OTRO MUNDO ES POSIBLE,… DEPENDE DE TI

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Publicamos a continuación una carta escrita por D. Manuel Antonio Menchón, Vicario Episcopal para Asuntos Sociales de la Diócesis de Almería. Dicha misiva está escrita con motivo de la XLVII Campaña contra el hambre en el mundo, Manos Unidas.

 

 

Desde que el Foro Social Mundial,  reunido en de Portoalegre en el 2002, se propusiera como tarea, más que como slogan “Otro mundo es posible…”, han sido numerosos las campañas anuales que este Foro, que aglutina numerosas ONGs y otras entidades y asociaciones, que con variantes sobre el mismo lema  ha ido lanzando cada año a los cuatro vientos del planeta.

Pero a su vez son muchas las entidades solidarias de este movimiento, que siguen utilizando esa frase, fruto de una profunda convicción,  como base de sus propias iniciativas, algunas “arrimando el ascua a su sardina” para ofrecerse ellas como único ruta válida para lograr ese mundo nuevo. Baste dos un ejemplo: “Si otro mundo es posible, mejor que sea laico”. Ahí queda como signo de “tolerancia” esa expresión de los que desean un mundo mejor, creando un nuevo ghetto: los creyentes. Pero bien,  esto no deja de ser anecdótico ante el gran reto que tenemos creyentes y no creyentes de demostrarnos que los seres humanos somos capaces de hacer otro mundo, por supuesto mejor restaurado y estructurado, que éste del que disfrutamos tan sólo unos pocos.

Manos Unidas, esta ONG católica, que también participa en el Foro Social, ha asumido ese reto para esta XLVII Campaña: “Otro mundo es posible…”, pero añadiendo una segunda parte, que dice: «Depende de ti», invitándonos así a todos los cristianos y personas de buena voluntad, no sólo a colaborar económicamente para ese mundo posible, más digno y humano para los más desfavorecidos, sino también  a tomar parte en lo mejor de sus proyectos: ser creadores de  solidaridad entre todos.

Porque si bien es cierto que con nuestra aportación económica se están consiguiendo pequeñas conquistas de dignificación de la vida de los más desfavorecidos, no es menos importante, que esa generosidad brote de unas entrañas  misericordiosas de hermanos hacia hermanos, no como mero sentimiento de compasión, sino como compromiso de la caridad por la justicia, que prosiga en una tarea constante de romper los abismos  –infranqueables a los ojos humanos- que separan a los hermanos, cuyas mesas rebosan hasta la voracidad y el despilfarro, de  los hermanos que necesitan de lo estrictamente indispensable para vivir.

La Campaña va más dirigida al corazón que al bolsillo; invita  más la reconciliación desde la conversión a la verdadera fraternidad, que al donativo para acallar la conciencia y poder seguir manteniendo nuestra mesa de la abundancia sin tanto remordimiento. Es necesario e imprescindible recaudar fondos para los proyectos que cada año se proponen, sin esos recursos económicos la campaña sería una farsa de palabrería sobre el amor y la pobreza; sería como la limosna anunciada al son de trompeta.

Pero el éxito no se mide, o no debe medirse, por el incremento anual de las aportaciones de la parroquias o asociaciones cristianas, sino por esa otra vara de medir, que sólo Dios conoce, que es la conversión del que descubre que el verdadero tesoro, donde hay que poner el corazón, es el reino de Dios. “No basta manifestar buenos  propósitos, condenar las injusticias graves, proferir denuncias con cierta audacia profética, – decía el Papa Pablo VI- todo esto no tendrá peso real sino va acompañado en cada persona de una toma de conciencia más viva de su propia responsabilidad y de una acción efectiva”

Pero ese logro es complejo de cuantificar en las estadísticas y por eso difícil de retratar en las memorias escritas de cada campaña anual. Pese a esa dificultad, sería el mejor servicio que a la Iglesia y a la humanidad puede prestar cada año el aldabonazo que el lema de Manos Unidas nos da. en la conciencia y en el corazón. a todos los cristianos y todos los hombres de buena voluntad, para invitarnos a vivir de otra manera.

En nombre de toda la Diócesis y de su Pastor quiero agradeceros  a todos los voluntarios y colaboradores que, año tras año, dais rostro humano a Manos Unidas y hacéis posible que esta asociación católica goce del aprecio y simpatía de  tantos almerienses, a la vez que alentaros a continuar en esa hermosa tarea de ayudarnos a vivir más solidariamente, empujándonos a compartir nuestra vida y nuestros bienes con los que viven una vida continuamente amenazada.

 

Manuel Antonio Menchón

Vicario Episcopal para Asuntos Sociales

 

 

 

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