
El 1 de noviembre de 1950, el venerable Papa Pío XII proclamó como dogma que la Virgen María «terminado el curso de su vida terrestre, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial».
Esta verdad de fe, recuerda Benedicto XVI, era conocida por la Tradición, afirmada por los Padres de la Iglesia, y era sobre todo un aspecto relevante del culto tributado a la Madre de Cristo. Precisamente el elemento cultual constituyó, por decirlo así, la fuerza motriz que determinó la formulación de este dogma: el dogma aparece como un acto de alabanza y de exaltación respecto de la Virgen santa. Esto emerge también del texto mismo de la constitución apostólica, donde se afirma que el dogma es proclamado «para honor del Hijo, para glorificación de la Madre y para alegría de toda la Iglesia». Así se expresó en la forma dogmática lo que ya se había celebrado en el culto y en la devoción del pueblo de Dios como la más alta y estable glorificación de María: el acto de proclamación de la Asunción se presentó casi como una liturgia de la fe.
PROCLAMACIÓN DEL DOGMA
El Papa Pío XII, declaró el Dogma de la Asunción de la Santísima Virgen desde el atrio exterior de San Pedro Vaticano, rodeado de 36 cardenales, 555 patriarcas, arzobispos y ibispos, de gran número de dignatarios eclesiásticos y de una muchedumbre entusiasmada, de aproximadamente un millón de personas. Definió así solemnemente, con su suprema autoridad, este dogma mariano con estas palabras que se encuentran en la Bula Munificentissimus Deus:
«Después de elevar a Dios muchas y reiteradas preces y de invocar la luz del Espíritu de la Verdad, para gloria de Dios omnipotente, que otorgó a la Virgen María su peculiar benevolencia; para honor de su Hijo, Rey inmortal de los siglos y vencedor del pecado y de la muerte; para aumentar la gloria de la misma augusta Madre y para gozo y alegría de toda la Iglesia, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados Apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra, pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado, que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, terminado el curso de su vida terrena fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial».
DIFERENCIA ENTRE ASCENCIÓN Y ASUNCIÓN
Entre la Ascensión de Nuestro Señor al Cielo, que celebramos 40 días después de su Resurrección y la Asunción de Nuestra Señora en cuerpo y alma –ambos suben al Cielo en cuerpo y alma–la confusión más común es que Ella tuvo que ser llevada, pero no fue así. Ella también subió en su cuerpo glorioso, un cuerpo ágil, capaz de subir por sus propios medios. La diferencia es que Ella no asciende por un poder inherente (suyo propio), sino por el poder de Jesucristo, nuestro Señor. Ella es glorificada por Él, porque Él la quiso llevar a su lado.
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