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Maristas clausura el curso del Centenario en la Catedral

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El viernes 6 de junio, festividad de san Marcelino Champagnat, la Catedral de Málaga acoge, a las 18.30 horas, la Clausura del Curso del Centenario del Colegio Maristas.

El 1 de octubre de 1924 abría las puertas el Colegio Maristas, con 25 alumnos y los Hermanos Guzmán y Luis Onesíforo. El 1 de octubre de 2024 celebraron el Centenario con 1.281 alumnos, una tarta gigante y 100 velas de esperanza. Los actos con motivo de esta efeméride han continuado durante todo el curso y, en la fiesta de san Marcelino, llega la celebración en el primer templo malagueño. 

Celebrar este centenario, para un Colegio tan querido en Málaga significa «parar y tomar conciencia de la riqueza de nuestra historia y del valor del legado que hemos recibido y desde ahí, tener la ocasión de hacer memoria agradecida de tantos hermanos, docentes y personas que han trabajado en el colegio y que han ido aportando cada uno de ellos, con su esfuerzo y su compromiso, lo que ha ido conformando esto que es más que un centro educativo: es casa, es familia, es lugar de crecimiento en la fe y de la experiencia pastoral, es foco de formación académica, es ámbito para el acompañamiento en el crecimiento personal, es espacio para el descubrimiento de la vocación, referencia fundamental para el deporte malagueño y es, para cada uno de los miles de antiguos alumnos y el alumnado actual, una experiencia que vivimos con un profundo sentido de pertenencia y de identidad», afirma su director, Federico Fernández Basurte. 

Una emotiva jornada escolar con tarta gigante

El 1 de octubre, día en que se conmemoraban los 100 años de la apertura de sus puertas, el Colegio Maristas de Málaga celebró una jornada cargada de significado y emoción, con el alumnado, profesorado y antiguos alumnos de los primeros años en la sede de calle Victoria. La celebración fue una ocasión para hacer memoria agradecida de un siglo de educación en la ciudad.

La jornada comenzó con una oración especial en el patio del centro, en la que se rememoró la apertura del colegio y el recuerdo de los hermanos Guzmán y Luis Onesíforo, fundadores del centro en su primera sede en el Palacio Episcopal. «Entre los momentos más emotivos destacó la participación de antiguos alumnos muy mayores, de los que asistieron a clase en los años cuarenta, quienes regresaron al colegio para revivir sus recuerdos y compartir su gratitud por el pasado vivido en Maristas Málaga», explican desde el centro. 

Otro de los momentos más representativos fue la creación de una formación simbólica de alumnado y profesorado en el patio, que representaba el número «100». Este número, fue el centro de una fotografía conmemorativa con la imagen clásica de los arcos del colegio «que capturó la esencia de un siglo de historia y será un legado visual del compromiso del colegio con su misión educativa y su comunidad».

También hubo tarta en este cumpleaños: una impresionante tarta gigante donada por Tejeros, adornada con 100 velas, que fueron sopladas en un ambiente festivo y alegre tras cantar «Cumpleaños feliz» junto a todo el alumnado. Los estudiantes de Bachillerato disfrutaron de la tarta, mientras que los más pequeños fueron obsequiados con palmeras de chocolate, en un gesto de unidad y celebración para todas las edades, gracias también al tradicional obrador malagueño.

El arte y la espontaneidad de los más pequeños quedó patente en un “lip dub” (vídeo musical) en el que recorrieron todo el colegio con la colaboración del profesorado, seguido por juegos y actividades recreativas en los distintos patios.

La historia

La historia de esos 100 años comienza con el obispo san Manuel González, «quien quiso que los Maristas vinieran a Málaga a fundar un colegio. Los conoció visitando una Exposición Pedagógica en Madrid, en mayo de 1924, y al comprobar de primera mano la calidad de los materiales didácticos de la editorial FTD, perteneciente al Instituto de los Hermanos Maristas, y el proyecto educativo que desarrollaban en sus distintos colegios ya establecidos en España, quiso lo mismo para su diócesis», explica el director. 

Y así es como, en el mismo año, Colegio Maristas y el actual edificio del Seminario Diocesano celebran su centenario pues «el entonces Obispo propició que se alquilara a los Maristas las instalaciones del antiguo Seminario, que acababan de quedar vacías en el conjunto del Palacio Episcopal, al haberse trasladado a las nuevas instalaciones promovidas por él mismo. Así, el 14 de septiembre de 1924 llegaron a Málaga los Hermanos Luis Onesíforo y Guzmán, que fueron quienes pusieron el colegio en marcha en tan solo quince días, abriendo sus puertas el 1 de octubre del mismo año. El primer día llegaron a tener 25 alumnos, terminaron el mes con unos 100. A los pocos días de la apertura llegaron más hermanos y, desde entonces, hay una comunidad de Hermanos Maristas en Málaga dedicada a la formación de buenos cristianos y honrados ciudadanos».

En estos 100 años, el Colegio Nuestra Señora de la Victoria (Maristas) ha ido creciendo en todos los sentidos y, en la actualidad son 1.281 alumnos los que cada día aprenden y comparten vida en sus aulas. 

El Centenario

Los actos con motivo del Centenario comenzaron el 14 de septiembre «con un “prólogo” en el que recordamos la llegada de los primeros hermanos y dimos gracias por el testimonio de tantos hermanos como han formado parte de esta comunidad. El 1 de octubre celebramos con nuestro alumnado la “fiesta de cumpleaños del colegio” y el 4 de octubre celebramos la Eucaristía y un acto conmemorativo con la Familia Marista de Málaga, abierto a la sociedad malagueña, para marcar el inicio de este curso que estará lleno de actividades que nos han de conducir hasta la clausura, que, como punto culminante, tendrá lugar el 6 de junio en la Catedral, con la Misa en la fiesta de nuestro fundador san Marcelino Champagnat. En medio de todo este recorrido: Jornadas Pedagógicas, Jornadas de Pastoral, Día del Antiguo Alumno, Día de la Familia Marista, presentación de un documental, edición especial de la Revista Victoria, etc», adelanta Fernández Basurte para quien, como director, celebrar este Centenario y compartirlo con todas las familias del centro es «un regalo, un privilegio y un orgullo, no por mí, sino por el hecho de tener la oportunidad de prestar este servicio acompañado de un enorme equipo humano de profesorado y de personas que trabajan en el centro y de una comunidad educativa que destaca por el sentido de pertenencia y por el cariño al colegio, por su “sentimiento marista”. Es también una responsabilidad enorme porque me corresponde ser continuador de la labor que desarrollaron todos los directores que me precedieron, desde el primero, el H. Luis Onesíforo hasta quien me precedió en el servicio, pasando por el primer director seglar del colegio marista de Málaga, Francisco Texeira. Respetar su trabajo, reconocer su aportación y agradecer su legado se demuestra con el darse por completo y el entregarse a la misión, que es lo que, modestamente, procuro hacer. Y también lo vivo como lo vivimos todos los que formamos parte de este equipo de profesorado, trabajadores del colegio, catequistas, entrenadores, etc., con cercanía a nuestro alumnado, con presencia entre los niños y los jóvenes, con sencillez y mucha alegría y con profunda gratitud». 

Un Centenario cuyos actos presentaron al obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en las instalaciones donde comenzó la historia del Colegio (el Palacio Episcopal), y que se enmarca en un Año Jubilar convocado por el papa Francisco para toda la Iglesia y que pone su acento en la esperanza. Federico también miro el futuro del Colegio Maristas con esperanza porque «como cristianos no podemos vivirlo de otra manera. El futuro del centro es el futuro de la Iglesia, es el futuro de nuestra sociedad y de nuestro entorno, a los que servimos, y es el futuro de una humanidad que necesita recuperar la fuerza y la certeza de mirar al porvenir “con mente abierta, corazón confiado y amplitud de miras”, tal y como nos dice el Papa. Los maristas siempre hemos sido los “peregrinos de la esperanza” a los que se refiere Francisco y queremos seguir siéndolo, buscando humildemente ser coherentes con nuestra misión, la que nos encomendó nuestro fundador san Marcelino Champagnat: “Dar a conocer a Jesucristo y hacerlo amar”. Su Palabra, el testimonio de su Amor, son razón para la esperanza y nosotros tratamos de hacerlo vida “dando vida” a través de la educación, el acompañamiento y el cuidado de la infancia y la juventud».

Desde que los Hermanos Luis Onesíforo y Guzmán abrieran las puertas del Colegio Maristas en Málaga, estos hombres de fe y entrega han sido un puntal en el centro educativo. «De los hermanos maristas que he conocido en general y de los de la comunidad de Málaga en particular podría señalar muchos rasgos y podría poner nombre y rostro al hablar de la entrega, del cuidado de los detalles, de la sencillez y la humildad, del compromiso pastoral, de la presencia entre los niños y los jóvenes, del sentido de la fraternidad o de la devoción a María, pero si tuviera que destacar una característica concreta podría se el “amor al trabajo”, ser hermanos según el ejemplo el propio Champagnat, de delantal y mangas remangadas», afirma el director con emoción.

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“El Espíritu Santo es luz y es paz para nosotros”

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Monseñor Jesús Fernández ha administrado el Sacramento de la Confirmación a un grupo de fieles de la parroquia San Ignacio de Loyola

Un día después de tomar posesión de la sede de Osio, monseñor Jesús Fernández González ha administrado el Sacramento de la Confirmación a una treintena de fieles de la parroquia de San Ignacio de Loyola de Córdoba, convirtiéndose ésta en la primera parroquia que visita el nuevo obispo de la diócesis de Córdoba.

En su homilía, Mons. Fernández González ha hecho alusión al Evangelio y a los tres deseos que presenta en este domingo, 25 de mayo, para todos los fieles: que Dios quiere estar siempre con nosotros y permanecer a nuestro lado, poniéndonos solo de condición cumplir su Palabra; que no olvidemos nunca su mensaje lleno de verdad; y, por último, su deseo de paz y armonía entre todos nosotros. Con estos tres deseos presentes, el prelado de la diócesis de Córdoba ha apuntado que además nos da u regalo que es el Espíritu Santo. “Gracias al Espíritu se hace presente Dios, para que no nos sintamos nunca solos. También, el Espíritu Santo es luz porque nos aclara la escritura, nos enseña y nos permite caminar por senderos de vida para no caer en el abismo. Recordemos siempre que la Palabra de Dios es camino que hemos de seguir y que el Espíritu Santo es armonía y paz”, ha subrayado el Obispo.

Dirigiéndose a los confirmandos, el pastor de la Diócesis ha querido felicitarlos “por acoger y dejar que el Espíritu os vaya llevando hacia la luz y hacia la paz”.  “Es un regalo para vosotros, para la comunidad parroquial y para toda la diócesis”, ha concluido.






















































































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“Estáis llamados a llevar a Cristo y a sembrar esperanza”

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Mons. Jesús Fernández González ha presidido el Jubileo de la Salud y de los Ministros Extraordinarios de la Comunión, en la Santa Iglesia Catedral

El Secretariado diocesano de Pastoral de la Salud, en el marco del VI Domingo de Pascua y el Año Jubilar de la Esperanza, ha celebrado el Jubileo del Mundo de la Salud con una Eucaristía en la Santa Iglesia Catedral, presidida por el obispo de Córdoba, monseñor Jesús Fernández González.

Las comunidades cristianas dedicadas a la pastoral de los enfermos en la diócesis cordobesa han acudido al templo principal de la Diócesis para orar, renovar la esperanza y sembrarla en medio del sufrimiento.

En su homilía, Mons. Jesús Fernández ha recordado en este día en el que se clausura la Jornada Mundial del Enfermo que comenzó el pasado 11 de febrero, que el deseo de Jesús es estar con nosotros, por lo que ha pedido que dejemos que nos habite Dios, para que “nos señale el lugar por donde debemos seguir para hacer posible ese acercamiento con Dios que nos convierta en sus discípulos”. “Su Palabra es la verdad de Dios, un Dios Padre que ha enviado a su hijo, misericordioso, que quiere lo mejor para sus hijos, que nos desvela el misterio humano y las preguntas más importantes de nuestra vida” ha indicado. Al hilo de esto, prelado ha subrayado que Dios “nos desea la paz, no la paz que da el mundo hecha de mera ausencia de guerras, no es la paz de los cementerios, sino la paz  de Jesús”.

“Cuando ayudamos a un enfermo, a un discapacitado, el Buen Samaritano es el que actúa y el Espíritu Santo es un canal donde el agua fluye y llega hasta nosotros la esperanza divina”, ha asegurado, al mismo tiempo que ha pedido que iniciemos una Iglesia sinodal, en la que el Espíritu Santo ilumine el camino de todos para crear armonía y paz. “En este Año jubilar de la Esperanza, Cristo es nuestra esperanza, Dios quiere estar cerca de nosotros, de los enfermos y discapacitados, por eso a los agentes de pastoral y capellanes, los invito a seguir acercándoles a Dios y sembrándoles esperanza”, ha apuntado dirigiéndose a los agentes de la Pastoral de la Salud a quienes ha mostrado su gratitud.

Asimismo, a los ministros de la Sagrada Comunión les ha recordado que también están llamados a llevar a Jesucristo y a sembrar esperanza en la gente.

“Recibid esperanza, queridos enfermos, cuando acogéis la presencia curativa y reconfortante del Señor a través de los sacramentos y la unción de enfermos”, ha puntualizado el obispo de Córdoba en esta jornada que ha tenido como lema “En esperanza fuimos salvados”.



















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Nuestra Señora de los Dolores Coronada

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Nuestra Señora de los Dolores Coronada

Este sábado 24 de mayo, Arahal vivió uno de los momentos más esperados, la coronación canónica de Nuestra Señora de los Dolores, titular de la Hermandad de Jesús Nazareno, un acontecimiento “que marca un hito en la historia devocional de este pueblo y de esta Archidiócesis”.

La Eucaristía presidida por el arzobispo de Sevilla, monseñor José Ángel Saiz Meneses, tuvo lugar en la plaza de la Corredera, repleta de fieles devotos de este municipio arahalense.  Durante su homilía reflexionó sobre el significado de una coronación. “Es mucho más que un reconocimiento externo: es una proclamación pública de amor a la Virgen María, una expresión eclesial de veneración auténtica, y un signo visible de la realeza espiritual de la Madre de Dios, coronada en los cielos como Reina y Madre de misericordia”.

Monseñor Saiz Meneses destacó que la “coronación canónica nos recuerda que María es reina no por títulos humanos, sino porque fue la esclava del Señor, humilde servidora de la voluntad divina”.

Acto de fe

“¿Qué significa coronar a la Virgen? ¿Qué sentido tiene esta ceremonia para nosotros, hoy? – se interrogó –.  “En primer lugar, es un acto de fe. Proclamamos que María es la Reina porque es la Madre del Rey de reyes. Reconocemos que su misión materna no terminó al pie de la cruz, sino que continúa ahora, en el corazón de la Iglesia”.

“En segundo lugar – prosiguió –  es un acto de amor. Esta imagen de Nuestra Señora de los Dolores ha sido objeto de veneración profunda por parte de este pueblo. ¡Cuántas lágrimas han sido derramadas a sus pies! ¡Cuántas súplicas, promesas, acciones de gracias! Coronarla es corresponder a tanto amor recibido. Es decirle: «Madre, te amamos; queremos que reines en nuestros corazones, en nuestras familias, en nuestras comunidades». Es consagrarle nuestra vida, nuestras luchas, nuestras esperanzas”.

Finalmente, añadió don José Ángel “es un acto de compromiso. No basta con coronar a la Virgen con oro o piedras preciosas. La corona que más la agrada es la de nuestras virtudes, la de nuestras obras de misericordia, la de nuestra caridad concreta”.

Animó a los hermanos de Jesús Nazareno a que “vuestra hermandad sea cada vez más eucarística, más mariana, más misionera. Que seáis escuela de santidad, lugar de comunión, espacio de acogida para los jóvenes, para las familias, para los que buscan un sentido en medio del dolor”. A los fieles de Arahal los exhortó también “a vivir esta jornada con sentido profundo. No es solo una fiesta externa, sino una gracia derramada sobre todo el pueblo. María quiere reinar en vuestros hogares, en vuestras escuelas, en vuestros hospitales, en vuestros campos. Quiere llevaros de la mano a Jesús. No tengáis miedo de abrirle vuestro corazón. Dejad que Ella lo transforme con su dulzura”.

 

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Domingo VI de Pascua. Ciclo C. 25 de mayo de 2025

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Domingo VI de Pascua. Ciclo C. 25 de mayo de 2025

El capítulo 14 del evangelio de San Juan está envuelto en un sentimiento de despedida por parte de Jesús, que, resucitado, anuncia su partida de este mundo para retornar con el Padre, de quien procede.

 

En este fragmento de dicho capítulo hay una insistente advertencia hacia el discípulo y creyente de todos los tiempos: no hemos de tener miedo porque nuca estaremos solos.
En el Antiguo Testamento se llegaba a la presencia de Dios a través de espacios (el Templo, la montaña…) o de ritos que se consideraban sagrados (sacrificios, etc.). Con Jesucristo la novedad es que es Dios el que se hace presente en nosotros, morando en lo más profundo de nuestro ser y de nuestro interior.
Jesús permanece en la comunidad y en las iglesias cristinas, como en cada bautizado, a través de su presencia resucitada, a través del Espíritu Santo y a través de Dios que ya está presente en toda la creación, que ha quedado sacralizada con la encarnación y resurrección del Hijo de Dios.
El mundo (la sociedad) no es estático y está en continuo movimiento, cambios y transformación. Así también el Espíritu Santo está en movimiento, es espontaneo y sorpresivo porque provoca cambios en la vida de la Iglesia y de los cristianos, frente a la actitud de muchos de nosotros que por sentir seguridad, acomodamiento y tranquilidad nos aferramos al pasado, a lo normativo y establecido, y nos incomoda la desinstalación. Solo tenemos que creer y confiar en el Espíritu Santo.

 

Emilio J., sacerdote

https://elpozodedios.blogspot.com/ 

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Pascua -y Cuaresma-, tiempos de curación vividos desde el Hospital Comarcal de Baza

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Pascua -y Cuaresma-, tiempos de curación vividos desde el Hospital Comarcal de Baza

 

El 25 de mayo es la Pascua del Enfermo

El papa Francisco, recientemente fallecido, nos invitaba a vivir la Cuaresma como un tiempo de curación, especialmente durante el Jubileo. Lo hacía desde su experiencia de enfermedad, tras haber sido hospitalizado por una neumonía que, finalmente, lo llevó a la casa del Padre. 

En este contexto, los enfermos, desde la profundidad de su fragilidad, se unen también al ritmo de la Iglesia y sus tiempos litúrgicos. En este Año del Jubileo de la Esperanza, el hospital se convierte en un lugar privilegiado donde la fe se vive de forma muy especial.
La Cuaresma, tiempo de gracia, oración, penitencia y conversión, nos invita a mirar al Crucificado con esperanza. Y la Pascua, tiempo de Resurrección, nos renueva como cristianos, llamándonos a vivir con alegría el Misterio Pascual.
En el Hospital Comarcal de Baza, estos tiempos se hacen vida a través del acompañamiento, la escucha y el consuelo a los enfermos. Aliviar su angustia es, en definitiva, transmitir esperanza, anunciar que la muerte no tiene la última palabra.
La labor del capellán en todo tiempo es acercar al enfermo al anuncio de la Resurrección, a esa vida nueva y renovada que Cristo nos ofrece. Jesús se entrega por nosotros, derrama su sangre para el perdón de los pecados y nos libera del poder de la muerte.
Así es como se ha vivido la Cuaresma y como ahora se celebra la Pascua en el hospital: como un tiempo de gracia, de renovación interior, y de profunda alegría por el triunfo de la vida sobre la muerte.
En este tiempo de Pascua, con gran alegría, nos unimos a toda la Iglesia universal en oración por el nuevo papa León XIV: que el Señor lo guíe, lo ilumine y lo asista en su misión de llevar con sabiduría y fortaleza la nave de la Iglesia en la que todos navegamos.

Rafael Tenorio
Capellán del Hospital Comarcal de Baza y director del secretariado diocesano de Pastoral de la Salud.

 

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La toma de posesión de Mons. Jesús Fernández en “Iglesia en Córdoba”

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Testimonios de las delegaciones y secretariados de la Diócesis, de personas que han estado junto al nuevo obispo de Córdoba, así como la celebración de su toma de posesión en la Santa Iglesia Catedral quedan recogidas en la revista diocesana de esta semana

“Iglesia en Córdoba”, la revista de la diócesis cordobesa, en su edición semanal recoge cómo se ha vivido la llegada de monseñor Jesús Fernández González, nuevo obispo de la diócesis de Córdoba, qué esperan de él y cómo ha sido su toma de posesión en el templo principal de la Diócesis, entre otras informaciones que pueden consultar a continuación relacionadas con la vida de la Iglesia en la ciudad y la provincia.

Adjuntamos la revista íntegra.

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Homilía en el inicio del Ministerio Episcopal

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HOMILÍA EN EL INICIO DEL MINISTERIO EPISCOPAL
Córdoba, 24. V. 2025

Desde esta catedra en la que se han sentado tantos santos y sabios sucesores de los Apóstoles, con temor y temblor, consciente de las maravillas que hizo el Señor, escucho la llamada del salmista que me invita, que nos invita a la alabanza: “Aclama al Señor tierra entera” (Sal 99). Al comenzar mi ministerio episcopal en esta Iglesia particular de Córdoba, me encomiendo y os encomiendo a la Palaba de Dios que, vivificada por la fuerza del Espíritu Santo, tiene poder para configurarnos con Cristo, para alimentar la vida de la Iglesia, y para lanzarnos a la tarea de evangelizar y de tejer un mundo nuevo y una tierra nueva en que reine la justicia, la fraternidad y la paz, antesala del Reino de Dios.

1. Me uno a esta Iglesia peregrina de la esperanza, a una Iglesia de llamados

En el contexto de este año jubilar, el Papa Francisco nos recordaba que somos peregrinos de la esperanza. Lo somos porque una voz divina nos llamó a la vida natural. La misma voz nos llamó también a participar de la vida divina haciéndonos hijos suyos, discípulos y miembros de la Iglesia por el Bautismo, y nos encargó un ministerio concreto en el contexto de una Iglesia ministerial.

1.1 “Soy yo quien os he elegido”. La llamada de un amigo. Somos peregrinos, en primer lugar, porque Dios, con su llamada, nos puso en pie y nos lanzó al camino. Lo hizo de forma gratuita, sin mérito alguno de nuestra parte, por puro amor. La garganta en la que resuena la llamada, y cuya voz no deja lugar a dudas, nos dice: “No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca”.
Desgraciadamente, una cultura aficionada a ocultar a Dios y a concebir al hombre como un ser autosuficiente que termina encadenado, una cultura propensa a destacar la llamada como una inclinación natural y una respuesta libre de hipotecas, tiende naturalmente a ocultar la vocación originaria y auténtica. Por si fuera poco, como nos recuerda S. Pablo, incluso a veces pareciera que el mismo Dios quiere jugar con nosotros y se esconde para provocar nuestra búsqueda (cf. Act 17, 27). A pesar de todo, la fuente está localizada, y se llama Jesucristo. Con voz clara y cristalina, pone definitivamente luz sobre el origen y el porqué: “Vosotros sois mis amigos”. El amigo, abre su corazón al amigo: Jesús es nuestro confidente, pues nos cuenta todo lo que ha oído al Padre. El amigo desea el bien del amigo: Jesús nos quiere plenamente felices, por eso nos da la clave para no equivocarnos de camino: amar cumpliendo los mandamientos.
S. Pablo, en su carta a los Efesios, nos exhorta a caminar como pide la vocación a la que hemos sido llamados. Siguiendo la senda señalada, hallaremos la plenitud del ser y la ansiada felicidad. De este modo también podremos ayudar a otros a oír la voz de Dios que los llama a emprender un camino de esperanza.

1.2. “Permaneced en mi amor”. Estar con Jesús. El que nos ama con el amor más grande –“nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos”, nos dice, desea tenernos siempre cerca. En la página anterior a la del Evangelio que hoy se ha proclamado, Jesús pedía a sus discípulos que permanecieran unidos a Él como los sarmientos a la vid. Ahora, concreta un poco más lo que esto significa: la unión de Jesús y sus discípulos es una unión cimentada en el amor que se expresará en el cumplimiento del mandamiento nuevo.
El discípulo de Jesús ha de permanecer unido al Maestro. Lo mismo que el sarmiento separado de la vid muere y sólo vale para alimentar el fuego, el discípulo separado de Jesús muere también y resulta

estéril. En cambio, si permanece unido a Él, la savia del amor lo nutre y lo capacita para amar a los hermanos y dar frutos de vida eterna.
El lazo que nos une al Señor es el amor, pero no un amor cualquiera: una corazonada, una pasión pasajera, una palabra bonita… Jesús mismo nos da la medida de ese amor convertido en consuelo, servicio, curación, anuncio de la Buena Noticia, perdón; y, sobre todo, ofrenda de su propia vida por nosotros. Sólo ese amor divino, acogido como don especialmente en la Eucaristía, podrá capacitarnos para un amor desinteresado, capaz incluso de dar la vida por los hermanos.

1.3. “Me ha enviado”. Al servicio de una misión. Somos peregrinos de la esperanza también si nos mantenemos fieles a la misión que hemos recibido del Señor. El texto del profeta Isaías, proclamado como primera lectura, nos sirve para comprobar que la llamada del Señor no está enfocada únicamente a la unión con él, sino también a la misión de salir al rescate de nuestros hermanos pobres y sufrientes. El mismo profeta confiesa implícitamente que Dios lo ha llamado y lo ha ungido con el don del Espíritu para realizar una misión salvadora cerca de ellos.
Bien sabemos que este texto fue asumido por Jesús para detallar el origen y el contenido de su misión ante sus vecinos en la sinagoga de Nazaret. Con su presencia y con sus palabras demostraba ser un judío religioso -alguno ha llegado a decir que era un buen cristiano: conocía las Escrituras, cumplía la Ley, era solidario con su pueblo. Por su parte, sus conciudadanos, al dejarlo leer y hablar en el contexto sabático, lo reconocían como maestro.
“Evangelizar a los pobres”, he ahí la principal tarea a la que se sentía llamado el profeta Isaías; también Jesús, en quien encontramos el testimonio más excelso. Como reza la Plegaria Eucarística, “él siempre se mostró misericordioso para con los pequeños y los pobres, para con los enfermos y los pecadores, y se hizo cercano a los oprimidos y afligidos”1. Yo mismo comparto este sueño. Evangelizar es vivir y anunciar el amor de Dios, su providencia amorosa, la esperanza que se alimenta de la fe en Él, pero es también poner los medios para devolver la dignidad propia de los hijos de Dios a aquellos que la han perdido, víctimas de la escasez de medios materiales, con relaciones sociales deterioradas o rotas, faltos de cultura y libertad, esclavizados por el vicio y el pecado.

2. Me uno al proyecto de una Iglesia sinodal que camina unida

La llamada que nos puso en pie y nos dio la credencial de peregrinos de la esperanza puso en marcha el diálogo con el “tu” de Dios, pero también con el “nosotros” de la Iglesia. La llamada es para recorrer un camino que lleva a Dios, pero este camino no lo realizamos en solitario. La vocación es también eclesial. Implica, pues, una dimensión vertical y otra horizontal inseparablemente unidas.
El Apóstol de los gentiles destaca en su Carta a los Efesios algunas virtudes propias del caminar juntos. En primer lugar, la humildad. Esta virtud es una virtud nueva, propia de los seguidores de Jesús. Como indica el mismo Apóstol en su Carta a los Filipenses, Cristo, siendo de condición divina, se humilló aceptando la condición de esclavo y haciéndose obediente hasta la cruz (cfr. Flp 2, 6-8). El camino que recorrió Cristo debe ser el nuestro. Que no nos contamine la soberbia ni la arrogancia, vicios por los que el ser humano pretende ser como Dios, pero sin Dios. Al mismo tiempo, entrenémonos aceptando los ministerios humildes, los servicios aparentemente irrelevantes, las pequeñas humillaciones; convirtamos todo esto en un momento de gracia.
San Pablo destaca también la dulzura (Ef 4,2), la mansedumbre. El mismo Jesús se propuso como modelo: “Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón” (Mt 11, 29) y declaró bienaventurados a los mansos (cfr. Mt 5, 4). En un mundo en que la violencia se manifiesta sin rubor en las relaciones interpersonales y entre países, en una cultura que convierte la mansedumbre en sinónimo de

1 Plegaria Eucarística para diversas circunstancias IV.

debilidad, fiémonos del Señor quien, asegurando que la mansedumbre es más fuerte que la violencia, alimenta nuestra esperanza.
El texto paulino destaca, en tercer lugar, la magnanimidad de Dios que nos da siempre nuevas oportunidades, a pesar de nuestras repetidas caídas. Finalmente, señala la capacidad de aceptar y de sobrellevar a los demás. Como decía el Papa Benedicto XVI, “la alteridad de otro siempre es un peso”. Esa diferencia nos incomoda, pero “es necesaria para la belleza de la sinfonía de Dios. Y precisamente con la humildad, reconociendo mis límites, mi alteridad respecto al otro, el peso que yo soy para él, puedo, no sólo sobrellevarlo, sino también, con amor, encontrar precisamente en la alteridad… la riqueza de su ser y de las ideas y de la fantasía de Dios”2.
Todas estas virtudes son dones del Espíritu de Dios que hemos de cultivar. Al hacerlo, contribuimos a fortalecer y dar unidad al Cuerpo de Cristo que es la Iglesia. Es lógico que la lista de estas virtudes cristológicas, eclesiales, virtudes de la unidad, se orienten hacia la unidad explícita: <<Un solo Señor, una sola fe, un solo Bautismo. Un solo Dios y Padre de todos” (Ef 4, 5). La fe tiene una cara que es la confianza en Él, pero tiene otra que se refiere al contenido de la revelación. Un problema actual es el analfabetismo religioso. Con él -dice también el Papa Benedicto XVI, “no podemos crecer, no puede crecer la unidad”3. Sin duda, la formación ha de constituir para nosotros también un reto importante.

3. Me uno también a una Iglesia ministerial

El Evangelio está plagado de textos en que Jesús aparece compadeciéndose de los pobres y de los excluidos. La indiferencia era absolutamente incompatible con su modo de ser. En una ocasión, consciente de las pretensiones mundanas de sus discípulos, les recordó que el que quisiera ser grande entre ellos, debía ser el servidor de todos (cf. Mt 20) y, por pura coherencia, hizo suyo este mandato. El gesto del lavatorio de los pies es especialmente significativo. El que era Señor, se hizo esclavo, el que era todopoderoso, se hizo débil, el eterno en el tiempo, se hizo mortal, y todo ello, para situarse a nuestra altura, para acompañarnos en el camino de la vida, para salvarnos. Siguiendo sus mismos pasos, nuestra Iglesia se compromete también a ser servidora del hombre de hoy puesto que, como dice S. Pablo VI, si la Iglesia no está al servicio de la humanidad, no es la Iglesia del Señor”4.
Además, para hacer posible nuestro servicio, nos dota de las aptitudes necesarias. Formando un único cuerpo e impulsados por el mismo Espíritu, los distintos miembros, con capacidades diferentes, estamos llamados a trabajar por el bien común, la santidad de todos los fieles y la edificación del Reino de Dios. Nuestra Iglesia ha sido enriquecida con distintos dones y carismas: a unos les ha dado el don de la profecía. ¿Qué sería de los pastores sin este don? ¿Qué sería de los catequistas, los profesores de teología, los periodistas católicos sin este obsequio? Os invito, queridos hermanos, a agradecer al Espíritu de Dios este precioso regalo; también a servir la verdad del Evangelio a todos.
Otros han sido enriquecidos con el carisma de la santificación. Depositarios preferentes de este ministerio son los pastores, sacramento vivo de Cristo, a quienes ha encargado consagrar los dones eucarísticos, impartir el perdón y ungir con óleo sagrado. En distinto grado, participan también de él los llamados a promover el culto eucarístico, la oración, las devociones y la piedad popular que tantos de vosotros promovéis, especialmente a través de las seiscientas hermandades y cofradías extendidas a lo largo y a lo ancho de toda la diócesis. Y, en definitiva, son depositarios de este don todos los bautizados, pues Dios los ha capacitado para hacer de sus vidas un culto agradable a Dios.
Y, en fin, otros participan del carisma del gobierno, aunque también en distinto grado y con diferente responsabilidad. Acogiendo la llamada del Señor, me dispongo a abrir la marcha y, recordando el consejo evangélico, me propongo ser el servidor de todos. Expropiado de mí mismo, me

2 Benedicto XVI, Encuentro con el clero de Roma, 23.II.2012.
3 Ibidem.
4 Pablo VI, Mensaje final del Concilio Vaticano II, 8.XII.1965.

comprometo a ser todo para todos. Este es mi deber y ésta será también mi gloria. Cuento con la colaboración inmediata y entregada de los sacerdotes, sin los que el obispo nada será, nada podrá. Y, por supuesto, en el contexto de una Iglesia sinodal, espero la colaboración de los consagrados y de los fieles laicos, tanto en el discernimiento, como en la toma de decisiones, en el modo en que la propia Iglesia contempla. Y, evidentemente, cuento también con todos en la implementación de los proyectos inspirados por el Espíritu Santo y encaminados a alimentar la vida en santidad de los fieles, a edificar la Iglesia, y a mejorar al mundo.

4. Finalmente, me uno a una Iglesia misionera

En la Encíclica Redemptoris Missio, ya s. Juan Pablo II había dicho que el anuncio del Evangelio a los que están alejados “es la tarea primordial de la Iglesia” (RM 34). También el Papa Francisco ha hecho un esfuerzo importante por poner a la Iglesia en salida. No vale permanecer encerrados entre las cuatro paredes del templo. Al igual que los discípulos de primera hora, con la llegada del Espíritu Santo, salieron a proclamar el Evangelio de Jesucristo a los cuatro vientos, nosotros estamos llamados también a hacer resonar la Buena Noticia en todos los rincones de la tierra.
En esta evangelización misionera, sin duda tenéis un papel decisivo los fieles laicos. De forma asociada, a través de las numerosas instituciones eclesiales de nuestra Diócesis, o de forma individual, estáis llamados a transformar los ambientes en que os movéis y a estructurar este mundo según los planes de Dios. Convencidos de que el Evangelio no es solamente un manual para alimentar y guiar la vida espiritual de cada persona y la piedad popular, sino también una herramienta social, os solicito un compromiso decidido a favor de la justicia, la paz y la promoción humana, tal como nos ha recordado el Papa León desde el principio de su pontificado.
Cumplidores de vuestros deberes cívicos y religiosos, trabajad a favor de derechos humanos básicos como el derecho a la vida, al trabajo digno, a la vivienda, a la libertad religiosa y a la educación de vuestros hijos de acuerdo con vuestras propias convicciones. Vivid también la caridad en la función pública a través de un modo justo de gobernar que atienda al bien común, favoreciendo una cultura del diálogo y del encuentro y el cuidado del medio ambiente. Y, por supuesto, apoyad a los pobres, los frágiles y los excluidos. Para todo lo que tenga que ver con el bien común, podéis contar siempre con el apoyo de nuestra Iglesia.
Que el Señor, por la intercesión de nuestra Madre la Virgen de la Fuensanta y de tantas advocaciones marianas presentes en nuestra diócesis, contando también con el patrocinio de s. Acisclo y Sta. Victoria, aliente nuestra fe, encienda nuestro amor y sostenga nuestra esperanza. Que así sea.

+ Jesús, Obispo de Córdoba

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