuestra historia común. Este Año Santo será una oportunidad para vivir en unidad y plenitud, siendo testigos del amor de Dios que nos llama a la conversión y a la misión.

Os espero en la apertura del Año Santo, que tendrá lugar, D.m, el próximo domingo 29 de diciembre, Jornada de la Sagrada Familia, a las 17 horas, iniciando desde la Basílica de San Ildefonso la peregrinación hasta el Templo Jubilar, para que juntos, como Iglesia, atravesemos la Puerta del Perdón y nos dejemos abrazar por la misericordia del Señor.

Desde ese día, la Catedral acogerá a los peregrinos que vengan a ganar las gracias del Jubileo, durante todo el año.

Otros lugares singulares para lucrar las gracias jubilares

De forma puntual, cuatro días a lo largo del año, se podrán lucrar la gracias jubilares en cuatro lugares más, vinculados con colectivos de personas a quienes el Dios de las misericordias mira con especial ternura y predilección:

Los enfermos: el día 11 de febrero de 2025 (memoria de la BVM de Lourdes, día del enfermo), en la capilla del Hospital Universitario de Jaén.

Los ancianos: el día 27 de julio de 2025 (memoria de San Joaquín y santa Ana, Jornada de los Abuelos y Ancianos), en la capilla de las Hermanitas de los Pobres de Jaén.

Los reclusos: el día 27 de septiembre de 2025 (en torno a la memoria de la BVM de la Merced), en el Centro Penitenciario de Jaén.

Las personas sin hogar: el día 26 de octubre de 2025 (Jornada de las personas sin hogar), en la iglesia del monasterio de Santa Clara de jaén.

María, madre de Esperanza

Y si queremos vivir este Año Jubilar con verdadero y profundo sentido tenemos que volver nuestra mirada a Ella, a María Santísima. Mujer de fe, mujer de esperanza, mujer de amor. Ella que confió en la palabra del ángel, que supo esperar y creer, que albergó en su seno la Esperanza del mundo, debe ser nuestro modelo a seguir. Su mirada de madre nos conducirá hasta Aquel del que emana la Esperanza.

Queridos hijos, vivamos con la alegría del que espera este tiempo jubiloso, este Año Santo, este tiempo de gracias de sabernos redimidos por el Amor.

Con mi afecto y bendición,

+ Sebastián Chico Martínez
Obispo de Jaén

18 de diciembre de 2024
Conmemoración de Ntra. Sra. de la Esperanza

 

La sencillez de la Navidad transforma el mundo

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La Navidad es un canto de esperanza, de personas que buscan en la oscuridad de la noche, de unos pobres pastores que pasan la vida en la intemperie, de unos ricos sabios arropados en sus fortunas, que siguen una estrella, noche tras noche, con la certidumbre que encontrarán al príncipe de la paz, de buscadores de un sentido nuevo para sus vidas.

La Navidad es lo que representan nuestros belenes tradicionales, la vida de un pueblo atareado, cortando la leña, sacando el agua de un pozo, lavando en el rio, niños jugando, cuidando el ganado, vendiendo en el mercado, persiguiendo con espada a las madres que esconden sus bebés entre sus brazos, tendiendo la ropa, echando de comer a las gallinas, o custodiando al poderoso mientras él mira a sus súbditos desde arriba. Todo es vida, cada uno a lo suyo y un cierto desconocimiento de que un niño ha nacido en un establo.

La Navidad es paz en la tierra, que por defecto nos lo recuerda Ucrania, Sudán, Gaza, Siria, Israel, Burkina Faso, Malí, Níger, Yemen, Haití… en total 56 conflictos armados activos, con más desplazados y refugiados que en la Segunda Guerra Mundial, y los terrorismos, aunque los ángeles nos siguen haciendo una llamada de paz a todos los hombres de buena voluntad.

La Navidad, lo sabemos por el Evangelio, es una mirada a los distintos rostros de pobreza, de aquellos que no tienen donde reclinar la cabeza, de los que sufren por cualquier causa, de los que la vida ni la sociedad les ha sonreído, de los que se encuentran solos sin apoyos de personas que los acojan y quieran, de los que viven en la intemperie y en las cunetas de la vida, despojados de toda dignidad humana.

La Navidad está llena de bondad, de personas queridas y de recuerdos, de esos que construyen la vida, y uno se goza en la contemplación sosegada de la memoria. Las antiguas imágenes reaparecen de nuevo dejando reavivar el fuego del recuerdo de las cosas buenas vividas con sencillez y pobreza de espíritu. Y no vienen solas, las acompañan siempre los sentimientos, aquellos que hacen que el corazón cambie de ritmo y entre en una quietud de bienestar y gozo. Y si todo esto lo pudieras compartir en una serena y gozosa Celebración del Misterio, con todos los tuyos, entorno al Altar, será también un sublime momento.

A todos vosotros, con un afecto especial, feliz Nacimiento del Señor, que vino a quedarse entre nosotros. ¡Ánimo y adelante!

 

+Antonio Gómez Cantero, obispo de Almería.

Mensaje de Navidad del obispo de Málaga

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MENSAJE DE NAVIDAD DEL OBISPO DE MÁLAGA

(Málaga, diciembre 2024)

Testigos de la Esperanza

El Nacimiento de Jesús como hombre, siendo el Hijo de Dios, ofrece a la humanidad un nuevo modo de vida más pleno y más humano. Su presencia llena de luz y de esperanza al mundo entero.

Iniciamos en esta Navidad el Año Jubilar-2025, concedido por el papa Francisco, en el que nos anima a ser “Peregrinos de Esperanza”.

Las personas solemos acariciar proyectos, planes, objetivos, deseos, que esperamos obtener; en ellos ponemos nuestro corazón, pero algunos se cumplen y otros no. Como dice el Papa en la Bula de convocación, encontramos con cierta frecuencia personas desanimadas, que miran el futuro con pesimismo, pensando que nada les puede ofrecer felicidad.

La “Esperanza” a la que nos convoca el Jubileo-2025 se refiere a la Esperanza cristiana en la vida eterna; es decir el destino final y definitivo del ser humano, independientemente de que haya conseguido sus objetivos en este mundo. La Esperanza nace del amor que brota del Corazón de Jesús, traspasado en la cruz. Por eso, el Jubileo es una hermosa ocasión para reavivar la esperanza.

Esta Esperanza la podemos llamar “teologal” porque, junto con la fe y la caridad (cf. 1 Co 13,13; 1 Ts 1, 3) es una virtud que se nos regala en el bautismo, permitiéndonos sintonizar con Dios y vivir como hijos suyos.

La Navidad nos invita a ser “Testigos de la Esperanza”, vivida personalmente, celebrada con los demás cristianos y compartida con todos. El apóstol Pablo nos invita a “alegrarnos en la esperanza, a ser pacientes en la tribulación y perseverantes en la oración” (cf. Rm 12,12).

En todo jubileo es fundamental la petición de perdón de nuestros pecados y la conversión, llevando a cabo un renacer y un comenzar de nuevo. Las iglesias jubilares pueden ser oasis de espiritualidad para revitalizar el camino de la fe y beber de los manantiales de la esperanza, sobre todo acercándose al sacramento de la Reconciliación. Se trata de reconocer el pasado como parte de la historia agradecida y dirigir nuestra mirada hacia el futuro.

La Navidad nos anima a ser Testigos de la Esperanza en la vida eterna, a caminar mirando al cielo, a acompañar a nuestros contemporáneos en la peregrinación en este mundo, a ayudar a nuestros hermanos, sobre todo los más necesitados, a poner luz, alegría y paz en nuestra sociedad.

¡Feliz Navidad!

+ Jesús Catalá

Obispo de Málaga

Mensaje de Navidad del obispo de Málaga

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MENSAJE DE NAVIDAD DEL OBISPO DE MÁLAGA

(Málaga, diciembre 2024)

Testigos de la Esperanza

El Nacimiento de Jesús como hombre, siendo el Hijo de Dios, ofrece a la humanidad un nuevo modo de vida más pleno y más humano. Su presencia llena de luz y de esperanza al mundo entero.

Iniciamos en esta Navidad el Año Jubilar-2025, concedido por el papa Francisco, en el que nos anima a ser “Peregrinos de Esperanza”.

Las personas solemos acariciar proyectos, planes, objetivos, deseos, que esperamos obtener; en ellos ponemos nuestro corazón, pero algunos se cumplen y otros no. Como dice el Papa en la Bula de convocación, encontramos con cierta frecuencia personas desanimadas, que miran el futuro con pesimismo, pensando que nada les puede ofrecer felicidad.

La “Esperanza” a la que nos convoca el Jubileo-2025 se refiere a la Esperanza cristiana en la vida eterna; es decir el destino final y definitivo del ser humano, independientemente de que haya conseguido sus objetivos en este mundo. La Esperanza nace del amor que brota del Corazón de Jesús, traspasado en la cruz. Por eso, el Jubileo es una hermosa ocasión para reavivar la esperanza.

Esta Esperanza la podemos llamar “teologal” porque, junto con la fe y la caridad (cf. 1 Co 13,13; 1 Ts 1, 3) es una virtud que se nos regala en el bautismo, permitiéndonos sintonizar con Dios y vivir como hijos suyos.

La Navidad nos invita a ser “Testigos de la Esperanza”, vivida personalmente, celebrada con los demás cristianos y compartida con todos. El apóstol Pablo nos invita a “alegrarnos en la esperanza, a ser pacientes en la tribulación y perseverantes en la oración” (cf. Rm 12,12).

En todo jubileo es fundamental la petición de perdón de nuestros pecados y la conversión, llevando a cabo un renacer y un comenzar de nuevo. Las iglesias jubilares pueden ser oasis de espiritualidad para revitalizar el camino de la fe y beber de los manantiales de la esperanza, sobre todo acercándose al sacramento de la Reconciliación. Se trata de reconocer el pasado como parte de la historia agradecida y dirigir nuestra mirada hacia el futuro.

La Navidad nos anima a ser Testigos de la Esperanza en la vida eterna, a caminar mirando al cielo, a acompañar a nuestros contemporáneos en la peregrinación en este mundo, a ayudar a nuestros hermanos, sobre todo los más necesitados, a poner luz, alegría y paz en nuestra sociedad.

¡Feliz Navidad!

+ Jesús Catalá

Obispo de Málaga

La Palabra se hizo carne: Mensaje de Navidad 2024

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La Palabra se hizo carne

MENSAJE DE NAVIDAD 2024

¡Navidad, feliz Navidad!, es la música y la letra de este tiempo, ¡cuántas buenas intenciones y fantásticos propósitos! En la misma vida notamos la presencia de Dios y podemos sentirle muy cerca. Lo reconocerás en el silencio del corazón y en los acontecimientos de cada día, pero en Navidad tendrás muchas ocasiones.

Las señales que da Dios son tan admirables, como inesperadas. En el Evangelio de san Lucas se nos narran los signos que Dios ofrece a los pastores: un niño, pañales y pesebre. A ellos no les extrañó, les supo a promesa cumplida, ¡tanto tiempo estaban esperando al Mesías! Y la Palabra se hizo carne, carne humana, carne nuestra, en el vientre de una muchacha, especialmente elegida, y en un pueblo lejano, casi desconocido.

La humanidad comienza otra etapa, todo comienza a cambiar… ¡Guardad silencio, que está hablando Dios!: «¡Qué increíble valor debe tener nuestra vida para que Dios venga a vivirla de tal manera! Pero ¡qué increíble amor para quererlo hacer! Hoy, cerca de la cueva de Belén, no es día de decir: «Dios mío, te quiero». Es el día de asombrarse diciendo: «¡Dios mío, cómo me quieres tú!»» (san Ambrosio).

Ahora, salgamos a proclamar el amor de Dios a los cuatro vientos, que para esto nos quiere Dios. En esta Navidad nos encontraremos con Cristo, pero a su estilo, como él quiere, ¿cuántas veces has sido invitado a acercarte a él en el pesebre, en lo sencillo? ¿Y cuántas le has respondido: “Espera, Señor, que estoy muy ocupado…” o “llámame luego o dentro de un ratico…”?

¡Prepárate, ponte en pie y responde, como los pastores, en vigilia, con el alma limpia de pecado, y goza contemplando el rostro de Jesús en esta Navidad!

¡Feliz Navidad a todos! ¡Que Dios os bendiga!

 

+ José Manuel Lorca Planes

Obispo de Cartagena

Mensaje de Navidad del obispo de Cartagena – 2024

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La Palabra se hizo carne

MENSAJE DE NAVIDAD 2024

¡Navidad, feliz Navidad!, es la música y la letra de este tiempo, ¡cuántas buenas intenciones y fantásticos propósitos! En la misma vida notamos la presencia de Dios y podemos sentirle muy cerca. Lo reconocerás en el silencio del corazón y en los acontecimientos de cada día, pero en Navidad tendrás muchas ocasiones.

Las señales que da Dios son tan admirables, como inesperadas. En el Evangelio de san Lucas se nos narran los signos que Dios ofrece a los pastores: un niño, pañales y pesebre. A ellos no les extrañó, les supo a promesa cumplida, ¡tanto tiempo estaban esperando al Mesías! Y la Palabra se hizo carne, carne humana, carne nuestra, en el vientre de una muchacha, especialmente elegida, y en un pueblo lejano, casi desconocido.

La humanidad comienza otra etapa, todo comienza a cambiar… ¡Guardad silencio, que está hablando Dios!: «¡Qué increíble valor debe tener nuestra vida para que Dios venga a vivirla de tal manera! Pero ¡qué increíble amor para quererlo hacer! Hoy, cerca de la cueva de Belén, no es día de decir: «Dios mío, te quiero». Es el día de asombrarse diciendo: «¡Dios mío, cómo me quieres tú!»» (san Ambrosio).

Ahora, salgamos a proclamar el amor de Dios a los cuatro vientos, que para esto nos quiere Dios. En esta Navidad nos encontraremos con Cristo, pero a su estilo, como él quiere, ¿cuántas veces has sido invitado a acercarte a él en el pesebre, en lo sencillo? ¿Y cuántas le has respondido: “Espera, Señor, que estoy muy ocupado…” o “llámame luego o dentro de un ratico…”?

¡Prepárate, ponte en pie y responde, como los pastores, en vigilia, con el alma limpia de pecado, y goza contemplando el rostro de Jesús en esta Navidad!

¡Feliz Navidad a todos! ¡Que Dios os bendiga!

 

+ José Manuel Lorca Planes

Obispo de Cartagena

Homilía en la Eucaristía por el 50 aniversario de la llegada del Camino Neocatecumenal a Granada

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Homilía de D. José María Gil Tamayo, arzobispo de Granada, en la Eucaristía celebrada por el 50 aniversario de la llegada del Camino Neocatecumenal en Granada, en la S.A.I Catedral, el 19 de diciembre de 2024.

Querida Paloma, queridos itinerantes,

queridos presbíteros, querido diácono,

Queridos hermanos y hermanas, el Camino Neocatecumenal en Granada, de los que habéis venido, que habéis recorrido desde los inicios este itinerario de presencia cristiana,

Queridos niños,

Tenemos que dar muchas gracias a Dios y dar gracias a Dios al mismo tiempo, con la humildad de quien sabe que es el Señor quien hace las cosas. Nosotros somos unos siervos inútiles que hemos hecho lo que teníamos que hacer. Es el Señor el que pone en incremento. Es el Señor el que hace crecer la semilla. Es el Señor el que nos va probando Y este Camino es una bendición de Dios para la Iglesia.

Es uno de los frutos cuajados del Concilio Vaticano II. Es un motivo de alegría. Hoy el Camino Neocatecumenal está arraigado en la vida de la Iglesia y extendido por todo el mundo. Ya no depende de que un obispo le guste o no le guste. Lo acepte o no lo acepte, queridos hermanos. Es un don de Dios a su Iglesia.

Es un don de Dios que en el camino de la historia suscita hombres y mujeres para que, bajo la inspiración del Espíritu, promuevan para el bien de la Iglesia un carisma. Un camino en ese gran camino que es el itinerario cristiano. En una diversidad de lenguas, en una diversidad de ritos, en una diversidad de ministerios, en una diversidad de pueblos.

Pero esto es uno de los frutos del árbol de la Iglesia. Luego, este fruto ya arraigado, esta planta en el jardín de la Iglesia, es una de las imágenes bíblicas del propio pueblo de Israel y de la Iglesia. En esta viña del Señor formáis ya un fruto que se ha hecho árbol y que crece. Y esto no nos puede hacer nunca olvidar los orígenes. Y no nos puede hacer olvidar, queridos hermanos, al mismo tiempo, como ha dicho Paloma al comienzo, recordar a los que nos han precedido.

Recordar también lo que nos dice la Carta a los Hebreos, en el capítulo 13: “Acordaos de vuestros dirigentes que os expusieron las palabras de Dios. Fijaos en el desenlace de su vida. Imitad su fe. Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre”. Es lo que dice el texto de la Carta a los Hebreos a cristianos perseguidos.

Fijaos en su vida, en el desenlace de su vida. Imitad su fe. Pero, sobre todo, poner el corazón en el centro, que es Jesucristo. Y les recuerda, Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre. Y eso es lo que es fundamental en el Camino Neocatecumenal. Ese proceso de identificación con Cristo que se da en nosotros por la gracia bautismal. Que de manera ontológica nos une a Cristo hasta el punto que pasamos de pobres pecadores y pobres criaturas, que han heredado la triste herencia de nuestros primeros padres, el pecado original.

Pasamos a ser hijos e hijas de Dios. Donde se nos aplica en el bautismo la redención de Cristo, y somos revestidos de Cristo.

La túnica es una señal de que hemos sido revestidos de Él. Hemos sido injertados en la vid verdadera, que es Cristo. Nosotros, que por sí mismo valemos poco. De manera que el cristiano tiene que desplegar en su vida su fe bautismal, su esencia de cristiano. Que esto es lo más importante. San Agustín llega a decir “Yo con vosotros soy obispo, con vosotros soy cristiano. Y esta es mi gloria.”

Yo para vosotros soy obispo y esta es mi carga. Y esta es la llamada radical, es la fe cristiana. Y el Camino Neocatecumenal, lo que ha venido, como carisma de Iglesia, es recordar que precisamente ahí está la radicalidad de la vocación cristiana. En la realidad bautismal. Después Dios llama a algunos de su pueblo para el ministerio ordenado. Después llama para vocaciones específicas en la vida consagrada, siguiendo los consejos evangélicos.

Pero lo radical, queridos hermanos y hermanas, lo fundamental y lo esencial es que somos hijos e hijas de Dios. Que somos otros Cristos, dice san Pablo. Que somos el cuerpo de Cristo. Y esto lleva a un estilo de vida, lleva a una forma de vivir que tiene que ser conforme al Evangelio. Y eso ha adquirido en la Iglesia pluralidad de formas, y la vuestra en una forma peculiar.

Y los pastores tenemos que discernir y reconocer los carismas que Dios pone con la ayuda del Espíritu Santo y ver como un bien para la Iglesia. Corregir lo que haya que corregir, porque eso nos afecta a todos. La errancia, los defectos, mientras caminamos en esta tierra. Pero el discernimiento nos ayuda, como ayuda a los catequistas, como ayuda a los itinerantes, para ir perfilando en este caminar.

Porque el Camino no viene para el siglo XX o el siglo XXI. Tiene 50 años, queridos hermanos. Sobre todo, para los que en la vida vamos y notamos el paso de los años, pues es mucho. Estos chicos, verán los 100 años del Camino en Granada. Y verán que 100 años en la vida de la Iglesia no es nada.

Queridos hermanos y hermanas, estamos en los comienzos. Y esto nos ayuda también a entender que no somos poderosos. Que no somos, aunque seamos muchos. El crecimiento depende del Señor, con quien colaboramos con el apostolado y la evangelización. Que lo importante es Jesucristo, ayer, hoy y siempre. Yo sé que este Espíritu lo tenéis. Y pasamos, como han pasado esos hermanos nuestros, que seguro ya están contemplando al Señor en la Jerusalén celeste.

Y un día nos tocará a nosotros, como ya contempláis a gente de las primeras comunidades ,que ya están más allá arriba que aquí abajo. Y ese es el camino cristiano. Y vienen otros detrás. Yo he recibido una tradición del Señor que a mi vez os he transmitido. Que el Señor Jesús… Y transmitimos la fe cristiana.

Os lo habéis transmitido unos a otros, fundamentalmente en esa Iglesia doméstica que es la familia.

Os lo habéis transmitido, amigos, en esa relación de amistad. Porque queréis lo mejor para ellos les dais a Cristo y los invitáis. Venid y veréis. Les habéis transmitido a los hijos y habéis ido creciendo.

Yo os pido, como obispo vuestro, que sigáis evangelizando. Esa es una de las fuerzas del Camino Neocatecumenal. Evangelizar. Anunciar a Jesucristo. Queda mucho por hacer.

Queda camino por andar, queda presencia por realizar y más en este mundo nuestro, donde la paganía está presente. No os conforméis. No os encerréis.

Hace falta cenáculo, pero hace falta Pentecostés. Hace falta recibir el Espíritu, celebrar el misterio eucarístico. Celebrar los sacramentos. Pero hace falta calle. Hace falta salir. Id a los caminos, salir a las encrucijadas. Hace falta la parresía, la valentía. No podemos encerrarnos por miedo a los judíos. En el dicho bíblico. Sino que tenemos que salir. Es esa iglesia en salida que nos pide el Papa Francisco.

Esa Iglesia que sale. Y dice el Papa, porque sale se constipa. Hay que salir. Y todos estamos llamados a evangelizar. Todos estamos llamados a anunciar a Jesucristo con el testimonio de nuestra vida, ciertamente. Nadie puede considerarse dispensado. Ofreceremos el dolor, el sufrimiento, pero nunca dejaremos de tener un sentido evangelizador, misionero. Hace falta llegar a muchos sitios. Granada os necesita. Este obispo os necesita. No solo os quiere, os necesita.

Si queréis, es un amor interesado. Claro que sí. Como el de los padres también, muchas veces. Pero hay que llegar. Nos os encerréis. Multiplicaos. Llegad donde nadie llega. Anunciad donde no suena. Convenced. Haced abrir los ojos. Abrir los oídos. Con respeto exquisito a lo que piensan los demás, pero sin renunciar a las propias convicciones. Con amor y con misericordia siempre. Porque es el distintivo de los cristianos.

Como Dios la tiene de nosotros, que es amor. Y así lo confesamos. El primer credo es: “nosotros hemos conocido el amor de Dios y hemos creído en Él”, dice San Juan en su primera carta. Dios es amor. Y eso es lo más convincente.

Habrá gente a la que no podamos convencer con las ideas porque ya no tienen donde sujetar. Porque viven en una paganía. Y tenemos que tener la paciencia de Dios con los otros y con el testimonio, con el perdón y la misericordia. Con un sentido de ofrecimiento, no de imposición. Con un sentido de alegría.

El Papa Francisco dice que nos han robado la alegría. Y es verdad. Muchas veces ves cristianos y parece que hay que darles el pésame. Muchas veces han puesto en el cristianismo un ribete negro, como en las viejas cartas. Mucha gente va y va como pidiendo perdón de ser cristiano, como avergonzándose de la fe. Eso no cabe en un hermano y en una hermana del Camino Neocatecumenal.

No hay que ir con una bandera, ni mucho menos con una espada, pero sí con la sencillez del testigo. Con la sencillez de los discípulos de Jesús. Y esto, al mismo tiempo con sentido de fraternidad. Jesús envía de dos en dos, como hacéis vosotros. Es la misión. Enviar, con el sentido de fraternidad que no se agota en los hermanos del Camino, sino que se extiende a la Iglesia.

Y en concreto, a esta Iglesia de Granada que os quiere. Ese sentido de fraternidad, de pertenencia a la Iglesia. Que no es un tinglado, que no es un club. Que no es un dirigente político, el obispo.

Por tanto, queridos hermanos, este obispo lo ha puesto el Señor como mis antecesores, que han obrado, Paloma, como sucesores de los apóstoles. No por méritos propios.

Queridos hermanos, adelante. Desde esa primera comunidad en San Emilio hasta este gran racimo. Adelante. Y también hoy es un momento para pedirle al Señor: “Señor, perdónanos, si no hemos sabido ser los instrumentos que tú esperabas”. Y una cosa que os decía al comienzo, la cruz en el camino cristiano, no está solo en el comienzo, forma parte de nuestra vida.

Cuando he visto un entierro de alguno de los hermanos o hermanas del Camino con la cruz, acompañando. Forma parte de nuestra existencia y tiene forma a la medida de cada uno. Y tiene la gracia de Dios, a la medida de la necesidad de cada uno. Pero no lo olvidéis, en estos momentos hay hermanos y hermanas del camino que están sufriendo, que pasan por un itinerario de pasión.

Al mismo tiempo, hay hermanos y hermanas en algunos países que están en medio de dificultades, incluso de persecución, de incomprensión. Y esa es la Iglesia, que es caminante en la historia. Vosotros ya en la historia de Granada. Pero vuelvo a decir, estos vendrán los 100 años del Camino y vendrán otros mientras ellos estarán ahí. Habrá niños y para los 150 años del Camino.

Y entonces dirán, esos señores que iban vestidos así, que tenían esa moda, que incluso los cantos eran con otras melodías, con otros aparatos electrónicos o sabe Dios cómo. Estará. Somos un pueblo que camina, somos la Iglesia en camino.

Que Santa María, que sí creyó al ángel Gabriel, que es proclamada precisamente por la esposa de Zacarías. Bienaventurada tú, porque has creído, es la primera bienaventuranza del Evangelio.

María, que es la creyente por antonomasia, que es la llena de gracia, que es la que está alegre. Y así la saluda el ángel: Alégrate, María. Que ella nos conceda de Dios lo que le hemos pedido en oración de colecta de esta noche. Creed con fe íntegra y celebrad con piedad sincera el misterio de la Encarnación. Eso es la Navidad, no lo que otros presentan.

Pues, queridos amigos y hermanos del Camino Neocatecumenal, este obispo os felicita, da gracias a Dios. Y al mismo tiempo que os felicita, os pide que celebréis con fe íntegra y con piedad sincera, el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios.

Esta Navidad, y siempre.

Así sea.

+ José María Gil Tamayo
Arzobispo de Granada

19 de diciembre de 2024
S.A.I Catedral de Granada

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