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Anuncio del Calendario Jubilar de la Archidiócesis de Sevilla

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Anuncio del Calendario Jubilar de la Archidiócesis de Sevilla

El 24 de Diciembre el Santo Padre abrió la Puerta Santa en la Basílica de San Pedro pasadas las 19:00 (hora local), marcando el inicio del Jubileo Ordinario de 2025. Este evento es el primero de una serie de celebraciones que invitarán a los fieles de todo el mundo a vivir la «experiencia viva del amor de Dios», como expresó el Papa en la bula de Indicción Spes non confundit, ofreciendo así una esperanza cierta de salvación en Cristo.

La Archidiócesis de Sevilla iniciará el jubileo el domingo, 29 de diciembre a las cinco de la tarde, con la celebración de la Eucaristía de inicio del año jubilar, presidida por el arzobispo de Sevilla, monseñor José Ángel Saiz Meneses. La celebración litúrgica comenzará en la Parroquia del Sagrario y concluirá en la S.I. Catedral.

Se publica hoy el calendario jubilar de la Archidiócesis de Sevilla con todas las peregrinaciones y encuentros de este año jubilar desde este domingo 29 de diciembre de 2024 hasta el 28 de diciembre de 2025.

A continuación el enlace donde se anuncia el CALENDARIO JUBILAR de la ARCHDIÓCESIS DE SEVILLA. 29 DICIEMBRE 2024 – 28 DICIEMBRE 2025:

enlace: Calendario de Celebraciones Jubilares Archiciócesis de Sevilla 2025

 

Enlace a todas la noticias del Año Jubilar en la Archidiócesis de Sevilla

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Un Nacimiento en el Monasterio de Santa Inés

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Un Nacimiento en el Monasterio de Santa Inés

En la Santa Misa de Nochebuena y Natividad del Señor de ayer 24 de diciembre el Papa Francisco inauguró el Jubileo con la apertura de la Puerta Santa en la Basílica de San Pedro. Con el lema “Peregrinos de Esperanza”, la esperanza constituye el mensaje central del Jubileo 2025, y como el mismo Papa nos señala “el nacimiento del Hijo de Dios marca el momento concreto en que la esperanza entró en el mundo”. Así lo vemos en este Nacimiento que se encuentra en del Monasterio de Santa Inés.

El pasado año 2024 se ha cumplido el 650 aniversario de la fundación del Real Monasterio de Santa Inés de Sevilla, que tuvo lugar en 1374 bajo el patrocinio de Doña María Coronel. En el Coro bajo de este cenobio y situado al lado de la urna que contiene el cuerpo incorrupto de Doña María Coronel se encuentra un retablo que contiene este Nacimiento fechable a finales del siglo XVIII y principios del XIX, formado por la Virgen María, a la que se la invoca precisamente como Nuestra Señora de la Esperanza, San José y el Niño Jesús. Como señala el historiador Salvador Guijo tanto la imagen de la Madre como la del Hijo se pueden atribuir al escultor Juan de Astorga, mientras que el Santo Patriarca se relaciona con el artista italiano afincado en Sevilla Juan Bautista Patrone.

La Virgen de la Esperanza aparece arrodillada, con la mirada dirigida hacia el Niño recién nacido, presentando ambos brazos abiertos, como ofreciendo su Hijo al mundo para su salvación. Se trata de una imagen de vestir, y porta corona de Reina, obra del maestro Francisco Pérez, fechada en 1853. San José por su parte es una imagen de talla completa y aparece igualmente arrodillado ante la cuna que contiene al Salvador, sosteniendo en su mano izquierda la vara florecida, al tiempo que dirige su derecha hacia el pecho, con gesto de devoción y admiración.

El Niño Jesús está realizado en barro y aparece bendiciendo con su mano derecha, indicando que ya desde su nacimiento, ha venido a bendecir, perdonar y salvar al género humano. Aparece acostado en una rica cuna con molduras doradas en cuyo cabecero se dispone un relieve que representa a Dios Padre entre nubes, mirando a su Hijo y con los brazos abiertos sobre éste, coronando el conjunto el Espíritu Santo en forma de paloma, resaltando así el carácter trinitario del nacimiento del Hijo de Dios.

El fondo de la escena lo constituye un rompimiento de gloria, circundado de rayos dorados, en el que aparecen diversos querubines entre nubes, circundando la inscripción “GLORIA IN EXCELSIS DEO” (Lc 2, 14), en letras doradas. Según el investigador citado, su composición dieciochesca recuerda los modelos de ángeles y querubines de Cristóbal Ramos Tello.

Ante este bello misterio de amor y esperanza, recordamos las palabras del Papa Francisco: “el nacimiento de Jesús nos trae una esperanza segura, una esperanza visible y evidente, que tiene su fundamento en Dios mismo”.

 

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Celebración festiva y familiar en Navidad con los internos de Albolote

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Eucaristía en la víspera de la Solemnidad de la Natividad del Señor, en la mañana del martes 24 de diciembre, en el centro penitenciario, presidida por el arzobispo, que llevó palabras de esperanza y les recordó el amor infinito de Dios por sus vidas.

En un ambiente festivo y familiar, se ha celebrado la Eucaristía en la víspera de la Solemnidad de la Natividad del Señor el martes 24 por la mañana en el centro penitenciario de Albolote con la Pastoral Penitenciaria.

La Eucaristía fue presidida por el arzobispo, Mons. José María Gil Tamayo, y participaron los internos de los distintos módulos de este centro penitenciario. También asistieron numerosos voluntarios y los seminaristas diocesanos y combonianos que colaboran con esta Pastoral, en una Santa Misa concelebrada por distintos sacerdotes: D. David Salcedo, párroco en la iglesia imperial de San Matías; D. Juan Carlos Carrión, párroco en la zona norte de Granada; D. Moisés Fernández, rector del Seminario diocesano San Cecilio; y los capellanes penitenciarios D. Sorin Catrinescu y el sacerdote trinitario D. Evelio, acompañados por el capellán laico Carlos Castillo.

En su homilía, Mons. Gil Tamayo llevó a los internos palabras de esperanza. El arzobispo les habló del don de la fe, de la familia y del amor infinito de Dios por cada uno de ellos. “Ha sido una celebración emotiva y familiar. En la prisión, se echa mucho de menos el ambiente festivo y la familia”, explicó el capellán penitenciario Sorin Catrinescu, para expresar el agradecimiento y alegría que vivieron en ese momento los internos.

Tras la Santa Misa, y continuando con el ambiente festivo, los internos recibieron algunos regalos, como guantes, calcetines, rosarios, el Evangelio 2025 y dulces, donados entre otros por las aportaciones realizadas por los granadinos y por las Hermandades colaboradoras de esta Pastoral.

A la Santa Misa y celebración posterior, asistieron también distintos miembros del grupo de música católica Hakuna, que interpretaron sus canciones. Los internos también se animaron a cantar sus propias melodías, en un ambiente en el que destacó la cercanía y compañía en vísperas del día que conmemoramos el nacimiento del Hijo del Dios.

Foto archivo. Cuadro realizado por los internos del Centro Penitenciario de Albolote.

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Homilía del Arzobispo de Sevilla en la Santa Misa de Nochebuena y Natividad del Señor

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Homilía del Arzobispo de Sevilla en la Santa Misa de Nochebuena y Natividad del Señor

Homilía de Mons. José Ángel Saiz Meneses en la Catedral de Santa María de la Sede, Sevilla. 24 de diciembre de 2024. Lecturas: Is. 9, 1-3. 5-6; Salmo 95, 11-3.11-13; Tit. 2, 11-14; Lc 2, 1-14.

  1. “El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaba en tierra y sombras de muerte, y una luz les brilló. Acreciste la alegría, aumentaste el gozo” (Is 9, 1-2). Queridos sacerdotes concelebrantes, diáconos, miembros de la vida consagrada, hermanas y hermanos que participáis en esta celebración; también los que participáis a través del canal youtube de la Catedral. La primera lectura que hemos escuchado, tomada del Profeta Isaías, nos habla de una luz que brilló al pueblo de Israel y de alegría en la presencia del Señor.
  2. Esta luz se precisa más detalladamente en el evangelio de San Lucas refiriéndose a los pastores de Belén: “La gloria del Señor los envolvió de claridad, y se llenaron de gran temor» (Lc 2, 9), escribe el evangelista. A través de esta luz se reveló el misterio inescrutable ante los pastores de Belén, y se volvió accesible para ellos. Siguieron las indicaciones del Ángel y encontraron «un niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre» (Lc 2, 12); “al verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que les habían dicho los pastores” Lc 2, 17-18). En lo visible reconocieron lo invisible. Ellos se convirtieron en los primeros testigos del misterio.
  3. De este primer testimonio procede una invitación al mundo, la invitación a la adoración del misterio de Dios, que se hizo hombre. El Verbo se hizo carne. En esta noche toda la Iglesia hace suya la invitación que proviene de Belén. Toda la Iglesia se une a María y José, se une a los pastores: “Venid y adoremos”. La luz que los iluminaba es «la gloria del Señor», y este Dios, que yace en el pesebre como un niño, también habita en esa luz. No es extraño que a lo largo de la historia, muchas personas se hayan formulado una pregunta: ¿Por qué Dios se hace hombre?”. La respuesta es clara: Para salvarnos.
  4. En la pobreza del pesebre de Belén comienza la revelación de que la omnipotencia de Dios es, sobre todo, Amor; amor que es la verdad definitiva de la esencia de Dios, omnipotencia en forma de Niño. El nacimiento del Señor es la luz que da un nuevo significado a todas las cosas, y, sobre todo, da sentido a la vida del hombre. La noche de Belén es la noche de la luz, del significado de la vida, del nuevo sentido de la humanidad y el sentido de todas las cosas, de la revelación de la Verdad, del Bien, de la Belleza, que permanecen en Cristo y que, sobre todo, son Cristo mismo, tal y como expresa el Evangelio san Juan en su prólogo.
  5. La salvación se revela a los hombres y a los pueblos, pero, sobre todo, se revela a aquellos hombres y mujeres que se dejan iluminar por la fe y descubren la fuerza del Misterio de Dios bajo el velo de la pobreza y la fragilidad del Niño de Belén. La gracia salvadora de la Navidad se extiende también por todos los caminos que Jesús recorrió. Él, que es el Santo de Dios, resplandor de la gloria del Padre e impronta de su mismo ser, pasó por los caminos de nuestro mundo haciendo el bien, compartiendo nuestros sufrimientos y sanando nuestras heridas.
  6. Hoy nos ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor. “Alégrese el cielo, goce la tierra, retumbe el mar y cuanto lo llena; vitoreen los campos y cuanto hay en ellos, aclamen los árboles del bosque” (Sal 95, 11-12). El anuncio de su nacimiento traerá a todo el pueblo una gran alegría. Es el anuncio de la paz, el anuncio de la reconciliación con Dios que establece la eterna Alianza con los hombres. Es el anuncio de la vida eterna con Dios. El anuncio de esta Buena Noticia trae al mundo una noticia inesperada y extraordinaria: Dios ama tanto al mundo que le ha dado su Hijo. Dios se hace hombre para elevar a los hombres a la dignidad de hijos de Dios.
  7. La misión de la Iglesia es la de prolongar esta presencia de Dios en medio de nosotros. La Iglesia es mediadora y mensajera de esta Buena Noticia. Por eso, en estas fiestas de Navidad felicitamos, en primer lugar, a todos los que son miembros y parte integrante de la Iglesia de Jesucristo: los presbíteros y los diáconos, los miembros de la vida consagrada, los laicos y laicas que se entregan a la misión de la Iglesia, a todos los hombres y mujeres de fe que son mensajeros de la Buena Noticia de Jesús por los caminos del mundo. Pedimos a Dios que estos mensajeros sigan llevando el anuncio alegre de la salvación, que tengan el corazón joven y amplitud de mirada, que tengan el coraje de los grandes evangelizadores que nos han precedido en nuestra tierra.
  8. Jesús vino al mundo bajo el signo de la pobreza del portal de Belén, y por eso, en el Misterio de la Navidad, tienen su lugar los pobres, los que pasan hambre, los marginados, los enfermos, los desheredados, los refugiados, las víctimas de los odios y de las guerras. En ese día santo, recordemos a tantos hermanos que siguen golpeados cruelmente por la guerra en Rusia y Ucrania, en Oriente Próximo, en diferentes lugares de África o América. Cómo no conmocionarnos al pensar en los que lloran porque han perdido a sus seres queridos, o los que velan angustiados junto a los enfermos y heridos en los hospitales, o luchan con el frío y la intemperie, o están privados de un techo bajo el que buscar refugio, o han sufrido los efectos de los desastres naturales. Ojalá seamos capaces de hacerles llegar nuestra comprensión y solidaridad para que no pierdan la esperanza.
  9. La pedagogía de Dios en la Navidad es la pobreza y la sencillez del portal de Belén. Por eso la Iglesia debe ponerse del lado de los sencillos, de los humildes, de los pobres, de los necesitados. En esta Navidad, procuremos sembrar luz, humildad, sencillez, paz; estemos cercanos de los demás, de todos los que necesitan una mano solidaria; seamos creativos para unir fuerzas y multiplicar iniciativas para ser portadores de consuelo y esperanza en el desierto del mundo. Que esta invitación resuene hoy en nuestros corazones y suscite respuestas generosas por parte de todos. Que cada uno sepa ver al Niño de Belén en nuestros hermanos pobres, en todos aquellos que necesitan de nuestra ayuda.
  10. Hemos de descubrir en la humildad del Niño que nace en Belén al hermano de todos, al defensor de los pobres, al amigo de los pequeños, al compañero de los sufrientes, al Redentor de los pecadores. En una palabra, hemos de descubrir en Cristo a nuestro Salvador. Él nos habla también desde su pesebre, con su acento inconfundible, suave y penetrante, y nos dice: el Señor me ha enviado a traer la Buena Noticia a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad ya los ciegos la luz, a liberar a los oprimidos, a proclamar el año de gracia del Señor (Lc 4,18-19). Él nos indica el camino de la verdadera felicidad: la pobreza de espíritu, la confianza en Dios, la fraternidad. Abramos a Él nuestro corazón. ¡Santa y Feliz Navidad!

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Lecturas de la Natividad del Señor (Ciclo C)

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Lecturas de la Natividad del Señor (Ciclo C)

Primera Lectura

Is 52, 7-10

Verán los confines de la tierra la salvación de nuestro Dios.

Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que proclama la paz, que anuncia la buena noticia, que pregona la justicia, que dice a Sión: «¡Tu Dios reina!». Escucha: tus vigías gritan, cantan a coro, porque ven cara a cara al Señor, que vuelve a Sión. Romped a cantar a coro, ruinas de Jerusalén, porque el Señor ha consolado a su pueblo, ha rescatado a Jerusalén. Ha descubierto el Señor su santo brazo a los ojos de todas las naciones, y verán los confines de la tierra la salvación de nuestro Dios.

Salmo Responsorial

Sal 97

R. Los confines de la tierra han contemplado la salvación de nuestro Dios

– Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas. Su diestra le ha dado la victoria, su santo brazo. R.

– El Señor da a conocer su salvación, revela a las naciones su justicia. Se acordó de su misericordia y su fidelidad en favor de la casa de Israel. R.

– Los confines de la tierra han contemplado la salvación de nuestro Dios. Aclama al Señor, tierra entera; gritad, vitoread, tocad. R.

– Tañed la cítara para el Señor, suenen los instrumentos: con clarines y al son de trompetas, aclamad al Rey y Señor. R.

Segunda Lectura

Heb 1, 1-6

Dios nos ha hablado por el Hijo

En muchas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a los padres por los profetas. En esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo, al que ha nombrado heredero de todo, y por medio del cual ha realizado los siglos. Él es reflejo de su gloria, impronta de su ser. Él sostiene el universo con su palabra poderosa. Y, habiendo realizado la purificación de los pecados, está sentado a la derecha de la Majestad en las alturas; tanto más encumbrado sobre los ángeles, cuanto más sublime es el nombre que ha heredado. Pues, ¿a qué ángel dijo jamás: «Hijo mío eres tú, yo te he engendrado hoy»; y en otro lugar: “Yo seré para él un padre, y el será para mí un hijo”? Asimismo, cuando introduce en el mundo al primogénito, dice: “Adórenlo todos los ángeles de Dios”.

Evangelio

Evangelio según san Juan 1, 1-18

El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros

En el principio existía el Verbo y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el principio junto a Dios. Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió. Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz. El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo. En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre. Éstos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios. Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y grita diciendo: «Este es de quien dije: el que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo». Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia. Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.

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Felicitación de Navidad de Mons. Rico Pavés

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En estas fechas tan especiales, donde el corazón de todos los cristianos espera la venida del Salvador. Nuestro Obispo de Asidonia-Jerez, Monseñor José Rico Pavés felicita la Navidad a todos los fieles de la Diócesis de Asidonia-Jerez.

Carta Pastoral “En el Año Jubilar de la Esperanza: «Solo esperan quienes en su corazón albergan Esperanza»”

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En el Año Jubilar de la Esperanza: «Solo esperan quienes en su corazón albergan Esperanza»

 

Queridos diocesanos,

A punto de entrar por la Puerta del Perdón del Templo madre de todas las iglesias de nuestra Diócesis, que nos conducirá a “la Esperanza”, me dirijo a todos vosotros en este tiempo especial, en el que la Iglesia celebra un Año Jubilar. Para que, juntos, como Iglesia que peregrina entre olivares, tomemos conciencia del momento que la Iglesia Universal va a vivir, reconociendo en la Encarnación de nuestro Señor Jesucristo el hecho histórico en el que, de nuevo, el cielo volvió a unirse con la tierra.

Aniversario de la Encarnación de nuestro Señor Jesucristo

Es en ese mismo instante, en el que Dios se encarna en el seno virginal de María, entra en nuestra historia como hombre, se hace uno de nosotros en humanidad, excepto en el pecado: en Él, la esperanza se hace carne, y nos trae la salvación y la paz que tanto necesitamos. Como nos dice San Pablo en la carta a los Romanos: «Spes non confundit» (La esperanza no defrauda, Rm 5,5).

Este Jubileo nos invita a una profunda reflexión sobre los orígenes de nuestra fe. Al igual que nuestra Catedral, que se alza como un signo de los comienzos y bajo la cual reposan capas de historia, nuestra fe tiene raíces en una gran tradición. Esta tradición de la Iglesia se complementa con las pequeñas, pero significativas, tradiciones de nuestras familias, pueblos y ciudades.

Es un tiempo propicio para volver a las fuentes: a la Sagrada Escritura, a las tradiciones que nos ha transmitido la fe, al testimonio de los santos, y, sobre todo, a nuestra relación viva con Cristo, que está presente y actuante en nuestra vida.

Cuando el Santo Padre Francisco elige como lema de este Jubileo “Peregrinos de Esperanza”, lo hace sabiendo que nuestro mundo está necesitado de esperanza. No es difícil que el alma se desesperance al mirar a nuestro alrededor. Las guerras y su rosario incesante de víctimas; las desigualdades que siguen acarreando hambre, falta de sanidad, de recursos… en tantos lugares del mundo; la soledad, esa epidemia de nuestros días que lleva a vivir, y a morir solos a tantos ancianos; el feroz consumismo que nos lleva a llenarnos “de cosas” para vaciarnos de Dios; aquellos que pierden la vida en el mar en busca de una oportunidad que dignifique su vida; los niños que no llegan a ver la luz de este mundo en nombre de un derecho no bien entendido; los bosques que arden y que consumen ese regalo que es la naturaleza… Frente a esa realidad desesperanzada, dolorosa, mortal… sabemos que existe una Esperanza con mayúsculas que nos muestra un camino coloreado de verde, y que prende en el corazón de aquellos que esperan. Somos hombres y mujeres en busca de sentido.

La oportunidad del Jubileo

El Jubileo no es solo un evento conmemorativo, sino una auténtica oportunidad de gracia para fortalecer nuestra fe, purificarnos de nuestros pecados y renovar nuestra esperanza. Es un tiempo privilegiado en el que se nos invita a caminar como peregrinos hacia el encuentro con Dios, dejando que la misericordia y el amor transformen nuestra vida.

  1. Fortalecer la fe

La conmemoración del aniversario de la Encarnación nos recuerda la verdad histórica que fundamenta nuestra fe. Nos da la oportunidad de responder con mayor firmeza a esta verdad, especialmente en un contexto en el que muchos cristianos viven su fe de manera débil o fragmentada: no rezan, no frecuentan los sacramentos, ni orientan su vida según el Evangelio.

Aunque esta realidad nos duele, también nos desafía a ser auténticos testigos agradecidos del amor de Dios que nos ha hecho hijos suyos, creados para vivir y convivir eternamente en comunión con Él; y nos desafía, también, a redescubrir la operatividad de la fe, haciéndola presente en nuestras decisiones diarias.

  1. Purificarnos de nuestros pecados

El Jubileo también es un tiempo de arrepentimiento y perdón. En el Antiguo Testamento, el Jubileo buscaba restablecer la situación original de la Alianza. Hoy, nosotros somos llamados a renovar nuestra alianza bautismal y a recuperar la vida de gracia a través de la fidelidad y la generosidad.

El sacramento de la penitencia se presenta como el camino privilegiado para este propósito. Es necesario que lo vivamos con seriedad: haciendo un examen profundo de conciencia, una confesión sincera, un verdadero arrepentimiento y un compromiso serio de cambio. La indulgencia plenaria ofrecida durante el Jubileo nos ayuda a purificarnos completamente, devolviéndonos la alegría de la salvación.

  1. Momento de renovación y esperanza

Este Jubileo, también, es una llamada a la renovación personal y comunitaria. Aunque nos duelan el secularismo que podemos estar viviendo y el empobrecimiento de la fe, no debemos caer en el desaliento.

Escuchemos la voz de Dios que nos llama a ser auténticos, a acoger y responder a su voluntad y a estar unidos como una misma familia, en la que todos somos hermanos, hijos de nuestro Padre Dios. Este es un tiempo para renovar nuestra esperanza, convencidos de que el Señor sigue caminando con nosotros.

La Esperanza en la Sinodalidad

El camino de la esperanza no es un camino individual, sino comunitario, y se expresa de manera singular en el proceso sinodal que juntos emprendimos en 2021 y que nos hizo replantearnos nuestra manera de ser Iglesia y de vivir en la Iglesia. Este hermoso camino nos ha mostrado la importancia de la sinodalidad, es decir, del caminar juntos, en unidad y respeto mutuo, en la escucha y el discernimiento del Espíritu Santo. Las conclusiones del Sínodo nos han llamado a ser una Iglesia que se siente llamada a acompañar en la esperanza, a ser testigos de la verdad en un mundo que ansía respuestas. En nuestra sinodalidad, el discernimiento nos invita a acoger a todos, sin dejar de anunciar la salvación de Cristo.

El Discipulado como camino de Esperanza

En este tiempo de reflexión sinodal, también hemos recibido una invitación personal y comunitaria a la conversión y a ser más fieles al mandato del Señor de salir al encuentro de aquellos que aún no lo conocen. El discipulado, eje sobre el que este año se vertebra nuestro Plan Pastoral, se presenta, igualmente, como el camino de la esperanza para los que buscan sentido en sus vidas. Un sentido que nosotros ya hemos descubierto, que llena nuestro corazón de gozo, y que debemos transmitir a aquellos que aún no han experimentado el amor y la misericordia de Jesús, a través del testimonio comprometido y fértil de nuestra vida cristiana.

El discipulado nos lleva a sembrar semillas de esperanza en aquellos que aún no conocen a Jesús: nuestra vida de discípulos debe ser una luz que los guíe a Él. La esperanza que vivimos y compartimos en nuestras comunidades se convierte en el testimonio vivo de que el Señor está cerca, de que su amor no falla, de que su Palabra es fuente de vida. Así, el discipulado se presenta como camino esperanzado para aquellos que buscan la verdad, el sentido y la salvación en medio de tantas incertidumbres cotidianas.

La sangre de los mártires: signo de Esperanza

A lo largo de la historia de la Iglesia, también en la de Jaén, la sangre de los mártires ha sido el testimonio más grande de esperanza. Aquellos que han dado su vida por Cristo, en defensa de su fe, nos han dejado un legado de fidelidad y fortaleza. La vida de los mártires, hombres y mujeres con sus particulares historias vitales, nos recuerda que la esperanza no se apaga ni siquiera en las situaciones más difíciles. Su sacrificio es un testimonio de la esperanza que no se quiebra, una esperanza que es más fuerte que la muerte. Como dice San Pablo en la carta a los Romanos: «Más aún, nos gloriamos incluso en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia, la paciencia, virtud probada, la virtud probada, esperanza» (Rm 5,3-4). En su ejemplo, encontramos la verdadera medida de la esperanza que no defrauda.

Ojalá que uno de los frutos de este Año Jubilar sea que los más de cien Siervos de Dios, cuyos procesos de martirio se estudian en Roma, alcancen, por sus vidas entregadas, la palma del martirio que los convertirá en Beatos de nuestra Iglesia particular.

Paciencia y esperanza unidas

La esperanza no se puede separar de la paciencia. Vivir en esperanza significa saber esperar con confianza y serenidad en Dios, aun en medio de las pruebas y tribulaciones. La paciencia nos enseña a confiar en el tiempo de Dios, a entender que no todo se resuelve de inmediato, pero que Él siempre está trabajando en nuestra vida. La paciencia es la virtud que acompaña a la esperanza, que la purifica y la fortalece. Y en esa esperanza, que se nutre de la paciencia, encontramos la paz que proviene del Señor.

La Esperanza: ancla y llama del Espíritu Santo

La esperanza es a la vez un ancla y una llama. Como un ancla, nos sostiene firmes en medio de las tormentas de la vida, y a la vez nos da seguridad en las promesas de Dios. La esperanza es la certeza de que no estamos solos, de que, en medio de todo sufrimiento, el Señor está con nosotros, guiándonos y protegiéndonos. Y como una llama, la esperanza ilumina nuestro camino, nos anima y nos impulsa a seguir adelante, a ser portadores de esa luz a los demás. Esta llama de esperanza es obra del Espíritu Santo, que nos inspira y fortalece en nuestra vida de fe.

En este Año Jubilar, os invito a mirar al futuro con confianza, a renovar nuestra fe y a vivir en comunión. Que esa Esperanza que nos trae Cristo con su nacimiento en esta Navidad nos impulse a ser discípulos fervientes, a vivir con paciencia y fortaleza, y a ser testigos de la esperanza que nunca defrauda.

La Caridad como hilo conductor

Con la oración, en este segundo año preparatorio del Jubileo, hemos pedido al Señor que ilumine nuestro corazón para procurar que todas las realidades de la Diócesis participen y estén presentes; y que la caridad sea el hilo conductor de todas las acciones que vamos a llevar a cabo y que tendrán reflejo en un gran proyecto dirigido a personas migrantes y víctimas de la trata. Que niños, jóvenes, familias, mayores… sean protagonistas. A todos os pido implicación, colaboración y sobre todo que viváis este año como un regalo que la Iglesia nos hace como hijos amados de Dios.

La Catedral como centro Jubilar

Nuestra Catedral, como signo de los orígenes y lugar central de nuestra Iglesia Diocesana, será el epicentro de las celebraciones jubilares. Es aquí donde se nos recuerda la unidad y el vínculo que tenemos como pueblo de Dios, Iglesia local en camino. Atravesar la Puerta del Perdón de este singular templo, relicario del Santo Rostro, es un gesto que simboliza nuestra peregrinación hacia Cristo. Queremos llagar hasta Él, adentrarnos en su misterio de amor y lucrar las gracias jubilares por Él derramadas.

Los cimientos de la Catedral guardan la memoria de quienes nos precedieron en la fe. Con ellos celebramos nuestra historia común. Este Año Santo será una oportunidad para vivir en unidad y plenitud, siendo testigos del amor de Dios que nos llama a la conversión y a la misión.

Os espero en la apertura del Año Santo, que tendrá lugar, D.m, el próximo domingo 29 de diciembre, Jornada de la Sagrada Familia, a las 17 horas, iniciando desde la Basílica de San Ildefonso la peregrinación hasta el Templo Jubilar, para que juntos, como Iglesia, atravesemos la Puerta del Perdón y nos dejemos abrazar por la misericordia del Señor.

Desde ese día, la Catedral acogerá a los peregrinos que vengan a ganar las gracias del Jubileo, durante todo el año.

Otros lugares singulares para lucrar las gracias jubilares

De forma puntual, cuatro días a lo largo del año, se podrán lucrar la gracias jubilares en cuatro lugares más, vinculados con colectivos de personas a quienes el Dios de las misericordias mira con especial ternura y predilección:

Los enfermos: el día 11 de febrero de 2025 (memoria de la BVM de Lourdes, día del enfermo), en la capilla del Hospital Universitario de Jaén.

Los ancianos: el día 27 de julio de 2025 (memoria de San Joaquín y santa Ana, Jornada de los Abuelos y Ancianos), en la capilla de las Hermanitas de los Pobres de Jaén.

Los reclusos: el día 27 de septiembre de 2025 (en torno a la memoria de la BVM de la Merced), en el Centro Penitenciario de Jaén.

Las personas sin hogar: el día 26 de octubre de 2025 (Jornada de las personas sin hogar), en la iglesia del monasterio de Santa Clara de jaén.

María, madre de Esperanza

Y si queremos vivir este Año Jubilar con verdadero y profundo sentido tenemos que volver nuestra mirada a Ella, a María Santísima. Mujer de fe, mujer de esperanza, mujer de amor. Ella que confió en la palabra del ángel, que supo esperar y creer, que albergó en su seno la Esperanza del mundo, debe ser nuestro modelo a seguir. Su mirada de madre nos conducirá hasta Aquel del que emana la Esperanza.

Queridos hijos, vivamos con la alegría del que espera este tiempo jubiloso, este Año Santo, este tiempo de gracias de sabernos redimidos por el Amor.

Con mi afecto y bendición,

+ Sebastián Chico Martínez
Obispo de Jaén

18 de diciembre de 2024
Conmemoración de Ntra. Sra. de la Esperanza

 

La sencillez de la Navidad transforma el mundo

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La Navidad es un canto de esperanza, de personas que buscan en la oscuridad de la noche, de unos pobres pastores que pasan la vida en la intemperie, de unos ricos sabios arropados en sus fortunas, que siguen una estrella, noche tras noche, con la certidumbre que encontrarán al príncipe de la paz, de buscadores de un sentido nuevo para sus vidas.

La Navidad es lo que representan nuestros belenes tradicionales, la vida de un pueblo atareado, cortando la leña, sacando el agua de un pozo, lavando en el rio, niños jugando, cuidando el ganado, vendiendo en el mercado, persiguiendo con espada a las madres que esconden sus bebés entre sus brazos, tendiendo la ropa, echando de comer a las gallinas, o custodiando al poderoso mientras él mira a sus súbditos desde arriba. Todo es vida, cada uno a lo suyo y un cierto desconocimiento de que un niño ha nacido en un establo.

La Navidad es paz en la tierra, que por defecto nos lo recuerda Ucrania, Sudán, Gaza, Siria, Israel, Burkina Faso, Malí, Níger, Yemen, Haití… en total 56 conflictos armados activos, con más desplazados y refugiados que en la Segunda Guerra Mundial, y los terrorismos, aunque los ángeles nos siguen haciendo una llamada de paz a todos los hombres de buena voluntad.

La Navidad, lo sabemos por el Evangelio, es una mirada a los distintos rostros de pobreza, de aquellos que no tienen donde reclinar la cabeza, de los que sufren por cualquier causa, de los que la vida ni la sociedad les ha sonreído, de los que se encuentran solos sin apoyos de personas que los acojan y quieran, de los que viven en la intemperie y en las cunetas de la vida, despojados de toda dignidad humana.

La Navidad está llena de bondad, de personas queridas y de recuerdos, de esos que construyen la vida, y uno se goza en la contemplación sosegada de la memoria. Las antiguas imágenes reaparecen de nuevo dejando reavivar el fuego del recuerdo de las cosas buenas vividas con sencillez y pobreza de espíritu. Y no vienen solas, las acompañan siempre los sentimientos, aquellos que hacen que el corazón cambie de ritmo y entre en una quietud de bienestar y gozo. Y si todo esto lo pudieras compartir en una serena y gozosa Celebración del Misterio, con todos los tuyos, entorno al Altar, será también un sublime momento.

A todos vosotros, con un afecto especial, feliz Nacimiento del Señor, que vino a quedarse entre nosotros. ¡Ánimo y adelante!

 

+Antonio Gómez Cantero, obispo de Almería.

Mensaje de Navidad del obispo de Málaga

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MENSAJE DE NAVIDAD DEL OBISPO DE MÁLAGA

(Málaga, diciembre 2024)

Testigos de la Esperanza

El Nacimiento de Jesús como hombre, siendo el Hijo de Dios, ofrece a la humanidad un nuevo modo de vida más pleno y más humano. Su presencia llena de luz y de esperanza al mundo entero.

Iniciamos en esta Navidad el Año Jubilar-2025, concedido por el papa Francisco, en el que nos anima a ser “Peregrinos de Esperanza”.

Las personas solemos acariciar proyectos, planes, objetivos, deseos, que esperamos obtener; en ellos ponemos nuestro corazón, pero algunos se cumplen y otros no. Como dice el Papa en la Bula de convocación, encontramos con cierta frecuencia personas desanimadas, que miran el futuro con pesimismo, pensando que nada les puede ofrecer felicidad.

La “Esperanza” a la que nos convoca el Jubileo-2025 se refiere a la Esperanza cristiana en la vida eterna; es decir el destino final y definitivo del ser humano, independientemente de que haya conseguido sus objetivos en este mundo. La Esperanza nace del amor que brota del Corazón de Jesús, traspasado en la cruz. Por eso, el Jubileo es una hermosa ocasión para reavivar la esperanza.

Esta Esperanza la podemos llamar “teologal” porque, junto con la fe y la caridad (cf. 1 Co 13,13; 1 Ts 1, 3) es una virtud que se nos regala en el bautismo, permitiéndonos sintonizar con Dios y vivir como hijos suyos.

La Navidad nos invita a ser “Testigos de la Esperanza”, vivida personalmente, celebrada con los demás cristianos y compartida con todos. El apóstol Pablo nos invita a “alegrarnos en la esperanza, a ser pacientes en la tribulación y perseverantes en la oración” (cf. Rm 12,12).

En todo jubileo es fundamental la petición de perdón de nuestros pecados y la conversión, llevando a cabo un renacer y un comenzar de nuevo. Las iglesias jubilares pueden ser oasis de espiritualidad para revitalizar el camino de la fe y beber de los manantiales de la esperanza, sobre todo acercándose al sacramento de la Reconciliación. Se trata de reconocer el pasado como parte de la historia agradecida y dirigir nuestra mirada hacia el futuro.

La Navidad nos anima a ser Testigos de la Esperanza en la vida eterna, a caminar mirando al cielo, a acompañar a nuestros contemporáneos en la peregrinación en este mundo, a ayudar a nuestros hermanos, sobre todo los más necesitados, a poner luz, alegría y paz en nuestra sociedad.

¡Feliz Navidad!

+ Jesús Catalá

Obispo de Málaga

Mensaje de Navidad del obispo de Málaga

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MENSAJE DE NAVIDAD DEL OBISPO DE MÁLAGA

(Málaga, diciembre 2024)

Testigos de la Esperanza

El Nacimiento de Jesús como hombre, siendo el Hijo de Dios, ofrece a la humanidad un nuevo modo de vida más pleno y más humano. Su presencia llena de luz y de esperanza al mundo entero.

Iniciamos en esta Navidad el Año Jubilar-2025, concedido por el papa Francisco, en el que nos anima a ser “Peregrinos de Esperanza”.

Las personas solemos acariciar proyectos, planes, objetivos, deseos, que esperamos obtener; en ellos ponemos nuestro corazón, pero algunos se cumplen y otros no. Como dice el Papa en la Bula de convocación, encontramos con cierta frecuencia personas desanimadas, que miran el futuro con pesimismo, pensando que nada les puede ofrecer felicidad.

La “Esperanza” a la que nos convoca el Jubileo-2025 se refiere a la Esperanza cristiana en la vida eterna; es decir el destino final y definitivo del ser humano, independientemente de que haya conseguido sus objetivos en este mundo. La Esperanza nace del amor que brota del Corazón de Jesús, traspasado en la cruz. Por eso, el Jubileo es una hermosa ocasión para reavivar la esperanza.

Esta Esperanza la podemos llamar “teologal” porque, junto con la fe y la caridad (cf. 1 Co 13,13; 1 Ts 1, 3) es una virtud que se nos regala en el bautismo, permitiéndonos sintonizar con Dios y vivir como hijos suyos.

La Navidad nos invita a ser “Testigos de la Esperanza”, vivida personalmente, celebrada con los demás cristianos y compartida con todos. El apóstol Pablo nos invita a “alegrarnos en la esperanza, a ser pacientes en la tribulación y perseverantes en la oración” (cf. Rm 12,12).

En todo jubileo es fundamental la petición de perdón de nuestros pecados y la conversión, llevando a cabo un renacer y un comenzar de nuevo. Las iglesias jubilares pueden ser oasis de espiritualidad para revitalizar el camino de la fe y beber de los manantiales de la esperanza, sobre todo acercándose al sacramento de la Reconciliación. Se trata de reconocer el pasado como parte de la historia agradecida y dirigir nuestra mirada hacia el futuro.

La Navidad nos anima a ser Testigos de la Esperanza en la vida eterna, a caminar mirando al cielo, a acompañar a nuestros contemporáneos en la peregrinación en este mundo, a ayudar a nuestros hermanos, sobre todo los más necesitados, a poner luz, alegría y paz en nuestra sociedad.

¡Feliz Navidad!

+ Jesús Catalá

Obispo de Málaga

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