Desde que el Foro Social Mundial, reunido en de Portoalegre en el 2002, se propusiera como tarea, más que como slogan “Otro mundo es posible…”, han sido numerosos las campañas anuales que este Foro, que aglutina numerosas ONGs y otras entidades y asociaciones, que con variantes sobre el mismo lema ha ido lanzando cada año a los cuatro vientos del planeta.
Pero a su vez son muchas las entidades solidarias de este movimiento, que siguen utilizando esa frase, fruto de una profunda convicción, como base de sus propias iniciativas, algunas “arrimando el ascua a su sardina” para ofrecerse ellas como único ruta válida para lograr ese mundo nuevo. Baste dos un ejemplo: “Si otro mundo es posible, mejor que sea laico”. Ahí queda como signo de “tolerancia” esa expresión de los que desean un mundo mejor, creando un nuevo ghetto: los creyentes. Pero bien, esto no deja de ser anecdótico ante el gran reto que tenemos creyentes y no creyentes de demostrarnos que los seres humanos somos capaces de hacer otro mundo, por supuesto mejor restaurado y estructurado, que éste del que disfrutamos tan sólo unos pocos.
Manos Unidas, esta ONG católica, que también participa en el Foro Social, ha asumido ese reto para esta XLVII Campaña: “Otro mundo es posible…”, pero añadiendo una segunda parte, que dice: «Depende de ti», invitándonos así a todos los cristianos y personas de buena voluntad, no sólo a colaborar económicamente para ese mundo posible, más digno y humano para los más desfavorecidos, sino también a tomar parte en lo mejor de sus proyectos: ser creadores de solidaridad entre todos.
Porque si bien es cierto que con nuestra aportación económica se están consiguiendo pequeñas conquistas de dignificación de la vida de los más desfavorecidos, no es menos importante, que esa generosidad brote de unas entrañas misericordiosas de hermanos hacia hermanos, no como mero sentimiento de compasión, sino como compromiso de la caridad por la justicia, que prosiga en una tarea constante de romper los abismos –infranqueables a los ojos humanos- que separan a los hermanos, cuyas mesas rebosan hasta la voracidad y el despilfarro, de los hermanos que necesitan de lo estrictamente indispensable para vivir.
Pero el éxito no se mide, o no debe medirse, por el incremento anual de las aportaciones de la parroquias o asociaciones cristianas, sino por esa otra vara de medir, que sólo Dios conoce, que es la conversión del que descubre que el verdadero tesoro, donde hay que poner el corazón, es el reino de Dios. “No basta manifestar buenos propósitos, condenar las injusticias graves, proferir denuncias con cierta audacia profética, – decía el Papa Pablo VI- todo esto no tendrá peso real sino va acompañado en cada persona de una toma de conciencia más viva de su propia responsabilidad y de una acción efectiva”
Pero ese logro es complejo de cuantificar en las estadísticas y por eso difícil de retratar en las memorias escritas de cada campaña anual. Pese a esa dificultad, sería el mejor servicio que a
En nombre de toda
Manuel Antonio Menchón
Vicario Episcopal para Asuntos Sociales