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Carta Pastoral de Pascua 2025: «Resucitó mi amor y mi esperanza»
«Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor, Jesucristo, que, por su gran misericordia,
mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos,
nos ha regenerado para una esperanza viva» (1Pe 1,3).
Queridos fieles diocesanos:
¡Feliz Pascua de Resurrección! Porque ha resucitado nuestra Esperanza. En este Año Jubilar, la Pascua adquiere un significado aún más profundo y que llena este tiempo y nuestra fe de sentido. El mensaje de la Resurrección es, en esencia, un mensaje de esperanza inquebrantable, una esperanza que no defrauda y que tiene el poder de transformar nuestras vidas y con esa transformación, ser capaces de cambiar nuestro mundo.
Como aquellas mujeres, hemos llegado de madrugada hasta el sepulcro vacío, y esa imagen, en lugar de llenarnos el corazón de tristeza y de desesperanza, nos ha proporcionado paz, al escuchar de los ángeles, que el que allí había sido sepultado, ha resucitado, porque en su muerte y en su resurrección está nuestra propia salvación. Benedicto XVI reflexiona sobre el sentido de la verdadera esperanza en nuestro mundo cuando afirma: «Se nos ofrece la salvación en el sentido de que se nos ha dado la esperanza, una esperanza fiable, gracias a la cual podemos afrontar nuestro presente: el presente, aunque sea un presente fatigoso, se puede vivir y aceptar si lleva hacia una meta, si podemos estar seguros de esta meta y si esta meta es tan grande que justifique el esfuerzo del camino» (Spe salvi n.1).
Si nuestra mirada no se levanta hacia el cielo con la esperanza puesta en Él, nuestra vida sería solo un valle de lágrimas. Una estrella fugaz que dura tan solo un instante en la inmensidad de los tiempos. Pero, nuestra existencia tiene un sentido, un propósito que nos trasciende, y es esa misma trascendencia la que nos otorga la categoría de inmortales con la resurrección de Jesucristo. Con Él, hemos soportado su pasión, hemos cargado su cruz; con él moriremos, pero también seremos resucitados por amor. «La esperanza es la virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo» (CIC n.1817).
Mediante la confianza en el Dios que siempre cumple su palabra, «gustamos ya en este mundo la esperanza de una vida futura que nos saciará totalmente» (San Agustín, En. in Ps.39). Este Jubileo nos ofrece una oportunidad para renovar nuestra confianza en estas promesas y para experimentar la gracia de un nuevo comienzo, que parte de la piedra movida, los lienzos tendidos y el sepulcro vacío.
Cristo, el Cordero Pascual que ha sido inmolado, ha triunfado sobre la muerte y nos ha abierto, así, las puertas de la vida eterna. La resurrección de Jesús da sentido a nuestra vida de cristianos, sin ella, como dice san Pablo «vana es nuestra fe» (1Cor 15,14) porque viviríamos una ilusión y no la certeza de contemplar la gloria. Los cristianos no seguimos a un personaje del pasado, sino alguien que está vivo para siempre y cuyo amor nos hace vivir en esperanza: Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, muerto en la cruz, que resucitó al tercer día.
La Resurrección de Jesús es la manifestación definitiva de la bondad de Dios, su respuesta de amor a todas las angustias y preguntas de nuestro corazón, el principio vital del que se alimenta nuestra vida y nuestras buenas obras. Celebrar la Pascua es confesar que, en la historia y en el mundo, ha entrado una fuerza que todo lo renueva y lo transforma. Este es el Espíritu del Resucitado, que vence a cualquier dominador, que sana toda enfermedad, que revive lo caduco, que aniquila la violencia con el don de la paz, que no hace acepción de personas y a todos nos ama y salva por igual.
En este tiempo, la liturgia nos ofrece la Secuencia de Pascua, conocida como el Victimae paschali laudes, un antiguo himno que nos introduce en el gozo del Resucitado. María Magdalena, primera testigo ocular de Cristo resucitado y primera en dar testimonio de Él ante los apóstoles (cf. Jn 20,1-9), habla de su experiencia con el Maestro. Con un lenguaje poético y, ante la pregunta: «¿Qué has visto de camino, María en la mañana?»; la apóstol de los apóstoles, responde: «A mi Señor glorioso, la tumba abandonada; los ángeles testigos, sudarios y mortaja. ¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza!». Es la proclamación de la mayor de las verdades: Cristo, quien entregó su vida por amor a nosotros, ha resucitado para darnos vida en abundancia y, en Él, nuestro amor encuentra su plenitud y nuestra esperanza se fortalece. Éste ha de ser el grito jubiloso que repitamos desde lo más profundo de nuestro corazón en este tiempo pascual.
La celebración de la Pascua nos abre a la dimensión apostólica que es propia de todo cristiano. Cada uno de nosotros está invitado a ser misionero de esperanza, para buscar y anunciar. No como profetas de desventura, que solo ven problemas y amenazas, sino como mensajeros de la alegría pascual que saben ver signos de resurrección incluso en medio de la oscuridad. Nos lo dice el papa Francisco: «Donde parece que todo ha muerto, por todas partes vuelven a aparecer los brotes de la resurrección […], en medio de la oscuridad siempre comienza a brotar algo nuevo, que tarde o temprano produce fruto» (EG 276).
María Magdalena buscó a su Señor, aunque todo parecía perdido después de su muerte en cruz; Él había transformado su vida, liberándola y dignificándola. El amor verdadero es incansable y busca incluso en la oscuridad. Como esta mujer valiente, también nosotros hemos de correr hacia la tumba vacía de Jesús, hemos de entrar en ella, para ver con los ojos de la fe que Jesús ya no está allí, para creer entonces en Él, que vive para siempre. En la Pascua, nuestra fragilidad es renovada por un amor que hace nuevas todas las cosas (cf.Ap 21,5) y nos hace vivir de su mismo amor y esperanza.
Como nos invita el Plan de Pastoral diocesano para este curso, todos somos discípulos del Resucitado, que es mucho más que escuchar su Palabra; es asumir su vida como modelo y guía para la nuestra. Ser discípulos de la Pascua supone percibir la luz que emana del sepulcro, agradecer y aprovechar este momento como la nueva oportunidad que necesitamos para replantear, reorientar y potenciar nuestra relación con Dios y activar nuestra conciencia eclesial, nuestro amor a la Iglesia, y el consiguiente compromiso con la transformación del mundo a través de nuestra acción proactiva en el anuncio de que Cristo vive.
Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición.
+ Sebastián Chico Martínez
Obispo de Jaén
La última sonrisa del Papa
El pasado 12 de febrero tuve la dicha inmensa de participar en la Audiencia general de los miércoles y escuchar la catequesis del Papa Francisco, pronunciada en el Aula Pablo VI de la Ciudad del Vaticano. Aunque fatigado, pudo leer la parte en español y pudimos recibir su enseñanza sobre el nacimiento de Jesús y la visita de los pastores en Belén, dentro del ciclo de catequesis del Jubileo 2025, centrado en “Jesucristo, nuestra esperanza”. No acudí solo, sino acompañando a los Delegados Diocesanos de Evangelización, Catequesis y Catecumenado de las Diócesis de España. La participación en la Audiencia general del Papa fue el acto principal de la Jornada anual de los delegados, organizada por la Comisión Episcopal para la Evangelización, Catequesis y Catecumenado de la Conferencia Episcopal Española, celebrada este año en Roma para poder ganar la gracia jubilar peregrinando a la Basílica de San Pedro.
Al final de la catequesis, como es costumbre, los obispos presentes pudimos saludar personalmente al Papa. Al llegar mi turno, recibí su mano extendida, la estreché con la mía y, en apenas unos segundos, le dije que nos encontrábamos en el Aula los Delegados de evangelización y catequesis de las Diócesis de España, que rezábamos por él y que le agradecíamos de corazón su testimonio y enseñanza. La respuesta del Papa consistió en apretar la mano y regalarme una sonrisa. Dos días después, el Papa ingresó en el Hospital Gemelli. Incluso después de haber recibido el alta hospitalaria, esa ha resultado ser la última Audiencia general en la que Francisco ha podido transmitir una catequesis con su propia voz; la última vez que he podido estrechar su mano y recibir personalmente su sonrisa.
A los pocos meses de ser elegido Papa, dirigiéndose a los participantes en un Congreso Internacional sobre la Catequesis (27.9.2013), Francisco habló de la belleza de educar en la fe y afirmó: «Es quizás la mejor herencia que podemos dejar, la fe». Recordó entonces en qué consiste ser catequista y evocó el testimonio del santo que ha querido inspirar su pontificado: «Me gusta recordar lo que San Francisco de Asís decía a sus frailes: “Predicad siempre el Evangelio y, si fuese necesario, también con las palabras”. Las palabras vienen… pero antes el testimonio: que la gente vea en vuestra vida el Evangelio, que pueda leer el Evangelio».
Cuando han faltado las fuerzas para pronunciar las palabras, hemos visto al Papa Francisco mantener intacto su empeño evangelizador hasta el final, ofreciéndonos el testimonio que permite compartir con otros la alegría que nace del encuentro con Jesucristo. En sus últimos gestos hemos visto cumplido lo que él trazó como programa al inicio de su pontificado: «La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría. En esta Exhortación quiero dirigirme a los fieles cristianos para invitarlos a una nueva etapa evangelizadora marcada por esa alegría, e indicar caminos para la marcha de la Iglesia en los próximos años (Evangelii gaudium (24.11.2013])». Doy gracias a Dios por la mano extendida del Papa Francisco y su sonrisa amable, lección viva de la evangelización que todos en la Iglesia debemos seguir impulsando.
+ José Rico Pavés
Obispo de Asidonia-Jerez
La Catedral de Jaén acogerá la misa funeral por el Papa Francisco el lunes 28, a las ocho de la tarde

El Obispo de Jaén, Monseñor Chico Martínez, ha hecho pública la fecha de la misa funeral por el alma del Santo Padre, el Papa Francisco. Será el próximo lunes, 28 de abril, en la Catedral de Jaén a las 20 horas.
Eucaristía será presidida por Obispo de Jaén, Don Sebastián Chico Martínez y concelebrada por todo el presbiterio diocesano que se una a la celebración.
Después de la celebración de este funeral diocesano, al que se van a cursar invitación a todas las autoridades civiles y militares, así como a las instituciones provinciales, las parroquias de la Diócesis podrán hacer lo propio en sus comunidades.
El Prelado jiennense anima a participar de manera presencial o a través de los Medios de Comunicación, en esta misa funeral por el Santo Padre a todos los fieles jiennenses.
Por otro lado, en la entrada del Obispado se ha dispuesto un libro de condolencias para que los fieles muestren su afecto por escrito al Santo Padre, que permanecerá abierto hasta el próximo viernes, 25 de abril.
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La Curia Metropolitana habilita un libro de condolencias por el fallecimiento del Papa Francisco
A partir de hoy hasta el sábado.
La Curia Metropolitana ha puesto a disposición de la comunidad diocesana un libro de condolencias para todos aquellos que deseen expresar sus sentimientos, oraciones y muestras de afecto tras el fallecimiento del Papa Francisco.
El libro está ubicado en la entrada del edificio de la Curia Metropolitana y podrá ser firmado hasta el sábado. El horario de acceso será de 10:00 a 13:30 horas a partir de hoy hasta el viernes, y el sábado —último día habilitado— de 11:00 a 14:00 horas.
Con ello, se busca ofrecer un espacio de recogimiento y despedida para los fieles que quieran rendir homenaje al Santo Padre, cuyo pontificado marcó una etapa significativa en la historia de la Iglesia por su mensaje de humildad, justicia social y cercanía con los más necesitados.
Misa por el eterno descanso del Papa
En la Catedral de Granada.
El próximo jueves 24 de abril se celebrará una Eucaristía por el fallecimiento del Santo Padre, a las 19.30 horas en la S. A. I. Catedral de Granada.
Esta misa tendrá lugar en el marco de la Octava de Pascua, tiempo litúrgico que celebra la Resurrección de Cristo y que, en esta ocasión, se convierte también en un momento de oración y comunión por el alma del Papa.
La comunidad diocesana está invitada a unirse en oración para encomendar el alma del Santo Padre, dando gracias a Dios por su vida y su servicio a la Iglesia.
Pedimos al Señor que acoja en su misericordia al Papa Francisco y le conceda el descanso eterno.
Condolencias de la Comisión Islámica de España por el fallecimiento del Santo Padre
La Comisión Islámica de España, a través de los representantes de las comunidades islámicas en Granada, transmite sus condolencias y el pésame por el fallecimiento del Papa Francisco.
“Con profunda tristeza recibimos la noticia del fallecimiento del Papa Francisco. En este doloroso momento, extendemos nuestras más sinceras condolencias a toda la comunidad católica y a quienes tuvieron el privilegio de conocerle de cerca.
El Papa Francisco será recordado por su incansable compromiso con el diálogo interreligioso, trabajando incansablemente para construir puentes de entendimiento y paz entre diferentes creencias. Su legado incluye iniciativas importantes, como el histórico Documento sobre la Fraternidad Humana que firmó junto al Gran Imán de Al-Azhar, un hito que simboliza la esperanza de un mundo unido en el respeto mutuo y la cooperación.
Que su ejemplo de humildad, compasión y dedicación a la justicia social, inspire a todos a continuar en el camino de la paz y la fraternidad.
Elevamos nuestras oraciones para que su visión de un mundo más justo y unido siga guiándonos.”
Oraciones por el eterno descanso del Papa Francisco
La Archidiócesis de Granada, en sus distintas parroquias, grupos y realidades está orando por el descanso del Papa Francisco. Mons. José María Gil Tamayo pidió ayer a los sacerdotes que se tocasen las campanas de las iglesias con el doble de difunto y que se hiciesen oraciones y sufragios por el alma del Santo Padre en todas las eucaristías celebradas estos días.
El arzobispado transmitió sus condolencias ayer a través de su comunicado, y nuestro arzobispo incidió en que “El Señor Jesús ha bendecido a la Iglesia en esta hora histórica con un gran Pontífice, defensor de los pobres y de la paz, así como un impulsor de la participación eclesial de todo el Pueblo de Dios”.
El cabildo de la Abadía del Sacromonte también expresa su pésame por la muerte del Santo Padre y se une a la oración con toda la Iglesia por su eterno descanso y da gracias a Dios por su ministerio.
El vaticano, a través del medio Vatican News, ha ofrecido una oración para rezar por el descanso del Santo Padre.
“Dios nuestro, pastor y guía de todos los fieles,
mira con bondad a tu siervo Francisco,
a quien constituiste pastor de tu Iglesia.
Te rogamos que lo sostengas con tu amor,
para que, con su palabra y su ejemplo,
conduzca al pueblo que le has confiado,
y llegue junto con él a la vida eterna.
Por nuestro Señor Jesucristo, amén.”
Diez nuevos cristianos en la Iglesia de Granada
La S. A. I. Catedral de Granada acogió el pasado sábado a diez nuevos cristianos. En concreto, ocho adultos y dos niños. Los adultos mencionados también recibieron la primera comunión y la confirmación.
Estos sacramentos estuvieron enmarcados dentro de la celebración de la Vigilia Pascual, presidida por Mons. José María Gil Tamayo.
Nuestro arzobispo, en su homilía, incidió que gracias al bautismo los cristianos pasamos de la esclavitud a la libertad, del pecado a la gracia. “Habéis entrado como simples seres humanos, con todo eso, lo que significa su dignidad, y vais a salir como hijos e hijas de Dios, miembros de un pueblo, que es la Iglesia”.
Los nuevos catecúmenos estuvieron acompañados de sus padrinos, familias y seres queridos.
“El sacramento del bautismo nos regenera (…) Luego, ese cambio que se produce en nosotros exige una vida distinta, una manera de comportarse, una coherencia de existencia”, señaló Mons. Gil Tamayo, destacando la importancia de acompañar los sacramentos con un cambio de vida.
D. Juan María Vaca Sánchez del Álamo elegido como miembro de la Pontificia Orden de Caballería de San Gregorio Magno
El Papa Francisco concedió esta distinción Pontificia a D. Juan María Vaca Sánchez del Álamo el pasado 10 de enero de 2025, siendo entregada esta distinción el próximo 15 de junio a las 11hrs en una Eucaristía que tendrá lugar en la Santa Iglesia Catedral.
La Diócesis de Asidonia-Jerez, tiene la dicha de anunciar el nombramiento de D. Juan María Vaca Sánchez del Álamo como miembro de la Pontificia Orden de Caballería de San Gregorio Magno. Este reconocimiento concedido por Su Santidad el pasado 10 de enero de 2025, es testimonio del servicio fiel y cualificado al frente de las cuestiones jurídicas de Asidonia-Jerez aparte de su activa fe y compromiso eclesial durante décadas.
La Santa Iglesia Catedral será el lugar escogido para que el 15 de junio a las 11hrs en la celebración de la Santa Misa, D. Juan María Vaca reciba este nombramiento. Cabe mencionar que esta Orden de San Gregorio Magno es una de las cinco Órdenes de Caballería de la Santa Sede. Asimismo, se trata de un honor especial por su servicio a la Iglesia Católica a través de sus labores habituales, su apoyo a la Santa Sede, y sus excelentes ejemplos expuestos en sus territorio.
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