
Ángel Johan Rodríguez Peña será ordenado sacerdote este domingo 13 de julio en la Parroquia San Nicolás de Murcia.
Con sus estudios en Derecho terminados, comenzó una carrera profesional de éxito. Pensaba que ya había alcanzado aquello con lo que siempre había soñado de pequeño, pero después de 6 años ejerciendo como abogado se dio cuenta de que el dinero y el éxito profesional no le ofrecían «la paz que anhelaba».
A pocos días de su ordenación sacerdotal conocemos a Ángel Johan Rodríguez Peña. Nació en San Francisco, en el estado venezolano de Zulia y es el quinto de seis hermanos. Sus padres son colombianos, pero se trasladaron a Venezuela en la búsqueda de una vida mejor, «ya que en ese momento era un boom, sobre todo por el petróleo». Creció en un barrio pobre donde le encantaba jugar al fútbol con sus amigos. Pero en su hogar «no había alegría ni armonía» a causa de los problemas de salud de su padre. Esta situación familiar en casa, donde había dolor y sufrimiento, no le permitía encontrar la felicidad, empujándole a salir y a ponerse a trabajar con tan solo 12 años en la venta ambulante, «buscando la felicidad en el dinero». Recuerda que sus amigos, desde bien pequeños, «iban en familia a misa, incluso ayudaban al sacerdote como monaguillos» y que, aunque le invitaban, Ángel Johan no iba. En la adolescencia recibió la Primera Comunión y la Confirmación: «En ese momento el Señor empezó a mostrarme algo, pero yo lo veía muy lejos». Junto a su hermana y su padre entró a formar parte de una comunidad del Camino Neocatecumenal. Al finalizar sus estudios universitarios en la profesión que siempre había querido tener desde pequeño comenzó a trabajar como abogado asesor, continuando la búsqueda de su felicidad en el dinero y en las cosas materiales.
Sus catequistas llevaban años proponiéndole hacer una experiencia vocacional, algo a lo que él era reacio, porque consideraba que su vida ya estaba hecha, con sus estudios finalizados, ganando dinero y con pareja. Pero sus proyectos de futuro no serían como él los había imaginado. La ruptura con su novia hizo que sus planes de matrimonio desaparecieran y comenzó a experimentar una crisis existencial. Esto le llevó a una «intensa búsqueda de Dios».
Con la ayuda de un sacerdote español dominico, que estaba allí en misión, comenzó a descubrir su vocación. Así, a los 30 años fue cuando les dijo a sus catequistas que estaba dispuesto «a hacer algo por el Señor, por la Iglesia». Y se ofreció a la itinerancia. Comenzó un periodo de misión. Durante tres años estuvo en la zona oriental de Venezuela: «Allí me encontré con el Señor, lo vi cara a cara en la pobreza. No teníamos nada, vivíamos de la providencia, pasando hambre. Pero podía ver que el sacerdote al que acompañaba era feliz. Yo no había tenido esa felicidad nunca antes; comprendí que lo que yo buscaba era esa felicidad completa y hasta ese momento no lo había unido a la vocación sacerdotal».
«Quiero que el Señor me haga santo»
Cumplidos ya los 33 años veía impensable a esa edad entrar en un seminario, ya que «creía que era para chicos jóvenes, pero el Señor lo tenía todo preparado». Su formación como seminarista comenzó en Polonia y después fue enviado a Murcia: «No lo podía creer, me encantaba esta ciudad, aunque el tema no era estar bien sino hacer la voluntad del Señor».
En este tiempo en el Seminario Redemptoris Mater también ha habido tiempo para la misión en África. Una vez terminados los estudios de Teología en Murcia fue enviado a Costa de Marfil. Una nueva aventura en la «pobreza absoluta» donde encontrarse con el Señor: «Allí descubrí que si no tienes a Dios en tu corazón no tienes nada, es la peor de las pobrezas. Había mucha necesidad de escucha, la gente tiene mucho ruido en su corazón, mucho sufrimiento. Pero ahí estaba Dios. Comíamos poco, siempre lo mismo; yo estaba contento incluso pensando en quedarme indefinidamente, pero estoy en obediencia a la Iglesia». Tras un tiempo allí, sus formadores le comunicaron que tenía que volver a España para continuar sus estudios en Teología Histórica.
Ahora, en estos últimos meses, ha estado estudiando en Valencia y sirviendo como diácono en la Parroquia Nuestra Señora del Rosario de Bullas. «El Señor me está dando la fuerza». Una etapa en la que ha disfrutado poniéndose al servicio del otro desinteresadamente: «El Señor lo hace todo nuevo, todo lo ha hecho nuevo para mi bien y me da la verdadera felicidad. Cuando ejercía como abogado servía en función de un lucro, aquí estoy sirviendo porque quiero hacer la voluntad de Dios; esto me llena enormemente. Cuando, por ejemplo, celebro un bautizo recibo la vida, lo disfruto un montón. Con toda mi debilidad, el Señor me ha traído hasta aquí para servir a la Iglesia. Yo le pido al Señor de corazón la santidad, que me haga santo, y si tengo que pasar por la cruz pues que sea su voluntad y no la mía».
Este domingo 13 de julio, en la Parroquia San Nicolás de Murcia, se celebrará su ordenación sacerdotal, a las 19:30 horas. En este día le acompañarán su cuñado y sus padres, que viajarán por primera vez a España para estar junto a él en este paso de su vida. Asegura que su vocación está impulsada por el deseo de servir y seguir a Cristo y llevar el Evangelio a todos los rincones del mundo: «Quiero ser un sacerdote para la misión, un cura pobre entre los pobres».
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