La Eucaristía de envío y despedida ha puesto colofón, degustando aún la satisfacción por la conexión con el mensaje del Papa Francisco desde Río de Janeiro durante la vigilia, a una Jornada Pastoral de la Juventud que comenzó con 3.500 inscritos y ha concluido con más de 6.000.
Monseñor Juan José Asenjo, arzobispo de Sevilla, ha oficiado la celebración de la Eucaristía de envío y despedida de la Jornada Pastoral de la Juventud (JPJ) que, en la aldea de El Rocío y en comunión con la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) que concluye también en Río de Janeiro, ha reunido finalmente a más de 6.000 participantes. Han concelebrado asimismo el arzobispo de Granada, monseñor Martínez, y los obispos de Asidonia-Jerez, monseñor Mazuelos; Cádiz-Ceuta, monseñor Zornoza; Córdoba, monseñor Fernández; Málaga, monseñor Catalá; Guadix, monseñor García; Huelva, monseñor Vilaplana; Jaen, monseñor Del Hoyo, y Teruel, monseñor Escribano.
Todos los pastores han mostrado la gran satisfacción que les produce el tono y el crecimiento de la participación, inicialmente prevista en 3.500 inscritos. Y, durante la misa, lecturas como la de San Pablo urgiendo a evangelizar a los que no conocen la fe o han abandonado el camino o el propio evangelio de San Marcos, con los apóstoles predicando y anunciando que sólo Jesucristo es la esperanza del mundo, han contribuido al mensaje que, tanto la JMJ como la JPJ, proponen a los jóvenes para que ejerzan como levadura dentro de la sociedad. Las palabras desde Río del Papa Francisco contribuyen a ello: «No tengáis miedo a vivir la fe y la vida nueva que Cristo nos muestra; dad testimonio de vida con sencillez y humildad».
«Mostrad el rostro de Cristo a los demás», ha añadido monseñor Asenjo en su homilía a una multitudinaria asamblea que, en la plaza del Real, no podía ocultar un cierto cansancio por la intensidad de unas jornadas llenas de actividad y una noche de vigilia en la que oración y meditaciones condujeron a la esperada conexión con el Santo Padre. Antes hubo ocasión de disfrutar desde la llegada de la Cruz de los Jóvenes al escenario en una plaza en la que no cabía un alfiler, de disfrutar del rezo del Santo Rosario o el canto de la Salve a María Santísima. Hasta que llegó la conexión en directo con Río de Janeiro. Los testimonio desde allí y signos como los de la construcción de la iglesia ante el Papa Francisco conmovieron también en El Rocío.
Las palabras del sucesor de Pedro, sin embargo, eran lo más esperado. Entre ellas, ideas como que «el Señor hoy llama a cada uno de los jóvenes», «dejen que Cristo y su Palabra entren en su vida, que germine o crezca», «acogemos a Jesús con entusiasmo, pero somos inconstantes y ante las dificultades no tenemos el valor de ir contracorriente», «hoy, sin embargo, estoy seguro que la simiente cae en buena tierra», «estoy seguro de que no quieren vivir en la ilusión de una libertad que se deja arrastrar por la moda y las conveniencias del momento», «además de lugar de siembra, el campo es lugar de entrenamiento» o «Jesús nos pide que le sigamos toda la vida, nos pide que seamos sus discípulos, que juguemos en su equipo».
Henchidos por las gracias recibidas, los más de 6.000 participantes en la JPJ El Rocío regresan ya a sus lugares de origen. Se convierten ahora en portadores de un mensaje que los hace misioneros en el mundo, en sus respectivos mundos cotidianos. Por ello, cuanto han vivido en esta fecunda Jornada Mundial de la Juventud es el punto de partida de los trabajos que en sus movimientos y asociaciones, en sus parroquias y en sus diócesis de referencia comenzarán a notarse a partir de ahora.