
El historiador Manuel Antonio Pérez Rivas recoge siglo y medio de oración, humildad y servicio de la fundación que llena Córdoba de presencia «viva y fecunda»

Por Manuel Antonio Pérez Rivas, historiador
Este año, la Iglesia celebra con profunda gratitud el 150 aniversario de la fundación de la Compañía de las Hermanas de la Cruz, una de las congregaciones más queridas y admiradas de Andalucía. Fundada en Sevilla en 1875 por Santa Ángela de la Cruz y el padre José Torres Padilla, esta obra nacida en la sencillez del servicio se ha convertido, con el paso del tiempo, en un faro de luz para toda la Iglesia.
El carisma de Santa Ángela de la Cruz
Desde sus orígenes, el corazón de esta congregación late al ritmo del Evangelio: vivir la caridad desde la humildad y la entrega total a los pobres. Santa Ángela, movida por una fe profunda y un amor ardiente a Cristo crucificado, quiso “ser pobre entre los pobres para llevarles el consuelo de Dios”.
El espíritu de la Compañía se resume en tres palabras que ella misma repetía con frecuencia: “humildad, sencillez y caridad”. No se trata solo de ayudar materialmente, sino de acompañar al necesitado, compartir su dolor y devolverle la dignidad que le pertenece como hijo de Dios. En cada gesto, en cada visita, en cada sonrisa silenciosa, las Hermanas de la Cruz proclaman el amor de Cristo con obras más que con palabras.
Un testimonio silencioso que transforma
A diferencia de muchas obras visibles, el apostolado de las Hermanas de la Cruz se caracteriza por su discreción y su entrega callada, cosa que los cordobeses tenemos suerte de comprobar asiduamente por las calles de nuestra ciudad. Su misión se desarrolla principalmente en el ámbito doméstico y asistencial, cuidando enfermos, atendiendo a ancianos y acompañando a los más solos y olvidados.
No buscan reconocimiento ni prestigio, sino vivir el Evangelio “a ras de suelo”, en contacto directo con el sufrimiento humano. Su vida de oración y servicio cotidiano constituye una auténtica escuela de caridad, donde se aprende que el amor verdadero no se impone, sino que se ofrece gratuitamente.
La presencia en Córdoba
En Córdoba, las Hermanas de la Cruz forman parte viva del tejido espiritual y social de la ciudad. Su céntrico Convento es un pequeño refugio de paz donde se reza, se sirve y se ama en silencio. Desde allí, las religiosas mantienen viva la llama del carisma de Santa Ángela, siendo presencia de consuelo para tantos cordobeses que acuden a ellas en busca de ayuda, consejo o simplemente de una palabra de fe.
Son innumerables las personas que, a lo largo de los años, han recibido el apoyo y el cariño de las Hermanas de la Cruz en nuestra Diócesis. Ellas no sólo ofrecen auxilio material, sino también acompañamiento espiritual, escuchando, consolando y recordando a cada persona su valor infinito ante Dios.
La caridad como esencia de la Iglesia
El modo de vida de las Hermanas de la Cruz refleja una convicción profunda: la caridad no es una obra añadida a la Iglesia, sino su esencia misma. En sus manos callosas y en su oración constante se hace visible lo que tantas veces repitió el Señor: “En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis” (Mt 25,40). Para ellas, servir al pobre no es una tarea asistencial, sino un encuentro con Cristo vivo, que se manifiesta en el rostro del que sufre. Este modo de entender la caridad es el que sigue sosteniendo su vida comunitaria, austera y alegre, centrada en el amor a Dios y al prójimo.
150 años de fidelidad y esperanza
Ciento cincuenta años después de su fundación, la obra de Santa Ángela de la Cruz sigue viva y fecunda. En un mundo marcado por la prisa, la indiferencia y el individualismo, las Hermanas de la Cruz continúan recordándonos que la verdadera grandeza se encuentra en el servicio humilde y gratuito. Su testimonio es una llamada a todos los cristianos a redescubrir la alegría del Evangelio vivido en las obras de misericordia. Ellas no sólo asisten a los pobres, sino que nos enseñan a mirar con ojos nuevos la pobreza y el sufrimiento, reconociendo en ellos una oportunidad para amar. En este aniversario jubilar, la Diócesis de Córdoba se une a la acción de gracias por esta congregación que, con sencillez y perseverancia, sigue escribiendo páginas de santidad en el corazón de nuestra Iglesia.
Como decía Santa Ángela: “Dios lo es todo, y fuera de Él nada somos. Pero con Él, todo se puede, hasta amar sin medida.”
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