El miércoles, 2 de abril, tendrá lugar la sesión formativa dentro de un itinerario de formación para conocer «el estilo de educación para el desarrollo»
«Ser voluntario de Manos Unidas es creer que un mundo mejor es posible» , esta es la propuesta con que la ONG de la Iglesia Católica convoca a personas interesadas en llevar a cabo un voluntariado para dar a conocer «el estilo de educación para el desarrollo», dentro de un itinerario de formación que contempla también avanzar en la identidad de Manos Unidas como asociación pública de fieles. Esta propuesta se concreta en la Diócesis en la I Jornada de formación en la Delegación de Córdoba que tendrá lugar el miércoles, 2 de abril, a partir de las 17:30 h. Las personas interesadas en formarse tienen a su disposición en teléfono 957479578 para inscribirse o recabar información.
Manos Unidas es una ONG de la Iglesia Católica para el desarrollo de los países más pobres. Se nutre principalmente de las aportaciones de los católicos. Las Campañas contra el Hambre, que año tras año promueve, son una contribución importante en un doble sentido: en el de concienciarnos de que tenemos que abrir nuestro corazón y nuestras manos para salir de nosotros mismos y ser solidarios con los demás.
Este año, la Jornada por la Vida se celebra bajo el lema: «Abrazando la vida, construimos esperanza». La Subcomisión Episcopal para la Familia y la Defensa de la Vida ha sido la encargada de elaborar los materiales para su difusión. La celebración este año adquiere un relieve especial en el contexto del jubileo 2025, convocado por el papa Francisco, con el lema «Peregrinos de esperanza».
Los obispos de la Subcomisión Episcopal para la Familia y la Defensa de la Vida ofrecen, al comienzo de su mensaje, uno de los signos de esperanza más importantes que «consiste en tener una visión de la vida llena de entusiasmo para compartir con los demás».
En este sentido, subrayan que esta visión esperanzada tiene mucho que ver con haber encontrado el sentido de la propia existencia. En medio de esta sociedad de ruidos y prisas, en la que se muestra como camino de felicidad la satisfacción de todos los deseos, los obispos indican que «resulta imprescindible invitar a una reflexión profunda que ayude a plantearse las preguntas más fundamentales: ¿Qué es el hombre? ¿Cuál es el sentido del dolor, del mal, de la muerte, que, a pesar de tantos progresos hechos, subsisten todavía? ¿Qué valor tienen las victorias logradas a tan caro precio? ¿Qué puede dar el hombre a la sociedad? ¿Qué puede esperar de ella? ¿Qué hay después de esta vida temporal?».
Desde la Subcomisión Episcopal para la Familia y la Defensa de la Vida responden a estas preguntas afirmando que «solo en Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado por nuestra salvación, encontramos la verdadera respuesta a todos nuestros anhelos más hondos. A la luz de la revelación descubrimos con asombro y agradecimiento que cada persona ha sido creada por amor y para amar».
Problemas en la sociedad actual
En este sentido, los obispos constatan diversos problemas en la sociedad actual como el descenso de la natalidad, para lo que se impone un análisis de la situación que busque las posibles causas; así como el aumento del número de abortos: «es triste -apuntan- descubrir que desde la aprobación de la ley del aborto en España desde 1985 hasta 2023 se practicaron más de 2,5 millones de abortos voluntarios. Solo en 2023 se registraron 103.097 abortos».
Por ello, aseguran que el amor conyugal entre un hombre y una mujer constituye «la expresión plena de la vocación al amor según el plan de Dios» y que los hijos son una esperanza para el futuro. También se acuerdan de los jóvenes y piden que «se impulsen políticas públicas que no solo protejan a las familias, sino que también favorezcan un entorno económico y social propicio para que los jóvenes puedan formar familias con estabilidad«. Todo esto incluye «asegurar empleos dignos y estables, un salario justo, una vivienda adecuada y ofrecer incentivos que disuadan de la emigración». Además, constatan que es fundamental «promover una cultura que valore el amor conyugal como base para la vida».
Las instalaciones del Campus CEU Andalucía acogerán el sábado, 5 de abril, el evento deportivo ‘Métele un gol hambre’. Se trata de la tercera edición de esta actividad solidaria a beneficio de Manos Unidas Sevilla, organizada por la propia oenegé católica en colaboración con el Seminario Metropolitano, el CEU San Pablo y la Comandancia de la Guardia Civil. No en vano, el partido de fútbol enfrentará a seminaristas y guardias civiles de Sevilla.
Los equipos estarán acompañados por un oficial de la compañía de la Guardia Civil en Sanlúcar la Mayor y por el rector del Seminario, Andrés Ybarra, así como por los responsables de Manos Unidas en Sevilla.
La jornada comenzará a las once de la mañana con el saque de honor del torneo de fútbol a cargo del periodista Pepe da Rosa, quien además emitirá su programa ‘Gente de Andalucía’ de Canal Sur Radio en directo desde el Campus CEU. Este evento se enmarca en los actos de sensibilización que lleva a cabo Manos Unidas Sevilla a través de la educación para el desarrollo.
Aunque la entrada es libre, Manos Unidas invita a realizar donaciones a través de la cuenta ES28 2100 7131 9922 0065 3256 o haciendo un Bizum usando el código 02990. La recaudación se destinará a los proyectos asignados a Manos Unidas Sevilla para el presente año.
Más información en delegado.sevilla@manosunidas.org o el teléfono 629 90 22 59.
El próximo martes, 25 de marzo, se celebra la solemnidad de Anunciación del Señor, día de la Encarnación y Jornada por la Vida.
Por este motivo, el Obispo de Jaén, Monseñor Chico Martínez presidirá ese día, martes, 25 de marzo, a las 19:30 horas en la Catedral una Eucaristía, enmarcada en el Jubileo de la Esperanza que conmemora el 2025 aniversario de la Encarnación del Hijo de Dios.
Este año, la Jornada por la Vida se celebra bajo el lema: «Abrazando la vida, construimos esperanza». La Subcomisión Episcopal para la Familia y la Defensa de la Vida ha sido la encargada de elaborar los materiales para su difusión. La celebración este año adquiere un relieve especial en el contexto del jubileo 2025, convocado por el papa Francisco, con el lema «Peregrinos de esperanza».
Los obispos de la Subcomisión Episcopal para la Familia y la Defensa de la Vida ofrecen, al comienzo de su mensaje, uno de los signos de esperanza más importantes que «consiste en tener una visión de la vida llena de entusiasmo para compartir con los demás».
En este sentido, subrayan que esta visión esperanzada tiene mucho que ver con haber encontrado el sentido de la propia existencia. En medio de esta sociedad de ruidos y prisas, en la que se muestra como camino de felicidad la satisfacción de todos los deseos, los obispos indican que «resulta imprescindible invitar a una reflexión profunda que ayude a plantearse las preguntas más fundamentales: ¿Qué es el hombre? ¿Cuál es el sentido del dolor, del mal, de la muerte, que, a pesar de tantos progresos hechos, subsisten todavía? ¿Qué valor tienen las victorias logradas a tan caro precio? ¿Qué puede dar el hombre a la sociedad? ¿Qué puede esperar de ella? ¿Qué hay después de esta vida temporal?».
Desde la Subcomisión Episcopal para la Familia y la Defensa de la Vida responden a estas preguntas afirmando que «solo en Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado por nuestra salvación, encontramos la verdadera respuesta a todos nuestros anhelos más hondos. A la luz de la revelación descubrimos con asombro y agradecimiento que cada persona ha sido creada por amor y para amar».
Problemas en la sociedad actual
En este sentido, los obispos constatan diversos problemas en la sociedad actual como el descenso de la natalidad, para lo que se impone un análisis de la situación que busque las posibles causas; así como el aumento del número de abortos: «es triste -apuntan- descubrir que desde la aprobación de la ley del aborto en España desde 1985 hasta 2023 se practicaron más de 2,5 millones de abortos voluntarios. Solo en 2023 se registraron 103.097 abortos».
Por ello, aseguran que el amor conyugal entre un hombre y una mujer constituye «la expresión plena de la vocación al amor según el plan de Dios» y que los hijos son una esperanza para el futuro. También se acuerdan de los jóvenes y piden que «se impulsen políticas públicas que no solo protejan a las familias, sino que también favorezcan un entorno económico y social propicio para que los jóvenes puedan formar familias con estabilidad«. Todo esto incluye «asegurar empleos dignos y estables, un salario justo, una vivienda adecuada y ofrecer incentivos que disuadan de la emigración». Además, constatan que es fundamental «promover una cultura que valore el amor conyugal como base para la vida».
Jesús va anunciando el reino de Dios con sus discursos públicos y con actuaciones que no dejan ajeno a nadie, porque provocan todo tipo de reacciones (admiración, rechazo, división y tensión). Llegado a este punto, aparecen unos mensajeros para informarle a Jesús del sacrilegio cometido por Pilato al mezclar la sangre de unos galileos a los que había mandado matar con la sangre de los sacrificios rituales que estos estaban haciendo. Jesús ha sabido descubrir que esta información tiene también la intención de lanzarle una advertencia a él, que también es galileo, de cuál puede ser su final y el de los suyos, también galileos, si no cambia de conducta.
Jesús contrataca advirtiendo que esas muertes no son obra de Dios como tampoco lo fue la caída de la torre de Siloé, en Jerusalén, en la que murieron judíos y no galileos. Jesús viene a corregir el pensamiento judío que interpretaba las catástrofes, las desgracias personales, las enfermedades… como castigo de Dios. Esto hacía sentirse bendecidos por Dios a quienes gozaban de bienestar, especialmente las clases sociales pudientes. Jesús aprovecha estas dos tragedias acontecidas recientemente para hacer entender a sus contemporáneos que las desgracias no tienen que ver con la voluntad de Dios ni conque uno sea pecador. Pero Jesús concluye esta parte de la escena enseñando que todo lo que sucede como desgracias fatídicas no son un castigo de Dios sino una invitación a la conversión. Y todo ello es otra manera que tiene Jesús de decirnos, como lo ha hecho en otras ocasiones, que hay que saber discernir los signos de los tiempos, porque Dios nos habla a través de los acontecimientos históricos. Pero las interpretaciones que se puedan hacer pueden estar contaminadas de ideologías, intereses, etc. Por ellos hay que saber interpretar lo que sucede a la luz del Evangelio.
Jesús culmina este discurso con la parábola de una higuera que lleva tres años sin dar fruto, por lo que el dueño, agotada su paciencia, decide cortarla. Finalmente retrasa su decisión un año más cuando el viñador pide al dueño una nueva oportunidad para la higuera estéril que no da higos.
La higuera en la Biblia simboliza al pueblo de Israel, es decir, aquellos que escuchaban esta parábola. Pero su mensaje es de total actualidad y se la puede aplicar así mismo la Iglesia, el nuevo pueblo de Dios, y cada uno de los que nos consideramos cristianos. Por tanto, una comunidad de creyentes que no dé fruto no tiene razón de ser, por mucha hojarasca que tenga a través del aparentar lo que no se es. Y, en definitiva, todos podemos ser ese árbol cansado, desilusionado, acomodado, que vive de hábitos y costumbres aparentemente religiosas pero inútiles.
Dios, que es defensor de la vida, prefiere cortar la higuera, aunque todavía queda un resquicio de esperanza. Es entonces cuando el viñador (Jesucristo), le pide al dueño de la viña (el Padre) una nueva oportunidad, porque confía en que la higuera, con un poco de cuidado y de tiempo, dé fruto. Jesús aparece como el que suplica e interviene por cada comunidad cristiana y se compromete a cuidarla con su Palabra y los Sacramentos para que se convierta y, alcanzando la santidad, dé buenos frutos agradables al Padre. Aquí tenemos visible la paciencia y la misericordia divina.
Lucas nos muestra que para Dios la conversión no es un deseo o propósito humano que nos lo podemos tomar como hobby o entretenimiento, sino que es una cuestión de vida o muerte, pues ante el reino de Dios hay que decidirse, optar y posicionarse. No se puede vivir en la ambigüedad y hay que darse prisa porque el tiempo pasa y la vida terrena es corta.
Tras casi un año de restauración, este mediodía ha visto la luz el renovado retablo de la iglesia del Santo Cristo de la Misericordia, en Arahal, una joya del patrimonio de la Archidiócesis hispalense que data del siglo XVIII y lugar de veneración del Señor de Arahal, imagen de Jesús atado a la columna que concita la devoción de miles de arahalenses. Ha sido el arzobispo de Sevilla, monseñor José Ángel Saiz Meneses, el encargado de bendecir el retablo y las pinturas del presbiterio, al inicio de la misa que ha presidido en la sede de la Hermandad de la Santa Caridad y Misericordia.
Tras la bendición, se ha procedido a devolver al Santo Cristo a su camarín, obra de Aníbal González y del ceramista Vigil-Escalera. Precisamente, monseñor Saiz Meneses ha visitado al Cristo en su camarín al término de la Eucaristía, en compañía del párroco y los miembros de la hermandad. El retablo data del siglo XVIII y es obra de la escuela de González Guisado.
En su alocución al término de la misa, el arzobispo ha ponderado la belleza «tanto exterior como interior» de la iglesia, y ha recomendado a los habitantes de Arahal que la visiten para perseverar en la oración. Desde la hermandad se ha agradecido la visita del arzobispo, en una jornada en la que «todos hemos profundizado en nuestra fe a través de la contemplación del arte y de la escucha atenta de las palabras de nuestro pastor».
Junto al arzobispo han concelebrado los párrocos de las dos parroquias de la localidad de la Campiña sevillana, Alejandro Gordón, titular de la de Santa María Magdalena, y Miguel Ángel García, de la de Nuestra Señora de la Victoria. Se da la circunstancia que este último cumple hoy 74 años. Entre las autoridades asistentes, se encontraban la delegada territorial de Turismo, Cultura y Deportes de la Junta de Andalucía, Carmen Ortiz; la delegada territorial de Agricultura, Ganadería y Pesca, Isabel Solís; el alcalde, Francisco Brenes; el primer teniente de alcalde, Alberto Sanromán; y la portavoz de la oposición, Ana María Barrios.
Este sábado, el primero de la primavera, la Catedral de Jaén ha acogido la ordenación como diáconos, uno transitorio y otro permanente, de Samuel Valero y Francisco Javier López, respectivamente. Ambos jiennenses, pertenecientes a la parroquia de Santa María de Torreperogil y a la Divina Pastora de Andújar, han estados acompañados de sus familias, amigos y de miembros de sus comunidades parroquiales.
Para Samuel Valero, de 26 años, es un paso más en su recorrido vocacional hacia el sacerdocio. El diaconado permanente de Francisco Javier López, de 57 años, es la respuesta como hombre casado y padre de dos hijos, a servir a la Iglesia a través de este ministerio diaconal.
Medio centenar de sacerdotes diocesanos han querido ser partícipes de la ordenación de los dos diáconos, que comenzaba a las 11:30 de la mañana. Desde el Sagrario, en procesión claustral, salían los sacerdotes, los diáconos permanentes, los seminaristas, los aspirantes a diáconos y el Obispo hasta el presbiterio de la Catedral, mientras el coro de mujeres de las Hermanas de la Cruz interpretaba ‘Alrededor de tu mesa’.
Las lecturas elegidas para la Eucaristía han sido leídas por familiares de los que, durante la celebración, han sido ordenados diáconos. El Evangelio extraído del libro de Lucas, que recoge la parábola del Hijo Pródigo, lo ha proclamado el diácono permanente, Andrés Borrego. Al término, el Obispo ha llamado a los candidatos a recibir la orden del diaconado para ser presentado por el Rector del Seminario y por el Delegado para el Diaconado Permanente ante el Obispo y ante el pueblo de Dios presente en la Catedral.
El Rector del Seminario, D. Juan Francisco Ortiz, ha pedido al Obispo la ordenación del seminarista; y el responsable para el diaconado permanente, D. José Antonio Maroto, ha hecho lo propio para el padre de familia. El Prelado jiennense ha aceptado, todo según el ritual de la ordenación.
Homilía Después, Don Sebastián ha iniciado sus palabras destacando su alegría por esta ordenación, y tras los saludos ha afirmado: “Siempre que celebramos una ordenación tenemos la impresión de que estamos tocando las raíces y el corazón mismo de la comunidad eclesial. Todo en la Iglesia es carisma y ministerio. Todos los miembros de la Iglesia recibimos de manera irrepetible los dones del Espíritu Santo para prolongar y multiplicar la vida santa del Señor y para servir a la vida y a la salvación de los demás con el Espíritu y el amor del Señor”.
Monseñor Chico Martínez ha querido poner de manifiesto lo que lleva aparejado esta ordenación de diácono, que no es otra que la del servicio a Cristo, a la Iglesia y a los hermanos. En este sentido, dirigiéndose a los dos candidatos les ha dicho: “Queridos Samuel y Francisco Javier, hoy vais a recibir el ministerio del Diaconado. Como diáconos vais a ser llamados y consagrados para ayudar al Obispo y a los Presbíteros en el servicio del Altar, en la proclamación del Evangelio de salvación y en el servicio de la caridad a los pobres y necesitados. Si bien éstas pueden ser tareas comunes a todos los cristianos, vosotros seréis investidos con la facultad y la obligación de realizarlas en el nombre de la Iglesia, con una adecuada preparación y total dedicación de vuestras vidas”.
Del mismo modo, en su predicación ha querido destacar los compromisos que esta ordenación lleva aparejados, como son el servicio a los pobres, a la Palabra y a la Eucaristía, que según el Obispo diocesano los configura más con Cristo. “Seréis ministros que sirven a la reconciliación, puentes entre Dios y los hombres, especialmente para aquellos que han perdido la esperanza, que creen que no hay camino de vuelta. En vuestra misión, tendréis que proclamar la grandeza del amor divino con palabras, pero sobre todo con gestos concretos de cercanía y compasión. Como el Padre de la parábola, tendréis que salir al encuentro, tender la mano, escuchar y abrazar con la ternura de Dios a cada persona necesitada de su gracia”.
Antes de concluir, el Obispo se ha dirigido a cada uno de los aspirantes atendiendo a sus realidades vitales propias y a su camino vocacional. Primero, ha dicho al que sería ordenado como diácono permanente: “Francisco Javier, tu vocación al diaconado permanente se enriquece con tu condición de esposo y padre. Vives en tu hogar la entrega, la paciencia y el servicio. Esa misma disposición de amor generoso se proyecta ahora a la comunidad eclesial. Serás signo de Cristo Servidor en medio de los hombres, un puente entre la vida familiar y la vida de la Iglesia, recordándonos a todos que el amor concreto y cotidiano es el primer terreno donde se vive la fe”.
Para, después, recordarle a Samuel que su “camino en el diaconado transitorio te prepara para recibir, en su momento el presbiterado. Sin embargo, la raíz de tu servicio estará siempre en el diaconado: un servidor que escucha, que acoge, que se entrega. Que tu ministerio diaconal sea una escuela de humildad y de cercanía, donde aprendas a configurarte cada día más con Cristo, el Siervo fiel”.
La homilía ha concluido poniendo a los dos candidatos bajo el manto protector de la Virgen de la Cabeza, patrona de la Iglesia de Jaén.
El rito de la ordenación de diáconos
Después de la homilía, los aspirantes al diaconado han subido al presbiterio para ser interrogados por el Obispo y a la vez prometer sus nuevos compromisos con la Iglesia. Samuel, ha prometido celibato. Ambos, Samuel y Francisco Javier han hecho al unísono el resto de las promesas, entre las que se halla la de la obediencia al obispo y a sus sucesores. Después se han postrado en el suelo, delante de la mesa de altar, mientras el seminarista Antonio Partal ha entonado las letanías en el Templo de Vandelvira, el momento de mayor recogimiento y piedad de la celebración. Después, uno a uno ha recibido, de rodillas, la imposición de manos por parte del Prelado, Monseñor Chico Martínez.
Cuando ha concluido la plegaria de ordenación, los ya diáconos han sido revestidos con las dalmáticas por sus párrocos. Samuel Valero la ha recibido de manos de D. Facundo López Sanjuán, su párroco en Torreperogil; y Francisco Javier López ha sido revestido, también, por su párroco, D. Manuel Botet CM y por D. Severino Calderón OMF . Para, a continuación y ya revestidos como diáconos, recibir el signo de su ministerio, el Evangeliario mientras el Obispo decía en voz alta: “Recibe el Evangelio de Cristo, del cual has sido constituido mensajero; convierte en fe viva lo que lees, y lo que has hecho fe viva enséñalo, y cumple aquello que has enseñado”. Los neo diáconos han participado en el servicio del altar de la celebración eucarística.
Los familiares de los diáconos han sido los encargados de presentar las ofrendas ante el Obispo. También, han sido los nuevos diáconos los que han dado la Comunión, primero a sus familiares y a continuación a todo el pueblo de Dios congregado en la Catedral.
El Prelado del Santo Reino, antes de dar la bendición solemne, ha querido felicitar a la Iglesia de Jaén por estos nuevos servidores de la mesa y de los pobres y ha pedido que sean muchos los que siga llamando el dueño de la mies para entregar su vida por el Reino de Dios, ya sea como sacerdotes o como diáconos permanentes. “Antes de terminar, quiero dirigirme especialmente a los jóvenes que hoy nos acompañan. En este día de alegría para nuestra Iglesia, en el que Samuel y Francisco Javier responden con generosidad a la llamada del Señor, quiero invitaros a abrir vuestro corazón a la voz de Dios. Quizá alguno de vosotros sienta en su interior la inquietud de una llamada más profunda, el deseo de dar la vida por Cristo y por los hermanos en el sacerdocio o en la vida consagrada”. Para concluir, “¡No tengáis miedo! Seguir a Cristo con radicalidad es un camino de plenitud, una aventura de amor y entrega que transforma la vida y la llena de sentido. Hoy más que nunca, la Iglesia necesita jóvenes valientes, dispuestos a entregar su vida al servicio del Evangelio. Si en vuestro corazón resuena esa voz del Señor que llama, responded con generosidad. No estáis solos: la Iglesia camina con vosotros y el Señor mismo os sostiene con su gracia”.
Familiares y amigos se han acercado, al término de la celebración, para felicitar a los dos nuevos diáconos para la Iglesia del Santo Reino en el Año Jubilar de la Esperanza.
Antes de nada, quiero saludar a las familias de Samuel y de Francisco Javier, agradeciendo de corazón el amor, la fe y el apoyo con los que han acompañado su camino vocacional. Vosotros habéis sido el primer terreno donde han aprendido a amar y servir, y hoy, en comunión con toda la Iglesia, los acompañamos en este paso fundamental en su vida de fe y de servicio a la Iglesia.
También, quiero dirigir mi saludo agradecido a los equipos formativos que han acompañado a nuestros hermanos en su proceso vocacional: al Seminario diocesano, casa donde Samuel ha crecido en la fe y en el discernimiento de la llamada del Señor; y al Secretariado para la formación de los Aspirantes al Diaconado Permanente, que ha acompañado, con dedicación, a Francisco Javier en su camino hacia este ministerio. Vuestro trabajo callado y constante es una siembra que hoy da fruto en nuestra Iglesia jiennense.
Queridos hermanos todos, hoy vivimos un momento gozoso para nuestra Iglesia diocesana. En este Año Jubilar del aniversario de la Encarnación del Señor, dedicado a la Esperanza con el lema Peregrinos de Esperanza, celebramos la ordenación de Samuel y Francisco Javier como diáconos. Sus familias han sido el primer terreno donde han aprendido a amar y servir, y hoy, en comunión con toda la Iglesia, los acompañamos en este paso fundamental en su camino vocacional de entrega para ser signos de esperanza en medio de nuestro mundo.
Siempre que celebramos una ordenación tenemos la impresión de que estamos tocando las raíces y el corazón mismo de la comunidad eclesial. Todo en la Iglesia es carisma y ministerio. Todos los miembros de la Iglesia recibimos de manera irrepetible los dones del Espíritu Santo para prolongar y multiplicar la vida santa del Señor y para servir a la vida y a la salvación de los demás con el Espíritu y el amor del Señor.
Pero he aquí que la Iglesia, siguiendo los signos de la llamada y de la voluntad del Señor, con la autoridad que el mismo Señor puso en sus gestos y en sus palabras, llama a algunos de sus hijos para desempeñar de manera singular alguno de estos carismas y ministerios.
Esta llamada y la consecuente consagración nos otorgan el derecho y la capacidad de desempeñar este ministerio en el nombre de la Iglesia y del Señor mismo, contando con la asistencia del Espíritu Santo, para desempeñar la función encomendada a favor de la Iglesia, con la exigencia de dedicar nuestra vida entera al servicio y cumplimiento de la encomienda recibida.
Queridos Samuel y Francisco Javier, hoy vais a recibir el ministerio del Diaconado. Como diáconos vais a ser llamados y consagrados para ayudar al Obispo y a los Presbíteros en el servicio del Altar, en la proclamación del Evangelio de salvación y en el servicio de la caridad a los pobres y necesitados. Si bien éstas pueden ser tareas comunes a todos los cristianos, vosotros seréis investidos con la facultad y la obligación de realizarlas en el nombre de la Iglesia, con una adecuada preparación y total dedicación de vuestras vidas.
Las lecturas que acabamos de escuchar iluminan la esencia de vuestro ministerio. Miqueas nos habla de la misericordia inagotable de Dios, que no se complace en la ira sino en el perdón. Esta misma misericordia será el fundamento de vuestro servicio.
El Evangelio de Lucas nos presenta, en la parábola del Hijo Pródigo, una imagen poderosa del amor incondicional del Padre. En ella vemos como el Padre no se cansa de esperar, no deja de anhelar el regreso del hijo que se ha alejado. Y cuando lo ve regresar, corre a su encuentro, lo abraza y lo reintegra, con gozo, a la casa paterna. Este es el modelo del amor que habéis de transmitir en vuestro ministerio: un amor que no juzga, sino que acoge; que no rechaza, sino que levanta; que no se impone, sino que espera con paciencia y ternura.
Queridos hijos que aspiráis hoy al Diaconado, estáis llamados a ser reflejo de este Padre misericordioso. Seréis ministros que sirven a la reconciliación, puentes entre Dios y los hombres, especialmente para aquellos que han perdido la esperanza, que creen que no hay camino de vuelta. En vuestra misión, tendréis que proclamar la grandeza del amor divino con palabras, pero sobre todo con gestos concretos de cercanía y compasión. Como el Padre de la parábola, tendréis que salir al encuentro, tender la mano, escuchar y abrazar con la ternura de Dios a cada persona necesitada de su gracia.
A esta luz del Evangelio se une la enseñanza de San Pablo en la carta a los Romanos. El Apóstol nos recuerda que, como en un cuerpo hay muchos miembros con funciones diversas, así también en la Iglesia, cada uno ha recibido un don particular para el bien común. Entre estos dones, menciona el servicio, la exhortación, la generosidad, la diligencia en el gobierno y la misericordia ejercida con alegría. Vuestro ministerio diaconal se inscribe en esta dinámica eclesial: habéis sido llamados no para serviros a vosotros mismos, sino para servir.
Francisco Javier, tu vocación al diaconado permanente se enriquece con tu condición de esposo y padre. Vives en tu hogar la entrega, la paciencia y el servicio. Esa misma disposición de amor generoso se proyecta ahora a la comunidad eclesial. Serás signo de Cristo Servidor en medio de los hombres, un puente entre la vida familiar y la vida de la Iglesia, recordándonos a todos que el amor concreto y cotidiano es el primer terreno donde se vive la fe.
Samuel, tu camino en el diaconado transitorio te prepara para recibir, en su momento el presbiterado. Sin embargo, la raíz de tu servicio estará siempre en el diaconado: un servidor que escucha, que acoge, que se entrega. Que tu ministerio diaconal sea una escuela de humildad y de cercanía, donde aprendas a configurarte cada día más con Cristo, el Siervo fiel.
Hoy la Iglesia os confía una misión fundamental: ser testigos de la Verdad de Dios y administradores diligentes de su Amor. Hay muchos hombres y mujeres que sufren: ancianos solitarios, jóvenes desconcertados, personas que han perdido el sentido de su vida, enfermos, presos, familias en crisis. También hay muchas almas sedientas de sentido, de consuelo, de una palabra de esperanza.
La Iglesia os necesita para que, con vuestra vida y vuestro ministerio, hagáis brillar el amor de Dios en el mundo.
Antes de terminar, quiero dirigirme especialmente a los jóvenes que hoy nos acompañan. En este día de alegría para nuestra Iglesia, en el que Samuel y Francisco Javier responden con generosidad a la llamada del Señor, quiero invitaros a abrir vuestro corazón a la voz de Dios. Quizá alguno de vosotros sienta en su interior la inquietud de una llamada más profunda, el deseo de dar la vida por Cristo y por los hermanos en el sacerdocio o en la vida consagrada.
¡No tengáis miedo! Seguir a Cristo con radicalidad es un camino de plenitud, una aventura de amor y entrega que transforma la vida y la llena de sentido. Hoy más que nunca, la Iglesia necesita jóvenes valientes, dispuestos a entregar su vida al servicio del Evangelio. Si en vuestro corazón resuena esa voz del Señor que llama, responded con generosidad. No estáis solos: la Iglesia camina con vosotros y el Señor mismo os sostiene con su gracia.
Que este Año Jubilar de la Encarnación, en el que somos Peregrinos de Esperanza, sea también un tiempo de apertura y discernimiento para muchos jóvenes. Que María, Madre de la Iglesia y modelo de disponibilidad, os acompañe en vuestro camino. Y que el testimonio de estos nuevos diáconos os anime a decir sí al Señor con valentía y confianza. Y a vosotros, queridos Samuel y Francisco Javier, que la Virgen Santísima, modelo de servicio y entrega, la Santísima Virgen de la Cabeza, Patrona de nuestra Diócesis, os acompañe siempre en este camino. Y que el Señor, que ha comenzado en vosotros esta obra buena, él mismo la lleve a término.