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“Estáis llamados a llevar a Cristo y a sembrar esperanza”

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Mons. Jesús Fernández González ha presidido el Jubileo de la Salud y de los Ministros Extraordinarios de la Comunión, en la Santa Iglesia Catedral

El Secretariado diocesano de Pastoral de la Salud, en el marco del VI Domingo de Pascua y el Año Jubilar de la Esperanza, ha celebrado el Jubileo del Mundo de la Salud con una Eucaristía en la Santa Iglesia Catedral, presidida por el obispo de Córdoba, monseñor Jesús Fernández González.

Las comunidades cristianas dedicadas a la pastoral de los enfermos en la diócesis cordobesa han acudido al templo principal de la Diócesis para orar, renovar la esperanza y sembrarla en medio del sufrimiento.

En su homilía, Mons. Jesús Fernández ha recordado en este día en el que se clausura la Jornada Mundial del Enfermo que comenzó el pasado 11 de febrero, que el deseo de Jesús es estar con nosotros, por lo que ha pedido que dejemos que nos habite Dios, para que “nos señale el lugar por donde debemos seguir para hacer posible ese acercamiento con Dios que nos convierta en sus discípulos”. “Su Palabra es la verdad de Dios, un Dios Padre que ha enviado a su hijo, misericordioso, que quiere lo mejor para sus hijos, que nos desvela el misterio humano y las preguntas más importantes de nuestra vida” ha indicado. Al hilo de esto, prelado ha subrayado que Dios “nos desea la paz, no la paz que da el mundo hecha de mera ausencia de guerras, no es la paz de los cementerios, sino la paz  de Jesús”.

“Cuando ayudamos a un enfermo, a un discapacitado, el Buen Samaritano es el que actúa y el Espíritu Santo es un canal donde el agua fluye y llega hasta nosotros la esperanza divina”, ha asegurado, al mismo tiempo que ha pedido que iniciemos una Iglesia sinodal, en la que el Espíritu Santo ilumine el camino de todos para crear armonía y paz. “En este Año jubilar de la Esperanza, Cristo es nuestra esperanza, Dios quiere estar cerca de nosotros, de los enfermos y discapacitados, por eso a los agentes de pastoral y capellanes, los invito a seguir acercándoles a Dios y sembrándoles esperanza”, ha apuntado dirigiéndose a los agentes de la Pastoral de la Salud a quienes ha mostrado su gratitud.

Asimismo, a los ministros de la Sagrada Comunión les ha recordado que también están llamados a llevar a Jesucristo y a sembrar esperanza en la gente.

“Recibid esperanza, queridos enfermos, cuando acogéis la presencia curativa y reconfortante del Señor a través de los sacramentos y la unción de enfermos”, ha puntualizado el obispo de Córdoba en esta jornada que ha tenido como lema “En esperanza fuimos salvados”.



















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Nuestra Señora de los Dolores Coronada

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Nuestra Señora de los Dolores Coronada

Este sábado 24 de mayo, Arahal vivió uno de los momentos más esperados, la coronación canónica de Nuestra Señora de los Dolores, titular de la Hermandad de Jesús Nazareno, un acontecimiento “que marca un hito en la historia devocional de este pueblo y de esta Archidiócesis”.

La Eucaristía presidida por el arzobispo de Sevilla, monseñor José Ángel Saiz Meneses, tuvo lugar en la plaza de la Corredera, repleta de fieles devotos de este municipio arahalense.  Durante su homilía reflexionó sobre el significado de una coronación. “Es mucho más que un reconocimiento externo: es una proclamación pública de amor a la Virgen María, una expresión eclesial de veneración auténtica, y un signo visible de la realeza espiritual de la Madre de Dios, coronada en los cielos como Reina y Madre de misericordia”.

Monseñor Saiz Meneses destacó que la “coronación canónica nos recuerda que María es reina no por títulos humanos, sino porque fue la esclava del Señor, humilde servidora de la voluntad divina”.

Acto de fe

“¿Qué significa coronar a la Virgen? ¿Qué sentido tiene esta ceremonia para nosotros, hoy? – se interrogó –.  “En primer lugar, es un acto de fe. Proclamamos que María es la Reina porque es la Madre del Rey de reyes. Reconocemos que su misión materna no terminó al pie de la cruz, sino que continúa ahora, en el corazón de la Iglesia”.

“En segundo lugar – prosiguió –  es un acto de amor. Esta imagen de Nuestra Señora de los Dolores ha sido objeto de veneración profunda por parte de este pueblo. ¡Cuántas lágrimas han sido derramadas a sus pies! ¡Cuántas súplicas, promesas, acciones de gracias! Coronarla es corresponder a tanto amor recibido. Es decirle: «Madre, te amamos; queremos que reines en nuestros corazones, en nuestras familias, en nuestras comunidades». Es consagrarle nuestra vida, nuestras luchas, nuestras esperanzas”.

Finalmente, añadió don José Ángel “es un acto de compromiso. No basta con coronar a la Virgen con oro o piedras preciosas. La corona que más la agrada es la de nuestras virtudes, la de nuestras obras de misericordia, la de nuestra caridad concreta”.

Animó a los hermanos de Jesús Nazareno a que “vuestra hermandad sea cada vez más eucarística, más mariana, más misionera. Que seáis escuela de santidad, lugar de comunión, espacio de acogida para los jóvenes, para las familias, para los que buscan un sentido en medio del dolor”. A los fieles de Arahal los exhortó también “a vivir esta jornada con sentido profundo. No es solo una fiesta externa, sino una gracia derramada sobre todo el pueblo. María quiere reinar en vuestros hogares, en vuestras escuelas, en vuestros hospitales, en vuestros campos. Quiere llevaros de la mano a Jesús. No tengáis miedo de abrirle vuestro corazón. Dejad que Ella lo transforme con su dulzura”.

 

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Domingo VI de Pascua. Ciclo C. 25 de mayo de 2025

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Domingo VI de Pascua. Ciclo C. 25 de mayo de 2025

El capítulo 14 del evangelio de San Juan está envuelto en un sentimiento de despedida por parte de Jesús, que, resucitado, anuncia su partida de este mundo para retornar con el Padre, de quien procede.

 

En este fragmento de dicho capítulo hay una insistente advertencia hacia el discípulo y creyente de todos los tiempos: no hemos de tener miedo porque nuca estaremos solos.
En el Antiguo Testamento se llegaba a la presencia de Dios a través de espacios (el Templo, la montaña…) o de ritos que se consideraban sagrados (sacrificios, etc.). Con Jesucristo la novedad es que es Dios el que se hace presente en nosotros, morando en lo más profundo de nuestro ser y de nuestro interior.
Jesús permanece en la comunidad y en las iglesias cristinas, como en cada bautizado, a través de su presencia resucitada, a través del Espíritu Santo y a través de Dios que ya está presente en toda la creación, que ha quedado sacralizada con la encarnación y resurrección del Hijo de Dios.
El mundo (la sociedad) no es estático y está en continuo movimiento, cambios y transformación. Así también el Espíritu Santo está en movimiento, es espontaneo y sorpresivo porque provoca cambios en la vida de la Iglesia y de los cristianos, frente a la actitud de muchos de nosotros que por sentir seguridad, acomodamiento y tranquilidad nos aferramos al pasado, a lo normativo y establecido, y nos incomoda la desinstalación. Solo tenemos que creer y confiar en el Espíritu Santo.

 

Emilio J., sacerdote

https://elpozodedios.blogspot.com/ 

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Pascua -y Cuaresma-, tiempos de curación vividos desde el Hospital Comarcal de Baza

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Pascua -y Cuaresma-, tiempos de curación vividos desde el Hospital Comarcal de Baza

 

El 25 de mayo es la Pascua del Enfermo

El papa Francisco, recientemente fallecido, nos invitaba a vivir la Cuaresma como un tiempo de curación, especialmente durante el Jubileo. Lo hacía desde su experiencia de enfermedad, tras haber sido hospitalizado por una neumonía que, finalmente, lo llevó a la casa del Padre. 

En este contexto, los enfermos, desde la profundidad de su fragilidad, se unen también al ritmo de la Iglesia y sus tiempos litúrgicos. En este Año del Jubileo de la Esperanza, el hospital se convierte en un lugar privilegiado donde la fe se vive de forma muy especial.
La Cuaresma, tiempo de gracia, oración, penitencia y conversión, nos invita a mirar al Crucificado con esperanza. Y la Pascua, tiempo de Resurrección, nos renueva como cristianos, llamándonos a vivir con alegría el Misterio Pascual.
En el Hospital Comarcal de Baza, estos tiempos se hacen vida a través del acompañamiento, la escucha y el consuelo a los enfermos. Aliviar su angustia es, en definitiva, transmitir esperanza, anunciar que la muerte no tiene la última palabra.
La labor del capellán en todo tiempo es acercar al enfermo al anuncio de la Resurrección, a esa vida nueva y renovada que Cristo nos ofrece. Jesús se entrega por nosotros, derrama su sangre para el perdón de los pecados y nos libera del poder de la muerte.
Así es como se ha vivido la Cuaresma y como ahora se celebra la Pascua en el hospital: como un tiempo de gracia, de renovación interior, y de profunda alegría por el triunfo de la vida sobre la muerte.
En este tiempo de Pascua, con gran alegría, nos unimos a toda la Iglesia universal en oración por el nuevo papa León XIV: que el Señor lo guíe, lo ilumine y lo asista en su misión de llevar con sabiduría y fortaleza la nave de la Iglesia en la que todos navegamos.

Rafael Tenorio
Capellán del Hospital Comarcal de Baza y director del secretariado diocesano de Pastoral de la Salud.

 

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La toma de posesión de Mons. Jesús Fernández en “Iglesia en Córdoba”

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Testimonios de las delegaciones y secretariados de la Diócesis, de personas que han estado junto al nuevo obispo de Córdoba, así como la celebración de su toma de posesión en la Santa Iglesia Catedral quedan recogidas en la revista diocesana de esta semana

“Iglesia en Córdoba”, la revista de la diócesis cordobesa, en su edición semanal recoge cómo se ha vivido la llegada de monseñor Jesús Fernández González, nuevo obispo de la diócesis de Córdoba, qué esperan de él y cómo ha sido su toma de posesión en el templo principal de la Diócesis, entre otras informaciones que pueden consultar a continuación relacionadas con la vida de la Iglesia en la ciudad y la provincia.

Adjuntamos la revista íntegra.

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Homilía en el inicio del Ministerio Episcopal

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HOMILÍA EN EL INICIO DEL MINISTERIO EPISCOPAL
Córdoba, 24. V. 2025

Desde esta catedra en la que se han sentado tantos santos y sabios sucesores de los Apóstoles, con temor y temblor, consciente de las maravillas que hizo el Señor, escucho la llamada del salmista que me invita, que nos invita a la alabanza: “Aclama al Señor tierra entera” (Sal 99). Al comenzar mi ministerio episcopal en esta Iglesia particular de Córdoba, me encomiendo y os encomiendo a la Palaba de Dios que, vivificada por la fuerza del Espíritu Santo, tiene poder para configurarnos con Cristo, para alimentar la vida de la Iglesia, y para lanzarnos a la tarea de evangelizar y de tejer un mundo nuevo y una tierra nueva en que reine la justicia, la fraternidad y la paz, antesala del Reino de Dios.

1. Me uno a esta Iglesia peregrina de la esperanza, a una Iglesia de llamados

En el contexto de este año jubilar, el Papa Francisco nos recordaba que somos peregrinos de la esperanza. Lo somos porque una voz divina nos llamó a la vida natural. La misma voz nos llamó también a participar de la vida divina haciéndonos hijos suyos, discípulos y miembros de la Iglesia por el Bautismo, y nos encargó un ministerio concreto en el contexto de una Iglesia ministerial.

1.1 “Soy yo quien os he elegido”. La llamada de un amigo. Somos peregrinos, en primer lugar, porque Dios, con su llamada, nos puso en pie y nos lanzó al camino. Lo hizo de forma gratuita, sin mérito alguno de nuestra parte, por puro amor. La garganta en la que resuena la llamada, y cuya voz no deja lugar a dudas, nos dice: “No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca”.
Desgraciadamente, una cultura aficionada a ocultar a Dios y a concebir al hombre como un ser autosuficiente que termina encadenado, una cultura propensa a destacar la llamada como una inclinación natural y una respuesta libre de hipotecas, tiende naturalmente a ocultar la vocación originaria y auténtica. Por si fuera poco, como nos recuerda S. Pablo, incluso a veces pareciera que el mismo Dios quiere jugar con nosotros y se esconde para provocar nuestra búsqueda (cf. Act 17, 27). A pesar de todo, la fuente está localizada, y se llama Jesucristo. Con voz clara y cristalina, pone definitivamente luz sobre el origen y el porqué: “Vosotros sois mis amigos”. El amigo, abre su corazón al amigo: Jesús es nuestro confidente, pues nos cuenta todo lo que ha oído al Padre. El amigo desea el bien del amigo: Jesús nos quiere plenamente felices, por eso nos da la clave para no equivocarnos de camino: amar cumpliendo los mandamientos.
S. Pablo, en su carta a los Efesios, nos exhorta a caminar como pide la vocación a la que hemos sido llamados. Siguiendo la senda señalada, hallaremos la plenitud del ser y la ansiada felicidad. De este modo también podremos ayudar a otros a oír la voz de Dios que los llama a emprender un camino de esperanza.

1.2. “Permaneced en mi amor”. Estar con Jesús. El que nos ama con el amor más grande –“nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos”, nos dice, desea tenernos siempre cerca. En la página anterior a la del Evangelio que hoy se ha proclamado, Jesús pedía a sus discípulos que permanecieran unidos a Él como los sarmientos a la vid. Ahora, concreta un poco más lo que esto significa: la unión de Jesús y sus discípulos es una unión cimentada en el amor que se expresará en el cumplimiento del mandamiento nuevo.
El discípulo de Jesús ha de permanecer unido al Maestro. Lo mismo que el sarmiento separado de la vid muere y sólo vale para alimentar el fuego, el discípulo separado de Jesús muere también y resulta

estéril. En cambio, si permanece unido a Él, la savia del amor lo nutre y lo capacita para amar a los hermanos y dar frutos de vida eterna.
El lazo que nos une al Señor es el amor, pero no un amor cualquiera: una corazonada, una pasión pasajera, una palabra bonita… Jesús mismo nos da la medida de ese amor convertido en consuelo, servicio, curación, anuncio de la Buena Noticia, perdón; y, sobre todo, ofrenda de su propia vida por nosotros. Sólo ese amor divino, acogido como don especialmente en la Eucaristía, podrá capacitarnos para un amor desinteresado, capaz incluso de dar la vida por los hermanos.

1.3. “Me ha enviado”. Al servicio de una misión. Somos peregrinos de la esperanza también si nos mantenemos fieles a la misión que hemos recibido del Señor. El texto del profeta Isaías, proclamado como primera lectura, nos sirve para comprobar que la llamada del Señor no está enfocada únicamente a la unión con él, sino también a la misión de salir al rescate de nuestros hermanos pobres y sufrientes. El mismo profeta confiesa implícitamente que Dios lo ha llamado y lo ha ungido con el don del Espíritu para realizar una misión salvadora cerca de ellos.
Bien sabemos que este texto fue asumido por Jesús para detallar el origen y el contenido de su misión ante sus vecinos en la sinagoga de Nazaret. Con su presencia y con sus palabras demostraba ser un judío religioso -alguno ha llegado a decir que era un buen cristiano: conocía las Escrituras, cumplía la Ley, era solidario con su pueblo. Por su parte, sus conciudadanos, al dejarlo leer y hablar en el contexto sabático, lo reconocían como maestro.
“Evangelizar a los pobres”, he ahí la principal tarea a la que se sentía llamado el profeta Isaías; también Jesús, en quien encontramos el testimonio más excelso. Como reza la Plegaria Eucarística, “él siempre se mostró misericordioso para con los pequeños y los pobres, para con los enfermos y los pecadores, y se hizo cercano a los oprimidos y afligidos”1. Yo mismo comparto este sueño. Evangelizar es vivir y anunciar el amor de Dios, su providencia amorosa, la esperanza que se alimenta de la fe en Él, pero es también poner los medios para devolver la dignidad propia de los hijos de Dios a aquellos que la han perdido, víctimas de la escasez de medios materiales, con relaciones sociales deterioradas o rotas, faltos de cultura y libertad, esclavizados por el vicio y el pecado.

2. Me uno al proyecto de una Iglesia sinodal que camina unida

La llamada que nos puso en pie y nos dio la credencial de peregrinos de la esperanza puso en marcha el diálogo con el “tu” de Dios, pero también con el “nosotros” de la Iglesia. La llamada es para recorrer un camino que lleva a Dios, pero este camino no lo realizamos en solitario. La vocación es también eclesial. Implica, pues, una dimensión vertical y otra horizontal inseparablemente unidas.
El Apóstol de los gentiles destaca en su Carta a los Efesios algunas virtudes propias del caminar juntos. En primer lugar, la humildad. Esta virtud es una virtud nueva, propia de los seguidores de Jesús. Como indica el mismo Apóstol en su Carta a los Filipenses, Cristo, siendo de condición divina, se humilló aceptando la condición de esclavo y haciéndose obediente hasta la cruz (cfr. Flp 2, 6-8). El camino que recorrió Cristo debe ser el nuestro. Que no nos contamine la soberbia ni la arrogancia, vicios por los que el ser humano pretende ser como Dios, pero sin Dios. Al mismo tiempo, entrenémonos aceptando los ministerios humildes, los servicios aparentemente irrelevantes, las pequeñas humillaciones; convirtamos todo esto en un momento de gracia.
San Pablo destaca también la dulzura (Ef 4,2), la mansedumbre. El mismo Jesús se propuso como modelo: “Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón” (Mt 11, 29) y declaró bienaventurados a los mansos (cfr. Mt 5, 4). En un mundo en que la violencia se manifiesta sin rubor en las relaciones interpersonales y entre países, en una cultura que convierte la mansedumbre en sinónimo de

1 Plegaria Eucarística para diversas circunstancias IV.

debilidad, fiémonos del Señor quien, asegurando que la mansedumbre es más fuerte que la violencia, alimenta nuestra esperanza.
El texto paulino destaca, en tercer lugar, la magnanimidad de Dios que nos da siempre nuevas oportunidades, a pesar de nuestras repetidas caídas. Finalmente, señala la capacidad de aceptar y de sobrellevar a los demás. Como decía el Papa Benedicto XVI, “la alteridad de otro siempre es un peso”. Esa diferencia nos incomoda, pero “es necesaria para la belleza de la sinfonía de Dios. Y precisamente con la humildad, reconociendo mis límites, mi alteridad respecto al otro, el peso que yo soy para él, puedo, no sólo sobrellevarlo, sino también, con amor, encontrar precisamente en la alteridad… la riqueza de su ser y de las ideas y de la fantasía de Dios”2.
Todas estas virtudes son dones del Espíritu de Dios que hemos de cultivar. Al hacerlo, contribuimos a fortalecer y dar unidad al Cuerpo de Cristo que es la Iglesia. Es lógico que la lista de estas virtudes cristológicas, eclesiales, virtudes de la unidad, se orienten hacia la unidad explícita: <<Un solo Señor, una sola fe, un solo Bautismo. Un solo Dios y Padre de todos” (Ef 4, 5). La fe tiene una cara que es la confianza en Él, pero tiene otra que se refiere al contenido de la revelación. Un problema actual es el analfabetismo religioso. Con él -dice también el Papa Benedicto XVI, “no podemos crecer, no puede crecer la unidad”3. Sin duda, la formación ha de constituir para nosotros también un reto importante.

3. Me uno también a una Iglesia ministerial

El Evangelio está plagado de textos en que Jesús aparece compadeciéndose de los pobres y de los excluidos. La indiferencia era absolutamente incompatible con su modo de ser. En una ocasión, consciente de las pretensiones mundanas de sus discípulos, les recordó que el que quisiera ser grande entre ellos, debía ser el servidor de todos (cf. Mt 20) y, por pura coherencia, hizo suyo este mandato. El gesto del lavatorio de los pies es especialmente significativo. El que era Señor, se hizo esclavo, el que era todopoderoso, se hizo débil, el eterno en el tiempo, se hizo mortal, y todo ello, para situarse a nuestra altura, para acompañarnos en el camino de la vida, para salvarnos. Siguiendo sus mismos pasos, nuestra Iglesia se compromete también a ser servidora del hombre de hoy puesto que, como dice S. Pablo VI, si la Iglesia no está al servicio de la humanidad, no es la Iglesia del Señor”4.
Además, para hacer posible nuestro servicio, nos dota de las aptitudes necesarias. Formando un único cuerpo e impulsados por el mismo Espíritu, los distintos miembros, con capacidades diferentes, estamos llamados a trabajar por el bien común, la santidad de todos los fieles y la edificación del Reino de Dios. Nuestra Iglesia ha sido enriquecida con distintos dones y carismas: a unos les ha dado el don de la profecía. ¿Qué sería de los pastores sin este don? ¿Qué sería de los catequistas, los profesores de teología, los periodistas católicos sin este obsequio? Os invito, queridos hermanos, a agradecer al Espíritu de Dios este precioso regalo; también a servir la verdad del Evangelio a todos.
Otros han sido enriquecidos con el carisma de la santificación. Depositarios preferentes de este ministerio son los pastores, sacramento vivo de Cristo, a quienes ha encargado consagrar los dones eucarísticos, impartir el perdón y ungir con óleo sagrado. En distinto grado, participan también de él los llamados a promover el culto eucarístico, la oración, las devociones y la piedad popular que tantos de vosotros promovéis, especialmente a través de las seiscientas hermandades y cofradías extendidas a lo largo y a lo ancho de toda la diócesis. Y, en definitiva, son depositarios de este don todos los bautizados, pues Dios los ha capacitado para hacer de sus vidas un culto agradable a Dios.
Y, en fin, otros participan del carisma del gobierno, aunque también en distinto grado y con diferente responsabilidad. Acogiendo la llamada del Señor, me dispongo a abrir la marcha y, recordando el consejo evangélico, me propongo ser el servidor de todos. Expropiado de mí mismo, me

2 Benedicto XVI, Encuentro con el clero de Roma, 23.II.2012.
3 Ibidem.
4 Pablo VI, Mensaje final del Concilio Vaticano II, 8.XII.1965.

comprometo a ser todo para todos. Este es mi deber y ésta será también mi gloria. Cuento con la colaboración inmediata y entregada de los sacerdotes, sin los que el obispo nada será, nada podrá. Y, por supuesto, en el contexto de una Iglesia sinodal, espero la colaboración de los consagrados y de los fieles laicos, tanto en el discernimiento, como en la toma de decisiones, en el modo en que la propia Iglesia contempla. Y, evidentemente, cuento también con todos en la implementación de los proyectos inspirados por el Espíritu Santo y encaminados a alimentar la vida en santidad de los fieles, a edificar la Iglesia, y a mejorar al mundo.

4. Finalmente, me uno a una Iglesia misionera

En la Encíclica Redemptoris Missio, ya s. Juan Pablo II había dicho que el anuncio del Evangelio a los que están alejados “es la tarea primordial de la Iglesia” (RM 34). También el Papa Francisco ha hecho un esfuerzo importante por poner a la Iglesia en salida. No vale permanecer encerrados entre las cuatro paredes del templo. Al igual que los discípulos de primera hora, con la llegada del Espíritu Santo, salieron a proclamar el Evangelio de Jesucristo a los cuatro vientos, nosotros estamos llamados también a hacer resonar la Buena Noticia en todos los rincones de la tierra.
En esta evangelización misionera, sin duda tenéis un papel decisivo los fieles laicos. De forma asociada, a través de las numerosas instituciones eclesiales de nuestra Diócesis, o de forma individual, estáis llamados a transformar los ambientes en que os movéis y a estructurar este mundo según los planes de Dios. Convencidos de que el Evangelio no es solamente un manual para alimentar y guiar la vida espiritual de cada persona y la piedad popular, sino también una herramienta social, os solicito un compromiso decidido a favor de la justicia, la paz y la promoción humana, tal como nos ha recordado el Papa León desde el principio de su pontificado.
Cumplidores de vuestros deberes cívicos y religiosos, trabajad a favor de derechos humanos básicos como el derecho a la vida, al trabajo digno, a la vivienda, a la libertad religiosa y a la educación de vuestros hijos de acuerdo con vuestras propias convicciones. Vivid también la caridad en la función pública a través de un modo justo de gobernar que atienda al bien común, favoreciendo una cultura del diálogo y del encuentro y el cuidado del medio ambiente. Y, por supuesto, apoyad a los pobres, los frágiles y los excluidos. Para todo lo que tenga que ver con el bien común, podéis contar siempre con el apoyo de nuestra Iglesia.
Que el Señor, por la intercesión de nuestra Madre la Virgen de la Fuensanta y de tantas advocaciones marianas presentes en nuestra diócesis, contando también con el patrocinio de s. Acisclo y Sta. Victoria, aliente nuestra fe, encienda nuestro amor y sostenga nuestra esperanza. Que así sea.

+ Jesús, Obispo de Córdoba

Monseñor Jesús Fernández ya es obispo de Córdoba

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El obispo electo de Córdoba, monseñor Jesús Fernández González, ha tomado posesión en la Santa Iglesia Catedral, acompañado por dos cardenales, una treintena de arzobispos y obispos, el representante de la Nunciatura Apostólica, el clero diocesano y sacerdotes de Astorga, así como unas tres mil personas que han asistido a la celebración


El obispo electo de la diócesis de Córdoba, monseñor Jesús Fernández González, ya ha tomado posesión de la sede de Osio. En la mañana de este sábado, 24 de mayo, en una celebración cargada de solemnidad, a la que han acudido dos cardenales, una treintena de obispos y su antecesor, monseñor Demetrio Fernández; así como una treintena de representantes institucionales, monseñor Jesús Fernández González ha tomado posesión de la Cátedra, signo de su magisterio, potestad y unidad de los creyentes en la fe anunciada por el Pastor Diocesano.

Ante unas calles engalanadas para acoger al nuevo obispo de Córdoba con multitud de fieles y miembros de las comunidades Neocatecumenales, que han querido recibir al pastor de la Diócesis entre cantos y una gran ovación, don Jesús Fernández ha partido del Seminario Mayor “San Pelagio” a la Santa Iglesia Catedral, acompañado por monseñor Demetrio Fernández, los cardenales Osoro y Rouco Varela, los seminaristas de la Diócesis y el arzobispo de Sevilla, Mons. Saiz Meneses, como arzobispo metropolitano, hasta la Puerta del Perdón, donde ha sido recibido por el Cabildo Catedral. Allí, monseñor Jesús Fernández ha realizado la profesión de fe y ha prestado juramento antes de dirigirse a la Capilla de la Inmaculada para adorar al Santísimo y revestirse en la Capilla del Cardenal para comenzar la celebración de la Eucaristía, en la que han participado un total de ciento ochenta sacerdotes y más de tres mil fieles.

Homilía de Mons. Jesús Fernández: “Me propongo ser servidor de todos”

Al inicio de su ministerio episcopal en la Diócesis, monseñor Jesús Fernández ha invitado a la alabanza y ha encomendado a la Iglesia particular de Córdoba y su propio episcopado a  la Palabra de Dios para “configurarnos con Cristo, para alimentar la vida de la Iglesia, y para lanzarnos a la tarea de evangelizar y de tejer un mundo nuevo y una tierra nueva en que reine  la justicia, la fraternidad y la paz”.

En su homilía, el nuevo Obispo de Córdoba ha proclamado su pertenencia a una Iglesia peregrina de la esperanza, a una Iglesia de llamados, y al servicio de la misión  para “salir al rescate de nuestros hermanos pobres y sufrientes” y ha manifestado su adhesión al proyecto de una Iglesia sinodal que camina unida.

En su alocución, ha afirmado su seguimiento a una Iglesia misionera que, al modo de los primeros discípulos, salga a proclamar el Evangelio de Jesucristo en todos los rincones de la tierra y para la evangelización misionera ha destacado el papel decisivo de los fieles laicos.

Ante las más de tres mil personas que han participado en la Eucaristía de inicio de su pontificado, el nuevo Obispo ha llamado a concebir también el Evangelio como “herramienta social” que requiere compromiso a favor de la justicia, la paz y la promoción humana, tal como ha recordado el Papa León XIV al inicio de su pontificado.

En el Año de la Esperanza, ha recordado al Papa Francisco que nos urgió a ser “peregrinos de la Esperanza” y ha aludido a “una cultura propensa a ocultar a Dios y a concebir al hombre como un ser autosuficiente que reduce la llamada de Dios a una respuesta libre de hipotecas y oculta la vocación originaria y auténtica que supone tener a Dios como amigo, que nos quiere plenamente felices y nos da la clave para no equivocarnos de camino: amar cumpliendo los mandamientos”. “El lazo que nos une al Señor es el amor”, ha proseguido el Obispo de Córdoba, un amor “convertido en consuelo” que no es una corazonada ni pasión pasajera, sino “una ofrenda de vida por nosotros que se actualiza en la Eucaristía y nos capacita para un amor desinteresado capaz incluso de dar la vida por los hermanos”.

Monseñor Jesús Fernández ha afirmado que la llamada nos pone en pie y como peregrinos de Esperanza “marca un diálogo con Dios y con la Iglesia para un camino que no realizamos en solitario”. En este contexto, ha subrayado que se une al proyecto de una Iglesia sinodal y sus virtudes: «humildad, dulzura, y magnanimidad».

Una Iglesia precisa de humildad, para que “no nos contamine la soberbia ni la arrogancia, vicios por los que el ser humano pretende ser como Dios pero sin Dios”, y también dulzura, “en un mundo en que la violencia se manifiesta sin rubor en las relaciones y entre países, en una cultura que convierte la mansedumbre en sinónimo de debilidad”, ha indicado.

En su intervención, el Obispo ha recordado las palabras de san Pablo VI en su mensaje final del Concilio Vaticano II y ha afirmado que nuestra Iglesia se compromete también a ser servidora del hombre de hoy puesto que “si la Iglesia no está al servicio de la humanidad no es la Iglesia del Señor”, y para ello cuenta con dones y el carisma de la santificación que tiene como depositarios preferentes a los pastores consagrados a los dones eucarísticos, para “impartir el perdón y ungir con óleo sagrados”, y también en la promoción del culto eucarístico, la oración y la piedad popular representadas en las 600 hermandades y cofradías de Córdoba. En definitiva, en la  Iglesia ministerial participan del carisma de la santificación todos los bautizados, “pues Dios los ha capacitado para hacer de sus vidas un culto agradable a Dios”, ha afirmado.

“Me propongo ser servidor de todos”, ha expresado don Jesús al citar el carisma de gobierno dentro de la Iglesia, “expropiado de mí mismo, me comprometo a ser para todos”, y para eso cuenta con la colaboración entregada de sacerdotes sin los que el Obispo “nada será, nada podrá”.

A los fieles laicos ha pedido trabajar a favor de los derechos humanos básicos como el derecho a la vida, al trabajo digno, a la vivienda o la libertad religiosa y les ha encomendado vivir la caridad en la función pública para todo lo que tenga que ver con el bien común, especialmente  para apoyar a los “pobres, los frágiles y los excluidos”, favoreciendo el diálogo, el encuentro y el cuidado del medioambiente

Bienvenida de Mons. Demetrio Fernández al nuevo obispo

Previamente a la homilía y tras las palabras del representante de la Nunciatura Apostólica, monseñor Roman Walczak, Mons. Demetrio Fernández ha dado la bienvenida a D. Jesús Fernández González como nuevo pastor de Córdoba. “Viene ungido por el Espíritu Santo en la plenitud del sacerdocio, prolongación personal de Cristo buen pastor, cabeza, siervo y esposo de su Iglesia. Y viene a “evangelizar a los pobres”, como reza su lema episcopal”, ha indicado el ya obispo emérito de la diócesis de Córdoba.

Al mismo tiempo, ha instado a los sacerdotes a alegrarse con la llegada del nuevo obispo, “que impulsará la vida abundante de esta diócesis tan privilegiada”. Dirigiéndose a los seminaristas, les ha indicado que “este es el obispo que Dios nos manda para que seáis un día ordenados para el servicio del Pueblo santo de Dios”. “El Señor te conceda, querido D. Jesús, ordenar a muchos nuevos presbíteros. A mí me ha concedido más de 70 en estos 15 años”, ha aclamado.

Asimismo, monseñor Demetrio Fernández ha pedido a los presentes y miembros de las distintas realidades de la Diócesis que se alegren con la llegada de don Jesús. A los jóvenes, les ha dicho que él “bendecirá vuestros encuentros, las peregrinaciones cada año a Guadalupe, las Jornadas mundiales de la juventud, los Adoremus de los jueves, las peregrinaciones a Fátima”. “Con el obispo, sentíos misioneros de los demás jóvenes para llevarlos al encuentro con Cristo y a vivir la gozosa experiencia de Iglesia”, ha subrayado.

De manera especial, se ha dirigido a la vida consagrada a quienes les ha puesto de manifiesto que el obispo será para todos “vínculo de unión a la Iglesia en esta diócesis de Córdoba, a la que aportáis la riqueza de vuestros carismas”.

Para concluir, el prelado ha saludado a los cardenales, arzobispos y obispos asistentes y le ha deseado a monseñor Jesús Fernández “que el Señor te conceda larga vida, y puedas disfrutar como he disfrutado yo de servir a una diócesis especialmente bendecida por Dios”. “Bienvenido como obispo a tu diócesis de Córdoba”, ha finalizado.

Homilia- Inicio ministerio Cordoba

Tomado de www.diocesisdecordoba.es

Bienvenida salesiana al Obispo de Córdoba

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La imagen de María Auxiliadora reúne a centenares de fieles en la segunda Eucaristía de su episcopado en Córdoba

 

La toma de posesión de monseñor Jesús Fernández como obispo de Córdoba estará vinculada para siempre a una de las devociones más queridas por los cordobeses, la de María Auxiliadora. La fiesta salesiana ha sido el marco para la segunda Eucaristía presidida por el nuevo Obispo tras su toma de posesión, unas horas antes en la Catedral.

El nuevo prelado ha presidido la Eucaristía en honor a la Virgen en el colegio de los Salesianos y ha agradecido a toda la familia salesiana su tiempo en León como docente antes de ofrecer una homilía sobre el relato de las bodas s de Canáa en que pudo mostrar la capacidad de amor que Jesús, sus discípulos  y María manifiestan ante las tinajas vacías como signo de la insuficiencia de la ley judía para promover la salvación y ofrece el nuevo mandato del amor. María por su parte representa la humilde y discreta que en lugar de criticar porque faltaba el vino sino «con sigilo acude a su hijo a pedir ayuda y demuestra sensibilidad ante las dificultades ajenas». Ante estas virtudes de María , monseñor Jesús Fernández «nos cuestionamos sobre nuestra discreción siempre puesta a prueba porque desde muchas cátedras se nos invita a ver lo feo, lo escabroso que presenta la vida ajena». María nos enseña sensibilida que choca contra la indiferencia que se ha hecho cultura y que ha activado instrumentos de evasión o el consumismo de sensaciones, que «son priebas de la cultura de la indiferencia que avanza», sin embargo, María erstaba allí y no se escondió y permitió que la fiesta continuara.

El Obispo de Córdoba avanzó en la explicación de  este pasaje del Evangelio aludiendo también a los invitados a la bodas de Canáa, dispuestos a comer y sobre todo beber, pero ajenos a las dificultades inmediatas. Una actitud con la que todos podríamos llegarnos a identificar  al caer en el consumismo que «nos roba el gozo de compartir».

 

vacío del hombre cuando no vive el amor de Dios. Jesús, el principal invitado se revela coo salvador del mundo a pesra del reparoq ue le pone a su madre y ayuda a los novios a superar el trance de la falta de vino y bendice el matrimonio como forma «espléndida de caminar en santidad»   y se revel acomo el nuevo ñnovio de la Iglesia que trae esperanza y la alegría. En contra de lo que muchos creeen Jesus no es un «aguafiesta» sin qie siempre nace la laegría, expresó el prelado

 

Se manifiesta como el hijo de Dios que nvía al padre y rescata a los que estaban bajo la ley se acto central de una jornada cargada de devoción, que comenzó a las 9:00 de la mañana con la apertura del santuario para la veneración de los fieles, y en la que también se han celebrado misas por la mañana.

Media hora antes de la celebración fe la Eucaristía tenía lugar la tradicional acogida de la imagen de María Auxiliadora en el patio del colegio. Padres, profesores, alumnos y devotos de muchos puntos de la ciudad acudían al encuentro de María y del nuevo pastor de la Diócesis que en su homilía (…)

 

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El obispo de Guadix asiste a la toma de posesión del nuevo obispo de Córdoba, D. Jesús Fernández

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El obispo de Guadix asiste a la toma de posesión del nuevo obispo de Córdoba, D. Jesús Fernández

El obispo electo de Córdoba, monseñor Jesús Fernández González, ha tomado posesión en la Santa Iglesia Catedral, acompañado por dos cardenales, una treintena de arzobispos y obispos, el representante de la Nunciatura Apostólica, el clero diocesano y sacerdotes de Astorga, así como unas tres mil personas que han asistido a la celebración. Entre ellos está el obispod e Guadix, D. Francisco Jesús Orozco, que es oriundo de la diócesis cordobesa.

Monseñor Jesús Fernández González ya ha tomado posesión de la sede de Osio. En la mañana de este sábado, 24 de mayo, en una celebración cargada de solemnidad, a la que han acudido dos cardenales, una treintena de obispos y su antecesor, monseñor Demetrio Fernández; así como una treintena de representantes institucionales, monseñor Jesús Fernández González ha tomado posesión de la Cátedra, signo de su magisterio, potestad y unidad de los creyentes en la fe anunciada por el Pastor Diocesano.

Ante unas calles engalanadas para acoger al nuevo obispo de Córdoba con multitud de fieles y miembros de las comunidades Neocatecumenales, que han querido recibir al pastor de la Diócesis entre cantos y una gran ovación, don Jesús Fernández ha partido del Seminario Mayor “San Pelagio” a la Santa Iglesia Catedral, acompañado por monseñor Demetrio Fernández, los cardenales Osoro y Rouco Varela, los seminaristas de la Diócesis y el arzobispo de Sevilla, Mons. Saiz Meneses, como arzobispo metropolitano, hasta la Puerta del Perdón, donde ha sido recibido por el Cabildo Catedral. Allí, monseñor Jesús Fernández ha realizado la profesión de fe y ha prestado juramento antes de dirigirse a la Capilla de la Inmaculada para adorar al Santísimo y revestirse en la Capilla del Cardenal para comenzar la celebración de la Eucaristía, en la que han participado un total de ciento ochenta sacerdotes y más de tres mil fieles.

Homilía de Mons. Jesús Fernández: “Me propongo ser servidor de todos”

Al inicio de su ministerio episcopal en la Diócesis, monseñor Jesús Fernández ha invitado a la alabanza y ha encomendado a la Iglesia particular de Córdoba y su propio episcopado a  la Palabra de Dios para “configurarnos con Cristo, para alimentar la vida de la Iglesia, y para lanzarnos a la tarea de evangelizar y de tejer un mundo nuevo y una tierra nueva en que reine  la justicia, la fraternidad y la paz”.

En su homilía, el nuevo Obispo de Córdoba ha proclamado su pertenencia a una Iglesia peregrina de la esperanza, a una Iglesia de llamados, y al servicio de la misión  para “salir al rescate de nuestros hermanos pobres y sufrientes” y ha manifestado su adhesión al proyecto de una Iglesia sinodal que camina unida.

En su alocución, ha afirmado su seguimiento a una Iglesia misionera que, al modo de los primeros discípulos, salga a proclamar el Evangelio de Jesucristo en todos los rincones de la tierra y para la evangelización misionera ha destacado el papel decisivo de los fieles laicos.

Ante las más de tres mil personas que han participado en la Eucaristía de inicio de su pontificado, el nuevo Obispo ha llamado a concebir también el Evangelio como “herramienta social” que requiere compromiso a favor de la justicia, la paz y la promoción humana, tal como ha recordado el Papa León XIV al inicio de su pontificado.

En el Año de la Esperanza, ha recordado al Papa Francisco que nos urgió a ser “peregrinos de la Esperanza” y ha aludido a “una cultura propensa a ocultar a Dios y a concebir al hombre como un ser autosuficiente que reduce la llamada de Dios a una respuesta libre de hipotecas y oculta la vocación originaria y auténtica que supone tener a Dios como amigo, que nos quiere plenamente felices y nos da la clave para no equivocarnos de camino: amar cumpliendo los mandamientos”. “El lazo que nos une al Señor es el amor”, ha proseguido el Obispo de Córdoba, un amor “convertido en consuelo” que no es una corazonada ni pasión pasajera, sino “una ofrenda de vida por nosotros que se actualiza en la Eucaristía y nos capacita para un amor desinteresado capaz incluso de dar la vida por los hermanos”.

Monseñor Jesús Fernández ha afirmado que la llamada nos pone en pie y como peregrinos de Esperanza “marca un diálogo con Dios y con la Iglesia para un camino que no realizamos en solitario”. En este contexto, ha subrayado que se une al proyecto de una Iglesia sinodal y sus virtudes: «humildad, dulzura, y magnanimidad».

Una Iglesia precisa de humildad, para que “no nos contamine la soberbia ni la arrogancia, vicios por los que el ser humano pretende ser como Dios pero sin Dios”, y también dulzura, “en un mundo en que la violencia se manifiesta sin rubor en las relaciones y entre países, en una cultura que convierte la mansedumbre en sinónimo de debilidad”, ha indicado.

En su intervención, el Obispo ha recordado las palabras de san Pablo VI en su mensaje final del Concilio Vaticano II y ha afirmado que nuestra Iglesia se compromete también a ser servidora del hombre de hoy puesto que “si la Iglesia no está al servicio de la humanidad no es la Iglesia del Señor”, y para ello cuenta con dones y el carisma de la santificación que tiene como depositarios preferentes a los pastores consagrados a los dones eucarísticos, para “impartir el perdón y ungir con óleo sagrados”, y también en la promoción del culto eucarístico, la oración y la piedad popular representadas en las 600 hermandades y cofradías de Córdoba. En definitiva, en la  Iglesia ministerial participan del carisma de la santificación todos los bautizados, “pues Dios los ha capacitado para hacer de sus vidas un culto agradable a Dios”, ha afirmado.

“Me propongo ser servidor de todos”, ha expresado don Jesús al citar el carisma de gobierno dentro de la Iglesia, “expropiado de mí mismo, me comprometo a ser para todos”, y para eso cuenta con la colaboración entregada de sacerdotes sin los que el Obispo “nada será, nada podrá”.

A los fieles laicos ha pedido trabajar a favor de los derechos humanos básicos como el derecho a la vida, al trabajo digno, a la vivienda o la libertad religiosa y les ha encomendado vivir la caridad en la función pública para todo lo que tenga que ver con el bien común, especialmente  para apoyar a los “pobres, los frágiles y los excluidos”, favoreciendo el diálogo, el encuentro y el cuidado del medioambiente

Bienvenida de Mons. Demetrio Fernández al nuevo obispo

Previamente a la homilía y tras las palabras del representante de la Nunciatura Apostólica, monseñor Roman Walczak, Mons. Demetrio Fernández ha dado la bienvenida a D. Jesús Fernández González como nuevo pastor de Córdoba. “Viene ungido por el Espíritu Santo en la plenitud del sacerdocio, prolongación personal de Cristo buen pastor, cabeza, siervo y esposo de su Iglesia. Y viene a “evangelizar a los pobres”, como reza su lema episcopal”, ha indicado el ya obispo emérito de la diócesis de Córdoba.

Al mismo tiempo, ha instado a los sacerdotes a alegrarse con la llegada del nuevo obispo, “que impulsará la vida abundante de esta diócesis tan privilegiada”. Dirigiéndose a los seminaristas, les ha indicado que “este es el obispo que Dios nos manda para que seáis un día ordenados para el servicio del Pueblo santo de Dios”. “El Señor te conceda, querido D. Jesús, ordenar a muchos nuevos presbíteros. A mí me ha concedido más de 70 en estos 15 años”, ha aclamado.

Asimismo, monseñor Demetrio Fernández ha pedido a los presentes y miembros de las distintas realidades de la Diócesis que se alegren con la llegada de don Jesús. A los jóvenes, les ha dicho que él “bendecirá vuestros encuentros, las peregrinaciones cada año a Guadalupe, las Jornadas mundiales de la juventud, los Adoremus de los jueves, las peregrinaciones a Fátima”. “Con el obispo, sentíos misioneros de los demás jóvenes para llevarlos al encuentro con Cristo y a vivir la gozosa experiencia de Iglesia”, ha subrayado.

De manera especial, se ha dirigido a la vida consagrada a quienes les ha puesto de manifiesto que el obispo será para todos “vínculo de unión a la Iglesia en esta diócesis de Córdoba, a la que aportáis la riqueza de vuestros carismas”.

Para concluir, el prelado ha saludado a los cardenales, arzobispos y obispos asistentes y le ha deseado a monseñor Jesús Fernández “que el Señor te conceda larga vida, y puedas disfrutar como he disfrutado yo de servir a una diócesis especialmente bendecida por Dios”. “Bienvenido como obispo a tu diócesis de Córdoba”, ha finalizado.

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Tomado de www.diocesisdecordoba.es

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