
Como nos recuerda el papa Francisco en su mensaje para la Cuaresma de este año jubilar, “Jesucristo, muerto y resucitado, es el centro de nuestra fe y el garante de nuestra esperanza en la gran promesa del Padre: la vida eterna que ya realizó en Él, su Hijo amado”. Por ello, Cristo Crucificado se convierte para nosotros en fuente de esperanza para todos los cristianos. Y así se nos muestra en esta imagen del Cristo de la Esperanza de Arahal.
Los orígenes de esta hermandad arahalense, conocida antiguamente como la de los treinta y tres hermanos debido al número limitado de cofrades que podían pertenecer a ella, se remontan hasta el primer tercio del siglo XVII, época en la que puede datarse la primitiva imagen del Cristo de la Esperanza destruido en 1936, adquiriéndose entonces un Crucificado realizado por el ceramista trianero Enrique Orce, el cual tuvo que ser a su vez sustituido debido a la fragilidad de sus materiales, conservándose en la actualidad en la Parroquia de Nuestra Señora de la Victoria de esta misma localidad.
El actual Cristo de la Esperanza es obra realizada entre 1946 y 1947 por el escultor natural de Alcalá de Guadaíra Manuel Pineda Calderón (1906-1974), autor igualmente de las otras dos imágenes titulares de esta hermandad, la Virgen de las Angustias y San Juan Evangelista.
Es una obra que presenta una clara inspiración en los crucificados de Juan de Mesa, especialmente en el de la Buena Muerte de la Hermandad de los Estudiantes de Sevilla, si bien el escultor alcalareño sabe imprimirle su sello personal y llevarla a su estilo.
Tallado en madera de cedro, representa a Cristo después de expirar, con la cabeza inclinada hacia el lado derecho, mostrando un rostro lleno de serenidad y paz que anuncia ya la Pascua, evidenciando así el sentido de su advocación, Esperanza, que nos avanza ya la vida eterna que nace de la muerte, como el grano de trigo que debe morir para dar fruto (cf. Jn 12, 24). Destaca asimismo en esta imagen el modelado de la anatomía, así como el diseño del sudario, con amplios pliegues y contenido movimiento.
Ante esta devota imagen nos situamos en este Jubileo de la Esperanza para, como nos invita el papa Francisco, mirar “el árbol de la cruz para que brote en nosotros la esperanza”. En medio de nuestros problemas, dificultades, de todo aquello que nos quita la esperanza y la alegría: miremos al árbol de la cruz, miremos al Cristo de la Esperanza para que brote en nosotros de nuevo la esperanza. ¿Para qué? Para compartirla con los demás, especialmente con aquellos que más necesitan de la esperanza que es Cristo en la cruz, ya que como nos advertía el Papa Benedicto XVI en su encíclica Spes Salvi, “nuestra esperanza es siempre y esencialmente también esperanza para los otros; sólo así es realmente esperanza también para mí”.
Antonio Rodríguez Babío
Delegado diocesano de Patrimonios Cultural
FOTO: Fernando Gallardo
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