JUAN PABLO II EN ANDALUCÍA EN 1982

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En 1982, a los cuatro años de haber sido elegido Sumo Pontífice, Juan Pablo II iniciaba su primera Visita Apostólica a España.

 

El 5 de noviembre el Papa Juan Pablo II pisaba tierras andaluzas. La beatificación de Sor Ángela de la Cruz, en Sevilla, y un encuentro con educadores, en Granada, fueron los dos actos principales en este primer viaje a Andalucía.


 

VISITA A SEVILLA

 

A las 8:30 de la mañana aterrizaba en el aeropuerto de Sevilla, acompañado del Arzobispo de Sevilla, siendo de recibido por sevillanas, por los coros Ciudad de Sevilla y San Ildefonso de Mairena del Aljarafe. Allí le esperaban para acogerlo los obispos de Badajoz, Cádiz, Jerez, Córdoba, Huelva, Canarias, Coria-Cáceres y Guadix. A las 9:00 fue recibido en el Ayuntamiento donde en un acto muy sencillo se le hizo entrega de las llaves de la ciudad.

 

A las 9:15 comenzó el traslado en coche descubierto al recinto ferial en el que sería la beatificación de Sor Ángela. Una vez en el recinto recorrió todas las calles interiores saludando a los cerca de 500.000 fieles que le esperaban. A las 10:00 comenzó la concelebración eucarística y la bestificación de Sor Ángela.

 

A las 12:15, una vez finalizada la celebración, se trasladó a la Catedral, entrando por la Puerta de la Virgen de los Reyes. Allí visitó la Catedral y rezó ante Nuestra Señora delos Ryes, Patrona de la Archidiócesis.

 

A las 13:00 se trasladó al Arzobispado. Posteriormente veneró los restos mortales de la Beata Ángela de la Cruz. A las 16:00 llegaba al aeropuerto para partir a Granada a las 16:15.

 

Llegada al aeropuerto

A las nueve menos cuarto de la mañana llegaba a Sevilla Juan Pablo II, recibiendo los primeros testimonios de fervor y de simpatía nada más aparecer en la escalerilla del avión, acompañado de monseñor Carlos Amigo. El ilustre viajero, Peregrino de la Paz, fue recibido por el presidente deJa Junta de Andalucía, Rafael Escuredo, y otras autoridades, así como por el numeroso público desplazado al aeropuerto para darle la bienvenida. Ls mismas muestras de afecto y de gratitud por la visita las recibió el Papa a lo largo de su recorrido, durante las horas de su estancia en Sevilla, por los centenares de miles de personas que presenciaron su paso.

 

Bienvenida por sevillanas

Al llegar a San Pablo, Su Santidad presenció un baile por sevillanas como expresión jubilosa de bienvenida. A su término, el Papa se acercó a los componentes del grupo, a los que dedicó cordiales frases, recibiendo de ellos muestras inequívocas de emoción y de alegría.

 

Casi doce horas de espera

Desde las primeras horas de la noche, numerosas personas de todas las edades fueron ocupando sitio en el campo de feria y en los lugares por donde habría de pasar el Papa, con asientos o sin ellos, en una ilusionada espera que duraría hasta el inicio de la ceremonia. Una madrugada larga, vencida por el deseo de ver a Su Santidad y de participar en la memorable celebración. Al amanecer ya estaban ocupadas casi la mitad de las plazas disponibles.

 

La ilusión y el amor cubrieron la carrera

Miles de sevillanos hubieron de contentarse con ver al Papa fuera del recinto del campo de feria, en las calles de acceso, en el recorrido hasta a Catedral y en la autopista del aeropuerto. No había ni un claro en tantos kilómetros. Y abundaba la ilusión de una visión siquiera fugaz del Santo Padre, que para todos tuvo una sonrisa, una bendición y un gesto afectuoso.

 

Entrega de las llaves de la ciudad

A su entrada en Sevilla. El Papa se detuvo en la Pasarela, donde se habla instalado un estrado en el que el Ayuntamiento le daría oficialmente la bienvenida. Mientras la Banda Muncipal interpretaba marchas procesionales, el alcalde y el Ayuntamiento, bajo mazas, saludaron al Sumo Pontífice mientras le daba custodia una guardia de honor de la Policía Municipal con uniforme de gran gala. El señor Uruñuela entregó a Juan Pablo II la reproducción de las llaves árabe y judía de la ciudad, tras lo que el Papa firmó en el libro de oro de Sevilla, marchando posteriormente hacia el campo de feria.

 

Una catedral al aire libre

El campo de feria, convertido en inmensa catedral al aire libre, fue escenario de la ceremonia litúrgica más importante de las oficiadas por el Santo Padre durante su estancia en España: la beatificación de Sor Angela de la Cruz, importante por ser la primera vez que una ceremonia así se celebra fuera del Vaticano, porque el Papa tuvo la deferencia de hacerlo en español en lugar de en latin, como es habitual; porque quien subía a los altares era una monja sevillana cuyo recuerdo está vivo como cuando estaba entre nosotros, y porque la masiva asistencia superó con creces cualquier expectativa. La ceremonia tuvo el esplendor y el marco adecuado: el altar de Juan Laureano de Pina, con las imágenes de los Santos Patronos de Sevilla, el sol irradiado con el cuadro de Sor Angela, el inmenso baldaquino, la cuidada organización de la ceremonia litúrgica, la solemnidad de cada gesto tenían el sello de dignidad que la ciudad sabe darle a sus cosas cuando son excepcionales.

 

Masiva participación en la Eucaristía

Mil quinientos sacerdotes repartieron la comunión en el curso de la misa concelebrada por el Santo Padre en el campo de feria. Dada la distancia entre el altar y los asistentes situados en los últimos lugares, grupos de concelebrantes se repartieron por el recinto en camiones del Ejército para hacer accesible el sacramento al mayor número de personas. El Papa dio la comunión personalmente a un centenar de personas: treinta concelebrantes, monjas y seglares, entre los que había ancianos, jóvenes, soldados de los tres Ejércitos, impedidos…

 

Gestos de afecto con el cardenal Bueno Monreal

El Papa no desaprovechó ninguna ocasión para demostrar su afecto al cardenal Bueno Monreal, que realizó un esfuerzo físico inusitado para no perderse ni un instante de la inolvidable visita pontificia a la archidiócesis que rigiera durante un cuarto de siglo. A su llegada a1 templo al aire libre del campo de Feria, el primer saludo del Papa fue para el cardenal, a quien dio un fuerte abrazo y una bendición, gestos que repitió al terminar la ceremonia y en medio de atronadores aplausos de una multitud que agradecía al Santo Padre la deferencia para su anciano pastor. Luego, cuando salió a saludar desde e1 balcón del Palacio Arzobispal, Juan Pablo II volvió a mostrar su afecto por el Cardenal llamándolo a su lado para corresponder juntos a las ovaciones de las miles de personas que abarrotaban la plaza de la Virgen de los Reyes.

 

 

VISITA A GRANADA

 

A las 17:50 aterrizó en el aeropuerto de Granada. Allí le esperaban las autoridades eclesiásticas, civiles y militares, con el Arzobispo de Granada, monseñor José Méndez Asensio, a la cabeza. Miles de fieles de todas las edades, con pancartas y banderas de España y del Vaticano, se habían acercado al aeeropuerto para dar su saludo al Papa.

 

En el recorrido hasta la Basílica de las Angustias, poco antes del cruce de la aldea de El Jau, una pancarta decía: “Juan Pablo, para a 200 metros y bendícenos”. Y, en efecto, el coche aminoró la marcha y bendijo a los lugareños que habían salido en masa a la carretera. Al llegar a La Chana, bendijo a algunos enfermos psíquicos que se hallaban a la puerta del Hospital de la Virgen. La masa de personas era inmensa en la zona. Allí el coche tuvo un problema y tuvo que parar. En vez de utilizar otro coche, prefirió subir al autobús de “Alsina”, en el que iban los obispos y autoridades, sentándose en el asiento del cobrador, para que así los fieles pudieran verle.

 

El párroco de las Angustias, Carlos Torres Quirantes, esperaba al Santo Padre a la puerta de la Basílica. El Papa, tras saludar a la multitud que aguardaba durante horas su presencia y que le vitoreaba, penetró en la Basílica junto con monseñor Casaroli, monseñor Díaz Merchant, presidente de la Conferencia Episcopal Española, el arzobispo de Granada y el resto del séquito. Una vez en el templo, el Papa se arrodilló en un reclinatorio que estaba situado al pie del altar mayor y oró recogidamente durante unos instantes. Después se cantó la Salve.

 

Una vez fuera del templo, el Santo Padre fue saludado por el Alcalde y por los miembros de la Corporación Municipal, quehabía acudido a darle la bienvenida y a ofrecerle el escudo de la ciudad. Ese momento, el alcalde le dirigió unas palabras tras las que el Papa mostró su gratitud y cariño hacia Granada, para a continuación dar su Bendición Apostólica.

 

Celebración de la Palabra

 

Más de 700.000 personas esperaban en el Polígono de Almanjayar. Desde el día anterior fueron congregándose, aunque para acceder a las primeras zonas, reservada para los educadores, era necesaria una invitación.

 

Poco despues de las seis y media, el vehículo del Papa hacia aparición en el polígono, El ambiente de júbilo que se vivió en cada momento fue indescriptible.Miles de banderas y pancartas ondearon al viento, los cánticos y los gritos enfervorecidos atronando el ambiente y los centenares de miles de personas puestos en pie era un espectáculo digno de verse.

 

Su Santidad el Papa, tras bendecir a las personas que se encontraban en las dos tribunas laterales (una para autoridades y otra para los coros y prensa), se dirigió saludando a todo el pueblo.

 

Durante las casi dos horas que duró el acto, el público interrumpió en innumerables ocasiones al Papa y al Arzobispo de Granada que le precedió en la palabra. Los gritos ya señalados se repetían sin cesar, y cada vez que se hacía una alusión a cualquiera de las diócesis allí presentes, o a la Virgen que bajo distintas advocaciones en ella se veneran, los aplausos atronaban el polígono.

 

La casi totalidad de los coros existentes en Granada cantaron en Almanjayar durante la Celebración de la Palabra.

 

El acto finalizó con la Bendición Apostólica, mientras los coros entonaban en polaco el himno que tantas veces oyera en su juventud Juan Pablo II, a la vez que una voz gritaba: “Viva la madre del Papa”. Por último, Juan Pablo II recorrió dentro de su automóvil el polígono para que todos los fieles pudieran verle mejor y sentir su bendición.

 

Al finalizar la Celebración, el Santo Padre se dirigió al aeropuerto, finalizando su visita a las nueve de la noche.

 

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