Vigilia Pascual

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La celebración de la Pascua es el acontecimiento central de la vida cristiana; la tradición de la Iglesia siempre ha considerado la Vigilia Pascual como la fuente y el origen de la vida santa de los cristianos. Tertuliano llegó a escribir que bastaba el permiso del marido pagano a la mujer cristiana para ir a la Vigilia pascual, una vez al año, para garantizar la santidad de aquel lugar. El Ceremonial de los Obispos introduce la Vigilia Pascual aludiendo a la antiquísima tradición de esta noche de vela en honor del Señor, conmemorando la noche santa en que él resucitó; citando a San Agustín, considera esta vigilia de los cristianos como la madre de todas las Vigilias.

En la noche de Pascua, la Iglesia espera la Resurrección del Señor y la celebra en los Sacramentos. La celebración sacramental convierte en acontecimiento de fuerza salvadora y hace presente y eficaz todo lo que la Palabra de Dios proclama. La Vigilia Pascual presenta una estructura de signos y acciones de gran riqueza espiritual, a través de los cuales, en el recuerdo de lo sucedido en la historia, se hace eficaz y se cumple el Misterio de la Muerte y Resurrección de Jesucristo en la asamblea de los cristianos, reunidos en el nombre del Señor.

La Resurrección del Señor es el fundamento de la fe y de la esperanza cristiana que la Iglesia ha celebrado desde sus inicios con esta Solemne Vigilia nocturna que comprende estas cuatro partes: 1. La Liturgia del Fuego que culmina con el canto del Pregón Pascual, junto al Cirio recién bendecido, símbolo de Cristo Resucitado. 2. La Liturgia de la palabra de Dios que hace un amplio recorrido por los momentos culminantes de la historia de la salvación, desde la creación del mundo hasta la Resurrección del Señor. 3. La Liturgia del bautismo con la bendición del agua, la administración del sacramento del Bautismo y la renovación de las promesas bautismales y 4 La Liturgia de la Eucaristía, conmemoración viva y actual de la Muerte y resurrección del Señor.

La Liturgia comienza lejos del Altar y en un clima de silencio y oscuridad. Se bendice fuego nuevo que rompe con su luz la oscuridad de la noche. Esta llama  enciende el Cirio, cuya luz va iluminando el mundo; es la Luz de Cristo que es llevada en Procesión hasta el Altar y de la que, sucesivamente, van encendiendo sus lámparas los ministros y los fieles hasta desembocar en el esplendor de la iluminación del templo en el canto del Pregón Pascual, que es un bellísimo poema lírico que proclama el esplendor de Cristo Resucitado que, rotas las cadenas de la muerte, asciende victorioso del abismo.

La Liturgia de la Palabra de Dios comprende nueve lecturas. Siete del Antiguo Testamento que van descubriendo diversos momentos de la acción salvadora de Dios sobre su pueblo: la creación, la salida de la esclavitud de Egipto, la vocación y la fe de Abrahán, padre de los creyentes y la vida nueva anunciada con diversas imágenes por los profetas. Estas lecturas van suscitando la meditación de los fieles mediante el silencio y cantos de salmos, seguidos por la oración del celebrante. Las dos lecturas del Nuevo Testamento se proclaman después del Canto Angélico o Gloria; en ellas, se anuncia la obra realizada por Cristo en la Iglesia mediante la Muerte y Resurrección de Jesucristo, este hecho que es proclamado, acompañado del Aleluya, el grito de la alegría cristiana.

La tercera parte de la Liturgia de la Vigilia Pascual es la bendición del agua bautismal, la administración del Bautismo y la Confirmación si se trata de bautismo de adultos y la renovación de las promesas bautismales por parte de todos los presentes que prenden nuevamente sus lámparas como los siervos fieles del Evangelio que esperaban el retorno de su señor. Los frutos de la Muerte y Resurrección de Jesucristo se hacen eficaces en el Sacramento del Bautismo que esta noche todos los cristianos renuevan. Finalmente, se celebra la Eucaristía, punto culminante de la Vigilia, sacramento pascual, memorial del sacrificio de la cruz, renovación de la muerte y resurrección de Jesucristo, presencia viva de Cristo resucitado, alimento de vida eterna para todos los cristianos.

Antonio Salas Delgado
Prefecto de Ceremonias de la Catedral de Huelva

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