En el Plan de Dios todo es para bien porque orienta las cosas para el bien. Dios encomienda tareas y en el inicio del curso lo hace al matrimonio formado por José María Pérez y Pilar León, recientemente nombrados Delegados Diocesanos de Familia y Vida. Padres de dos hijas, una de ellas en edad universitaria, conocen como cristianos la sed de Dios que también anida en las familias de Córdoba
En vuestro envío en la Catedral de Córdoba, el 8 de septiembre, el Obispo destacó cómo había crecido la Delegación para atender todas las realidades que conciernen a la familia. Los novios cuentan con “Camino de Caná”, las personas separadas no vueltas a casar ni con vivientes, pueden acudir a “Un amor que no termina”, los matrimonios, al retiro de “Amor conyugal”, etc. ¿Da muestra esta diversidad a la atención tan específica que la familia recibe de la Iglesia?
José María: Por supuesto que sí. Nosotros creemos que la Iglesia, como madre nuestra, está ahí para ayudar, acoger, querer y, sobre todo, amar, que es el motivo principal por el que estamos aquí, para amar. La Delegación de Familia tiene muchos proyectos que se han puesto en marcha, con lo que se intenta abarcar lo máximo posible, dentro de lo que es este apoyo que se puede dar. Lógicamente no se llega a todos los puntos, pero poco a poco se intenta llegar a ellos.
Pilar: En realidad la Delegación de Familia y Vida abarca un campo tan amplio porque la Iglesia, como madre que es, se ocupa y se preocupa de la persona desde su concepción hasta la muerte. Tanto es así que dentro de la Delegación se han desarrollado proyectos como Proyecto Ángel o Proyecto Raquel, que acogen tanto a madres que están embarazadas, que están pasando por un embarazo con dificultad, como por la situación dramática del aborto que viven muchísimas familias, pasando por el acompañamiento a jóvenes, a novios, que se están preparando para el matrimonio, con el proyecto Camino de Caná. También se están desarrollando encuentros de abuelos y personas viudas. Ahí estamos trabajando para que eso abarque a todo, a toda la dimensión de la persona.
En la pastoral familiar estáis acompañados por el consiliario Ángel Cristo Arroyo. ¿Cómo valoráis esta guía?
José María: Ángel es alguien que ama y además se nota cuando estás hablando con él, en la cantidad de actividades que su mente es capaz de generar, te das cuenta de que verdaderamente ama y que siente una vocación de servicio al Señor inmensa. Junto a él está también el padre Leopoldo, que es viceconsiliario, con lo cual nos sentimos muy arropados en este camino que iniciamos por tenerlos al lado.
Pilar: Tanto el padre Ángel como consiliario de la Delegación, como el padre Leopoldo como viceconsiliario, son unos pastores extraordinarios y muy necesarios, sobre todo en nuestra tarea. Ellos que tocan cada día el corazón herido de tantísimas familias nos dan luz en nuestra misión para acompañar y dar la respuesta siempre más adecuada a cada circunstancia. Para nosotros son un testimonio de entrega absoluta y de vivir con gran pasión su vocación sacerdotal, lo cual nos sirve de guía y de ejemplo también para vivir nuestra vocación matrimonial con esa misma entrega. Estamos encantadísimos y súper apoyados por ellos, siempre atentos a todo lo que necesitamos y animándonos, sobre todo ahora los inicios.
Ellos que conocen el corazón herido de tantas familias, ¿Os han dado algún consejo, os han dicho de alguna manera esto queremos deciros porque forma parte de los inicios y queremos estar a vuestro lado de algún modo?
Pilar: Las indicaciones que nos dan y nosotros también lo vemos, es acompañar para todo el que se acerque a la Iglesia, con cualquier tipo de problema y venga de donde venga, se sienta acogido, acompañado, amado, que en realidad es para lo que estamos. Como decía el Papa Francisco tenemos que hacer un hospital de campaña y que todo el que llame a la puerta se sienta como en casa.
¿Qué creéis fundamental para que las familias se abran al anuncio de Cristo?
José María: Principalmente, cuando uno aprende es cuando conoce las cosas, pero sobre todo las vive. Lo principal que nosotros vemos en el ámbito de la pastoral familiar es el testimonio. El testimonio de tantas familias que por las circunstancias que tenemos actualmente, por la sociedad, por el mundo, el estrés que llevamos y demás, no vende. Que hay familias cristianas, que viven o intentan vivir, lógicamente con sus pecados, porque todos tenemos pecados y todos somos pecadores, pero que viven, se preocupan por sus semejantes, por sus hermanos, por el que tienen al lado, se preocupan por aumentar el conocimiento de Cristo, no sale en los periódicos. ¿Cómo?, simplemente actuando en el día a día, con el rezo tanto personal como familiar, en la educación de los hijos, en ser referente, porque muchas veces te preguntan, ¿por qué me han preguntado a mí estas madres, estos padres del colegio, compañeros de trabajo, por qué me preguntan? Yo soy uno más de ellos. Entonces, te das cuenta de que algo tienes en especial. ¿Qué es lo que tienes en especial? Pues, simplemente el amor a Dios. No hay más.
Al inicio del curso era dramático comprobar como los periódicos hablaban del descenso de la natalidad que deja imágenes inéditas como clases con cinco alumnos en las etapas de infantil o de primaria. ¿Es consciente la sociedad de qué significa el invierno demográfico, en palabras del Papa, para el futuro de nuestra sociedad?
Pilar: Obviamente esta sociedad no es consciente del riesgo que estamos corriendo, pero también es muy difícil para los jóvenes construir un proyecto de familia, un proyecto de futuro. No hay políticas que favorezcan esto. A la falta de políticas se une el gran individualismo en el que estamos viviendo, se vive en el “yo” en vez de vivir en el “nosotros”, que es en realidad cómo se debe de vivir en una familia, pensando unos en otros y en todo el que se acerque a la familia.
Cuando hay pocos niños hay poca esperanza, ¿qué mensaje necesitan los jóvenes con problemas para crear su propia familia, decididos a empezar, pero con pocas posibilidades materiales? ¿Qué le podríamos decir?
José María: Que tengan fe, que confíen en Dios, porque lo que está claro es que solos no podemos caminar. Nosotros, con nuestra experiencia, nos hemos dado cuenta muchísimas veces que cuando queríamos hacer algo siempre había algún tipo de dificultad incluso simplemente en la relación del matrimonio. En cambio, todo aquello que ha estado bajo el amparo del Señor nos ha salido, ¿cómo hemos sido capaces de hacer esto o lo otro? Cuando te dan gracias por algún consejo que has dado, piensas: yo no he hecho nada, soy una persona normal y corriente, no soy nada extraordinario. Pero muchas veces lo das con el corazón y pensando siempre en ¿cómo lo haría Jesucristo? ¿Cómo le aconsejaría? ¿Hacia dónde iría?
El 25% de los jóvenes y adolescentes españoles se ha autolesionado. En el último año también son datos de primeros de septiembre. En Córdoba creció el suicidio por encima de la media española. ¿En vuestra opinión qué papel tiene la familia para dar esperanza al mundo? ¿Cómo entendéis esta situación a la luz de la fe?
Pilar: El papel de la familia es fundamental para la esperanza en el mundo, eso lo tenemos claro, porque en ella se protege, se acoge, se acompaña y se ama de manera incondicional. Esta situación la entendemos porque hemos echado a Dios de nuestra vida y cuando eso ocurre en nuestra vida entra el mal. Existen muchísimos jóvenes que viven en una profunda soledad y en su familia nadie lo sabe. Hay muchos jóvenes que llevan en sus mochilas heridas y en su casa nadie se entera. Están caminando solos y nadie les habla de Dios. Esto es otro gran desafío que tenemos por delante. Respecto al suicidio, hay que ponerse a trabajar para poder acompañar a todas estas familias, todas estas personas que sufren tanto, porque no quieren dejar de vivir, lo que quieren es dejar de sufrir y dejar de estar solos. Ahí estaremos, si Dios quiere, para lo que Él nos encomiende.
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