ENTREVISTA A D. ADOLFO GONZÁLEZ, OBISPO DE ALMERÍA

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“El nuevo Papa ha sido uno de los pilares fundamentales del pontificado de Juan Pablo II”

¿Qué supone para la Iglesia la elección de un nuevo Papa?

Es un gran gozo para toda la Iglesia porque tenemos de nuevo al Pastor Universal, al sucesor de Pedro, que es el Obispo de Roma. Y es el Vicario de Cristo para toda la Iglesia universal. Por tanto, es un gozo grande tener un nuevo Papa; después del fallecimiento del admirado y tan querido Juan Pablo II. Esto en primer lugar. Recobrar la normalidad de la Iglesia es contar con los apoyos humanos, sostenidos siempre por la Gracia que Cristo ha querido para que la Iglesia, digámoslo en lenguaje coloquial, funcione según las leyes de este mundo en el sentido positivo de la carne, es decir, la Encarnación de la Gracia de Dios en nosotros respeta, digamos, estas instancias humanas. Es un gozo, el Papa siempre es un don para la Iglesia, porque el Papa es el principio de la unidad visible de la Iglesia, y yo creo que esto es lo que debemos siempre mantener al margen de quién sea el Papa. Por tanto, un gozo inmenso por tener de nuevo un Pastor universal.

¿Qué destacaría de la figura del nuevo Pontífice, el Card. Ratzinger?

El Card. Ratzinger es una de las grandes personalidades de la Iglesia Católica. El que es ya Benedicto XVI, es una mente privilegiada, sin duda ninguna, una mente teológica asombrosa por su vigor en el pensamiento y por la claridad de sus ideas. El Papa es un conocedor extraordinario de la tradición patrística de la Iglesia. Conoce perfectamente los santos padres, sobre todo san Agustín, la patrística occidental. Pero es al mismo tiempo, un extraordinario conocedor de la Reforma protestante. Como profesor universitario que ha sido, es un hombre para el que el dialogo con el mundo intelectual, el mundo de las ideas y del pensamiento es algo habitual y es algo constante. Una práctica de su propia vida, entendida también no sólo personal sino pastoralmente en el ejercicio del minístrelo sacerdotal y desde luego como Obispo. Pero es que después el Papa ha estado al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe y le ha tocado afrontar los grandes retos del pensamiento de nuestro tiempo. No se debe ignorar, yo creo que todo el mundo es consciente de ello, que el nuevo Papa ha sido uno de los pilares fundamentales del pontificado de Juan Pablo II. Ha sido el alma, no diría yo del magisterio -en el sentido de que es Magisterio personal de Juan Pablo II-, pero si el alma conductora del hilo teológico del pensamiento de fondo de la doctrina de la fe. Y yo creo que esto no se puede soslayar. Por tanto la impresión me parece que es acertada. Es este modo de enfrentar ahora la Iglesia con el nuevo Papa al mundo, algo que ya está de alguna manera dado del pontificado anterior. Quizás lo que quiera enviarnos el Señor es un Papa que consolide y de robustez a la obra gigantesca realizada por el Papa Juan Pablo II.

Pero yo creo que no va a ser un pontificado sólo en función del pontificado de Juan Pablo II, sino que va a tener una personalidad definida, muy propia; que, sin duda ninguna, terminará por convencer a algunos que pueden estar más reticentes por haber estado al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

¿Qué puede aportar a la Iglesia y al mundo este nuevo Papa?

Creo que el Papa nuevo, el recién elegido Papa Benedicto XVI, casi lo ha dicho ya en la homilía que pronunció en la apertura del Conclave. Es necesario tener en cuenta que la sal es para sazonar, la luz para iluminar; si la sal se vuelve sosa…, son palabras del Señor. Por tanto, la doctrina de la fe no puede –digamos- diluirse en la mentalidad del tiempo presente sin más, ni tampoco estar sometida a los vaivenes de la moda. Pero claro, tengamos en cuenta que la doctrina no es una afirmación dogmática etérea; si no es una afirmación de fe para la salvación -esto es importante-, para la salvación del mundo, porque vehicula, da cauce, nada menos, que el misterio de Dios y de la salvación, de la historia de nuestra salvación. Yo creo que cuando se oyen cosas como postura dogmática, o por ejemplo tradición más ortodoxa de la Iglesia, como si se quisiera con ello devaluar o descalificar lo que se dice, se hierra notablemente. La doctrina de la fe es la doctrina que procede de la revelación divina; es decir, procede de Dios mismo y es para nuestra salvación, es para el bien del mundo, es para la evangelización del mundo y yo creo que en este sentido, en un tiempo de pensamiento débil y -como el propio Papa ha dicho- de relativismo, la proclamación y defensa de la fe, la proclamación, no se puede quitar esa palabrita: proclamación; es de importancia absoluta.

D. Adolfo, ya para terminar, ¿Por qué cree que ha elegido el nombre de Benedicto XVI?

Ciertamente, nos hemos quedado sorprendidos por la originalidad del Card. Ratzinger al elegir para su Pontificado este nombre.

He oído alguna cosa de algunos comentaristas que encuentro muy acertada. En efecto, Benedicto es Benito, y Benito es el gran evangelizador de Europa. Europa está en este momento en una situación de disolución, de alguna manera, de su propia identidad cristiana, es decir, de su condición de continente evangelizado por la fe cristiana, por la proclamación del Evangelio. De alguna manera, puede querer aludir a esto. No sé si el propio Papa ha querido él mismo resaltar también la personalidad del que fue Benedicto XV, y conectar con lo que él significó en un momento de transición. No lo sé, no lo puedo adivinar. Pero lo que eso significa, eso lo conocemos todos: Benito es el Patrón de Europa, el gran evangelizador. Con sus monjes, los benedictinos, con el monacato, fueron los protagonistas de la evangelización, de la roturación, sobre todo, de la Europa central, de los países donde está Germania, de donde viene el Papa.


***
Quizá una idea también bonita es que el Papa conoce muy bien la Curia, y también sabrá llevar adelante la reforma que todavía necesita, oportuna, y que probablemente potenciará su servicio a la Iglesia universal. Eso el algo importante. No se puede dejar de lado, porque no en vano ha estado 23 años en la Curia vaticana.

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