
En los más de 270 legajos de hermandades del Fondo Arzobispal de Sevilla, con fechas extremas del siglo XV al XX, se localizan numerosas reglas presentadas al Provisorato para su aprobación. Son los documentos más importantes emanados de las juntas de gobierno de las hermandades y su principal fuente jurídica, además de constituir los documentos que más interés provocan en el investigador.
Mo
stramos en esta ocasión un curioso ejemplar de reglas de la Hermandad del Santísimo Cristo de San Agustín y Nuestra Señora de Gracia en Sus Misteriosos Dolores pertenecientes a este fondo archivístico.
La devoción al crucificado de San Agustín de Sevilla tiene su origen en la Edad Media y en torno a él se creó una hermandad de penitencia que procesionaba los Viernes Santos. Al mismo se le atribuían centenares de milagros y auxilio a la población en catástrofes o epidemias, siendo numerosas las procesiones de rogativas en épocas de sequía, guerras o riadas. El milagro a la efigie atribuido más memorable ocurrió en 1649, una de las grandes epidemias de peste que padeció Sevilla.
Tras la expulsión de los agustinos de su convento en la época de la desamortización, la talla del Cristo se trasladó a la parroquia de San Roque, su actual sede.
En 1875, el párroco de San Roque y canónigo de la Catedral, D. Joaquín Fernández Venegas, impulsó el restablecimiento de la Hermandad, muy decaída y con apenas vida activa en ese momento.
El documento que mostramos, las Reglas de 1880, presentan en portada el escudo de la Hermandad, compuesto por cuatro cuarteles. En los superiores están la Santa Cruz y escudo de San Agustín y en los inferiores, el perro y el báculo de San Roque y el emblema de Sevilla.
Pero sobre todo nos detenemos en los dos grabados calcográficos del conocido como “el último de los grabadores sevillanos” Jose María Martín (1789 – 1853). Su iconografía nos llama la atención, pues no son realmente los titulares de la hermandad, esto es, el Cristo de San Agustín y Nuestra Señora de Gracia, sino el Cristo de San Gil y a una Dolorosa, a los que intencionadamente se les han ocultado los nombres de los titulares, confeccionándoles una orla pegada y superpuesta. Son dos grabados a buril sobre plancha de cobre que presentan el estilo del grabador, aunque no podemos leer tampoco su autoría ni fecha.
El grabado del Cristo presenta la calavera a sus pies como simbolización del triunfo de la Cruz sobre el pecado y de la resurrección sobre la muerte. Los elementos iconográficos del Santo Crucifijo están presentes: Jesús muerto con la lanzada, el sudario de pureza, larga cabellera, tocado con corona de espinas y nimbo crucífero.
La estampa de la Dolorosa muestra a la Virgen siguiendo el modelo estandarizado, con corona, toca sobre la cabeza, saya de tablas ceñida por cíngulo y manto bordado. Presenta un estilo típicamente neoclásico, introduciendo elementos vegetales y heráldicos. La peana presenta la corona de espinas con tres clavos, como simbolización de la crucifixión de Cristo el Viernes Santo. A través de bibliografía consultada, ha sido identificada como Nuestra Señora de Loreto.
Quizás el motivo del cambio de efigies se debió a que, en el momento de realizar esta copia de las reglas, no contaban con grabados que las ilustrase, y puesto que los modelos iconográficos son similares, los incluyeron a sabiendas de que no eran realmente los titulares, por lo que trataron de ocultar la leyenda que los identificaba. Quedamos a la espera de futuras investigaciones que aclaren tan singular intercambio de titulares.
Nuria María Prados Torres
Técnico Archivos Arzobispal y Catedral de Sevilla. Institución Colombina.
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