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Concluye la Novena en honor a la Virgen de las Angustia de Granada, predicada por el Obispo de Jaén

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Hoy concluye la novena en honor a la Virgen de las Angustias, que precede a la procesión del último domingo del mes de septiembre con su Sagrada Imagen. La Novena ha sido predicada en sus primeros días por el canónigo de la catedral de Guadix, D. Manuel Amezcua, y en los últimos días por el obispo de Jaén, D. Sebastián Chico Martínez.

El obispo de Jaén ha estado desarrollando estos días los dogmas de María y “qué nos dice a nosotros cada uno de ellos”, además de hacer referencia a las lecturas. “Tres cosas, tres pinceladas de qué es lo que nos dice hoy a nosotros este dogma y segundo, qué retos son los que este dogma nos invita a vivir en el hoy, en el momento en el que estamos viviendo. Por lo tanto, pues, desde el sentirnos esperanzados, el sentir que tenemos que vivir una fe verdadera, el sentir que estamos llenos también nosotros de gracia y, por lo tanto, dejar en nosotros obrar esa gracia y también a través nuestro”, explicó el obispo.

“He estado también subrayando el hecho de que nosotros la vida la podemos vivir con mucha más profundidad, como he reflejado en varias ocasiones en la homilía, con los pies puestos en el suelo, andando, caminando con firmeza, pero con nuestros ojos y nuestro corazón como María donde está María en el cielo”, explicó Mons. Chico Martínez.

El obispo de Jaén ha destacado la gran devoción del pueblo granadino a su Patrona y que, como patrona de la Archidiócesis, “yo también me siento partícipe de este patronazgo y contemplar la gran devoción de un pueblo”.

La novena podrá verse en directo por internet en www.hermandadangustiasgranada.eshttp://www.hermandadangustiasgranada.es

Archidiócesis de Granada
Fotografías: Antonio Mezcua Roelas

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Homilía del Arzobispo de Sevilla en el Jubileo del Mundo Educativo

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Homilía del Arzobispo de Sevilla en el Jubileo del Mundo Educativo

Homilía de Monseñor José Ángel Saiz Meneses en el Jubileo del Mundo Educativo. Catedral de Sevilla. 25 de septiembre de 2025.

1. Saludos: Queridos Delegados Episcopales, sacerdotes concelebrantes, diácono; Consejo Diocesano para la Educación Católica, titulares, autoridades académicas, profesores, personal de administración y servicios; representantes de las Asociaciones de Madres y Padres de Alumnos; hermanos y hermanas presentes.
2. Hoy nos reunimos en la Santa Iglesia Catedral de Sevilla para celebrar el Jubileo del Mundo Educativo y para realizar el solemne envío de comienzo de curso de los profesores cristianos, del personal de administración y servicios de nuestros centros, y de los representantes de las asociaciones de padres y madres de alumnos. Esta celebración es un momento de gracia y de compromiso. Es jubilar porque nos abre a la experiencia de la misericordia de Dios que renueva nuestra vocación; es eclesial porque, como comunidad educativa, nos sabemos enviados; y es pastoral y académica, porque educar no es sólo transmitir conocimientos, sino formar personas libres, responsables, abiertas a la verdad y al bien.
3. Las lecturas que hemos proclamado iluminan nuestra misión. En la carta a los Romanos, san Pablo nos dice que “la esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo” (Rom 5,5). Cristo murió por nosotros cuando todavía éramos pecadores, reconciliándonos con el Padre y dándonos vida nueva. Esta es la raíz de toda auténtica educación: no sólo formar en competencias, sino abrir al alumno a la experiencia de un amor que salva, que renueva, que da sentido, que reconcilia. El Salmo 88 canta las misericordias del Señor, eternas y fieles. La educación cristiana debe ser también un canto de fidelidad: fidelidad a la vocación docente, fidelidad a la misión recibida, fidelidad a los alumnos que el Señor pone en nuestro camino.
4. El Evangelio según san Lucas nos presenta a Jesús en la sinagoga de Nazaret proclamando el pasaje de Isaías: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar la buena noticia a los pobres… para proclamar un año de gracia del Señor” (Lc 4,16-21). Jesús se presenta como el Maestro, como el que enseña con autoridad, pero sobre todo como el que libera y abre horizontes nuevos. Todo educador cristiano está llamado a hacer presente en la escuela esa misma misión: anunciar la buena nueva, abrir los ojos a la verdad, liberar de las esclavitudes de la ignorancia, de la superficialidad, de la indiferencia.
5. El Año Jubilar que estamos celebrando nos recuerda la centralidad de la misericordia y de la esperanza. El documento del Jubileo de 2025 nos invita a reconocer los lugares y ámbitos donde la misericordia de Dios se hace visible y transforma la existencia. La escuela y la universidad son precisamente espacios privilegiados de esa transformación. Educar es un acto de amor, es plantar semillas que darán fruto en el futuro. Cada profesor, cada persona que trabaja en el ámbito educativo, cada padre y madre que acompaña, realiza una verdadera obra de misericordia: enseñar al que no sabe, orientar al que busca, acompañar al que se pierde, desarrollar los talentos que el Señor ha concedido.
6. El Jubileo es también experiencia de reconciliación. En la vida educativa, no faltan tensiones, cansancios, desencuentros. Pero este Año Jubilar nos invita a redescubrir que la misión educativa no es tarea individual, sino comunitaria. Todos formamos parte de un mismo cuerpo, con carismas y funciones distintas, pero unidos en un único fin: el crecimiento integral de nuestros alumnos y de toda la sociedad.
7. El educador cristiano vive en una encrucijada cultural. La sociedad actual exalta el conocimiento útil y la técnica, pero a veces olvida la sabiduría y el sentido. Muchos alumnos llegan con hambre de verdad, de afecto, de orientación. La escuela y la universidad no pueden limitarse a preparar para un futuro empleo: están llamadas a preparar para la vida, a despertar la conciencia, a educar en la libertad. Benedicto XVI, en la carta encíclica Deus Caritas est, nos recordaba que “el amor —caritas— será siempre necesario, incluso en la sociedad más justa” (n. 28). En el campo de la educación, esto significa que no basta con transmitir contenidos justos: es necesario acompañar con amor, estar cerca, ayudar a crecer. La caridad educativa no es paternalismo, sino respeto y cercanía.
8. El Papa Francisco, en la carta encíclica Fratelli tutti, ha insistido en que la educación debe formar para la fraternidad y la amistad social. Decía: “La educación es llamada a formar en la solidaridad universal, en una nueva cultura del encuentro” (cf. FT 114-117). Esta es una tarea urgente: educar para la paz, para la apertura, para el diálogo. Frente a la tentación del individualismo y la indiferencia, los educadores cristianos sois testigos de que todos somos hermanos.
9. Educar es sembrar en tierra buena. El profesor cristiano no impone la fe, pero vive con coherencia su testimonio. En el respeto a todos, ofrece la alegría de quien ha encontrado la verdad en Cristo. Así, cada clase se convierte en un espacio donde el Espíritu Santo actúa. La excelencia académica es también una forma de caridad. Dar a los alumnos lo mejor de uno mismo, preparar bien las clases, cultivar la investigación, es una manera concreta de servir. La mediocridad no edifica para el futuro; la entrega generosa en el estudio y en la docencia, sí. La educación no termina en las paredes del aula. El testimonio de vida de los profesores, del personal de administración y servicios, y de los padres, marca profundamente. Por otra parte, Una educación cristiana debe abrirse siempre a la sociedad, trabajar por la inclusión, estar atenta a los más pobres y vulnerables.
10. El Jubileo nos impulsa a mirar de frente los retos: al reto de la cultura digital, que abre horizontes inmensos de información, pero también de dispersión y de superficialidad. Los educadores deben acompañar a los jóvenes en el uso crítico y responsable de la tecnología; al reto de la crisis de sentido, que deja a muchos alumnos desorientados. Aquí la fe cristiana ofrece un horizonte de plenitud y esperanza; al reto de la pluralidad cultural y religiosa, que es riqueza y desafío. La educación cristiana debe ser inclusiva, abierta al diálogo, pero sin renunciar a la identidad propia y a la misión evangelizadora; al reto del cansancio y el desánimo del profesorado, que necesita sentirse acompañado y valorado. Hoy la Iglesia nos recuerda una vez más que no estáis solos, que vuestra tarea es noble y necesaria.
11. Queridos hermanos y hermanas: En este Jubileo del mundo educativo, os invito a vivir con intensidad tres actitudes fundamentales: la primera, reavivar la alegría de enseñar y aprender. No olvidéis que cada alumno es un don de Dios; aunque a veces cueste verlo, aunque las dificultades no sean pocas ni pequeñas; que prevalezca siempre la alegría del Evangelio. En segundo lugar, vivir la misión educativa como servicio. El educador cristiano no busca prestigio ni poder, sino servir; servir con paciencia, con ternura, con firmeza cuando sea necesario, con la esperanza de descubrir en cada alumno el rostro de Cristo. Por último, hacer camino en comunión; la misión educativa es compartida. Profesores, personal de administración y servicios, familias, alumnos, todos somos parte de una misma comunidad educativa. El Jubileo es ocasión para fortalecer estos lazos.
12. Hoy tiene lugar el envío del comienzo de curso. Lo realizamos en este marco jubilar para recordar que vuestra misión no es sólo profesional, sino vocacional. Vais a las aulas enviados por la Iglesia, sostenidos por la gracia del Espíritu, acompañados por la oración de toda la comunidad cristiana. Que Nuestra Señora de los Reyes, Reina de la Sabiduría, os inspire cada día y os llene de cariño y paciencia; que san Isidoro y san Leandro, grandes maestros de la Iglesia hispalense, intercedan por vosotros. Y que el Señor derrame en vuestros corazones el amor que no pasa, para que seáis luz y fermento en el mundo de la educación, tan importante para el presente y el futuro de la Iglesia y de la sociedad. Así sea.

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Homilía en el Jubileo de la Hermandad de la Santa Caridad de Sevilla

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Homilía de Monseñor José Ángel Saiz Meneses en el Jubileo de la Hermandad de la Santa Caridad de Sevilla.

Catedral de Sevilla. 23 de Septiembre de 2025

Hoy nos congregamos en esta Santa Iglesia Catedral para celebrar con gozo el Jubileo de vuestra querida Hermandad. Lo hacemos el 23 de septiembre de 2025, en el marco del Año Jubilar de la Esperanza, reconociendo que todo es gracia, que todo es don, que lo que habéis recibido de Dios a lo largo de los siglos lo habéis compartido generosamente en servicio y amor a los pobres, enfermos y necesitados. Este día nos invita a dar gracias al Señor por vuestra historia fecunda, a contemplar el testimonio de vuestros mayores, a renovar el compromiso presente y a proyectar el futuro con esperanza. El Jubileo es tiempo de gracia y de conversión: es volver al corazón del Evangelio, para vivirlo con alegría y con radicalidad.

Las lecturas que hemos escuchado nos ofrecen la clave para comprender este momento. San Pablo nos ha recordado que “el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo” (Rom 5,5). No es un amor abstracto, ni una teoría, sino un amor concreto, visible, que se manifestó en la cruz: Cristo murió por nosotros para reconciliarnos con Dios y darnos vida nueva. Es un amor que se ofrece sin medida, un amor gratuito, salvador. Con el salmista hemos proclamado: “Cantaré eternamente las misericordias del Señor, anunciaré tu fidelidad por todas las edades”. Es un canto de confianza y de alabanza. La Hermandad de la Santa Caridad es un eco de este salmo: ha cantado las misericordias de Dios a través del tiempo con obras concretas, y ha hecho visible su fidelidad a lo largo de generaciones de hermanos.

El Evangelio de San Lucas nos ha situado en la sinagoga de Nazaret. Jesús lee al profeta Isaías y proclama: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar la Buena Noticia a los pobres, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor”. Y después afirma: “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír” (Lc 4,16‑21). Esta es la misión de Cristo, y es también la misión de la Iglesia: anunciar, liberar, sanar, consolar. Es la misión que vuestra Hermandad ha hecho vida en Sevilla durante casi cinco siglos.

Vuestra Hermandad nació en el siglo XVI en torno a un hospital que acogía a los enfermos pobres y a los moribundos, y a una iglesia que se fue enriqueciendo de fe y de arte. Desde los orígenes, vuestra misión fue clara: asistir a los más pobres, enterrar a los que no tenían quien los enterrara, socorrer a los ajusticiados y a los náufragos, dar consuelo a los enfermos y a los ancianos abandonados. El ingreso de don Miguel Mañara en 1662 supuso un impulso decisivo. Su conversión, fruto de la gracia de Dios, le llevó a poner su vida y sus bienes al servicio de la Caridad. Como Hermano Mayor, impulsó obras de gran envergadura: la construcción de la iglesia y el hospital tal como hoy los conocemos, la organización de un servicio estable para los pobres y enfermos, la promoción de una espiritualidad centrada en la caridad operante. Bajo su impulso, la Hermandad se convirtió en un faro de misericordia en Sevilla.

La iglesia de la Santa Caridad es un verdadero catecismo en piedra, pintura y madera. Murillo, Valdés Leal, Pedro Roldán y otros artistas dejaron allí un mensaje profundo. Los jeroglíficos de Valdés Leal recuerdan la fugacidad de la vida y la certeza de la muerte; las obras de Murillo muestran el rostro luminoso de la caridad; el retablo mayor con el Entierro de Cristo invita a contemplar el amor que se entrega hasta el final. Todo el conjunto proclama que la caridad es camino de salvación, y que sólo quien ama de verdad encuentra sentido a la vida y esperanza más allá de la muerte. Esta herencia es un tesoro, pero no sólo un tesoro del pasado. Es un patrimonio vivo, que interpela a cada uno de vosotros hoy. Sois herederos de un carisma, de una misión, de un estilo de vida que pide ser actualizado en el presente.

San Pablo nos ha recordado que Cristo murió por nosotros cuando aún éramos pecadores. El amor de Dios no espera a que seamos perfectos, se nos da gratuitamente, y se constituye en fuente de esperanza. Vosotros lo experimentáis cada vez que servís a un enfermo, cada vez que acompañáis a un moribundo, cada vez que socorréis a un pobre: descubrís que es Cristo mismo quien se os da, que en ellos palpita el rostro del Señor. La caridad no es un adorno, es la esencia de la vida cristiana. Jesús se presenta como el ungido por el Espíritu. Su programa es claro: anunciar, liberar, sanar, proclamar un año de gracia. En vuestra Hermandad este texto se hace carne. Habéis anunciado buenas noticias a los pobres con vuestras obras; habéis dado libertad a tantos oprimidos por la soledad, la enfermedad, el abandono; sois signo de un año de gracia cada vez que abrís las puertas de vuestra casa a quien no tiene hogar. Este Evangelio de hoy es vuestro espejo.

Celebrar un Jubileo es hacer memoria agradecida, pero también discernir el presente y abrirse al futuro. Hoy nos enfrentamos a nuevas pobrezas. Quizás no se trata ya tanto de recoger cadáveres en la orilla del Guadalquivir, pero sí de acoger a tantos hombres y mujeres que mueren de soledad en medio de la multitud; de acompañar a ancianos que no tienen familia cercana; de dar esperanza a jóvenes que se sienten sin futuro; de integrar a los migrantes que llaman a nuestras puertas; de anunciar la vida en una cultura marcada por la indiferencia y la muerte. La caridad hoy exige creatividad. Vuestra Hermandad está llamada a ser fiel a su tradición, pero también a innovar. La fidelidad no es repetir lo mismo rutinariamente, sino mantener el espíritu, adaptando las formas. Que vuestra iglesia y vuestro hospital sigan siendo signo de misericordia, pero que también vuestra acción pastoral y social responda a los desafíos de este tiempo.

La caridad nace de la fe, por eso, cada hermano debe alimentar su vida espiritual: con la Eucaristía, con la oración, con la escucha de la Palabra. Sólo así vuestra acción tendrá alma. Una Hermandad es ante todo una comunidad de hermanos. La unidad es un testimonio precioso. Que no os dividan las diferencias humanas, que no se enfríe el amor fraterno. La caridad comienza en casa: en cómo nos tratamos, en cómo nos respetamos, en cómo nos ayudamos mutuamente. Mirad a vuestro alrededor con ojos atentos. ¿Dónde clama hoy la pobreza en Sevilla? Quizás en barrios olvidados, quizás en las cárceles, quizás en las familias rotas, quizás en la juventud sin horizonte. Escuchad ese clamor y responded con obras.

El Jubileo es un tiempo de gracia, no de tristeza. La caridad no se vive con cara amarga, sino con gozo. Mostrad a Sevilla que servir a los pobres es fuente de felicidad, que la misericordia no es un peso, sino un regalo. Es momento para reconciliarse con Dios, con los hermanos, con uno mismo. Es tiempo de perdón y de esperanza. Que este Jubileo os renueve en vuestra identidad, os haga más fieles a vuestro carisma, os impulse a nuevas obras de caridad. Pidamos la intercesión de la María santísima, Madre de la Misericordia, para que os acompañe en este camino. Pidamos también a don Miguel Mañara, cuyo ejemplo sigue vivo, que os inspire a vivir la caridad con radicalidad evangélica. Y que el Señor os conceda seguir siendo, en esta ciudad, un signo vivo del amor que no pasa. Así sea.

 

Migrantes, misioneros de esperanza

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Celebramos un año más la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado que viene marcada en esta ocasión por la clave de la esperanza a la que nos convocó el papa Francisco en la apertura del Año Jubilar 2025, que, desde su sensibilidad, gestos y magisterio, reafirmó en el 2017 su deseo de que la respuesta común al fenómeno migratorio se podría articular en torno a cuatro verbos: acoger, proteger, promover e integrar. Su sucesor en el pontificado, el papa León XIV, ha escrito su primer mensaje para la edición 111º de esta Jornada, acentuando el vínculo entre esperanza, migración y misión.

En palabras del Santo Padre “los migrantes y los refugiados recuerdan a la Iglesia su dimensión peregrina, perpetuamente orientada a alcanzar la patria definitiva, sostenida por una esperanza que es virtud teologal”. A la luz del Jubileo, el tema destaca el coraje y la tenacidad de los migrantes y refugiados, que dan testimonio diario de esperanza en el futuro a pesar de las dificultades. Es la esperanza de alcanzar la felicidad incluso más allá de las fronteras, la que los lleva a confiar totalmente en Dios. Los migrantes y refugiados se convierten en «misioneros de la esperanza» en las comunidades que los acogen, contribuyendo a menudo a revitalizar su fe y promoviendo un diálogo interreligioso basado en valores comunes. Ellos recuerdan a la Iglesia el fin último de la peregrinación terrenal, es decir, alcanzar la patria futura.

Este es el Año Jubilar de la Esperanza. No es un lema más: es una gracia que debe fructificar en obras. La Iglesia nos recuerda que el bien común es el conjunto de condiciones de la vida social que permiten a los grupos y a cada uno de sus miembros alcanzar más plena y fácilmente su propio desarrollo y perfección (cf. Gaudium et spes 26). En ese horizonte, recuerdo algunos acentos de nuestro camino diocesano, en sintonía con el Magníficat: En primer lugar, la atención a los inmigrantes que llegan huyendo de la miseria. No son un número, son rostro e historia. La opción preferencial por los necesitados pertenece a la misión de la Iglesia inseparablemente unida a su tarea evangelizadora, tal como han señalado reiteradamente en su magisterio san Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco.

Una de las acciones concretas que contiene nuestro Plan Pastoral Diocesano consiste en “potenciar y promover la acogida, el acompañamiento y la integración de las personas migrantes”. Acogida solidaria, integración leal y una implicación responsable por parte de los gobernantes. Estas son las tres claves imprescindibles. Por nuestra parte, hemos de tener una actitud de acogida solidaria hacia las personas necesitadas que llaman a la puerta; por parte de los migrantes, debe darse una actitud de integración leal en la nueva sociedad que les acoge. Por último, tal como señalaba Benedicto XVI en la carta encíclica Caritas in veritate, un fenómeno de tal magnitud y complejidad sólo se puede afrontar desde una estrecha colaboración entre los países de procedencia y de destino, y ha de ir acompañado de normativas internacionales adecuadas capaces de armonizar los diversos ordenamientos legislativos, con vistas a salvaguardar los derechos de las personas emigrantes, así como los derechos de las personas y sociedades que acogen (cf. n. 62).

Pidamos por nuestros gobernantes, para que, desde la honestidad y el respeto a la dignidad de toda persona humana, contribuyan al bien común, a una sociedad inclusiva y a la cultura de la vida, por la paz en el mundo, para que cese la violencia y se encuentren caminos para el diálogo, la justicia, la reparación y la reconciliación y por las personas migrantes y refugiadas: para que sea respetada en todo momento su dignidad y libertad, y para que los derechos humanos inspiren las políticas que pretendan regular la movilidad humana.

+ José Ángel Saiz Meneses

Arzobispo de Sevilla

Mensaje Virgen de las Angustias 2025

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Mons. José María Gil Tamayo nos transmite un mensaje con motivo de la festividad de la Virgen de las Angustias, que finaliza el 28 de septiembre con su tradicional procesión.

“Imitemos la caridad de la Virgen”

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Mensaje de Mons. José María Gil Tamayo, arzobispo de Granada, con motivo de la celebración este mes de la Patrona de Granada y su Archidiócesis, Nuestra Señora de las Angustias.

Un cordial saludo y mi felicitación a todos los granadinos y a las granadinas en este mes de septiembre dedicado a la Santísima Virgen de las Angustias.

Es un mes para Ella. No nos basta con un día. No nos basta con ese 15 de septiembre, su fiesta, en que la vestimos de flores, le mostramos nuestro cariño, nuestro amor y, sobre todo, los buenos deseos para participar en la gran procesión en que la Virgen, que hemos ido a verla tantas veces en el mes de septiembre, tantas instituciones, tantas personas con tanta devoción y que a lo largo del año va pasando por Su casa -la casa de la que habita en la Carrera, como dice el himno-, hemos ido a pedirle ayuda, a darle gracias. Y ahora esperamos que Ella salga a nuestras calles, acompañada de todos sus hijos. Y lo haremos el último domingo de septiembre.

Pero, queridos amigos, queridos hermanos, nuestro cariño a la Virgen, que tiene que ser constante, que hemos de transmitir a las nuevas generaciones, como lo hacéis, no puede quedarse, como decía el Concilio Vaticano II, en un sentimiento pasajero.

Tiene que ser algo más, tiene que ser un amor filial, un amor de hijos, a la que es la Madre de Granada, la Protectora de Granada, la que queremos con toda el alma, la que extiende su manto sobre nosotros. A Ella hemos de tratarla en la oración y enseñar esas oraciones a los más pequeños, que no se olviden: que tengan ese cariño y esa devoción a la Virgen. Pero que no se quede sólo en sentimientos. Tiene que haber sentimiento, cómo no va a haberlo. Pero, sobre todo, coherencia de vida, comportarnos como buenos hijos de la Virgen.

Hablando de Ella, le salió al paso a Jesús una mujer y le dijo: “Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que te criaron”. Y Jesús dijo: “Bienaventurados más bien los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen”.

Eso es lo que hizo la Virgen. Por eso es la Madre de Dios. Y esa es su gran lección, mostrada en su fe, en esa fe de la Virgen, por la que es proclamada bienaventurada. “Bienaventurada Tú que has creído lo que se te ha dicho de parte del Señor”, le dice santa Isabel en su visita.

Pues, aprendamos de la fe de la Virgen. Una fe que se muestra en los momentos difíciles, también en los momentos alegres. Una fe que nos hace mirar la vida con los ojos de Dios y mirar a los demás.

También la esperanza. Vivimos en un mundo desesperanzado, triste, y lo que nos hace superar nuestras dificultades es esa esperanza. Esa esperanza y esa confianza en Dios. Esa confianza en los demás. Esa confianza en Nuestra Señora y esa confianza en la vida eterna, en el Cielo y en los valores que no pasan.

Y también, queridos amigos, imitemos la caridad de la Virgen, el cariño de la Virgen, el cariño de madre que lo muestra en el Evangelio junto a la cruz de Su Hijo. Ese cariño con el que nos acoge y ese cariño que hemos de derramar a nuestro alrededor en una caridad también social.

En este mundo que está crispado, en este mundo de divisiones, de guerras, de violencia, pidamos que haya paz, que haya concordia, que nadie se quede atrás en nuestra ciudad. Pidamos por los pobres, por los necesitados, por los enfermos, a los que tengo especialmente en cuenta, lo mismo a los que están lejos y les gustaría estar en estas fiestas en Granada.

Feliz fiesta de Nuestra Señora de las Angustias.

Viva la Virgen de las Angustias. Viva la Madre de Dios.

+ José María Gil Tamayo
Arzobispo de Granada

Exposición “José de Mora”

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Número 1577 del Semanario Fiesta Digital.

El nuevo número del Semanario Fiesta está dedicado a la inauguración de la exposición de José de Mora, que podrá visitarse en la Catedral de Granada, ubicada en la girola, hasta el 1 de febrero, organizada conjuntamente por la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía y el Arzobispado de Granada.

Entre otros contenidos, ofrecemos el mensaje de nuestro arzobispo con motivo de la festividad de la Virgen de las Angustias y la noticia del jubileo de los movimientos sociocaritativos de Guadix.

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Luis Miguel Martell, superior general de Cruz Blanca. “Cuando estoy frente a una persona vulnerable me pregunto, ¿y si fuera yo?”

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La Familia de Cruz Blanca se encuentra celebrando los 50 años de su caminar en la Iglesia. La aprobación canónica de estos Hermanos Franciscanos tuvo lugar en Tánger un 27 de marzo de 1975. El hermano Isidoro Lezcano, fundador, junto a los primeros hermanos quiso que Cruz Blanca fuera casa y familia para las personas más vulnerables de la sociedad y así lo hizo desde los inicios.

Este sábado 27 de septiembre la congregación desarrollará un acto que contará con presencia de Cruz Blanca de toda Canarias. El hermano superior general, Luis Miguel Martell, y su consejo han invitado a todo el que lo desee a compartir con ellos la Eucaristía de este día. La misma será presidirá el obispo Nivariense, Eloy Santiago, en la iglesia de Nuestra Señora de la Concepción de La Laguna, a las 10:30 horas.

Martell, acompañado por el responsable de la fundación Cruz Blanca, Miguel López y por el superior de la congregación de la Casa Familiar Manolo Torras, Mario Suárez, visitó al obispo en la mañana de este 26 de septiembre. Aprovechamos su estancia para mantener un tiempo de entrevista.

P.- Cuando se llegan a estos aniversarios es casi obligatorio echar la vista atrás para agradecer el trabajo y la constancia de tantas personas. Seguro que en ese listado de personas se encuentran el hermano Isidoro Lezcano y el cardenal Carlos Amigo, ¿no es así?

R.- Así es, el hermano Isidoro comenzó hace más de 50 años toda esta obra con una confianza absoluta en el Señor. Y lo hizo de una manera muy sencilla, muy humilde. Después de varias experiencias, se dijo a sí mismo, voy a alquilar una casita y con lo que gane, acogeré a tres, cuatro o cinco personas que no debieran seguir en los hospitales, o que están tiradas en la calle. De esa forma tan sencilla nació hace 50 años Cruz Blanca.

Y el cardenal Amigo, en el momento en que nace Cruz Blanca, él era arzobispo en Tánger. Por eso yo siempre le decía, con mucho cariño, que en el momento del parto, él fue el ginecólogo de guardia. Estuvo siempre a nuestro lado hasta que falleció en Guadalajara en 2022. Falleció en el hospital, pero estaba acogido en nuestra casa.

P.- Actualmente, Cruz Blanca tiene 32 casas familiares y 16 centros de la fundación, todo ello dedicado a personas vulnerables. ¿Qué realidades concretas atienden?

R.- Atendemos el mundo de las personas vulnerables y necesitadas, el mundo de la marginación y de la exclusión social. Allá donde más nos necesiten, es donde queremos estar. Por ejemplo, ayudamos a migrantes, a personas en situación de trata, tanto mujeres como hombres, también a las familias sin hogar, etc.

P.- ¿Crees que como sociedad estamos dando pasos serios a eso que llamamos inclusión o cada vez nos desentendemos más de las personas que necesitan atenciones o cuidados especiales?

R.- Las políticas de ahora van encaminadas hacia lo efectivo. A lo que pueda dar dinero. No a lo que suponga gastar. Nosotros, aquí en La Laguna, entre los diferentes recursos, atendemos a más de 70 personas con discapacidad intelectual y trastornos graves de conducta. Cuando hablamos de inclusión hablamos de poner todos los medios que están a nuestro alcance para que estas personas no tengan que pasar toda la vida en una residencia. Para ello, intentamos crear recursos, pisos, viviendas, con el fin de que estén integradas y no se excluyan de la vida en sociedad. Yo me acuerdo mucho de lo que decía el papa Francisco. La sociedad del descarte. Muchas veces, lo que no nos viene bien, hay que rechazarlo. Hoy día, a los padres les cuesta tener niños porque eso implica esfuerzo, esmero y sacrificio. Yo no puedo mirar a ninguno de nuestros chicos y chicas como un problema. Yo los veo como seres humanos que me hacen ser a mí más humano todavía.

P.- ¿Y dónde encuentra un hermano de Cruz Blanca, además de en Jesucristo, esa energía para salir adelante conviviendo con tantas realidades duras?

R.- Para trabajar con personas vulnerables y necesitadas tenemos que experimentar que nosotros somos los primeros necesitados. Eso me hace pensar, cuando estoy frente a la persona vulnerable, ¿y si fuera yo? ¿Cómo me gustaría que me trataran? Esa es la motivación que me mueve a mí cada día. Ponerme en el lugar de la otra persona. Y, desde ahí, querernos todos mucho, porque nadie da lo que no tiene. ¿Quién no ha tenido alguna vez un accidente, o una caída, en la que te rompes algo? Y lo pasamos mal cuando nos dicen, tienes que estar tanto tiempo sin hacer esto o aquello, o sin moverte. Pues imaginémonos los que están así toda la vida.

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La coronación canónica de la Divina Pastora de Santa Marina será este sábado 27 de septiembre

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La coronación canónica de la Divina Pastora de Santa Marina será este sábado 27 de septiembre

Este sábado 27, a las siete de la tarde, el marianismo hispalense vivirá una jornada histórica con la coronación de la primera imagen de la Divina Pastora de las Almas, devoción nacida en nuestra ciudad en 1703 y extendida hoy por toda la Iglesia. La Eucaristía será presidida en la Plaza del Triunfo de Sevilla, por el arzobispo hispalense, monseñor José Ángel Saiz Meneses.

Desde que se anunció la coronación se han sucedido los actos de culto, formación y caridad preparatorios. Entre ellos han destacado la santa misión a los Tres Barrios y la exposición histórico-artística en el Círculo Mercantil. “Estamos muy agradecidos a Sevilla por cómo ha acogido esta coronación y la ayuda que se nos ha prestado desde tantas instituciones, y por parte de incontables personas para hacerla posible”, ha expresado Andrés Martín, hermano mayor.

La obra social está vertebrada en tres ejes: niños, pobres y mayores. “Con los niños hemos colaborando en la reconstrucción del pabellón de infantil del colegio Juan Nepomuceno Rojas y diversas becas para los alumnos del colegio de las Religiosas Calasancias Hijas de la Divina Pastora, cuya sede visitó la Virgen durante la misión a la Blanca Paloma y Candelaria. Allí hemos enfocado la ayuda a los pobres y a los mayores, colaborando con las parroquias y ofreciendo el cuidado a personas con gran dependencia. Nos sentimos muy orgullosos de la amplitud de esta obra, impensable sin la colaboración de todos los agentes implicados”.

Sobre la hermandad

La hermandad de la Divina Pastora y Santa Marina fue fundada en 1703 por el religioso capuchino fray Isidoro de Sevilla en la parroquia de San Gil Abad, venerando allí el cuadro primitivo de la advocación, primero en el mundo entero, atribuido tradicionalmente al maestro Alonso Miguel de Tovar. Se trasladó en 1705 a la vecina parroquia de Santa Marina, en una de cuyas capillas se veneró durante más de 230 años la imagen de la Divina Pastora.

Desde su fundación está vinculada con la Real Maestranza de Caballería, cuyos nobles caballeros la acompañaban en su procesión, representando a los Reyes de España y la Nobleza. Fue la primera hermandad que hizo voto de defensa de la Asunción de Nuestra Señora en 1903 y la primera que elevó voto de la realeza universal de Nuestra Señora en 1950. A partir de 1992 tomó como sede canónica la Capilla del Antiguo Hospital de San Bernardo, vulgo de Los Viejos, rehabilitando el antiguo edificio mudéjar y devolviéndose su finalidad original, con la promoción de la apertura del Centro de Mayores Casco Antiguo por parte de la Junta de Andalucía.

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ARCHISEVILLA 7 días. Edición del 26-09-2025

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ARCHISEVILLA 7 días. Edición del 26-09-2025

Un resumen de la actualidad semanal en la Archidiócesis de Sevilla. Edición del viernes 26 de septiembre de 2025.

La Buena Noticia de la Iglesia en imágenes.

 

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